—No es que intente justificar a mi padre, que de todas formas solo estaba haciendo su trabajo, pero no creo que tirarlo del auto en la banquina haya sido muy… apropiado —protesta Joel que avanza por medio de un camino de tierra siguiendo las indicaciones de su compañera. —Comienzo a creer que está muy lejos de querer hacer su trabajo o incluso querer que se sepa la verdad —murmura Lydia que ha estado considerando esa posibilidad desde su encuentro con el Comisario. —¿Qué? No lo creo, es solo un hombre que quiere atrapar a quien cree que es responsable de la muerte de su hijo, un hombre muy terco —replica el Detective meneando la cabeza con incredulidad. —Tú lo eras, sin embargo, ante la luz de las pruebas cambiaste tu objetivo. Fuiste capaz de aceptar que estabas persiguiendo a la persona equivocada —plantea la pelirroja mirándolo con seriedad. —No todos pueden llegar a ser capaces de hacer ese cambio de opinión tan rápido, a mi parecer no es más que un padre que quiere dar un cier
—¿No crees que es algo arriesgado estar en medio de tanta gente? —pregunta Joel caminando en medio de una feria en el pueblo cercano a la cabaña en la que se están quedando. —Nadie nos conoce aquí, y dudo que tu padre logre dar cono nosotros tan rápido, no hemos dejado un rastro que pueda seguir —responde Lydia acercándose a un puesto en que se exhiben varios frascos de dulces caseros. —Pero si llegara hasta aquí y preguntara por gente que no es del pueblo, quedaríamos expuestos —protesta el Detective que no está dispuesto a ser arrestado y perder la oportunidad no solo de redimirse, sino de conocer la verdad. —Es más probable que llamemos su atención con tu paranoia, que porque estamos aquí. Estas ferias suelen ser frecuentadas por algunas turistas o por comerciantes de la ciudad que intentan conseguir productos baratos —indica la mujer considerando que no tienen razón para preocuparse ni siquiera por El sabueso. —Sé que tú estas acostumbrada a esta vida, pero para mí es algo nue
De una camioneta cuatro por cuatro negra baja un elegante hombre calvo vestido con un traje negro y una polera blanca, con cierta indiferencia y hasta con cierta decepción mira la cabaña en la que sus objetivos se esconden. Lo han viajar más de doce horas para venir al fin del mundo, y resulta que el trabajo ni siquiera le resultará un desafío, ya que entrar a esa cabaña será tan fácil como echar abajo una pajarera. —Tiradores en terreno alto, un grupo por la puerta del frente, y el otro por atrás. Nuestro empleador ha ordenado que a la mujer le metamos una bala en la cabeza en cuanto la tengamos en la mira, pero al hombre que está con ella lo quiere vivo —ordena el hombre quedándose junto a la camioneta considerando que no será necesario siquiera que él tome su arma. Dentro de la cabaña, Joel se ha apostado junto a la ventana del dormitorio siguiendo atentamente a los tiradores que se posicionan buscando un tiro limpio. Soltando un largo suspiro pone a uno de los hombres en la mira,
—¿Y no cree ser capaz de reconocer a los asaltantes? —pregunta un policía de gran barriga mirando de reojo el escote de la mujer a la que le está tomando testimonio —Estaban encapuchados, así que no podría hacerlo, además de que se podrá imaginar que yo estaba muy asustada. Al ver el arma con el que nos apuntaban, y luego cuando… cuando le dispararon a mi novio, ¡Fue horrible, lo peor que he tenido que vivir! —exclama Lydia que ha inventado la historia del robo para justificar la herida de bala, al menos mientras su compañero es tratado. —Entiendo que ha sido un momento muy traumático para usted, señorita. Por eso le dejaré mi tarjeta para que no dude en llamarme si necesita alguien con quien hablar, lo que necesite estoy a su servicio —asegura el agente con mirada lujuriosa cerrando la libreta en la que ha anotado datos vagos al estar totalmente cautivado por esa belleza. —Muchas gracias, oficial. Ojalá todos fuesen tan serviciales como usted —declara la pelirroja con una sonrisa,
