Tomando una copa de champagne de la bandeja plateada de un atento mesero, Lydia se acerca a un cuadro que retrata a unos antiguos pescadores echando las redes al mar. Le parece ver en el rostro de esos hombres una mezcla de esfuerzo y temor al estar a merced de las impredecibles aguas. Una sensación que le resulta muy familiar, ya que ha sido quizás la más habitual en estos últimos años.
—Uno no puede evitar admirarse de la belleza que los artistas han plasmado con estas obras. Aunque al ver a una mujer tan bella, no puedo más que declarar que el mejor artista es sin duda Dios, solo él sería capaz de crear algo tan perfecto —declara un elegante hombre de cabello blanco parándose al lado de la mujer que ha captado su atención desde que la vio llegar a la muestra.—Pues a usted se le puede reconocer que es un artista con las palabras, ya que no creo merecer ese halago, y mucho menos poder compararme con lo que estos artistas han logrado hacer —replica Lydia con una sonrisa juguetona en los labios, sin quitar la mirada del cuadro.—Mi lema es que a la verdad siempre hay que decirla, y más cuando representa un reconocimiento para la persona junto a la que estoy. Así que puede creer cuando le digo que por poco consideraría agregarla a esta exhibición para que todas puedan admirarla —declara el hombre dispuesto a hacerse con esa conquista, sacando de su arsenal sus mejores halagos.—Sería un crimen opacar de esa manera esta hermosa muestra, sobre todo cuando la Embajada se ha esforzado tanto en reunir todo este invaluable arte —comenta la mujer aún con la vista en la pintura para seguir aumentando el interés del hombre.—Pues debo confesar que he tenido mucho que ver en que esto haya sido posible, gran parte de las obras son parte de mi colección privada —indica el galán con una sonrisa de puro orgullo esperando que eso cautive el interés de la mujer.—¿Eso es verdad o solo está intentando impresionarme? —pregunta Lydia con cierta desconfianza dándole finalmente a su compañero el gusto de fijar su mirada en él.—Es verdad, aunque eso no quiere decir que no esté intentando impresionarla. De hecho, tengo muchas obras de arte que darían envidia a los más grandes coleccionistas del mundo, incluso puedo mostrártelas si me brindas la oportunidad —ofrece el hombre con el deseo ardiendo en sus ojos, ya que luego espera poder disfrutar de la obra de arte que es el cuerpo de esa mujer.—¿Acaso estoy hablando con un reconocido amante del arte y no me he dado cuenta? —interroga la mujer arrugando la frente como si desconociera su identidad.—Amante del arte, de la belleza, de la verdad. Soy José Vega, un simple buscador de todo lo bello que la vida es capaz de brindarnos —declara el magnate con una media sonrisa esperando que la mención de su nombre sea suficiente para terminar de asegurarse la compañía de esa belleza.—¿Así que estoy ante el nombrado hilador de historias? Ahora sé que realmente debo cuidarme de su habilidad con las palabras —murmura Lydia manteniendo una sonrisa juguetona en los labios viendo en la mirada de su compañero como su ego se siente conforme con el reconocimiento que le brinda.—No sé si realmente soy tan famoso, y ese apodo solo habla de una parte de mí, tengo mucho más que brindar que solo historias y noticias —susurra José al oído de la mujer siendo capaz de oler el dulce aroma a jazmines que el perfume de ella desprende.—Creo que no debo dudar de eso, y si bien no puedo negar que me despierta cierta curiosidad, debo confesar que me pregunto si debiese temer también a lo que podría llegar a descubrir —responde la mujer con cierta picardía mirando de reojo al hombre que se dirige hacia ellos.—Aunque me gustaría disipar ese temor, creo que el misterio es un buen aliado del hombre —declara el hombre seguro de que tiene a la mujer justo donde la quiere.—La verdad es que el misterio siempre ha sido mi debilidad, simplemente no puedo negarme descubrir lo que está oculto a simple vista. Aunque me temo que aún necesito un poco más de ayuda del alcohol para sentirme con el valor para hacerlo —señala Lydia levantando su copa vacía torciendo la boca en una mueca vergonzosa.