En el rebosante de vida Kika’s Club, un apuesto hombre de cabello corto oscuro y facciones marcadas se dirige hacia la barra en donde un viejo amigo lo ha citado para ofrecerle un trabajo prometedor. Pasar entre la gente de la pista del baile es todo un reto, sobre todo ante algunas manos femeninas que tratan de convencerlo de quedarse, a las cuales rechaza con una sonrisa cortés ya que lo único que le importa es el trabajo.
—¿Te has metido en problemas de nuevo? —pregunta el hombre sentándose en la barra al lado de su amigo, que incluso con el look informal sigue pareciendo un abogado.—Yo no, Joel, pero uno de los idiotas a los que represento sí. Seguramente al igual que cada persona en este país ya has visto las fotos comprometedoras del Senador Reyes —murmura el hombre joven de cabello negro peinado hacia atrás.—¿Así que tienes que lidiar con eso, Ramiro? Creo que más que un Detective lo que necesitas es a alguien que haga milagros —comenta Joel con voz burlona pidiendo una cerveza ya que esa parece que va a ser una charla divertida.—Lo de relaciones publicas ya lo tengo cubierto, va a jugar al perro arrepentido como es de esperar en estos casos. Sin embargo, no es por eso que te he pedido venir, sino por la mujer que ocasionó todo esto —indica el abogado tiñendo su expresión con seriedad ante el asunto que debe tocar.—¿La mujer? ¿Quieres que busque a su amante? —pregunta el Detective arqueando una ceja al no comprender la razón por la que está allí.—La mujer que provocó esto no fue una simple zorra, fue una mujer que planeó meticulosamente cada aspecto para conseguir exponerlo de esta manera. Una que según lo que he investigado… podría ser… la que tuvo que ver con la muerte de tu hermano —expone Ramiro soltando un largo suspiro al ser la última cosa que querría tener que hablar con su amigo.—¿Q-qué? ¿Có-cómo es eso posible? ¡Más te vale que no sea una jugarreta tuya para que te ayude! —reclama Joel enfadado de que su amigo caiga tan bajo para conseguir su apoyo en ese asunto.—Te respeto demasiado como para aprovecharme de ese tema, ni siquiera lo mencionaría si no estuviese completamente seguro —asegura el abogado con expresión casi solemne, sabiendo todo lo que representa desenterrar esa desgracia.Tomando un pequeño sorbo de su cerveza, Joel repasa las palabras de su compañero, puede ver en su mirada y lenguaje corporal que no le está mintiendo, que está seguro de lo que le está diciendo. Lo cual hace que un escalofrío le recorra la espalda, la posibilidad de poder seguirle la pista a la asesina de su hermano, a la mujer que buscó por cielo y tierra sin poder dar con ella. Dejándolo con la vergüenza y frustración de no poder brindarle justicia a su hermano asesinado.—¿En serio estás seguro? —murmura el Detective casi en un susurro, hay muy pocas cosas capaces de afectarlo, pero sin duda esa es una de ellas.—Pelirroja, manipuladora, Identidad irreconocible, cámaras sufriendo interferencia mientras está presente, y la capacidad de desaparecer como si hubiese sido un maldito fantasma —comenta Ramiro que está seguro que la única persona capaz de poder hallarla es a quien tiene enfrente.—Está bien, lo haré —confirma Joel recordando a su hermano ejecutado por una bala en la cabeza, justo luego de decirle que estaba investigando algo grande.—El Senador insistió en darte un buen adelanto por el trabajo —indica Ramiro deslizando por la barra un cheque con varios ceros, al cual su compañero ni siquiera mira—. Buena suerte, amigo.El Detective ni siquiera presta atención a su compañero cuando se marcha, su mente está demasiado ocupada analizando la posibilidad de que esa mujer haya vuelto a aparecer. Y nada más y nada menos que con la intención de hacer caer a un Senador, lo cual si confía en lo que su hermano le dijo podría ser solo el principio de algo mucho más grande.—¿Esa no es una cara demasiado larga para un lugar tan divertido como este? —pregunta Lydia abordando al hombre que no se muestra muy interesado en hablar.