Capítulo 1.

Amelia.

Sé que los habitantes del reino piensan qué, al ser los hijos de las criaturas más poderosas del reino, tenemos la libertad de hacer lo que nos plazca, que tenemos una vida de lo mejor.

Qué equivocados están, somos los hijos de los seres más despiadados que existen en este mundo, es obvio que no.

Ser la hija de una miembro del consejo, solo me trajo desgracias, pero con el tiempo me di cuenta de que no era la única, al estar en las sombras me permitió estudiar mi alrededor, analizar a los demás hijos de los otros miembros del consejo.

Un ejemplo de ello era Abalam había crecido peor que yo, al menos a mí solo me dejaron como adorno, pero a él, lo convirtieron en un asesino y una marioneta para seguir órdenes. Aunque respecto a su hermano no tengo mucha información, a él lo alejaron del reino, ni siquiera los demonios lo han visto alguna vez.

También estaba la princesa Elizabeth, pero a diferencia de nosotros ella su padre el rey Froilán tengo entendido que daría la vida por ella, siempre estuvo y estará para ella a diferencia de su madre.

Lo que compartimos los tres hijos del consejo es que al parecer nuestras madres no tienen corazón. Es algo absurdo que la persona que te dio la vida sea la causa de tus desgracias.

Pero esto fue lo que nos tocó, más no lo que viviremos por siempre, de eso estoy segura, tengo fe que así será.

Con la llegada de la princesa mi mente se liberó, sabía que estaba bajo su control, era consciente, podía sentir la agonía, carcomiéndome cada día, sin embargo, ella pudo liberarme, no tengo idea de cómo, pero lo hizo y le estoy sumamente agradecida.

—¿Puedo pasar? —tocan mi puerta haciéndome sobresaltar del susto, mis sentidos están más alertas que nunca por las secuelas del control, supongo.

—Por supuesto. —dejó pasar a la princesa Elizabeth Bathory.

—¿Estás ocupada? —Cuestiona viendo mi cuaderno en el cual estaba anotando ciertas cosas.

—Pará nada. —termina de entrar y susurra algo al hacerlo.

—Ahora podremos hablar tranquilas. —me sonríe y le devuelvo el gesto. —¿Es un diario?

Sus ojos se mantienen en el cuaderno en mis manos, toma asiento frente a mí en la mesa para dos donde estoy.

—¡Ah! Sí, es para no olvidar nada, —le doy un vistazo al cuaderno viendo las palabras escritas y las fechas —. Me he percatado que conforme pasan las horas, más recuerdos y cosas importantes vienen a mí. —Le confieso.

—Oh, que bien. —Sus ojos azules curiosamente son hipnotizantes me pierdo en ellos en ocasiones sin querer.

—Sí, supongo y puede servir de algo la información que recibí todos estos años.

Su cercanía se hace cada vez más recurrente a medida que pasan los días y debo admitir que me gusta su compañía, en todo los años que tengo de vida nunca he compartido con otra joven de mi edad, principalmente porque mi madre detesta la más mínima felicidad que pudiera tener en mi vida.

Los días pasan con la misma monotonía que ya estoy acostumbrada, con la única diferencia de que me acompaña la joven de melena tan blanca como la nieve.

—Es muy bonito, nunca había visto tal color en una melena —confieso tocando su cabello, su textura me deja boquiabierta, puesto que es tan sedoso como se ve —. Increíble.

—El tuyo también es hermoso. —Alaga tocando el mío en las puntas —. El rosa no es mi color favorito, de hecho, pero en ti se ve bien.

Sonrió porque me he dado cuenta en estos pocos días que es muy directa y honesta, no es de mentiras.

—Amelia. —Su tono de voz desvanece mi sonrisa. Sus ojos tan penetrantes me miran a los ojos con un brillo curioso —. ¿Está dispuesta a vivir de esta manera toda tu vida?

La pregunta me toma un tanto desprevenida.

—No, no quiero vivir más de esta manera —admito desviando la mirada. Soñar no cuesta nada, me recuerdo —. ¿Por qué la pregunta?

—Es que tengo un plan. —confesa dejándome fría en mi puesto.

