Lydia inhala el relajante aroma del café que una joven mesera le deja junto a un par de medialunas, con un movimiento de cabeza agradece por el servicio sin quitar la mirada de su laptop. Tal y como esperaba, la carrera del Senador se hunde rápidamente, no solo ante las fotografías que ella ha publicado en su sitio web: Exponiendoinfieles.com, sino también ante las pruebas que un sinnúmero de amantes se atreven a publicar, siempre bajo anonimato claramente por temor a las represalias.
—¡Ese hombre es un verdadero cerdo! —exclama disgustada la mesera al ver por arriba la publicación en la pantalla.—Sí, y pensar que ya muchos lo veían como el próximo Presidente —murmura la seductora meneando la cabeza con decepción.—Somos tan fáciles de engañar, resulta algo bastante desalentador —suspira la muchacha frunciendo los labios antes de acudir al llamado de otro cliente.La pelirroja sonríe complacida ante el efecto que su trabajo ha provocado, solo es cuestión de tiempo para que el nombre de Martin Reyes se convierta en la imagen de todo lo corrupto y lo inmoral del país. Aunque eso significa que al igual que cualquier fiera acorralada, él va a usar sus influencias para darle, y ese Detective que descubrió es la prueba de eso.—Aunque ha resultado ser bastante apuesto e interesante —murmura Lydia con una sonrisa juguetona en sus labios, recordando la sensación que se apoderó de su cuerpo mientras bailaba con él.—¡Me habían hablado de tu gran efectividad, pero lo que has logrado ha sido extraordinario! —exclama una mujer de elegante vestido negro y pañuelo en la cabeza sentándose en la mesa junto a la seductora.—Se lo dije cuando tuvimos nuestro primer encuentro, era un trabajo garantizado. Ahora esa demanda de divorcio será mucho más beneficiosa para usted —responde Lydia contemplando la alegría que la libertad le brinda a esa pobre mujer que ha tenido que soportar años de desprecio e infidelidades por parte del marido.—Sí, tantas veces soñé con la posibilidad de poder liberarme de Martín, de poder comenzar una nueva vida, quizás hasta con hallar a alguien que llegue a valorarme, que aún no puedo terminar de creer que realmente está pasando —confiesa la clienta sin poder evitar que los ojos se le llenen de lágrimas.—¡Ahora eres libre, es real, no un sueño, y podrás tener la vida plena que siempre deberías haber tenido! Aunque deberás ir con cuidado para que él no consiga nada que lo favorezca en la división de bienes —señala la seductora con cariño, siempre le gusta ese momento con sus clientas, siente como si estuviese presenciando un ave fénix resurgiendo de las cenizas.—Sí, Martín hará hasta lo imposible para intentar salirse con la suya, él es incapaz de aceptar una derrota —reconoce la mujer poniéndose de pie y dejando un sobre con una información solicitada que era parte del pago.—Por supuesto, y tú mira bien a los brazos de quién irás ahora, tristemente en este mundo hay más ogros que príncipes —advierte Lydia abriendo el sobre para comprobar que es lo que solicitó, al hojear los papeles un velo de seriedad inunda su rostro, ya que con eso está un paso más cerca de hacerse con la verdad que ha perseguido desde hace años.Soltando un largo suspiro, la seductora mira a través de la ventana a Joel que está inmerso en su taza de café y en la lectura del periódico en una de las mesas de la acera. Teniendo acceso al celular que le robó pudo averiguar mucho sobre él, es un profesional en su trabajo de descubrir y hallar a sus objetivos, como así también en el arte del engaño.Quizás es por eso que se siente tan atraída hacia él, porque resulta que son muy parecidos, ambos viven del engaño, de las apariencias. Y ella lleva tanto tiempo en ese negocio que todo se ha vuelto tan insípido e irreal que ese destello de pasión como el que ha tenido la noche anterior junto a él, es algo que no quiere que se apague, sino que quiere alimentar y avivar, incluso si eso significa correr el riesgo de quemarse.—Querida, la cuenta, por favor —pide Lydia decidiendo continuar con el juego que ha comenzado la noche anterior.—Aquí está, señorita —acude la mesera rápidamente extendiendo el ticket hacia la mujer con su habitual sonrisa que debe obligarse a mantener ante los clientes.