—Yo… recibí una noticia… sensible, de hecho creo que mi noche ha llegado a su fin —responde Joel observando por un momento a esa bella mujer de pelo rubio y vestido azul que marca una deseable silueta, pero que al lado de lo que ocupa su mente le resulta indiferente.—Mayor razón para disfrutar de una fiesta, en la pista de baile las penas desaparecen —declara la mujer interesada en lograr la confianza de ese hombre que ha visto junto al abogado de Reyes, y que le resulta extrañamente familiar.—Quizás, pero en verdad creo que deberías buscar una compañía más… animada —declara el detective haciendo un nuevo intento de zafarse de ella a pesar de que su cuerpo parece desear mayor cercanía a esa mujer.—Que puedo decir, me gustan los retos —declara Lydia tomándolo de la mano y obligándolo a ir con ella hacia la pista de baile.Tímidamente, Joel comienza a mover su cuerpo al ritmo de la música, al menos por unos minutos hasta lograr mezclarse entre la gente y lograr escabullirse. Aunque a medida que esa arrolladora mujer baila inmersa en la melodía acercando cada vez más su cuerpo a él, comienza a despertarle emociones que creía dominadas y controladas, tan fuertes que por un momento incluso son capaces de hacerlo olvidar de todo lo demás.—En verdad no te das por vencida —murmura el hombre al momento en el que ella pega su cuerpo al él moviéndose lentamente, haciéndolo presa de una excitación cada vez mayor.—En el baile, al igual que en muchas otras cosas de la vida solo hay que dejarse llevar, no hay que pensar, no hay que seguir reglas, solo dejar que todo fluya —declara la mujer siendo rodeada por los brazos del Detective que sigue su mismo movimiento.—Supongo que ese es mi problema, me gusta tener el control de todo lo que sucede a mi alrededor —confiesa Joel al oído de su compañera de baile, sabiendo que es peligroso permitirse dejarse llevar, los sentimientos pueden nublar el juicio, y en su trabajo eso puede significar una sentencia de muerte.La mujer gira sobre sus pies y se pega al cuerpo de su compañero que posa las manos sobre su cintura, con los ojos en los de él se mueve lentamente como si estuviesen bailando un lento. Debe admitir que si bien se ha acercado a él solo para conseguir información, le está resultando peligrosamente deseable, por primera vez en mucho tiempo siente verdadero deseo, pasión, incluso hasta cierto anhelo de mantenerlo a su lado.—Eso es algo tonto, hay muy pocas cosas sobre las que tenemos verdadero control —responde Lydia dejándose llevar por el deseo besando los labios de él que responden ágiles, sintiendo que ella misma comienza a ser presa de la excitación. —Parece que tú tienes el control sobre esta situación —murmura el Detective sintiendo un agradable cosquilleo recorriéndole el cuerpo, sintiéndose a merced de esa mujer.—Pues debo confesar que también soy alguien que intenta controlar lo que sucede a mi alrededor —declara la mujer con una sonrisa juguetona poniendo un poco de distancia entre ellos. .Una pareja demasiado extasiada como para haber consumido solo alcohol pasa entre ellos obligándolos a separarse aún más y provocando que el Detective maldiga por lo bajo. Al intentar volver con su compañera, Joel se extraña al no verla, con la frente arrugada gira sobre sus talones mirando los rostros de las personas que disfrutan de la música y las luces de colores, pero ella simplemente ha desaparecido.Intentando hallarle sentido a lo que acaba de suceder decide mirar la hora en su celular para dar por finalizada esa noche, pero cierta desesperación comienza a apoderarse de él al tantearse los bolsillos sin ser capaz de encontrarlo. Sus dedos se topan solo con un pedazo de servilleta que saca extrañado al no recordar haberla guardado, al mirarla ve escrito: “Los infieles como Reyes seguirán cayendo”. Al ver al final de la nota el labial de un beso, el mismo que su apasionada compañera usaba comprende lo que ha sucedido, la mujer que tanto estuvo buscando ha estado jugando con él como si fuese un niño tonto.