Gina era la más eufórica cuando llegamos a Roma. -¡¡¡Conocerán a mis padres!!!-, no dejaba de chillar, saltando y lanzando sus pelos al aire, apenas bajamos del avión. Mucha gente estaba apiñada detrás de las mamparas y me sorprendía que hubieran tantísimos periodistas. -La diva del tennis è arrivata per giocare gli Open di Roma-, decían frenéticos los reporteros, dándose empellones, hablando a gritos, pugnando por tomarme fotos y hacerme videos. Gina me había enseñado a decir algunas cosas en italiano. --Sono a Roma con la speranza di fare un bel torneo e di far divertire i tifosi, affinché si divertano tanto quanto me in campo-, dije y todos aplaudieron, dieron vivas, hurras y el que menos quería tomarse selfies conmigo. Creo estuve una hora anendiendo a los aficionados eufóricos, cuando Gina me jaló del brazo y me llevó a rastras hasta la salida. Allí se detuvo de golpe, estiró una larga sonrisa y gritó efusiva ¡mis padres! -È un piacere conoscerla, signorina, mia figlia mi
Jugué primero contra una griega, Ioanna Koutouxídou. Tenía un numeroso séquito que la rodeaban a cada instante. Una la peinaba, otra le quitaba el buzo, una más le alcanzaba la raqueta y una rubia le pasaba una toalla por la frente. También contaba con una nutrida barra de simpatizantes que no se cansaba de darle porras, con un bombo y vuvuzelas. -Un poco más y trae también al perrito-, le bromeé a Heather. Ella jaló mi codo. -Mira allá-, me señaló y en en un palco del estadio, estaba una señora madura que sostenía un perrito juguetón que no dejaba de mirar embelesado a la griega, moviéndole la cola y ladrándole afanoso. Allí estaba toda la familia de ella y no dejaban de aplaudirla y darle vivas. -Yo y mi bocota-, dije y nos abrazamos riéndonos con Heather. Ionna jugaba muy bien y tenía un excelente smash que doblaba mis manos. Su juego era preciso, calculador, incluso la vi muchas veces como si hiciera cuentas con sus dedos, sumando, restando, dividiendo, multiplicando y hasta
Rabadzhieva me embistió tanto o más que el camello durante la visita que hicimos a las pirámides. Estuvo impetuosa, atacado mis flancos y tratando de evitar mis raquetazos. Para ello, Strashimira lanzaba globos o pelotas bobas, de manera que yo no podía responder con fuerza. Así pudo controlar mi vehemencia y por el contrario ella contestaba mis envíos con dinamitazos, logrando sumar muchos puntos. Para contrarrestarla debía recuperar el servicio, pero mi rival era muy hábil y astuta y se las ingeniaba para estar siempre al ataque y adelante en el marcador. Ella logró ganar el primer set en un partido duro, áspero y de mucha fuerza, por 6-4. -Ya te conoce, sabe de qué pie cojeas-, estaba molesta Heather. -Debes jugarle de poder a poder, no queda otra-, refunfuñó Ashley. -Trata de ser más incisiva que ella. Dóblala en fuerza-, me sugirió convencida Maggi. Pero Rabadzhieva estaba decidida a ganar sí o sí el partido y resultó mucho más respondona de lo que yo esperaba. Me complic
No era fácil descansar en la finca de los Ferreti. En total había nueve pequeñines que iban y venían por la casa, se peleaban, reían, gritaban, daban tumbos y tiraban jarrones y platos. Los perros ladraban mucho persiguiendo a los chiquitines y el papá de Gina se alucinaba un gran inventor. Hacía carros de madera que no se movían, cocinas de tablas y carbón que no encendían y el hermano piloto de carros de carrera, contaba hasta con tres automóviles que gustaba oírlos rugir, afinándolos a toda hora, atronando la casa entera. -Espero no te incomode mucho la bulla-, me decía riéndose Gina. Ella y Maggi se entretenían jugando tenis en la cancha que estaba al lado de la piscina y se la pasaban mucho tiempo dándose raquetazos. Ashley y Heather también disfrutaban de la finca, correteando a los perros, ayudando a la mamá de Gina en la cocina, lavando ropa o simplemente cuchicheando en el porche hasta muy noche. La única que estaba aburrida era yo. De remate Marcial paraba siempre ocu