—Es algo que se puede solucionar rápidamente —asegura José tomando la copa vacía y dirigiéndose en busca de algún mesero que le ayude a terminar con su conquista.Al ver al magnate separándose de la seductora, Joel siente el impulso de advertirle sobre la verdadera identidad de esa mujer, pero el temor de que ella pueda aprovechar esa oportunidad para escabullirse lo hace resignarse. Por lo que lo deja pasar a su lado y decide ir a confrontarla, esperando ser capaz de sacarla de ese lugar sin provocar un escandalo, lo cual parece algo bastante difícil de hacer, pero que piensa lograr de alguna manera.—Me han dicho más de una vez que soy alguien entrañable, pero no creí que tú fueras a echarme de menos —declara la mujer con una sonrisa burlona en los labios al ver al Detective parándose a su lado.—¡Puedes ahorrarte tus jueguitos para esos idiotas de ego inflado, la única razón por la que estoy aquí es para llevarte ante la justicia por los crímenes que has cometido! —replica Joel con un tono frío, sin estar dispuesto a ser manipulado por ella.—Estás demasiado tenso, deberías calmarte antes de que te de algo. Creí que tu trabajo era llevarme ante Reyes —señala Lydia arqueando una ceja con cierta curiosidad, tratando de determinar que tan lejos está determinado a llegar ese hombre para lograr atraparla.—Eso fue antes de que supiera que eras la asesina de mi hermano, te entregaré a mi padre quien sé que se encargará de que recibas lo que te mereces —declara el Detective haciendo un gran esfuerzo para obligarse a mantener el control de sus emociones que amenazan con desbordarlo.—Entregarme al sistema corrupto al que llama Justicia, sería mi declaración de muerte. Estaría muerta mucho antes de que pudiese llegar a un juicio, conozco demasiado sobre el mundo oculto que controla los hilos de esta nación —plantea la mujer apretando los labios con seriedad, sabiendo que la única razón por la que aún está respirando es que ha sabido como cuidarse.—Supongo que alguien como tú ha cosechado una buena cantidad de enemigos, pero si lo que quieres es darme lástima, puedes tener por seguro que no lo lograrás —asegura Joel aunque no puede evitar distinguir en la mirada de ella cierta sombra de verdad en lo que le dice.—Uno no vive de la lástima de los demás, Detective. Sino de saber luchar, y en mi caso… incluso esconderte, no hago lo que hago por diversión, sino porque es lo que debo hacer para limpiar mi nombre y ser capaz algún día de dar la cara al mundo sin temer a que me maten o encierren —confiesa Lydia con mucha más franqueza de la que estaría dispuesta a demostrar normalmente. Joel la observa por un momento en absoluto silencio, como si estuviese midiendo sus palabras. Sintiendo que algo en su interior quiere creer en su inocencia, pero por otro lado está el deseo de poner fin a su búsqueda de la persona que asesinó a su hermano, incluso cuando esa persona es la que ha sido capaz de hacerlo sentir vivo en mucho tiempo.—Si eres inocente… algo que dudo mucho, seré yo mismo quien se encargue de dejarte en libertad y descubrir lo que realmente sucedió —declara el Detective sintiendo una especie de lucha interior por tomar la decisión de lo que hará con ella.—Eres demasiado ingenuo para tu propio bien, si sigues así no durarás mucho en mi mundo —murmura la pelirroja con cierta trsiteza retrocediendo unos pasos dando la espalda al cuadro.Queriendo poner fin a eso, y sobre todo al sentimiento de vulnerabilidad que se apodera de él ante el remolino de sensaciones y sentimientos que esa mujer es capaz de despertar en él. El Detective avanza hacia ella sin quitarle los ojos de encima para no perderla de vista, sin embargo sus pies se enredan con algún objeto haciéndolo tropezar y derramar la copa de vino que lleva en la mano sobre el cuadro cuando la seductora se hace a un lado con suma habilidad.