—¡Voy a atraparte, m*****a! —exclama Joel apretando loa dientes con furia, dispuesto a no permitir que se le vuelva a escapar.Lydia inhala el relajante aroma del café que una joven mesera le deja junto a un par de medialunas, con un movimiento de cabeza agradece por el servicio sin quitar la mirada de su laptop. Tal y como esperaba, la carrera del Senador se hunde rápidamente, no solo ante las fotografías que ella ha publicado en su sitio web: Exponiendoinfieles.com, sino también ante las pruebas que un sinnúmero de amantes se atreven a publicar, siempre bajo anonimato claramente por temor a las represalias. —¡Ese hombre es un verdadero cerdo! —exclama disgustada la mesera al ver por arriba la publicación en la pantalla.—Sí, y pensar que ya muchos lo veían como el próximo Presidente —murmura la seductora meneando la cabeza con decepción.—Somos tan fáciles de engañar, resulta algo bastante desalentador —suspira la muchacha frunciendo los labios antes de acudir al llamado de otro cliente.La pelirroja sonríe complacida ante el efecto que su trabajo ha provocado, solo es cuestión de tiempo para que el nombr
—Por favor, hazme feliz y dime que lograste conseguirme lo que te pedí —murmura Lydia rodeando con sus brazos el cuello de una policía sentada frente a su escritorio en la Comisaría.—¿Alguna vez te he decepcionado, querida? —cuestiona la mujer de cabello castaño atado en una pulcra coleta con una sonrisa divertida en los labios.—Ni una sola vez, Emma. No miento cuando te digo que te debo la vida —declara la dándole un beso en la mejilla y posando la mirada en la caja de archivos debajo del escritorio.—Usualmente no suelo preguntar qué es lo que piensas hacer, ya que a esta altura considero que cuanto menos sepa mejor para mí. Pero sé que esto es un tema sensible, y no se me ocurre ni una sola razón por la que quieras arriesgarte solo para echarle un ojo a esto —pregunta Emma arrugando la frente como cada vez que intenta entender a su amiga, algo que hasta el momento no ha logrado.—Solo… quiero saber qué es lo que creen saber sobre lo que sucedió esa noche… eso es todo… —murmura L
Tomando una copa de champagne de la bandeja plateada de un atento mesero, Lydia se acerca a un cuadro que retrata a unos antiguos pescadores echando las redes al mar. Le parece ver en el rostro de esos hombres una mezcla de esfuerzo y temor al estar a merced de las impredecibles aguas. Una sensación que le resulta muy familiar, ya que ha sido quizás la más habitual en estos últimos años.—Uno no puede evitar admirarse de la belleza que los artistas han plasmado con estas obras. Aunque al ver a una mujer tan bella, no puedo más que declarar que el mejor artista es sin duda Dios, solo él sería capaz de crear algo tan perfecto —declara un elegante hombre de cabello blanco parándose al lado de la mujer que ha captado su atención desde que la vio llegar a la muestra.—Pues a usted se le puede reconocer que es un artista con las palabras, ya que no creo merecer ese halago, y mucho menos poder compararme con lo que estos artistas han logrado hacer —replica Lydia con una sonrisa juguetona en
Joel observa por enésima vez la puerta de la oficina del Embajador a la que ha sido conducido no muy amablemente después de su desafortunado accidente. Custodiando la salida dos hombres de traje negro le devuelven la mirada con un considerable desprecio, y la verdad es que no podría culparlos, probablemente él haría lo mismo si tuviese que custodiar a un hombre que ha arruinado una invaluable obra.—Esa maldita lo tenía todo planeado, probablemente incluso su historia de aparente inocencia no fue más que un embuste para que bajara la guardia —murmura Joel meneando la cabeza con pesar sabiendo que tendría que haberlo visto venir.Al escuchar el ruido de la puerta abriéndose, Joel gira en la silla viendo a un hombre bajito entrando en el despacho, el cual le da una orden en italiano a los guardias que se retiran con un respetuoso asentimiento de cabeza. Soltando un pesado resoplido el extraño hombre de cabello castaño y abundante bigote se sienta en la silla desocupada, y por unos minut
