—¿Y no cree ser capaz de reconocer a los asaltantes? —pregunta un policía de gran barriga mirando de reojo el escote de la mujer a la que le está tomando testimonio —Estaban encapuchados, así que no podría hacerlo, además de que se podrá imaginar que yo estaba muy asustada. Al ver el arma con el que nos apuntaban, y luego cuando… cuando le dispararon a mi novio, ¡Fue horrible, lo peor que he tenido que vivir! —exclama Lydia que ha inventado la historia del robo para justificar la herida de bala, al menos mientras su compañero es tratado. —Entiendo que ha sido un momento muy traumático para usted, señorita. Por eso le dejaré mi tarjeta para que no dude en llamarme si necesita alguien con quien hablar, lo que necesite estoy a su servicio —asegura el agente con mirada lujuriosa cerrando la libreta en la que ha anotado datos vagos al estar totalmente cautivado por esa belleza. —Muchas gracias, oficial. Ojalá todos fuesen tan serviciales como usted —declara la pelirroja con una sonrisa,
Sintiendo el cuerpo adormecido y una fuerte puntada en el hombro, Joel comienza a abrir loa ojos saliendo del sopor que la anestesia le ha provocado. Recuerda haber entrado al quirófano e incluso a Lydia diciéndole que todo saldría bien, pero después de eso su mente se encuentra en blanco. Su borrosa vista le muestra una silla vacía frente a él, una que un primer momento cree que ha de ser la de los acompañantes en la habitación del hospital, pero a medida que su campo de visión va mejorando ve que se encuentra en una especie de depósito. —¿Qué demonios? —murmura el Detective tratando de conseguir la completa lucidez para comprender lo que está sucediendo. Al intentar refregarse los ojos para poder observar mejor lo que lo rodea, un escalofrío le recorre el cuerpo al notar que sus manos están atadas a su espalda. Con alarma y sintiendo la respiración agitada comienza a buscar alguien que le diga lo que está sucediendo, sin embargo parece ser la única persona en ese lugar. —¡¿Dónde
Sin ser capaz de percibir ningún otro sonido aparte del de los latidos de su corazón, Joel observa la camisa de su padre empapándose de sangre a causa de los disparos. Disparos que él le ha propinado, algo que puede decir que ha sido instintivo, ya que al ver a Lydia en peligro no fue capaz de pensar en otra cosa que en salvarla. Incluso cuando eso ha significado elegirla por encima de su propio padre, una elección que ya sabrá en el futuro si fue la correcta. —¡Joel, Joel, tenemos que irnos, reacciona! —grita la mujer sacudiéndolo para lograr que salga del sopor en el que se ha sumergido. —¿Q-qué? —murmura el Detective reaccionando, pero siendo capaz de escuchar solo las ultimas palabras de su compañera. —¡Tenemos que irnos, los tiradores van a encontrarnos en cualquier segundo, y la policía ya debe estar de camino! ¡Si no nos apresuramos no llegaremos a irnos! —anuncia Lydia exponiéndole la n3cesidad de no perder ni un minuto más. A pesar de comprender lo que su compañera le seña
—Acabamos de recibir una trágica noticia, el Comisario Gastón Ramos ha fallecido en cumplimiento del deber, este intachable agente de la ley ha sido asesinado por una prófuga de identidad desconocida, y aunque suene extraño, por su propio hijo, Joel Ramos —anuncia el conductor de un programa de noticias con una expresión de pena. —Es simplemente horrible escuchar esto, pero es la cruda realidad que estamos viviendo. El Comisario había desplegado un operativo para atrapar a estos fugitivos, sin embargo estos… criminales lograron escapar, no sin antes cobrarse la vida de este… héroe y otros agentes —continúa una periodista meneando la cabeza con decepción, como si fuese algo que incluso el decirlo le produjese rechazo. —¡Mentirosos! —farfulla Joel enojado apagando el televisor y dejando el control remoto sobre la cama de la habitación de un motel que alquilaron. —Los periodistas nunca dicen la verdad, o la tuercen a su beneficio. Y de ahora en más podrás ver como cada canal presentará