—¿¡Qué!? —al parecer mi reacción le causa gracia, ya que sonríe.

—Yo tampoco quiero vivir de esta forma, no es vida el tener límites que no podemos cruzar por miedo a un castigo, quiero hacer lo que quiera y no vivir con miedo a que se apoderen hasta de tu propia mente, me rehúso a ser una marioneta más ¿Tú sí?

—Por supuesto que no. —Respondo rápidamente negado con la cabeza.

—Bien. —Vuelve a sonreír satisfecha con mi respuesta —. Estos días que he estado sin hacer nada me ha dado tiempo de idear varios planes que pueden servir para un futuro cercano. Si te cuento esto Amelia es porque sé que puedo confiar en ti porque sé que tienes las mismas ganas que yo de ser libre. —extiende sus manos y sin dudarlo la tomo —. Prométeme que no te rendirás.

—Lo juró, también confío en ti. Haré todo lo que me pidas si eso me asegura un futuro sin cadenas.

Yo confiaba ciegamente en ella porque era la única persona que me había dado lo que tanto suplique por años.

••••

Dos semanas pasaron en un abrir y cerrar de ojos en los que note que la princesa no estaba descansado bien, me explicó sus motivos y me odiaba por no poder hacer nada al respecto, yo era presa fácil, así que era poco confiable mi ayuda.

Hoy me sentía más preocupada, ya que sé que la noche anterior se veía muy agotada, al levantarme sin importar que los esclavos me vieran toque su puerta para saber cómo estaba.

—¿Elizabeth? —tocó varias veces, pero esta no responde, un poco asustada golpeo más fuerte hasta que esta se abre de golpe.

—La vas a despertar. —La voz hipnotizante de Abalam me deja paralizada viéndolo atontada —. ¿Qué quieres? —sus ojos me miran con molestia.

—¿Abalam?

—No, ¿Quién más? Tonta —responde con ese sarcasmo que lo caracteriza.

—¿Qué haces aquí? —veo sobre su hombro y veo a la princesa dormida en su cama.

—Ayudándole a descansar. —responde como si nada.

—¿Y si alguien los ve? —lo empujó hacia dentro y cierro con cuidado detrás de mí. —¿Y desde cuándo se conocen? —inquiero confundida.

—Larga historia, la cual no tengo ganas de contar, así que ahorrate las preguntas. —me da la espalda y suspiró.

—Bien, voy a intentar que ningún esclavo venga. —me doy la vuelta dispuesta a irme.

—Espera, ¿Puedes traerle el desayuno? —Lo miro extrañada sin entender.

—¿Te gusta la princesa? —pienso en voz alta. Sus ojos rojos se oscurecen haciéndome estremecer.

—No. —Responde en seco. Me muerdo la lengua para no decir lo que opino de nuevo.

—En un momento lo traigo. —Salgo con precaución de que nadie me vea y bajó rápido a la cocina donde las esclavas preparan la comida.

—¿Me pueden preparar el desayuno para llevar a mi habitación? —asienten sin levantar la mirada del suelo, se me corta la respiración cada vez que veo alguna de ellas. Me siento fatal por ellas, pero no es como si yo no fuera una esclava más de los caprichos de Halley.

—Yo sé la llevó, señorita. —me dice una de ellas.

—No tranquilas, yo puedo. —Tomó la bandeja en mis manos y subo corriendo a la habitación de Elizabeth. Antes de poder tocar Abalam abre, me quita la bandeja y cierra la puerta en mi cara —. ¡Un gracias Amelia, no te costaba nada imbécil!

Pateó la puerta molesta, sé cómo es él, ya que es una de las pocas personas con la que he convivido unas cuantas veces, sin embargo, no evita que no me caiga del todo bien su actitud de m****a.

—¡Gracias! —pateó de nuevo la puerta molesta con su tardía cortesía.

Pasó toda la tarde y parte de la noche evitando que alguien se acerque mucho a la alcoba de la princesa, cuando cae la noche me quedó dormida pensando en que lo más seguro es que Abalam ya se haya ido porque no tiene permitido ausentarse por mucho tiempo.

Me quedo profundamente dormida por no sé cuantas horas.