—¿Son dulces estas frutillas? —pregunta Lydia a una señora de pelo negro que atiende uno de los puestos de la Feria Central.—Sí, muy dulces, solo tiene que ver el rojo brillante que tienen. Pruebe una para comprobarlo —ofrece la vendedora con amabilidad para asegurarse esa venta.—Mmm, sí, son realmente muy ricas, deme un kilo por favor —pide la mujer chupándose la punta de los dedos, saboreando el sabor dulce que aún le dura en el paladar.—Es usted muy bella, ¿Tiene que ver con las frutas? Porque nos compra todas las semanas —pregunta una curiosa niña de unos siete años aprovechando que su madre está ocupada.—Se puede decir que las frutas tienen algo que ver, además del ejercicio, y supongo que un poco de herencia —responde Lydia con una sonrisa amable contemplando a la pequeña que la mira como si le estuviese revelando uno de los secretos del universo.—¿Y cree que yo algún día podré ser tan hermosa como usted? —pregunta la niña abriendo sus ojos marrones con suma atención.—Creo
—¿Va a ordenar algo, señorita? —pregunta una mesera pasando nuevamente por la mesa de la pelirroja.—Un agua sin gas, por favor. Es que estoy esperando a alguien —responde Lydia con una sonrisa vergonzosa al ver su reloj y notar que su compañero lleva más de quince minutos de retraso.Lo único que eso logra es hacerla sentirse nerviosa y vulnerable, sobre todo al saber quien está detrás de ella ahora. Algo por lo que se ha visto obligada a modificar todos sus hábitos, cualquier atisbo de rutina que pueda volverla predecible y por ende presa fácil.Es por esa razón que no ha tenido más remedio que aceptar a Joel como un aliado, cada vez se encuentra más cerca de una guerra, y necesita contar con lo necesario para que su lado no resulte el perdedor. Aunque lo cierto es que el resultado de esa gran batalla no lo conocerá hasta el final, uno al que en verdad teme llegar.—¡Lo siento mucho, tuve algunas complicaciones y se me fue el tiempo! —se disculpa Joel tomando asiento frente a la sed
Lydia observa con ojo critico el desayuno que ha preparado para su visita, una que de haber podido habría evitado tener que contactarla. Pero las circunstancias se vuelven cada vez más adversas, obligándola a recurrir a todo recurso disponible.Ante el sonido del timbre, Lydia toma una gran bocanada de aire dirigiéndose hacia la hacia la entrada, sabiendo que ese reencuentro no resultará facil. Al abrir la puerta, su mente tarda unos segundos en reconocer a la esbelta mujer rubia que luce un abrigo de piel blanco.—¡Yanina, querida, tanto tiempo sin vernos! —exclama Lydia abrazando con una sonrisa que espera no se vea tan falsa como la siente.—¡Diez años, querida! Y si dependiese de mí hubiese preferido que pasara otra década antes de tener que saber de ti —responde la rubia apretando con cierto disgusto sus labios pintados de rojo carmesí.—Tan agradable como te recordaba, veo que algunas cosas no cambian siquiera con el paso del tiempo. Preparé un té blanco, pero quizás te venga m
—¿Encontraste algo? —pregunta Lydia a través del celular mientras cruza la calle apresuradamente.—Sí, aunque no estoy muy segura de qué es lo que hallé. El dinero depositado en esas cuentas fue transferido desde empresas ligadas a la familia Rinaldi —informa Yanina con un tono dubitativo en la voz al parecer estar estudiando aún los datos.—Pues a mí me resulta demasiado claro, el policía estaba en la nómina de Rinaldi, sería un informante o alguien que le hacia el trabajo sucio. No es ninguna sorpresa —declara la pelirroja obligándose a detenerse antes de cruzar ante el bocinazo furioso de un auto que tiene luz verde para avanzar.—Sé que eso no es nada extraño, pero lo que me llama la atención es que no hubo ningún intento de ocultar esa relación. Usualmente la mafia es muy cuidadosa de no dejar rastros de sus sobornos —indica la rubia sabiendo bien de lo que habla al haberse infiltrado en más de una ocasión en familias de mafiosos.—¿Intentas decirme que alguien pudo haber tratado