—Necesito pedirte un favor, cariño, podrías conseguirme un alcohol liquido, no soy muy adepta al que es en gel —pide la mujer poniendo una buena propina en la bandeja plateada de la muchacha.—Oh, por supuesto, creo haber visto uno en el depósito —responde la mesera viendo la propina que resulta el doble de lo que ha salido la cuenta.—Gracias, me salvaste —murmura Lydia con una sonrisa de gratitud esperando recibir lo que ha solicitado.Leyendo en el diario un nuevo articulo sobre la inmoral vida privada del Senador Reyes, Joel mueve la cabeza con decepción, a ese paso para cuando encuentre a la misteriosa seductora a ese tipo no le quedará nada para pagarle por su trabajo. Por lo que debería apresurarse en hallarla, lo cual está muy lejos de lograr, ella solo jugó con él, y muy a pesar logró sumarlo a su lista de conquistas.—Espero que no te haya molestado que tomara tu celular prestado, necesitaba saber cuáles eran tus intenciones —anuncia Lydia con un tono de voz divertido sentándose frente a su perseguidor dejando el teléfono sobre la mesa.—Creo que llegó a disgustarme más que me vieras la cara de idiota —protesta el Detective sintiendo la rabia crecer dentro de él al tenerla de nuevo ante él.—No te hagas la victima, vives del engaño tanto como yo. En nuestro mundo eres el cazador o la presa, y yo siempre estoy del lado ganador —señala la mujer sin poder evitar poner voz juguetona, al sentir un divertido cosquilleo recorriéndole el cuerpo.—De eso no tengo dudas, sé que con tal de ganar eres incluso capaz de ponerle una bala en la cabeza a un buen hombre —masculla Joel sintiendo que podría saltar encima de esa mujer como si fuese una especie de desquiciado.—Sé que probablemente crees que has hecho tu tarea, pero no sabes nada de mí. Y mucho menos de mi pasado, no tienes ni la más mínima idea —reclama Lydia sabiendo muy bien hacia donde se dirige esa conversación.—¡No juegues conmigo! —protesta el Detective golpeando la mesa con el puño, sobresaltando a la gente a su alrededor—. Mi hermano te estaba investigando y por eso lo mataste —masculla con una mezcla de dolor y desprecio.—Para ser un Detective tan aclamado parece que es muy fácil engañarte, al igual que muchos creíste esa puesta en escena, pero la verdad es muy diferente —se defiende la mujer que aún ahora lucha por probar su inocencia, pero que por alguna razón siente que debe dejárselo claro a ese hombre.—¿Así que te inculparon? Yo mismo revisé cada detalle de la escena, de las evidencias, todo indicaba que tú eras la responsable —declara Joel que no piensa tragarse esa patética excusa, no tiene ninguna duda de que ella fue la asesina.—Eso es porque la gente que me inculpó saben hacer muy bien su trabajo, hay fuerzas en movimiento que están muy por encima de ti. Quienes manejan los hilos no son los idiotas como Reyes, o siquiera el Presidente, eso es algo que debes tener en cuenta si quieres saber la verdad sobre tu hermano —se atreve a revelar Lydia, aún sabiendo que si lo dirige hacia esos secretos lo pondrá en peligro.—No sé de qué estás hablando, así como no tengo idea de por qué haces lo que haces, solo sé que mi hermano era un buen hombre, y que tú lo mataste —sostiene el Detective sintiendo que ya no pueda soportar seguir viendo a esa mujer libre.—Si eso es lo que piensas de tu hermano, entonces no lo conocías bien, o no estabas al tanto de en lo que estaba metido —confiesa la mujer sabiendo que esas palabras no serán bien recibidas, pero sin soportar la mirada acusadora que él le dedica.—¡No te atrevas a querer manchar su memoria! Conocía muy bien a mi hermano, él era el representaba todo lo bueno de la policía, y jamás deshonraría su placa —declara Joel con los ojos empañados por las lagrimas.—Tienes un largo camino que recorrer para llegar a la verdad, uno que según creo hará que nos volvamos a encontrar —murmura Lydia decidiendo que ya ha pasado mucho tiempo allí y que ha hablado más de lo que es conveniente.