—¡Oh, por Dios, este hombre ha arruinado la pintura! ¡Que alguien haga algo! —grita una mujer horrorizada al ver el liquido violeta siendo absorbido por el lienzo.Joel intenta explicar que ha sido un accidente, aun cuando no tiene idea de cómo fue capaz de tal torpeza, o al menos hasta que baja la mirada y ve un zapato de tacón plateado volteado en el piso. A pesar de saber lo que eso significa voltea la mirada para cerciorarse de que la seductora ya no se encuentra allí, sin que él se percatara ella le dejó ese zapato para hacerlo tropezar y meterlo en ese lío, uno lo suficientemente grave para evitar que él pueda salir en su persecución. Tal y como ella le advirtió, cometió el error de subestimarla.Joel observa por enésima vez la puerta de la oficina del Embajador a la que ha sido conducido no muy amablemente después de su desafortunado accidente. Custodiando la salida dos hombres de traje negro le devuelven la mirada con un considerable desprecio, y la verdad es que no podría culparlos, probablemente él haría lo mismo si tuviese que custodiar a un hombre que ha arruinado una invaluable obra.—Esa maldita lo tenía todo planeado, probablemente incluso su historia de aparente inocencia no fue más que un embuste para que bajara la guardia —murmura Joel meneando la cabeza con pesar sabiendo que tendría que haberlo visto venir.Al escuchar el ruido de la puerta abriéndose, Joel gira en la silla viendo a un hombre bajito entrando en el despacho, el cual le da una orden en italiano a los guardias que se retiran con un respetuoso asentimiento de cabeza. Soltando un pesado resoplido el extraño hombre de cabello castaño y abundante bigote se sienta en la silla desocupada, y por unos minut
—¿Son dulces estas frutillas? —pregunta Lydia a una señora de pelo negro que atiende uno de los puestos de la Feria Central.—Sí, muy dulces, solo tiene que ver el rojo brillante que tienen. Pruebe una para comprobarlo —ofrece la vendedora con amabilidad para asegurarse esa venta.—Mmm, sí, son realmente muy ricas, deme un kilo por favor —pide la mujer chupándose la punta de los dedos, saboreando el sabor dulce que aún le dura en el paladar.—Es usted muy bella, ¿Tiene que ver con las frutas? Porque nos compra todas las semanas —pregunta una curiosa niña de unos siete años aprovechando que su madre está ocupada.—Se puede decir que las frutas tienen algo que ver, además del ejercicio, y supongo que un poco de herencia —responde Lydia con una sonrisa amable contemplando a la pequeña que la mira como si le estuviese revelando uno de los secretos del universo.—¿Y cree que yo algún día podré ser tan hermosa como usted? —pregunta la niña abriendo sus ojos marrones con suma atención.—Creo
—¿Va a ordenar algo, señorita? —pregunta una mesera pasando nuevamente por la mesa de la pelirroja.—Un agua sin gas, por favor. Es que estoy esperando a alguien —responde Lydia con una sonrisa vergonzosa al ver su reloj y notar que su compañero lleva más de quince minutos de retraso.Lo único que eso logra es hacerla sentirse nerviosa y vulnerable, sobre todo al saber quien está detrás de ella ahora. Algo por lo que se ha visto obligada a modificar todos sus hábitos, cualquier atisbo de rutina que pueda volverla predecible y por ende presa fácil.Es por esa razón que no ha tenido más remedio que aceptar a Joel como un aliado, cada vez se encuentra más cerca de una guerra, y necesita contar con lo necesario para que su lado no resulte el perdedor. Aunque lo cierto es que el resultado de esa gran batalla no lo conocerá hasta el final, uno al que en verdad teme llegar.—¡Lo siento mucho, tuve algunas complicaciones y se me fue el tiempo! —se disculpa Joel tomando asiento frente a la sed
Lydia observa con ojo critico el desayuno que ha preparado para su visita, una que de haber podido habría evitado tener que contactarla. Pero las circunstancias se vuelven cada vez más adversas, obligándola a recurrir a todo recurso disponible.Ante el sonido del timbre, Lydia toma una gran bocanada de aire dirigiéndose hacia la hacia la entrada, sabiendo que ese reencuentro no resultará facil. Al abrir la puerta, su mente tarda unos segundos en reconocer a la esbelta mujer rubia que luce un abrigo de piel blanco.—¡Yanina, querida, tanto tiempo sin vernos! —exclama Lydia abrazando con una sonrisa que espera no se vea tan falsa como la siente.—¡Diez años, querida! Y si dependiese de mí hubiese preferido que pasara otra década antes de tener que saber de ti —responde la rubia apretando con cierto disgusto sus labios pintados de rojo carmesí.—Tan agradable como te recordaba, veo que algunas cosas no cambian siquiera con el paso del tiempo. Preparé un té blanco, pero quizás te venga m
