Amelia.
Sé que los habitantes del reino piensan qué, al ser los hijos de las criaturas más poderosas del reino, tenemos la libertad de hacer lo que nos plazca, que tenemos una vida de lo mejor.Qué equivocados están, somos los hijos de los seres más despiadados que existen en este mundo, es obvio que no.Ser la hija de una miembro del consejo, solo me trajo desgracias, pero con el tiempo me di cuenta de que no era la única, al estar en las sombras me permitió estudiar mi alrededor, analizar a los demás hijos de los otros miembros del consejo.Un ejemplo de ello era Abalam había crecido peor que yo, al menos a mí solo me dejaron como adorno, pero a él, lo convirtieron en un asesino y una marioneta para seguir órdenes. Aunque respecto a su hermano no tengo mucha información, a él lo alejaron del reino, ni siquiera los demonios lo han visto alguna vez.También estaba la princesa Elizabeth, pero a diferencia de nosotros ella su padre el rey Froilán tengo entendido que daría la vida por ella, siempre estuvo y estará para ella a diferencia de su madre.Lo que compartimos los tres hijos del consejo es que al parecer nuestras madres no tienen corazón. Es algo absurdo que la persona que te dio la vida sea la causa de tus desgracias.Pero esto fue lo que nos tocó, más no lo que viviremos por siempre, de eso estoy segura, tengo fe que así será.Con la llegada de la princesa mi mente se liberó, sabía que estaba bajo su control, era consciente, podía sentir la agonía, carcomiéndome cada día, sin embargo, ella pudo liberarme, no tengo idea de cómo, pero lo hizo y le estoy sumamente agradecida.—¿Puedo pasar? —tocan mi puerta haciéndome sobresaltar del susto, mis sentidos están más alertas que nunca por las secuelas del control, supongo.—Por supuesto. —dejó pasar a la princesa Elizabeth Bathory.—¿Estás ocupada? —Cuestiona viendo mi cuaderno en el cual estaba anotando ciertas cosas.—Pará nada. —termina de entrar y susurra algo al hacerlo.—Ahora podremos hablar tranquilas. —me sonríe y le devuelvo el gesto. —¿Es un diario?Sus ojos se mantienen en el cuaderno en mis manos, toma asiento frente a mí en la mesa para dos donde estoy.—¡Ah! Sí, es para no olvidar nada, —le doy un vistazo al cuaderno viendo las palabras escritas y las fechas —. Me he percatado que conforme pasan las horas, más recuerdos y cosas importantes vienen a mí. —Le confieso.—Oh, que bien. —Sus ojos azules curiosamente son hipnotizantes me pierdo en ellos en ocasiones sin querer.—Sí, supongo y puede servir de algo la información que recibí todos estos años.Su cercanía se hace cada vez más recurrente a medida que pasan los días y debo admitir que me gusta su compañía, en todo los años que tengo de vida nunca he compartido con otra joven de mi edad, principalmente porque mi madre detesta la más mínima felicidad que pudiera tener en mi vida.Los días pasan con la misma monotonía que ya estoy acostumbrada, con la única diferencia de que me acompaña la joven de melena tan blanca como la nieve.—Es muy bonito, nunca había visto tal color en una melena —confieso tocando su cabello, su textura me deja boquiabierta, puesto que es tan sedoso como se ve —. Increíble.—El tuyo también es hermoso. —Alaga tocando el mío en las puntas —. El rosa no es mi color favorito, de hecho, pero en ti se ve bien.Sonrió porque me he dado cuenta en estos pocos días que es muy directa y honesta, no es de mentiras.—Amelia. —Su tono de voz desvanece mi sonrisa. Sus ojos tan penetrantes me miran a los ojos con un brillo curioso —. ¿Está dispuesta a vivir de esta manera toda tu vida?La pregunta me toma un tanto desprevenida.—No, no quiero vivir más de esta manera —admito desviando la mirada. Soñar no cuesta nada, me recuerdo —. ¿Por qué la pregunta?—Es que tengo un plan. —confesa dejándome fría en mi puesto.—¿¡Qué!? —al parecer mi reacción le causa gracia, ya que sonríe.