Cuando llegué a los vestidores para disputar las semifinales del Grand Slam, encontré a Gina Ferreti llorando sin consuelo, embozada en sus hombros, cubriéndose con la toalla. Su entrenadora le acariciaba los pelos. Mi amiga lloraba a gritos. -¿Qué pasa, Gina?-, me arrodillé a sus pies, tomando sus manos. -Evand me ganó, no pude vencerla-, se me abrazó llorando, alterada, muy afectada. -Ya habrá otra ocasión que le ganes, amiga-, me contagié de su llanto. -Fue injusto, dijo la entrenadora, también en español, Gina hizo un gran partido, perdió en el tie break-, decía. No lo sabía ni estaba enterada que había jugado temprano, antes que mi partido con Horvat. Me sentí mal. Debía haber estado aconsejándola. -Pensaba que podía ganarle, estaba emocionada, creía que podría-, no dejaba Gina de llorar. La había conocido tan alegre, distendida, jovial que verla llorar me afectó mucho. La abracé lo más fuerte que pude, incluso estremeciéndola con todas mis fuerzas. Eso la hizo sent
La rueda de prensa fue otra vez caótica, con empujones, gritos y muchos micrófonos, celulares y cámaras amontonadas frente a mis ojos. Yo parpadeaba admirada. -Hice mi juego, Horvat fue una rival muy exigente-, decía tratando de hilvanar frases coherentes, pero no podía por el tumulto. -¿Qué piensas de los desplantes de Evand?-, preguntó alguien. -No me importa Evand, yo juego por divertirme-, insistía yo. -Jugarás la final contra Evand ¿podrás ganarle?-, preguntó otro. Los periodistas ya sabían que yo no hablaba inglés. -Haré mi mayor esfuerzo-, fui diplomática. - Ella ya te ganó la final de Roland Garros-, me recordó uno más. -Cada partido es una historia diferente-, recordé sonriente lo que siempre decían los futbolistas. -El Perú entero delira con tus partidos-, dijo un compatriota. -Amo a mi país-, respondí orgullosa. Ashley me jaló del codo. -Disculpen damas y caballeros, pero esta señorita e va a descansar-, anunció y me sacó del gran tumulto mientras yo les reía y
Gina me levantó muy tempranito. Yo aún dormía abrazada a Marcial y quería seguir durmiendo, cuando ella tocó reiteradamente la puerta. -Levántate para los exámenes-, me dijo fuerte. Ashley ya estaba en el tópico médico del comité organizador con Heather y William que había llegado de urgencia la noche anterior a Londres. Me levanté de puntitas y entreabrí la puerta. -Ya es tarde, dormilona-, me dijo molesta Gina alcanzándome un frasquito para la muestra de orina. -Cierras bien la tapa-, sonrió traviesa y pícara. -Tengo sueño-, protesté. -¿Marcial está durmiendo?-, se alzó en sus pies tratando de ver algo por la rendija y no le dejé. -Pervertida-, le regañé y ¡pum! cerré la puerta. Me duché de prisa y me puse un buzo deportivo con los logos de mis auspiciadores como me había ordenado Maggi porque los periodistas me tomarían muchísimas fotos. Marcial siguió durmiendo pese a la bulla. -Ay ese hombre, podría haber una hecatombe nuclear y él seguiría durmiendo-, renegué cuando
Marcial había salido esa noche con sus amigos tenistas, entre ellos muchísimas mujeres, que estaban participando también en el Grand Slam y pese a que tenía y me moría de celos, me prometí portarme bien, no hacer escándalos ni molestarme, incluso le di un besote cuando me dijo que se iba a ir a una discoteca londinense a bailar con las chicas. -Diviértete mi amor-, le dije acaramelada. -Duérmete temprano, mañana es la final y debes sestar muy descansada-, me dijo también embelesado a mis labios. Acomodé el uniforme que tendría ante Evand, la raqueta, las zapatillas y el buzo que me pondría encima antes y después del partido. De una de las maletas saqué el cuaderno con todos los apuntes que había hecho de ella, viendo sus videos y me metí a la cama. Prendí una lamparita y empecé a repasar mis dibujitos. -De algo me sirvieron las clases de arte-, sonreí. En mi cabeza repasaba los videos, también. Me convencí que era difícil ganarle a Evand. Ella jugaba igual a un molino, sus mano
