—¿Encontraste algo? —pregunta Lydia a través del celular mientras cruza la calle apresuradamente.—Sí, aunque no estoy muy segura de qué es lo que hallé. El dinero depositado en esas cuentas fue transferido desde empresas ligadas a la familia Rinaldi —informa Yanina con un tono dubitativo en la voz al parecer estar estudiando aún los datos.—Pues a mí me resulta demasiado claro, el policía estaba en la nómina de Rinaldi, sería un informante o alguien que le hacia el trabajo sucio. No es ninguna sorpresa —declara la pelirroja obligándose a detenerse antes de cruzar ante el bocinazo furioso de un auto que tiene luz verde para avanzar.—Sé que eso no es nada extraño, pero lo que me llama la atención es que no hubo ningún intento de ocultar esa relación. Usualmente la mafia es muy cuidadosa de no dejar rastros de sus sobornos —indica la rubia sabiendo bien de lo que habla al haberse infiltrado en más de una ocasión en familias de mafiosos.—¿Intentas decirme que alguien pudo haber tratado
Al llegar a un motel a unos diez kilómetros de la ciudad, Joel detiene el auto, en el camino esperaba poder entablar una conversación que le brindara más información sobre la identidad de su nueva compañera. Pero cada uno de sus intentos por charlar terminaron en un rotundo fracaso con respuesta monosílabas.—No traigo un micrófono de la policía para grabar nuestras conversaciones si es lo que te preocupa —murmura el Detective bajando del vehículo, cansado de tanto silencio y evasión.—Ya lo habría notado si lo llevaras, no puedes esperar que te cuente todo de mi vida después de que casi me arrestan por haberte confiado la información sobre tu hermano —plantea Lydia siguiendo a su compañero hacia la recepción del motel para pedir una habitación.—¿Piensas seguir reclamándome eso? Creí que a esta altura ya estaría redimido, he salvado la vida, mujer —protesta Joel mirándola con asombro, ya que creía haber superado ese percance.—No soy alguien que decida confiar con frecuencia, y cuand
—Espero que una parrilla al costado de la ruta no te parezca poca cosa para ti —murmura Joel sentado a la mesa para dos en la parte exterior del local.—A esta altura comienzo a creer que te has hecho una imagen de mí que está muy lejos de dar en el blanco —replica Lydia sirviéndose un pedazo de carne de la tabla que le han traído.—¿En verdad? Estoy seguro de que no eres una mujer simple, una que pueda ser feliz con poco, sino mas bien una que está acostumbrada a los lujos, o mejor dicho a considerarlo como parte esencial de su vida —declara el Detective, consciente que está entrando en terreno pantanoso, pero esperando poder conseguir más información sobre ella al alterarla.—¿Intentas decir que soy una mujer superficial y materialista? Deberías ser menos directo en nuestra primera comida juntos —protesta la pelirroja tratando de ocultar el disgusto de ser tildada de esa manera.—Lo sería si fueses más comunicativa, pero al no serlo, no me dejas más opción que recurrir a mi poder de
—¿Cómo demonios nos encontró? Creí que habías dicho que no estaba enterado de que habíamos huido —reclama Lydia mirando el pequeño batallón que ha venido por ellos dos. —No lo sabía, me llamó solo porque hallaron mi auto chocado, y estaba preo… —Joel se interrumpe al comprender el motivo de la llamada, sintiéndose el idiota más grande del mundo cierra los puños con rabia. —Fingió ser un padre preocupado para poder triangular tu ubicación, y se supone que soy yo la manipuladora —murmura la pelirroja reemplazando su enojo por cierta empatía por su compañero que fue engañado de esa manera tan baja. —Es increíble que me haya hecho esto —protesta Joel meneando la cabeza con frustración. —¡Increíble sería lograr escapar, así deja tu decepción fraternal para otro momento y piensa en una estrategia para salir de aquí! —plantea Lydia apartándose de la ventana y comenzando a poner la ropa que compró en un pequeño bolso. —La triangulación le ha dicho que estamos aquí, pero para saber la habi
