Marcial había salido esa noche con sus amigos tenistas, entre ellos muchísimas mujeres, que estaban participando también en el Grand Slam y pese a que tenía y me moría de celos, me prometí portarme bien, no hacer escándalos ni molestarme, incluso le di un besote cuando me dijo que se iba a ir a una discoteca londinense a bailar con las chicas. -Diviértete mi amor-, le dije acaramelada. -Duérmete temprano, mañana es la final y debes sestar muy descansada-, me dijo también embelesado a mis labios. Acomodé el uniforme que tendría ante Evand, la raqueta, las zapatillas y el buzo que me pondría encima antes y después del partido. De una de las maletas saqué el cuaderno con todos los apuntes que había hecho de ella, viendo sus videos y me metí a la cama. Prendí una lamparita y empecé a repasar mis dibujitos. -De algo me sirvieron las clases de arte-, sonreí. En mi cabeza repasaba los videos, también. Me convencí que era difícil ganarle a Evand. Ella jugaba igual a un molino, sus mano
Evand no estaba en la cancha. Me extrañé porque siempre soy yo la tardona, en todos los partidos, je je je. Empecé a ejercitarme con Gina y con Maggi, lanzando pelotazos y el público empezó a impacientarse, pifiar, reclamar, dar zapatazos y pedir a la campeona. Por los parlantes, los organizadores también reclamaron para que Ruth entre a la cancha. Por un momento pensé que, en efecto, ella renunciaba a jugar la final. Sin embargo apareció ella, al rato, soberbia, altiva, majestuosa, igual a la reina de Egipto, señorial como si estuviera montada en un carruaje llevado por una docena de caballos, seguida por su séquito. Meneaba la raqueta y no dejaba de mirarme despectiva, minimizándome, empequeñeciéndome. El público estalló en una cerrada ovación, incluso puesto de pie, reconociéndola como la mejor del mundo. -Solo falta que le quieten la capa-, le dije a Ashley mientras ella me acomodaba la visera. -No pienses en tu rival, ataca siempre, no le des respiro-, me dijo. Eva
Los organizadores del Gran Slam me dieron un plato enorme en medio de la cancha de Wimbledon. Yo tenía la cara cubierta de lágrimas. Llamé a Ashley y se lo di a ella. -Te lo dije, amiga, este trofeo es tuyo, tú te lo has ganado-, le dije y ella llorando también lo alzó y el público rompió en nuevos aplausos, tanto o más fuertes que cuando conseguí el último punto ante Evand. Ruth Evand no salió a recibir el premio al segundo puesto. Su entrenadora lo recogió sin prestar declaraciones. Tampoco acudió a la conferencia de prensa. Marcial habló por mí porque yo no podía siquiera hilvanar alguna frase. Estaba demasiado nerviosa y lloraba sin cesar y lo único que se me ocurrió decir fue que -no fallé en las jugadas claves-, que aprendí del internet. Eso sí, me tomaron muchas fotos y me hicieron miles de videos. Almorzamos todos juntos en el hotel. Gina estaba eufórica y no dejaba de gritar, ¡campeona, campeona, campeona! y Ashley seguía llorando sin contenerse. Yo me besaba con Marcial
-Vado a Lima, mamma, vivrò con un'amica per sei mesi, non preoccuparti mamma, starò bene-, escuché que Gina le decía a su madre que se iba a Lima conmigo.-Ay, sei sempre così pazza, figlia, non smettere di chiamarmi e chiedermi qualsiasi cosa, a volte penso che tu sia più pazza di tuo padre-, respondió en el altavoz la mamá diciéndole a Gina que estaba más loca que su padre. Me dio risa. -Ya has hecho otras locuras, entonces-, le dije mirándole divertida a los ojos. -Ay, solo unas cositas, mi mamá exagera-, sonrió ella muy pícara y traviesa, confesando, a través de sus pupilas que en efecto, había hecho un sin número de travesuras para disgusto de sus padres. Me recibieron a lo grande en Lima. No esperaba semejante bienvenida. A lo más pensaba encontrar algunos periodistas, sin embargo el aeropuerto estaba repleto, habían banderolas, carteles, globos, reventaban cohetes y petardos y vivaban mi nombre. Me lanzaron flores y papel picado y me subieron a un auto descapotado y me llev