La final fue contra la serbia Jovana Sivanic. Ella me esperaba en la cancha seria, alta, fuerte y muy confiada. Imagino que me había estudiado mucho. Yo coqueteaba con los periodistas. Les meneaba la cabeza, mordía mi lengua y abanicaba mis ojos con mis largas pestañas. Meneaba la faldita y me sentía mágica y encantada, súper sensual. Jovana tenía un drive poderoso y efectivo y era su mejor arma. Me complicó el partido desde el comienzo y buscó siempre, que me acercara a la red para atacarme con lanzamientos bombeados. Tuve que esforzarme al máximo para frenar sus arremetidas y lograr contener sus raquetazos fuertes y tratar de no caer en sus redes. Si yo me acercaba a la red, era un hecho que me demolería sin piedad. Por eso me agazapé en mi campo y jugué a distancia, aprovechando mi potente remate. El partido se hizo, entonces, muy disputado y reñido y punto a punto. El primer set se extendió por cerca de hora y media y gané con dificultad en tie break 8-6. El segundo episo
En el aeropuerto me esperaba William rodeado de cientos de periodistas y reporteros gráficos que no dejaban de lanzarme preguntas, tomarme fotos y hacer videos. -¡Bienvenida la número dos del mundo!-, me dijo el presidente de la federación de tenis y me abrazó y besó emocionado. Yo no entendía nada y en realidad, estaba más preocupada buscando a Marcial para comérmelo a besos. Sin embargo, respondí a todas las preguntas hasta por casi dos horas. Me captaron muchísimas imágenes con el trofeo, me hicieron videos y debí tomarme un millón de selfies con aficionados, empleados, azafatas, policías y niños que por miles pugnaban, afanosos, por un recuerdo mío. Disipado, después de mucho rato, el alboroto, encontré al fin a Marcial, sentado en una banca, con las piernas cruzadas, la camina abierta mostrando sus vellos que me llevaban al delirio, la sonrisa larga y tan varonil que me derretía como a una una mantequilla y haciendo brillar sus ojos, con los fulgores que me excitaban y obnubil
Le hice el desayuno a Marcial. Él estaba muy cansado luego de la pletórica noche, idílica y romántica en el dormitorio de mi casa. Le hice un delicioso bistec con papas fritas, compré pan y pasé café. Jennifer me llamó preguntando por él. -Está durmiendo, ¿algún mensaje?-, me interesé. Ya me sentía su esposa y esa sensación de ama de casa me encantó. -Sí, que no se olvide que la ingeniera Hogan firma hoy la entrega del coliseo a mediodía, irán los periodistas, que se ponga terno, ¿irás tú?-, me preguntó entusiasmada. -Claro, por supuesto, allí estaré-, seguí sintiéndome muy suya de Marcial. -Ponte vestido, es una ocasión muy especial-, me aclaró. -¿No se molestarán los sponsors?-, me preocupé. -No porque habrán carteles en todo el coliseo de tus patrocinadores, ellos también han auspiciado la obra. Judy ya habló con ellos. Todo está fríamente calculado-, colgó. Ashley me llamó a mi móvil. -Te espero ahorita en el club Boniek-, me dijo y colgó sin que pudiera decirle nada.
Cuando llegué al club ya habían muchísimos periodistas. Jennifer y Judy también se han puesto vestidos entallados y lucían muy lindas. El flamante estadio emergía entre las sombras de los árboles como un gigante festivo, con muchos globos y cadenetas. Tenía capacidad para ocho mil espectadores, incluyendo palcos suite y contaba con un gimnasio, oficinas, salas de conferencia, cuatro vestidores y cancha alterna. Una maravilla. Quedé admirada. Entonces llegó Marcial en su auto. Sonreí y parpadeé emocionada al verlo, muy elegante con el terno impecable, bien peinado, la barbita retocada. Se apuró a abrir la otra puerta... y entonces ayudó a bajar a una rubia hermosa, curvilínea, entallada en un vestido rojo muy llamativo, con un gran escote donde aparecían sus pechos como globos. Los zapatos también rojos, las pantimedias y la sonrisa hermosa, dibujándose cautivante, sensual y sexy en sus labios tan divinos. Sentí los celos emanciparse, encenderse como grandes llamaradas dentro de m