—¡Fuego, Fuego! —grita una mujer sentada junto a la pareja al ver las llamas subiendo por el mantel.Al ver una llamarada Joel se lanza hacia atrás sintiendo el calor de las llamas que por poco lo dejan sin cejas, su mente tarda unos segundos tratando de discernir de dónde ha surgido ese repentino incendio que envuelve su mesa. Algo que no tarda en descubrir al sentir el olor del alcohol etílico y notar la ausencia de la pelirroja, una vez más se le ha escapado de las manos, nuevamente le demuestra que va un paso delante de él, aunque no piensa permitir que eso siga así por mucho más tiempo.—Por favor, hazme feliz y dime que lograste conseguirme lo que te pedí —murmura Lydia rodeando con sus brazos el cuello de una policía sentada frente a su escritorio en la Comisaría.—¿Alguna vez te he decepcionado, querida? —cuestiona la mujer de cabello castaño atado en una pulcra coleta con una sonrisa divertida en los labios.—Ni una sola vez, Emma. No miento cuando te digo que te debo la vida —declara la dándole un beso en la mejilla y posando la mirada en la caja de archivos debajo del escritorio.—Usualmente no suelo preguntar qué es lo que piensas hacer, ya que a esta altura considero que cuanto menos sepa mejor para mí. Pero sé que esto es un tema sensible, y no se me ocurre ni una sola razón por la que quieras arriesgarte solo para echarle un ojo a esto —pregunta Emma arrugando la frente como cada vez que intenta entender a su amiga, algo que hasta el momento no ha logrado.—Solo… quiero saber qué es lo que creen saber sobre lo que sucedió esa noche… eso es todo… —murmura L
Tomando una copa de champagne de la bandeja plateada de un atento mesero, Lydia se acerca a un cuadro que retrata a unos antiguos pescadores echando las redes al mar. Le parece ver en el rostro de esos hombres una mezcla de esfuerzo y temor al estar a merced de las impredecibles aguas. Una sensación que le resulta muy familiar, ya que ha sido quizás la más habitual en estos últimos años.—Uno no puede evitar admirarse de la belleza que los artistas han plasmado con estas obras. Aunque al ver a una mujer tan bella, no puedo más que declarar que el mejor artista es sin duda Dios, solo él sería capaz de crear algo tan perfecto —declara un elegante hombre de cabello blanco parándose al lado de la mujer que ha captado su atención desde que la vio llegar a la muestra.—Pues a usted se le puede reconocer que es un artista con las palabras, ya que no creo merecer ese halago, y mucho menos poder compararme con lo que estos artistas han logrado hacer —replica Lydia con una sonrisa juguetona en
Joel observa por enésima vez la puerta de la oficina del Embajador a la que ha sido conducido no muy amablemente después de su desafortunado accidente. Custodiando la salida dos hombres de traje negro le devuelven la mirada con un considerable desprecio, y la verdad es que no podría culparlos, probablemente él haría lo mismo si tuviese que custodiar a un hombre que ha arruinado una invaluable obra.—Esa maldita lo tenía todo planeado, probablemente incluso su historia de aparente inocencia no fue más que un embuste para que bajara la guardia —murmura Joel meneando la cabeza con pesar sabiendo que tendría que haberlo visto venir.Al escuchar el ruido de la puerta abriéndose, Joel gira en la silla viendo a un hombre bajito entrando en el despacho, el cual le da una orden en italiano a los guardias que se retiran con un respetuoso asentimiento de cabeza. Soltando un pesado resoplido el extraño hombre de cabello castaño y abundante bigote se sienta en la silla desocupada, y por unos minut
—¿Son dulces estas frutillas? —pregunta Lydia a una señora de pelo negro que atiende uno de los puestos de la Feria Central.—Sí, muy dulces, solo tiene que ver el rojo brillante que tienen. Pruebe una para comprobarlo —ofrece la vendedora con amabilidad para asegurarse esa venta.—Mmm, sí, son realmente muy ricas, deme un kilo por favor —pide la mujer chupándose la punta de los dedos, saboreando el sabor dulce que aún le dura en el paladar.—Es usted muy bella, ¿Tiene que ver con las frutas? Porque nos compra todas las semanas —pregunta una curiosa niña de unos siete años aprovechando que su madre está ocupada.—Se puede decir que las frutas tienen algo que ver, además del ejercicio, y supongo que un poco de herencia —responde Lydia con una sonrisa amable contemplando a la pequeña que la mira como si le estuviese revelando uno de los secretos del universo.—¿Y cree que yo algún día podré ser tan hermosa como usted? —pregunta la niña abriendo sus ojos marrones con suma atención.—Creo