—Yo tampoco quiero vivir de esta forma, no es vida el tener límites que no podemos cruzar por miedo a un castigo, quiero hacer lo que quiera y no vivir con miedo a que se apoderen hasta de tu propia mente, me rehúso a ser una marioneta más ¿Tú sí?—Por supuesto que no. —Respondo rápidamente negado con la cabeza.—Bien. —Vuelve a sonreír satisfecha con mi respuesta —. Estos días que he estado sin hacer nada me ha dado tiempo de idear varios planes que pueden servir para un futuro cercano. Si te cuento esto Amelia es porque sé que puedo confiar en ti porque sé que tienes las mismas ganas que yo de ser libre. —extiende sus manos y sin dudarlo la tomo —. Prométeme que no te rendirás.—Lo juró, también confío en ti. Haré todo lo que me pidas si eso me asegura un futuro sin cadenas.Yo confiaba ciegamente en ella porque era la única persona que me había dado lo que tanto suplique por años.••••Dos semanas pasaron en un abrir y cerrar de ojos en los que note que la princesa no estaba descansado bien, me explicó sus motivos y me odiaba por no poder hacer nada al respecto, yo era presa fácil, así que era poco confiable mi ayuda.Hoy me sentía más preocupada, ya que sé que la noche anterior se veía muy agotada, al levantarme sin importar que los esclavos me vieran toque su puerta para saber cómo estaba.—¿Elizabeth? —tocó varias veces, pero esta no responde, un poco asustada golpeo más fuerte hasta que esta se abre de golpe.—La vas a despertar. —La voz hipnotizante de Abalam me deja paralizada viéndolo atontada —. ¿Qué quieres? —sus ojos me miran con molestia.—¿Abalam?—No, ¿Quién más? Tonta —responde con ese sarcasmo que lo caracteriza.—¿Qué haces aquí? —veo sobre su hombro y veo a la princesa dormida en su cama.—Ayudándole a descansar. —responde como si nada.—¿Y si alguien los ve? —lo empujó hacia dentro y cierro con cuidado detrás de mí. —¿Y desde cuándo se conocen? —inquiero confundida.—Larga historia, la cual no tengo ganas de contar, así que ahorrate las preguntas. —me da la espalda y suspiró.—Bien, voy a intentar que ningún esclavo venga. —me doy la vuelta dispuesta a irme.—Espera, ¿Puedes traerle el desayuno? —Lo miro extrañada sin entender.—¿Te gusta la princesa? —pienso en voz alta. Sus ojos rojos se oscurecen haciéndome estremecer.—No. —Responde en seco. Me muerdo la lengua para no decir lo que opino de nuevo.—En un momento lo traigo. —Salgo con precaución de que nadie me vea y bajó rápido a la cocina donde las esclavas preparan la comida.—¿Me pueden preparar el desayuno para llevar a mi habitación? —asienten sin levantar la mirada del suelo, se me corta la respiración cada vez que veo alguna de ellas. Me siento fatal por ellas, pero no es como si yo no fuera una esclava más de los caprichos de Halley.—Yo sé la llevó, señorita. —me dice una de ellas.—No tranquilas, yo puedo. —Tomó la bandeja en mis manos y subo corriendo a la habitación de Elizabeth. Antes de poder tocar Abalam abre, me quita la bandeja y cierra la puerta en mi cara —. ¡Un gracias Amelia, no te costaba nada imbécil!Pateó la puerta molesta, sé cómo es él, ya que es una de las pocas personas con la que he convivido unas cuantas veces, sin embargo, no evita que no me caiga del todo bien su actitud de m****a.—¡Gracias! —pateó de nuevo la puerta molesta con su tardía cortesía.Pasó toda la tarde y parte de la noche evitando que alguien se acerque mucho a la alcoba de la princesa, cuando cae la noche me quedó dormida pensando en que lo más seguro es que Abalam ya se haya ido porque no tiene permitido ausentarse por mucho tiempo.Me quedo profundamente dormida por no sé cuantas horas.Unas pisadas se escuchan a mi alrededor despertando mis sentidos y de la nada una enorme mano tapa mi boca, abro los ojos asustada por el cuerpo que tengo a horcajadas sobre mí.