Esa noche tuve con Marcial la mejor velada romántica de mi vida. Él fue conquistando uno a uno todos mis rincones, dejando huella de sus besos y caricias, encendiendo mis fuegos, igual a un lanzallamas. En realidad, después del partido con Evand, tenía muchos deseos de pasarla bien con él y por eso estaba febril e impetuosa, pero Marcial controlaba mi ímpetu con sus besos que me estremecían y provocaban continuas descargas eléctricas. Besó y lamió mis pechos con encanto y magia, haciéndome sollozar y gemir de pasión. No podía controlar mis soplidos excitados, incluso las llamas se desbordaban, como cataratas, por mis poros y yo respiraba humo en mis narices, producto del intenso fuego que me calcinaba las entrañas. Sus manos iban y venían por mi espalda, mis muslos, mis caderas, con afán y encono, estremeciéndome más. Yo meneaba la cabeza, parpadeaba, me sentía muy sexy y sensual, y ardía en deseos que me hiciera suya. Pero Marcial estaba abocado conquistado mis vastos campos, m
Judy estaba molesta. Me esperaba en el parqueo del club enojada con sus bracitos cruzados. -Katty, hay un centenar de periodistas esperando por ti, han estado aquí dos días seguidos y ya no sabía ni qué decirles-, tenía la naricita alzada y tamborileaba el piso con su pie. -Ay, Judy, es que estaba con Marcial je je je-, le reí pícara. Judy hizo pasar a los periodistas y colmaron la cancha dos donde iba a entrenar. Gina y Maggi ya estaban en el escenario, raqueteando entre ellas y Ashley, estaba sentada en una silla repasando el tablet. Heather me ayudó a ponerme el uniforme. -Evand ha hablado muy fuerte a su retorno a Estados Unidos-, me dijo mientras me ataba las zapatillas. -¿Qué ha dicho?-, no estaba sin embargo interesada. - Lo de siempre, que haces trampa, que tienes implantes de fierro en los dedos, que consumas hormonas masculinas-, me miró ella desconcertada. -Ella no sabe perder-, dije, balanceando mi raqueta. -Evand dijo que en el Open de Estados Unidos te ganará,
La primera vez que almorcé con las hermanas de Marcial, lo hice sumida en el terror. -Ellas me ven como una enemiga-, le advertí cuando íbamos en su carro. Me había puesto un vestido corto, zapatos oscuros y me solté el pelo. Quería impresionarlas porque a las dos las veía, también, como un dique entre mi enamorado y yo. -No seas tonta, ellas te adoran-, disfrutaba Marcial de un chupetín. Yo ya conocía la casa, je. La había espiado, en uno de mis ataques de celos, y sabía de sus perros. Apenas me bajé del carro me rodearon y empezaron a hacerme juegos y se hacían volantines, ladraban, se correteaban y se volvieron una fiesta. -Tus perritos son muy juguetones-, le dije a Jennifer besándole en la mejilla. -Al contrario, son huraños. Creo que tú le agradas-, me dijo ella riéndose. Judy cocinó. Hizo estofado y estuvo delicioso. También preparó sopa de tomates y de postre arroz con leche. Toda una maravilla. Tragué más que una ballena. -Mi hermano está muy enamorado de ti-, me
Ashley me anunció que teníamos en cartera tres torneos internacionales antes de ir al Open de Estados Unidos. -Iremos a Lisboa, El Cairo y Roma-, me dijo, revisando su tablet. Su casita era simpática y acogedora, muy amplia. -¿Dónde está Gina?-, le pregunté mirando sus cuadros artísticos, los jarrones elegantes y el enorme plato de Wimbledon que Ashley había colgado al medio de dos estantes con todos sus otros trofeos y medallas que había ganado en su carrera tenística. Allí también estaban los diplomas y preseas de Heather. Me encantó. -Gina duerme, esa mujer es bien dormilona-, sonrió Ashley repasando su tablet. Heather me sirvió un filtrante de manzanilla. Gina tenía un cuarto grande, acogedor, con baño propio y lo había llenado de peluches. También tenía un módulo con una computadora y un televisor enorme. No debía sorprenderme tanta pereza. -Mi abuelo nació en Lisboa-, terminé de sorber el filtrante y arreglé mis pelos. Me senté en un cómodo sofá. -¿Vive tu abuelo, tu a