—¿Encontraste algo? —pregunta Lydia a través del celular mientras cruza la calle apresuradamente.—Sí, aunque no estoy muy segura de qué es lo que hallé. El dinero depositado en esas cuentas fue transferido desde empresas ligadas a la familia Rinaldi —informa Yanina con un tono dubitativo en la voz al parecer estar estudiando aún los datos.—Pues a mí me resulta demasiado claro, el policía estaba en la nómina de Rinaldi, sería un informante o alguien que le hacia el trabajo sucio. No es ninguna sorpresa —declara la pelirroja obligándose a detenerse antes de cruzar ante el bocinazo furioso de un auto que tiene luz verde para avanzar.—Sé que eso no es nada extraño, pero lo que me llama la atención es que no hubo ningún intento de ocultar esa relación. Usualmente la mafia es muy cuidadosa de no dejar rastros de sus sobornos —indica la rubia sabiendo bien de lo que habla al haberse infiltrado en más de una ocasión en familias de mafiosos.—¿Intentas decirme que alguien pudo haber tratado
Al llegar a un motel a unos diez kilómetros de la ciudad, Joel detiene el auto, en el camino esperaba poder entablar una conversación que le brindara más información sobre la identidad de su nueva compañera. Pero cada uno de sus intentos por charlar terminaron en un rotundo fracaso con respuesta monosílabas.—No traigo un micrófono de la policía para grabar nuestras conversaciones si es lo que te preocupa —murmura el Detective bajando del vehículo, cansado de tanto silencio y evasión.—Ya lo habría notado si lo llevaras, no puedes esperar que te cuente todo de mi vida después de que casi me arrestan por haberte confiado la información sobre tu hermano —plantea Lydia siguiendo a su compañero hacia la recepción del motel para pedir una habitación.—¿Piensas seguir reclamándome eso? Creí que a esta altura ya estaría redimido, he salvado la vida, mujer —protesta Joel mirándola con asombro, ya que creía haber superado ese percance.—No soy alguien que decida confiar con frecuencia, y cuand
—Espero que una parrilla al costado de la ruta no te parezca poca cosa para ti —murmura Joel sentado a la mesa para dos en la parte exterior del local.—A esta altura comienzo a creer que te has hecho una imagen de mí que está muy lejos de dar en el blanco —replica Lydia sirviéndose un pedazo de carne de la tabla que le han traído.—¿En verdad? Estoy seguro de que no eres una mujer simple, una que pueda ser feliz con poco, sino mas bien una que está acostumbrada a los lujos, o mejor dicho a considerarlo como parte esencial de su vida —declara el Detective, consciente que está entrando en terreno pantanoso, pero esperando poder conseguir más información sobre ella al alterarla.—¿Intentas decir que soy una mujer superficial y materialista? Deberías ser menos directo en nuestra primera comida juntos —protesta la pelirroja tratando de ocultar el disgusto de ser tildada de esa manera.—Lo sería si fueses más comunicativa, pero al no serlo, no me dejas más opción que recurrir a mi poder de
—¿Cómo demonios nos encontró? Creí que habías dicho que no estaba enterado de que habíamos huido —reclama Lydia mirando el pequeño batallón que ha venido por ellos dos. —No lo sabía, me llamó solo porque hallaron mi auto chocado, y estaba preo… —Joel se interrumpe al comprender el motivo de la llamada, sintiéndose el idiota más grande del mundo cierra los puños con rabia. —Fingió ser un padre preocupado para poder triangular tu ubicación, y se supone que soy yo la manipuladora —murmura la pelirroja reemplazando su enojo por cierta empatía por su compañero que fue engañado de esa manera tan baja. —Es increíble que me haya hecho esto —protesta Joel meneando la cabeza con frustración. —¡Increíble sería lograr escapar, así deja tu decepción fraternal para otro momento y piensa en una estrategia para salir de aquí! —plantea Lydia apartándose de la ventana y comenzando a poner la ropa que compró en un pequeño bolso. —La triangulación le ha dicho que estamos aquí, pero para saber la habi