Unas pisadas se escuchan a mi alrededor despertando mis sentidos y de la nada una enorme mano tapa mi boca, abro los ojos asustada por el cuerpo que tengo a horcajadas sobre mí.

—¿Dónde está mi sobrina? —Sus ojos esmeraldas me dejan sin aliento y su voz me estremece por completo —. Si no respondes te vas a arrepentir. —baja poco a poco su mano de mi boca sin bajarse de mí.

—Debe estar en su habitación. —susurro suponiendo que no sería muy inteligente de mi parte gritar o pelear porque de seguro nadie vendría ayudarme, también por el hecho de que haya dicho sobrina, Elizabeth unas cuantas veces mencionó a su padre y tío.

—¿Cuál es? —se levanta dejándome con una sensación extraña en el cuerpo por su lejanía. Término por levantarme y él en un movimiento rápido me acerca a su pecho y coloca el filo de una daga en mi garganta. Trago grueso al sentir el frío del metal, mi cuerpo temblar al instante —. Guíame a él.

Sosteniendo mi brazo me lleva con él fuera de la habitación sin decir nada, lo llevó a la habitación al lado de la mía, la abro sintiendo la mirada del hombre a mi lado.

—Elizabeth. —la llamo adentrándome a la alcoba, la sangre se me va a los pies al ver la cama hecha un desastre y sin rastro de ella.

Maldito Abalam.

—Mierda. —musito revisando toda la habitación, mis sospechas se hacen ciertas al ver el desastre en el vestidor.

—¿¡Dónde está!? —el hombre me pega a una pared, colocando de nuevo el filo de su daga en mi garganta —. No juegues conmigo si no quieres terminar muerta. —amenaza a escasos centímetros de mis labios. Una corriente extraña recorre mi cuerpo agitando mi respiración y haciendo palpitar algo en mi entrepierna.

—Te juro que estaba aquí, seguro se la llevó Abalam y…

—¿El príncipe de los demonios? —Me corta incrédulo ejerciendo más fuerza con la daga.

—Sí, ellos pasaron toda la tarde juntos aquí y de seguro se la llevó. —confieso mordiendo mi labio inferior al sentir su ira creer.

—Estás mintiendo. —la punta del arma se encaja en mi piel, abriéndome una pequeña herida que me hace chillar y apretar las piernas.

—¿Por qué iba a mentir? —Cuestionó colocando mis manos en su muñeca.

—¿¡Y a dónde m****a la llevaría!? —ruge soltándome, paso mi mano por mi cuello y esta se llena de sangre enseguida.

—Probablemente a su palacio o al bosque. —Le digo viendo mi mano manchada.

—¡Maldición! —no está razonando, tiene la mente nublada por la ira.

—Espera. —digo antes de irme a mi habitación donde enciendo la luz y reviso en todos lados.

«Cuando me vaya te dejaré una nota donde tendrás las indicaciones de que es lo que tienes que hacer si decides seguirme»

Recuerdo sus últimas palabras al contarme parte de su plan, verificó cada rincón hasta que encuentro lo que buscó.

—¿Qué es eso? —El hombre me quita la hoja antes de que pueda leerla. —¿¡Qué!? Está loca.

Le quito la nota para saber qué es lo que dice.

Querida Amelia.

Está en tus manos decidir si seguirme o no, las cosas se complicaron y he cometido un error fatal que ha ocasionado que tenga que adelantar mis planes de escapar.

Te queda poco tiempo para decidir que hacer porque el consejo no tardará en saber lo que hice, si decides seguirme te espero en Hélido junto a Abalam.

Tienes solamente un par de horas para decidir.

Sin pensarlo mucho me muevo rápidamente, voy al vestidor y cambio mi atuendo por algo más cómodo, tomó la mochila que llevaba unos cuantos días lista.

Desde el primer día yo ya había tomado una decisión, la cual no creo cambiar.

—¿Qué piensas hacer? —Me detiene el hombre en cuanto doy unos pasos a la puerta.

—¿Acaso no es obvio? A dónde vaya ella tengo que ir yo, estoy involucrada en las decisiones que ha tomado la princesa, así que si me quedo me cortarán la cabeza al amanecer. — Respondo soltandome de su agarré.

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