Sintiendo el cuerpo adormecido y una fuerte puntada en el hombro, Joel comienza a abrir loa ojos saliendo del sopor que la anestesia le ha provocado. Recuerda haber entrado al quirófano e incluso a Lydia diciéndole que todo saldría bien, pero después de eso su mente se encuentra en blanco. Su borrosa vista le muestra una silla vacía frente a él, una que un primer momento cree que ha de ser la de los acompañantes en la habitación del hospital, pero a medida que su campo de visión va mejorando ve que se encuentra en una especie de depósito. —¿Qué demonios? —murmura el Detective tratando de conseguir la completa lucidez para comprender lo que está sucediendo. Al intentar refregarse los ojos para poder observar mejor lo que lo rodea, un escalofrío le recorre el cuerpo al notar que sus manos están atadas a su espalda. Con alarma y sintiendo la respiración agitada comienza a buscar alguien que le diga lo que está sucediendo, sin embargo parece ser la única persona en ese lugar. —¡¿Dónde
Sin ser capaz de percibir ningún otro sonido aparte del de los latidos de su corazón, Joel observa la camisa de su padre empapándose de sangre a causa de los disparos. Disparos que él le ha propinado, algo que puede decir que ha sido instintivo, ya que al ver a Lydia en peligro no fue capaz de pensar en otra cosa que en salvarla. Incluso cuando eso ha significado elegirla por encima de su propio padre, una elección que ya sabrá en el futuro si fue la correcta. —¡Joel, Joel, tenemos que irnos, reacciona! —grita la mujer sacudiéndolo para lograr que salga del sopor en el que se ha sumergido. —¿Q-qué? —murmura el Detective reaccionando, pero siendo capaz de escuchar solo las ultimas palabras de su compañera. —¡Tenemos que irnos, los tiradores van a encontrarnos en cualquier segundo, y la policía ya debe estar de camino! ¡Si no nos apresuramos no llegaremos a irnos! —anuncia Lydia exponiéndole la n3cesidad de no perder ni un minuto más. A pesar de comprender lo que su compañera le seña
—Acabamos de recibir una trágica noticia, el Comisario Gastón Ramos ha fallecido en cumplimiento del deber, este intachable agente de la ley ha sido asesinado por una prófuga de identidad desconocida, y aunque suene extraño, por su propio hijo, Joel Ramos —anuncia el conductor de un programa de noticias con una expresión de pena. —Es simplemente horrible escuchar esto, pero es la cruda realidad que estamos viviendo. El Comisario había desplegado un operativo para atrapar a estos fugitivos, sin embargo estos… criminales lograron escapar, no sin antes cobrarse la vida de este… héroe y otros agentes —continúa una periodista meneando la cabeza con decepción, como si fuese algo que incluso el decirlo le produjese rechazo. —¡Mentirosos! —farfulla Joel enojado apagando el televisor y dejando el control remoto sobre la cama de la habitación de un motel que alquilaron. —Los periodistas nunca dicen la verdad, o la tuercen a su beneficio. Y de ahora en más podrás ver como cada canal presentará
—Sigo considerando que esta no es una idea muy buena… —murmura Joel al estacionar un elegante Mercedes frente a una blanca mansión de estilo victoriano. —Tenemos que llegar a Rinaldi, y esta es la mejor forma de hacerlo. De hecho es una gran ventaja para nosotros que esté dando este baile —declara Lydia mirándose en el espejo para asegurarse de estar bien arreglada. —No tendremos otra oportunidad como esta en mucho tiempo, así que lo mejor para nosotros es no desaprovecharla —aconseja Emma sintiéndose algo extraña con el vestido de satén azul que ha tenido que vestir para entrar también a ese evento. —¿Y en serio crees que lograrás captar su atención en medio de tanta gente? —cuestiona el Detective tamborileando los dedos en el volante del auto con nerviosismo. —Tengo mis formas, ya lo sabes. Y mientras yo lo mantengo ocupado, tú con Emma buscarán la información que necesitamos —indica la mujer esperando estar a la altura de lo que las circunstancias le exigen. —Siempre y cuando l