—¿Dónde está mi sobrina? —Sus ojos esmeraldas me dejan sin aliento y su voz me estremece por completo —. Si no respondes te vas a arrepentir. —baja poco a poco su mano de mi boca sin bajarse de mí.—Debe estar en su habitación. —susurro suponiendo que no sería muy inteligente de mi parte gritar o pelear porque de seguro nadie vendría ayudarme, también por el hecho de que haya dicho sobrina, Elizabeth unas cuantas veces mencionó a su padre y tío.—¿Cuál es? —se levanta dejándome con una sensación extraña en el cuerpo por su lejanía. Término por levantarme y él en un movimiento rápido me acerca a su pecho y coloca el filo de una daga en mi garganta. Trago grueso al sentir el frío del metal, mi cuerpo temblar al instante —. Guíame a él.Sosteniendo mi brazo me lleva con él fuera de la habitación sin decir nada, lo llevó a la habitación al lado de la mía, la abro sintiendo la mirada del hombre a mi lado.—Elizabeth. —la llamo adentrándome a la alcoba, la sangre se me va a los pies al ver la cama hecha un desastre y sin rastro de ella.Maldito Abalam.—Mierda. —musito revisando toda la habitación, mis sospechas se hacen ciertas al ver el desastre en el vestidor.—¿¡Dónde está!? —el hombre me pega a una pared, colocando de nuevo el filo de su daga en mi garganta —. No juegues conmigo si no quieres terminar muerta. —amenaza a escasos centímetros de mis labios. Una corriente extraña recorre mi cuerpo agitando mi respiración y haciendo palpitar algo en mi entrepierna.—Te juro que estaba aquí, seguro se la llevó Abalam y…—¿El príncipe de los demonios? —Me corta incrédulo ejerciendo más fuerza con la daga.—Sí, ellos pasaron toda la tarde juntos aquí y de seguro se la llevó. —confieso mordiendo mi labio inferior al sentir su ira creer.—Estás mintiendo. —la punta del arma se encaja en mi piel, abriéndome una pequeña herida que me hace chillar y apretar las piernas.—¿Por qué iba a mentir? —Cuestionó colocando mis manos en su muñeca.—¿¡Y a dónde m****a la llevaría!? —ruge soltándome, paso mi mano por mi cuello y esta se llena de sangre enseguida.—Probablemente a su palacio o al bosque. —Le digo viendo mi mano manchada.—¡Maldición! —no está razonando, tiene la mente nublada por la ira.—Espera. —digo antes de irme a mi habitación donde enciendo la luz y reviso en todos lados.«Cuando me vaya te dejaré una nota donde tendrás las indicaciones de que es lo que tienes que hacer si decides seguirme»Recuerdo sus últimas palabras al contarme parte de su plan, verificó cada rincón hasta que encuentro lo que buscó.—¿Qué es eso? —El hombre me quita la hoja antes de que pueda leerla. —¿¡Qué!? Está loca.Le quito la nota para saber qué es lo que dice.Querida Amelia.Está en tus manos decidir si seguirme o no, las cosas se complicaron y he cometido un error fatal que ha ocasionado que tenga que adelantar mis planes de escapar.Te queda poco tiempo para decidir que hacer porque el consejo no tardará en saber lo que hice, si decides seguirme te espero en Hélido junto a Abalam.Tienes solamente un par de horas para decidir.Sin pensarlo mucho me muevo rápidamente, voy al vestidor y cambio mi atuendo por algo más cómodo, tomó la mochila que llevaba unos cuantos días lista.Desde el primer día yo ya había tomado una decisión, la cual no creo cambiar.—¿Qué piensas hacer? —Me detiene el hombre en cuanto doy unos pasos a la puerta.