El sol se filtró a través de las ventanas, suavemente despertando a Lukas y Sofía de su sueño. Su luna de miel había sido un paraíso, pero la realidad comenzaba a asomarse con la luz del nuevo día.Lukas giró en la cama, encontrando a Sofía aún dormida a su lado, con su cabello desparramado sobre la almohada y una expresión de paz en su rostro. No podía evitar sonreír al verla, sintiendo una mezcla de amor y responsabilidad arremolinarse en su pecho.Con cuidado de no despertarla, se levantó y se dirigió hacia la ventana, contemplando el mar por última vez antes de regresar a la ciudad. A lo lejos, las olas rompían suavemente contra la orilla, como una despedida silenciosa de esos días perfectos que habían compartido. Pero Lukas sabía que la vida real esperaba, y que todavía había un asunto que debían resolver.Después de un desayuno tranquilo y de empacar lo poco que quedaba, la pareja se dirigió al aeropuerto donde los estaba esperando un vuelo privado para regresarlos a su casa.E
Fabiola bajó la mirada, claramente incómoda con la situación. Sabía que se encontraba en una encrucijada. Lukas y Sofía estaban decididos a descubrir la verdad, y la mentira que había creado comenzaba a desmoronarse frente a ella. Respiró hondo y, en un intento de ganar algo de tiempo, se levantó lentamente del sofá.—Está bien... —murmuró, aunque su voz denotaba cierto resentimiento—. Si eso es lo que quieres, vamos.El camino hacia la clínica fue silencioso, con una tensión palpable llenando el aire. Fabiola mantenía las manos entrelazadas, moviéndolas nerviosamente en su regazo, esperando poder salir de eso beneficiada.Lukas, con las manos firmes sobre el volante, no dejó de observarla por el espejo retrovisor. Sabía que algo no estaba bien, pero necesitaba que Fabiola confesara por sí misma.Sofía, por su parte, se mantenía serena, aunque por dentro las emociones le revoloteaban en el estómago. No podía dejar de pensar en lo que sucedería si Fabiola realmente estuviera mintiendo.
Meses después. Los meses pasaron, y la vida de Lukas y Sofía volvió a un ritmo más tranquilo y estable. Fabiola había desaparecido de sus vidas tras la revelación, y ambos se concentraron en construir un futuro juntos, libres de los problemas y fantasmas del pasado, era una pareja feliz, que disfrutaban estar juntos y que por ahora habían decidido esperar para tener sus hijos. Aunque vivían en la mansión, siempre iban a casa de sus padres a pasar tiempo con ellos, además, ellos estaban emocionados porque tendrían un hermano, de quien no sabían su sex0 porque esperaban que fuera una sorpresa. Una tarde de un domingo, Lukas y Sofía estaban visitándolos en un almuerzo familiar. El ambiente era cálido y acogedor, lleno de risas y conversaciones animadas sobre planes futuros, proyectos, porque a ambos jóvenes les estaba yendo muy bien, además estaban ansiosos por la llegada del nuevo integrante de la familia: el bebé que Marleni estaba esperando. A pesar de su embarazo avanzado, Marle
Horas después, Sofía y Lukas entraron a la habitación del hospital donde Marleni descansaba, sosteniendo a su recién nacido en brazos. Danilo, emocionado, se encontraba junto a su esposa, acariciando con ternura la pequeña cabeza del bebé. Al verlos entrar, Marleni les sonrió con esa serenidad única que solo una madre puede tener después del parto.—¿Cómo estás, mamá? —preguntó Sofía con suavidad, acercándose a la cama y mirando al bebé con ojos brillantes.—Estoy bien, cansada, pero feliz —respondió Marleni—. Aquí está su hermano, esperando conocerlos oficialmente.Lukas, quien hasta ese momento había permanecido en silencio, se acercó con pasos lentos y respetuosos. Nunca había visto a un bebé tan pequeño, tan indefenso y lleno de vida. Se inclinó un poco para observar más de cerca al recién nacido, con una sonrisa suave y llena de asombro.—Es perfecto, Marleni ¿Cómo se llama? —murmuró el hombre, incapaz de apartar la mirada del pequeño.—Aún no tiene nombre —dijo Marleni de repent
