Estaba nerviosa. No solo porque iba a compartir el vuelo con Marcial sino que nunca había viajado fuera del país. Cuando era policía me subí a avionetas y helicópteros, participé en operativos en la selva central, llevando el rifle calibre 12, pero jamás hice un viaje largo a otro país y tampoco había abordado, antes, un avión comercial. La maleta que armé pesaba, además, una tonelada y pensaba que incluso debí poner más ropa. Ashley se divirtió. -Ay, mujer, por poco te traes también tu cama-, me dijo viendo mi maletota que arrastraba difícilmente. Me puse más roja que un tomate. Ahsley viajaba con su hija Heather. Eso me haría sentir mejor en los partidos, me convencí. -Ya sabemos tu primer rival, es una serbia, campeona en su país, tiene poco kilometraje pero ha ganado a las mejores de Europa-, me contó mi entrenadora. No la escuchaba porque pensaba en Marcial. Él me había mandado un mensaje en el whatsapp diciéndome que iba a viajar conmigo, en el mismo vuelo. Mi corazón es
Luego que las azafatas sirvieron el desayuno, fui al ataque. Marcial estaba a mi lado, el vuelo duraría mucho, estábamos solos, a mi merced, y no podía desaprovechar la oportunidad de acapararlo y quizás, si me atrevía, decirle que lo amaba mucho. Lo miré largo rato. Él se dio cuenta. -Algo te incomoda-, suspiró él mirando a mis ojos. Uffff, qué lindo miraba ese hombre, era hipnótico, encantador, mágico, como en los cuentos de hadas. Me eclipsó. -Magdalena Blokhin ama a Stefan-, fui de frente, con el estoque apuntándole al corazón. Tenía que desengañarme. No podía seguir sufriendo por él. -¿Ella te lo dijo? Si, pues, piensa casarse en octubre o noviembre-, estaba él demasiado tranquilo, sereno, impasible. Cual torero había evitado mi embestida. -¿Eso te duele?-, junté los dientes. -Sí, porque siempre estuve enamorado de esa mujer-, siguió él suspirando. Empecé a atar cabos. -¿Cuándo supiste que se va a casar?-, lo medí igual como hago con mis rivales en la cancha. -Ese sábado
París me pareció fantástico y romántico, elegante y divertido a la vez, festivo y moderno. Como es obvio me impresionó la Torre Eiffel, el Sena y el bois de Boulogne donde se hacía el torneo. Apenas nos instalamos en el hotel, los organizadores le informaron a Ashley que debía jugar a las 4. Almorzamos algo frugal y salimos al Stade Roland Garros. La cancha era de tierra batida. -Solo 16 jugadoras clasifican al cuadro principal-, me fue diciendo Ashley mientras Heather me ayudaba a ponerme la camiseta, la visera, la minifalda, las medias y las nuevas zapatillas que me había dejado Magdalena Blokhin. Todo era violeta, incluso las muñequeras. Sanja Bjelica, mi rival, ya hacía prácticas en la cancha. Era la nueva promesa del tenis serbio y según me dijo Heather, en breve plazo sería la número uno del mundo. -Es excelente-, me advirtió, peinándome. Me hizo una gran cola con mi pelo. Cuando me puse a pelotear con ella, percibí su fuerte pegada. Junté los dientes. Sin duda ella intent
Corrí de prisa donde iba a jugar Marcial. Lo encontré ya peloteando y me molesté. Había demorado demasiado pintándome y peinándome para lucir hermosa y no pude estar con él y alentarlo cuando saliera a la cancha. Heather y Ashley lo acompañaban. Su rival era un tipo alto, fuerte, robusto y ágil. Había mucho público en las graderías. Un oficial me pidió, en francés, sentarme en una butaca porque estaba tapando la visión a otras personas. Me había puesto unos leggins bien pegaditos para impresionar a Marcial y ahora estaba arrimada en uno de los rincones de las graderías, furiosa, renegando como demonio porque él no me había visto. Me senté en la butaca, crucé las piernas y me quedé mascullando, hablando sola, martillándome, mientras el resto del público me veía como una loca. Marcial jugó muy bien, aunque el rival resultó demasiado complicado y era contundente en sus raquetazos aunque su estilo era rudimentario, idéntico al mío, basado en la fuerza antes que en la táctica. Marcial, e