—¿Acaso no es obvio? A dónde vaya ella tengo que ir yo, estoy involucrada en las decisiones que ha tomado la princesa, así que si me quedo me cortarán la cabeza al amanecer. — Respondo soltandome de su agarré.A través de los años siempre tuve esperanza, jamás la dejé de lado. Cada día despertaba con la esperanza de que algún ser místico nos salvará de las aberraciones del consejo, que llegaría y propagaría paz al reino. Desde el momento que la princesa logró liberarme tuve la fuerte esperanza de que ella fuera quien nos ayudaría, de que ella sería nuestra salvadora. Hasta ahora lo sigo creyendo y es por ellos que no dudo ni un segundo en salir del calabozo personalizado que me hizo mi madre, solamente para correr tras la princesa. —¡Espera! —la voz de Kai me detiene en seco. —No hagas ruido idiota —murmuró esperando que nadie nos esté observando. —¿No tienes respetos a tus superiores? —musita muy cerca de mi oído haciéndome estremecer. —No es necesario que estés tan cerca, y por si no te has dado cuenta estamos en plan de fuga a punto de cometer un crimen imperdonable ante los ojos del consejo. Así que te agradecería que hicieras silencio, si me van a mandar a la horca espero al menos
Tres días pasan en las que el tío de Elizabeth pelea a cada dos por tres con el rey por querer ver donde está su sobrina, a lo que el rey se ha negado a decirle algo al respecto, cosa que ha ocasionado múltiples discusiones. —Te quieres calmar, creo en la palabra del rey. Si él dice que estaba bien, es porque lo está, ¿por qué mentiría al respecto? —lo intentó calmar, pero parece imposible. —Si está tan bien como dice, ¿por qué no me deja verla? —Cuestiona furioso.—Tal vez es ella la que no quiere verte —sugiero. —¿Y por qué no querría? —Me encara, y tragó en seco al tenerlo tan cerca. —No lo sé —susurro perdiendo el hilo de la discusión. Pone los ojos en blanco y le da la espalda. —Si no tienes un argumento válido, no digas estupideces —advierte y me ofendo enseguida. Sin pensarlo me coloco frente a él. —No estoy diciendo estupideces imbécil, solo intento que entiendas que él no miente.—¿Y como estás tan segura, Elizabeth te digo que confiara en él ciegamente? —Cuestiona acerc
Días antes del Caos. Froilán.Me muevo de un lado a otro preguntándome cómo estará Eli, no he recibido noticia alguna desde que se fue y siento que cada día enloquezco más. Desde mi posición escucho como unas pisadas se acercan despacio y seguido de eso la puerta es abierta. —Froilán —habla a mi espalda Selena.—¿Qué deseas? —sin quererlo mi voz sale cortante. —Saber cómo estás —dice terminando de entrar y acercarse despacio. Me doy la vuelta y el malestar vuelve a golpear mi pecho. El sentimiento de culpa me carcome. —¡Sabes perfectamente como estoy! No hagas preguntas estúpidas. No es mi intención, juro que intento con todas mis fuerzas no ser un desastre, pero esto es más grande de lo que puedo controlar.—No tienes por qué tratarme así —dice un tanto molesta, termina de acercarse y posa sus manos en mi brazo y me mira con ojos cristalinos —Tienes que dormir, tal vez el descanso te ayude con tu humor —Sugiere, niego frenéticamente con la cabeza quitando sus manos de mí. —No l
Omnisciente Para ella la vida ya no tenía sentido, toda su vida se había basado en sufrimiento tras sufrimiento. Todos tenemos un límite y Amelia sentía que ya estaba llegando al suyo, si antes odiaba a su madre, el sentimiento que había comenzado a sentir era indescriptible.—¡Castigo, eso es lo que te mereces y lo que tendrás ahora mismo y el reto de tus días Amelia! —Halley ardiendo en furia, no perdió tiempo a la hora de llegar a su palacio y llamar a una esclava, la mujer sabiendo lo que pediría su amo colocó las manos de Amelia en la mesa que tenían frente a ellas. Ella, aceptando su castigo, no objeto ni se inmutó al ver a su madre con una vara de Nirgen en sus manos, el Nirgen era el metal más fuerte que tenía en todo los reinos, el cual fue descubierto por las brujas siglos antes de la guerra. Halley a pesar de creer fielmente en que su hija no pudo haber escapado por su cuenta, no pudo evitar no querer castigarla a su manera. En Halley era más que obvio el odio que sentía