Evand no estaba en la cancha. Me extrañé porque siempre soy yo la tardona, en todos los partidos, je je je. Empecé a ejercitarme con Gina y con Maggi, lanzando pelotazos y el público empezó a impacientarse, pifiar, reclamar, dar zapatazos y pedir a la campeona. Por los parlantes, los organizadores también reclamaron para que Ruth entre a la cancha. Por un momento pensé que, en efecto, ella renunciaba a jugar la final. Sin embargo apareció ella, al rato, soberbia, altiva, majestuosa, igual a la reina de Egipto, señorial como si estuviera montada en un carruaje llevado por una docena de caballos, seguida por su séquito. Meneaba la raqueta y no dejaba de mirarme despectiva, minimizándome, empequeñeciéndome. El público estalló en una cerrada ovación, incluso puesto de pie, reconociéndola como la mejor del mundo. -Solo falta que le quieten la capa-, le dije a Ashley mientras ella me acomodaba la visera. -No pienses en tu rival, ataca siempre, no le des respiro-, me dijo. Eva
Los organizadores del Gran Slam me dieron un plato enorme en medio de la cancha de Wimbledon. Yo tenía la cara cubierta de lágrimas. Llamé a Ashley y se lo di a ella. -Te lo dije, amiga, este trofeo es tuyo, tú te lo has ganado-, le dije y ella llorando también lo alzó y el público rompió en nuevos aplausos, tanto o más fuertes que cuando conseguí el último punto ante Evand. Ruth Evand no salió a recibir el premio al segundo puesto. Su entrenadora lo recogió sin prestar declaraciones. Tampoco acudió a la conferencia de prensa. Marcial habló por mí porque yo no podía siquiera hilvanar alguna frase. Estaba demasiado nerviosa y lloraba sin cesar y lo único que se me ocurrió decir fue que -no fallé en las jugadas claves-, que aprendí del internet. Eso sí, me tomaron muchas fotos y me hicieron miles de videos. Almorzamos todos juntos en el hotel. Gina estaba eufórica y no dejaba de gritar, ¡campeona, campeona, campeona! y Ashley seguía llorando sin contenerse. Yo me besaba con Marcial
-Vado a Lima, mamma, vivrò con un'amica per sei mesi, non preoccuparti mamma, starò bene-, escuché que Gina le decía a su madre que se iba a Lima conmigo.-Ay, sei sempre così pazza, figlia, non smettere di chiamarmi e chiedermi qualsiasi cosa, a volte penso che tu sia più pazza di tuo padre-, respondió en el altavoz la mamá diciéndole a Gina que estaba más loca que su padre. Me dio risa. -Ya has hecho otras locuras, entonces-, le dije mirándole divertida a los ojos. -Ay, solo unas cositas, mi mamá exagera-, sonrió ella muy pícara y traviesa, confesando, a través de sus pupilas que en efecto, había hecho un sin número de travesuras para disgusto de sus padres. Me recibieron a lo grande en Lima. No esperaba semejante bienvenida. A lo más pensaba encontrar algunos periodistas, sin embargo el aeropuerto estaba repleto, habían banderolas, carteles, globos, reventaban cohetes y petardos y vivaban mi nombre. Me lanzaron flores y papel picado y me subieron a un auto descapotado y me llev
Esa noche tuve con Marcial la mejor velada romántica de mi vida. Él fue conquistando uno a uno todos mis rincones, dejando huella de sus besos y caricias, encendiendo mis fuegos, igual a un lanzallamas. En realidad, después del partido con Evand, tenía muchos deseos de pasarla bien con él y por eso estaba febril e impetuosa, pero Marcial controlaba mi ímpetu con sus besos que me estremecían y provocaban continuas descargas eléctricas. Besó y lamió mis pechos con encanto y magia, haciéndome sollozar y gemir de pasión. No podía controlar mis soplidos excitados, incluso las llamas se desbordaban, como cataratas, por mis poros y yo respiraba humo en mis narices, producto del intenso fuego que me calcinaba las entrañas. Sus manos iban y venían por mi espalda, mis muslos, mis caderas, con afán y encono, estremeciéndome más. Yo meneaba la cabeza, parpadeaba, me sentía muy sexy y sensual, y ardía en deseos que me hiciera suya. Pero Marcial estaba abocado conquistado mis vastos campos, m