—Sigo considerando que esta no es una idea muy buena… —murmura Joel al estacionar un elegante Mercedes frente a una blanca mansión de estilo victoriano. —Tenemos que llegar a Rinaldi, y esta es la mejor forma de hacerlo. De hecho es una gran ventaja para nosotros que esté dando este baile —declara Lydia mirándose en el espejo para asegurarse de estar bien arreglada. —No tendremos otra oportunidad como esta en mucho tiempo, así que lo mejor para nosotros es no desaprovecharla —aconseja Emma sintiéndose algo extraña con el vestido de satén azul que ha tenido que vestir para entrar también a ese evento. —¿Y en serio crees que lograrás captar su atención en medio de tanta gente? —cuestiona el Detective tamborileando los dedos en el volante del auto con nerviosismo. —Tengo mis formas, ya lo sabes. Y mientras yo lo mantengo ocupado, tú con Emma buscarán la información que necesitamos —indica la mujer esperando estar a la altura de lo que las circunstancias le exigen. —Siempre y cuando l
Al ubicar a Rinaldi, Lydia se acerca lentamente observando la bella mujer morena de vestido dorado que lo acompaña mientras él habla con varios hombres con aires de grandeza. Rebuscando en su bolso disimuladamente, saca entre sus dedos un pequeño gotero. —¡Oh, querida, tanto tiempo sin vernos! —salida Lydia abrazando a la sorprendida mujer que con incomodidad acepta el saludo. —¿Nosotras nos conocemos? —pregunta la morena sintiendo el peso de las miradas de todo el grupo que ha guardado silencio. —No me digas que ya no me recuerdas, pasamos una noche increíble en Miami, debo confesarles que terminamos nadando desnudas en la playa. Algo que puede resultar vergonzoso para algunas personas, pero a mí me resultó muy divertido, y si mal no recuerdo a ti también querida —relata la rubia con tono divertido, viendo como la mujer se toma de un sorbo el contenido de su copa. —Yo…hum… con permiso… —se disculpa la mujer apresurándose hacia el baño al sentir una revolución en su estómago. —Oh
—Señor Rinaldi, debe calmarse… esto puede solucionarse de otra manera… no hay necesidad de hacer una locura —declara Emma levantando las manos a la vez que intenta que la voz no le tiemble demasiado. —Solo hay una forma de solucionar esto, es increíble que crean que pueden engañarme solo con una sonrisa bonita y un lindo trasero. No he llegado hasta donde estoy por ser fácil de engañar —indica el mafioso con aire de superioridad, tratando de determinar si esa gente viene de parte de la policía o de uno de sus rivales. —Señor, no estamos aquí para perjudicarlo, yo solo quiero saber qué pasó con mi hermano, con Arturo Ramos, él tenía conexión con usted y terminó muerto en circunstancias que no son claras —confiesa Joel apartándose de la caja fuerte en un intento por evitar que Lydia salga lastimada. —Ese es terreno pantanoso, muchacho. Si hubieses sido inteligente te habrías mantenido lejos de ese asunto, pero ya es tarde para que tomes esa decisión —declara Rinaldi arrugando la frent
—¡Rinaldi está muerto, dos disparos en el pecho! —anuncia Lydia entrando en la habitación del motel con un par de vasos de café y un periódico en la mano. —¿Qué? ¿Cómo es posible? Estaba vivo cuando nos fuimos —exclama Joel tomando el periódico para ver la noticia que habla de la muerte y tortura del empresario al encontrarlo con un abrecartas atravesándole la mano. —Lo estaba, pero quizás llegó un contrincante y aprovechó la oportunidad, o no lo sé, aunque no me importa tanto que esté muerto, sino que se llevó lo que sabia a la tumba —refunfuña la mujer sentándose en la cama dando un largo sorbo a su café para tragar esa mala noticia. —¿Y si lo encontró esa gente a la que tanto temía? ¿Crees que ellos ya sepan sobre nosotros? —interroga el Detective con una expresión de alarma ante la posibilidad de tener que enfrentar a esa gente que incluso atemorizaban a un Jefe de la mafia. —No, si hubieran sido ellos habrían echo desaparecer el cuerpo —indica Lydia desestimando la idea rápida