Un mes después. Irá, no era exactamente lo que sentía Leonore después de saber que tendría que cuidar a los hermanos de Elizabeth, puesto que la verdad no sabía exactamente qué era lo que sentía al respecto. Sabía perfectamente que era lo que sentía por Elizabeth, más no en los niños. —¿De quiénes son esos niños madre? —preguntó su hija al entrar en la sala de su hogar. —¿Niños? ¿Qué niños? —Cuestionó Nicolás al entrar detrás de su hija. Leonore no supo qué decir. —Ah, estos… —dijo viendo a las criaturas en las cunas que “amablemente” le dio Agnes al entregarle los bebés. Tanto padre como hija se le quedaron viendo expectantes. —¡Los adopté! —dijo casi en un grito. —¿Adoptaste? —repitió su esposo incrédulo. Conocía bien a su esposa y sabía que ella no era amante de los niños, eso lo comprobó cuando tuvieron a su hija y él tuvo que hacerse cargo de ella las veinticuatro horas del día. —Sí, no sé si te has dado cuenta, pero la situación se ha complicado bastante en Hélido desde lo
Kai Mi celda tenía un olor putrefacto, las cadenas en mis pies y manos tenía ya un color bastante desagradable, gracias a mi sangre. El olor a rosas que inundaba mis fosas nasales al estar dentro del palacio, ya no estaba. La molesta sonrisa de Froilán se había desvanecido hace ya un tiempo, ya ni siquiera tenía fuerzas para hablarme. Por años él fue quien me sostuvo en todo momento, pero ahora ya no queda nada de ese hermano que me reconfortaba después de aquellas golpizas de aquel bastardo. Me dolía, sin embargo, no lo demostraba para no avivar su dolor. Por momentos quería decirle que teníamos motivos para seguir luchando, pero luego recordaba que de nada iba a servir. —¿Kai? —La frágil voz de mi hermano me saca de mis pensamientos. —Aquí estoy Froilán. —lo calmó. —¿Cómo está? —pregunta y rápidamente sé dé quién habla. —Igual que nosotros. —por más que quiera mentirle, no puedo. —¡¡Joder!! —grita golpeando su plato de comida. —Necesitamos salir de aquí. —Lo sé, lo sé herman
Recuerdos de Amelia. Negro.Rojo… Vacío. Dolor…—¿Tu mamá también es mala, Abalam? —el niño de ojos rojos pensó un momento antes de hablar. —Sí, y estoy seguro de que la mía es peor que la tuya. —El niño lo dijo de una manera tan natural que sentí dolor por primera vez por otra persona que no fui yo. —¿Quieres un abrazo? —preguntó alzando mis brazos. —¿Y eso de qué me serviría? —Cuestionó ladeando la cabeza. —Te hará sentir mejor, te lo prometo. —Está bien, pero solo uno. —dejó en claro, sonreí y emocionada, me lancé en sus brazos delgados. Tarde un par de minutos en esa posición en la que él no me lo devolvió. —¿Y bien? —inquiero alejándome unos pasos de su cuerpo. —No lo sé, no estuvo mal, supongo. —se limita a decir encogiéndose de hombros. —¿Quieres que te cuente una historia?, tengo muchas. —Esta era la primera vez que estaba con el príncipe de los demonios, y estaba muy emocionada porque era mi primer amigo y quería que se sintiera bien en todos los sentidos. —Eres m
Amelia. Lo sabía, cuando conocí y estuve esa semana entera con Kai supe que algo grande se escondía. El que jamás comiera absolutamente nada y que era parte de los cazadores me daba varias teorías de lo que podría ser. Casi nadie se lo cuestionaba, puesto que todos pasaban que en algún momento el menor de los Bathory se convertiría tarde o temprano, aunque muchos tenían la teoría de que él ya lo era y por cuestiones del consejo no se atrevía a confesarlo. —Sé que apenas estás siendo consciente otra vez, pero necesito saber si tienes alguna información valiosa. —pregunta Kai sin ocultar sus emociones. —No sé si es crucial, pero en dos ocasiones escuché a las esclavas hablar de unos Mellizos que trasladaron a Hélido hace casi dos meses. —sus ojos esmeraldas se abren de manera exagerada, al igual que su boca. —Los bebés. —pasa una mano por su cabello de manera dolorosa a la vista. —¿Por qué te preocupan? —Porque son mis sobrinos. —Confiesa dejándome algo desconcertada. —¿Son herma