—No es que intente justificar a mi padre, que de todas formas solo estaba haciendo su trabajo, pero no creo que tirarlo del auto en la banquina haya sido muy… apropiado —protesta Joel que avanza por medio de un camino de tierra siguiendo las indicaciones de su compañera. —Comienzo a creer que está muy lejos de querer hacer su trabajo o incluso querer que se sepa la verdad —murmura Lydia que ha estado considerando esa posibilidad desde su encuentro con el Comisario. —¿Qué? No lo creo, es solo un hombre que quiere atrapar a quien cree que es responsable de la muerte de su hijo, un hombre muy terco —replica el Detective meneando la cabeza con incredulidad. —Tú lo eras, sin embargo, ante la luz de las pruebas cambiaste tu objetivo. Fuiste capaz de aceptar que estabas persiguiendo a la persona equivocada —plantea la pelirroja mirándolo con seriedad. —No todos pueden llegar a ser capaces de hacer ese cambio de opinión tan rápido, a mi parecer no es más que un padre que quiere dar un cier
—¿No crees que es algo arriesgado estar en medio de tanta gente? —pregunta Joel caminando en medio de una feria en el pueblo cercano a la cabaña en la que se están quedando. —Nadie nos conoce aquí, y dudo que tu padre logre dar cono nosotros tan rápido, no hemos dejado un rastro que pueda seguir —responde Lydia acercándose a un puesto en que se exhiben varios frascos de dulces caseros. —Pero si llegara hasta aquí y preguntara por gente que no es del pueblo, quedaríamos expuestos —protesta el Detective que no está dispuesto a ser arrestado y perder la oportunidad no solo de redimirse, sino de conocer la verdad. —Es más probable que llamemos su atención con tu paranoia, que porque estamos aquí. Estas ferias suelen ser frecuentadas por algunas turistas o por comerciantes de la ciudad que intentan conseguir productos baratos —indica la mujer considerando que no tienen razón para preocuparse ni siquiera por El sabueso. —Sé que tú estas acostumbrada a esta vida, pero para mí es algo nue
De una camioneta cuatro por cuatro negra baja un elegante hombre calvo vestido con un traje negro y una polera blanca, con cierta indiferencia y hasta con cierta decepción mira la cabaña en la que sus objetivos se esconden. Lo han viajar más de doce horas para venir al fin del mundo, y resulta que el trabajo ni siquiera le resultará un desafío, ya que entrar a esa cabaña será tan fácil como echar abajo una pajarera. —Tiradores en terreno alto, un grupo por la puerta del frente, y el otro por atrás. Nuestro empleador ha ordenado que a la mujer le metamos una bala en la cabeza en cuanto la tengamos en la mira, pero al hombre que está con ella lo quiere vivo —ordena el hombre quedándose junto a la camioneta considerando que no será necesario siquiera que él tome su arma. Dentro de la cabaña, Joel se ha apostado junto a la ventana del dormitorio siguiendo atentamente a los tiradores que se posicionan buscando un tiro limpio. Soltando un largo suspiro pone a uno de los hombres en la mira,
—¿Y no cree ser capaz de reconocer a los asaltantes? —pregunta un policía de gran barriga mirando de reojo el escote de la mujer a la que le está tomando testimonio —Estaban encapuchados, así que no podría hacerlo, además de que se podrá imaginar que yo estaba muy asustada. Al ver el arma con el que nos apuntaban, y luego cuando… cuando le dispararon a mi novio, ¡Fue horrible, lo peor que he tenido que vivir! —exclama Lydia que ha inventado la historia del robo para justificar la herida de bala, al menos mientras su compañero es tratado. —Entiendo que ha sido un momento muy traumático para usted, señorita. Por eso le dejaré mi tarjeta para que no dude en llamarme si necesita alguien con quien hablar, lo que necesite estoy a su servicio —asegura el agente con mirada lujuriosa cerrando la libreta en la que ha anotado datos vagos al estar totalmente cautivado por esa belleza. —Muchas gracias, oficial. Ojalá todos fuesen tan serviciales como usted —declara la pelirroja con una sonrisa,