—¿Va a ordenar algo, señorita? —pregunta una mesera pasando nuevamente por la mesa de la pelirroja.—Un agua sin gas, por favor. Es que estoy esperando a alguien —responde Lydia con una sonrisa vergonzosa al ver su reloj y notar que su compañero lleva más de quince minutos de retraso.Lo único que eso logra es hacerla sentirse nerviosa y vulnerable, sobre todo al saber quien está detrás de ella ahora. Algo por lo que se ha visto obligada a modificar todos sus hábitos, cualquier atisbo de rutina que pueda volverla predecible y por ende presa fácil.Es por esa razón que no ha tenido más remedio que aceptar a Joel como un aliado, cada vez se encuentra más cerca de una guerra, y necesita contar con lo necesario para que su lado no resulte el perdedor. Aunque lo cierto es que el resultado de esa gran batalla no lo conocerá hasta el final, uno al que en verdad teme llegar.—¡Lo siento mucho, tuve algunas complicaciones y se me fue el tiempo! —se disculpa Joel tomando asiento frente a la sed
Lydia observa con ojo critico el desayuno que ha preparado para su visita, una que de haber podido habría evitado tener que contactarla. Pero las circunstancias se vuelven cada vez más adversas, obligándola a recurrir a todo recurso disponible.Ante el sonido del timbre, Lydia toma una gran bocanada de aire dirigiéndose hacia la hacia la entrada, sabiendo que ese reencuentro no resultará facil. Al abrir la puerta, su mente tarda unos segundos en reconocer a la esbelta mujer rubia que luce un abrigo de piel blanco.—¡Yanina, querida, tanto tiempo sin vernos! —exclama Lydia abrazando con una sonrisa que espera no se vea tan falsa como la siente.—¡Diez años, querida! Y si dependiese de mí hubiese preferido que pasara otra década antes de tener que saber de ti —responde la rubia apretando con cierto disgusto sus labios pintados de rojo carmesí.—Tan agradable como te recordaba, veo que algunas cosas no cambian siquiera con el paso del tiempo. Preparé un té blanco, pero quizás te venga m
—¿Encontraste algo? —pregunta Lydia a través del celular mientras cruza la calle apresuradamente.—Sí, aunque no estoy muy segura de qué es lo que hallé. El dinero depositado en esas cuentas fue transferido desde empresas ligadas a la familia Rinaldi —informa Yanina con un tono dubitativo en la voz al parecer estar estudiando aún los datos.—Pues a mí me resulta demasiado claro, el policía estaba en la nómina de Rinaldi, sería un informante o alguien que le hacia el trabajo sucio. No es ninguna sorpresa —declara la pelirroja obligándose a detenerse antes de cruzar ante el bocinazo furioso de un auto que tiene luz verde para avanzar.—Sé que eso no es nada extraño, pero lo que me llama la atención es que no hubo ningún intento de ocultar esa relación. Usualmente la mafia es muy cuidadosa de no dejar rastros de sus sobornos —indica la rubia sabiendo bien de lo que habla al haberse infiltrado en más de una ocasión en familias de mafiosos.—¿Intentas decirme que alguien pudo haber tratado
Al llegar a un motel a unos diez kilómetros de la ciudad, Joel detiene el auto, en el camino esperaba poder entablar una conversación que le brindara más información sobre la identidad de su nueva compañera. Pero cada uno de sus intentos por charlar terminaron en un rotundo fracaso con respuesta monosílabas.—No traigo un micrófono de la policía para grabar nuestras conversaciones si es lo que te preocupa —murmura el Detective bajando del vehículo, cansado de tanto silencio y evasión.—Ya lo habría notado si lo llevaras, no puedes esperar que te cuente todo de mi vida después de que casi me arrestan por haberte confiado la información sobre tu hermano —plantea Lydia siguiendo a su compañero hacia la recepción del motel para pedir una habitación.—¿Piensas seguir reclamándome eso? Creí que a esta altura ya estaría redimido, he salvado la vida, mujer —protesta Joel mirándola con asombro, ya que creía haber superado ese percance.—No soy alguien que decida confiar con frecuencia, y cuand