El embarazo de Sofía transcurrió lleno de momentos de ternura y emoción. Desde el primer día en que supo la noticia, Lukas la acompañó a todas sus consultas médicas, ansioso por cada pequeño avance. Había guardado en su corazón de manera muy especial, la primera vez que vieron la ecografía juntos. Ambos estaban en la sala de espera, con Sofía tomando su mano y acariciando suavemente su vientre apenas abultado.—¿Estás nervioso? —le preguntó Sofía con una sonrisa, viendo cómo Lukas no dejaba de mover los pies, impacientemente.—Un poco —admitió él—. Es que quiero verlo… o verla, aunque sea solo un puntito.Cuando finalmente entraron a la consulta y la imagen del pequeño embrión apareció en la pantalla, Lukas no pudo contener las lágrimas. El pequeño punto en blanco y negro que latía con fuerza lo conmovió más de lo que había imaginado. Sofía lo observaba mientras él, con los ojos brillantes, se inclinaba hacia la pantalla.—Es nuestro bebé... —susurró, tomando la mano de Sofía—. Lo am
La pantalla del móvil iluminó la oscuridad de la habitación con un brillo repentino. Lukas, aún adormilado, frunció el ceño al ver el nombre del llamante. Su padre. La hora insólita predecía malas noticias.—¿Sí? —respondió con la voz rasposa del sueño.“Lukas, hijo... lamento ser portador de mala noticia, tu abuelo ha muerto”.El silencio se colgó pesado entre las palabras de su padre.Un zumbido le llenó los oídos a Lukas mientras las palabras resonaban en su mente. Habían pasado diez años desde que había dejado la casa familiar, huyendo de los nuevos caprichos de su padre y de su mujer, porque detestaba a su hija."Lukas, ¿me escuchaste?" La voz de su padre cortó a través de sus pensamientos.—Sí, padre… voy para allá, saldré en el primer vuelo comercial —dijo finalmente, sintiendo un nudo en la garganta."Quiero que sepas que Sofía también viene en camino, su madre la llamó, procura dejar las diferencias con ella, hazlo por tu abuelo, sabes cuánto la amaba.—Lo intentaré, aunque n
Lukas se quedó paralizado, incapaz de creer lo que veían sus ojos. —¿Sofía? —logró articular finalmente. —La misma —respondió ella con una sonrisa traviesa—. ¿Sorprendido de verme, hermanastro? —Tú... ¿Supiste siempre quién era yo...? —balbuceó Lukas, señalándola acusadoramente. —¡Pues sí! ¿Sorprendido de verme, hermanastro? Es que definitivamente ver esa cara de tonto que pusiste en el aeropuerto no tiene precio… mirándome como perro a un chuletón —dijo Sofía, cruzando los brazos con aire de triunfo. Lukas sintió cómo el enfado volvía a hervir en su interior. Todo el viaje, toda la frustración, y ahora esto. Tomó aire, tratando de calmarse. —Debo admitir que fue divertido molestarte un poco —dijo ella soltando una risotada. Lukas sintió que la sangre le hervía. —¿Divertido? ¡Fuiste insoportable! —Oh, vamos. No seas tan dramático —respondió ella, haciendo un gesto con la mano—. Además, tú tampoco fuiste precisamente un encanto. —Porque tú... —¡No puede ser! Apenas están ll
La última rosa cayó sobre la madera pulida del ataúd. Sofía sostenía su respiración, el perfume de las flores mezclándose con el olor a tierra fresca, mientras las lágrimas rodaban por sus mejillas.—Te amo abuelito… eres lo más hermoso que me pasó en la vida… y aunque no llevaba tu sangre, nuestros lazos eran más profundos que la del parentesco, porque nacieron del corazón. Te volvería a escoger millones de veces —pronunció, sintiéndose profundamente conmovida, mientras respiraba hondo, tratando de calmar la vorágine de pensamientos y emociones que se arremolinaban en su interior.Unos minutos después, Danilo carraspeó al lado.—¿Nos vamos? —dijo apremiante. Ya todos habían comenzado a salir, y las luces del crepúsculo comenzaban a iluminar el cementerio. —Si quieren, sigan ustedes —, murmuró Sofía. Un suspiro tembloroso le siguió. —Yo quiero quedarme un poco más aquí, tomaré un taxi de vuelta.Sus padres se miraron y asintieron. —Está bien, pero ten mucho cuidado, por favor, no te