Jugué como nunca en el siguiente partido. Estaba tan motivada y efusiva, que me volví una ametralladora en la cancha. A las ocho de la mañana, enfrenté a una australiana y le gané muy fácil, 6-1 y 6-1. Ella no pudo contener mis raquetazos y jamás adivinó mis jugadas. Fui una aplanadora que no le dio ocasión a respuestas a ella, adjudicándome el partido incluso en tiempo récord. Dos horas después, vencí a una japonesa que era rapidísima y jugaba con lentes. Parecía una gata en a cancha. Muy ágil y reaccionaba a mis raquetazos, lanzándose igual a la súper chica, devolviéndome mis constantes disparos a su cancha, pero yo fui más contundente. Gané 6-4 y 6-3, aunque tuve que emplearme a fondo para lograr la victoria. Finalmente, por la noche, vencí a una sueca muy alta, enorme, como un faro de puerto, que también tenía un raquetazo bastante fuerte. Sus ojos celestes eran impresionantes, también sus cabellos muy rubios que parecían pintados con crayolas. Gané el primer set 6-4 pero
Esperé a Marcial en el hall del hotel. Yo estaba con un vestido muy entallado, corto, sugerente, con un amplio escote en el canalillo, mis pelos sueltos, desparramados por los hombros y zapatos rojos, abiertos. Ya era casi la una de la madrugada, cuando apareció él en el bus de la organización, riendo animadamente con los otros tenistas. Yo pensaba encontrarlo destruido, incluso llorando pero no, reía, estaba efusivo, festivo y celebraba los chistes de los otros deportistas. Me miró sorprendido. -¿Katty? ¿Qué haces tan tarde despierta?-, me besó en la mejilla. -Te esperaba-, me molesté. A un tenista portugués le dio risa. -Sua namorada está chateada, eu te disse que era melhor a gente não ficar-, y todos rompieron a reír. Me puse colorada. -Nos quedamos viendo jugar a un inglés que es la nueva sensación mundial del tenis, partidazo-, se excusó él. No tenía por qué hacerlo. Yo no era su enamorada como decía el tenista luso, aunque quería serlo. -Deine Freundin ist sehr hübsch-,
La cancha principal del Roland Garros estaba repleto cuando llegamos en el bus de la organización. No cabía un alfiler. -Empieza el Grand Slam-, me dijo Heather, también admirada, boquiabierta, viendo el gran despliegue de periodistas, público, policías y la música estridente retumbando en los parlantes. Yo estaba confundida también, con la quijada descolgada, viendo el alborozo que embargaba el recinto. -¿A qué hora juego?-, le pregunté a Ashley. Me había puesto lentes oscuros, llevaba la visera puesta y estaba con el buzo de uno de mis sponsors. -En el segundo partido-, me dijo y fuimos juntas a los vestidores. También Heather. -¿Magdalena?-, me acomodé en las mayólicas. Habían otras chicas peinándose, cambiándose, bromeando, balanceando sus raquetas. -Ella juega aún en la noche aún-, miró su tablet, Ashley. -¿Marcial vendrá?-, me saqué el buzo. -Sí, lo llamé. Me dijo que se acostó muy tarde, casi a las cuatro de la mañana, pero que de todas maneras venía a verte-, me dijo, m
Pero más inoportuna resultó Magdalena Blokhin. También había ganado su partido y se apareció de repente en los vestidores, cuando me ponía hermosa para almorzar con Marcial. Me había puesto una minifalda jean, botines y una blusa naranja y me venía muy sensual y sexy. -Gané, amiga-, me dijo Maggi efusiva, abrazándome, meciéndose en mi cuello. -Te felicito, preciosa-, le di un gran besote en su cabecita. -Espérame para ir a almorzar. Marcial invita-, me dijo, provocándome una reacción tipo sismo en cadena. Enfado, celos, furia y decepción, a la vez. Y para ponerle broche de oro, Ashley y Heather también fueron con nosotras. Grrrrrrrr. ¡¡¡Adiós a nuestra cita a solas!!! Almorzamos en un exclusivo café en una de las más famosas avenidas de París, la Champs Elysées. Yo estaba admirada, boquiabierta, sorprendida por tanta belleza. Todo está en esa amplia avenida, muy transitada. Grand Palais, la Torre Eiffelm el museo del Louvre, el Arco del Triunfo, Notre-Dame. -¿Allí vivía Cuasi