—Por favor, hazme feliz y dime que lograste conseguirme lo que te pedí —murmura Lydia rodeando con sus brazos el cuello de una policía sentada frente a su escritorio en la Comisaría.
—¿Alguna vez te he decepcionado, querida? —cuestiona la mujer de cabello castaño atado en una pulcra coleta con una sonrisa divertida en los labios.—Ni una sola vez, Emma. No miento cuando te digo que te debo la vida —declara la dándole un beso en la mejilla y posando la mirada en la caja de archivos debajo del escritorio.—Usualmente no suelo preguntar qué es lo que piensas hacer, ya que a esta altura considero que cuanto menos sepa mejor para mí. Pero sé que esto es un tema sensible, y no se me ocurre ni una sola razón por la que quieras arriesgarte solo para echarle un ojo a esto —pregunta Emma arrugando la frente como cada vez que intenta entender a su amiga, algo que hasta el momento no ha logrado.—Solo… quiero saber qué es lo que creen saber sobre lo que sucedió esa noche… eso es todo… —murmura Lydia esperando tener el valor para poder abrir esa caja que la inculpa de ser una asesina a sangre fría.—¿Y por qué eso te preocupa ahora? Hasta el momento nunca te ha importado lo que la Policía creyese sobre ti —señala la amiga sabiendo que esos archivos podrían llevar a que las rastreen e identifiquen.—Aún hay respuestas que incluso yo ignoro, quisieron hacerme caer, me tendieron una trampa que no vi venir, y quiero saber por qué —plantea la pelirroja que se ha visto en la necesidad de convertirse en la seductora para conseguir la verdad.—¿Es solo eso? Te conozco lo suficiente como para saber cuando no me estás diciendo toda la verdad —reclama Emma mirándola con cierta severidad, queriendo asegurarse de que su amiga no esté tomando riesgos innecesarios.—Reyes contrató para seguirme al hermano del policía que murió esa noche, cuando supo quién era yo pude ver en sus ojos un odio tan profundo que fue casi como recibir una puñalada. He hecho cosas en mi vida que pueden hacerme merecedora de odio, pero asesinar a ese hombre no es una de ellas —confiesa Lydia pudiendo recordar el peso de esa mirada incluso ahora.—¿Me estás diciendo que te importa lo que el sabueso de una de tus victimas crea de ti? Eso es algo nuevo sin duda —plantea la policia arqueando una ceja al parecerle algo totalmente extraño.—Pues sí, cuando él aún ignoraba mi identidad, por un momento fue capaz de sacarme de mi mundo, por un instante llegue a sentir que era una persona normal, una que podía aspira a una vida simple y normal —susurra la pelirroja soltando un suspiro de cansancio al saber que eso es casi una ilusión para alguien como ella.—Oh, amiga. Sabes que te entiendo muy bien, y sé que en algún momento podrás librarte de todos esos demonios que te persiguen. Pero sabes muy bien que aún no es momento de darte el lujo de bajar la guardia, y mucho menos con alguien que tiene tantas razones para entregarte —advierte Emma que si bien le gustaría alentar a su compañera de buscar algo de normalidad en su vida, sabe bien que no es algo posible.—Pensar que hay tantas mujeres que sueñan con tener una vida de emociones, persecuciones, de adrenalina, y yo solo deseo tener las vidas ordinarias que ellas desprecian tanto —confiesa Lydia con un dejo de tristeza en el rostro, una más aguda de lo que cree al provocar que su amiga le apriete con fuerza la mano en señal de contención.La pelirroja agradece a la vida una vez más por haberle puesto a una amiga como Emma a su lado, probablemente la amistad entre ellas es lo único real que ha vivido durante toda su existencia. Desde el momento en el que tuvo uso de conciencia fue entrenada para ser una farsante, para desempeñar el papel que su misión le exigía, de hecho hay veces en la que ni siquiera está segura de quién es en realidad.Sin embargo, espera que al menos descubrir la verdad sobre el hecho de que la organización a la que pertenecía le volviera la espalda, pueda ayudarla a descubrir más sobre ella misma, quizás incluso su verdadero nombre y a la familia que jamás conoció. Al mirar hacia la entrada de la Comisaría decidiendo que ya es hora de marcharse todo su cuerpo se alarma, con un movimiento rápido se agacha escondiéndose debajo del escritorio.—¿Qué demonios haces? Sabes que no tienes que llamar la atención aquí —interroga la policía entre dientes, preguntándose qué le ha picado a su amiga.—Él acaba de entrar, no puede verme aquí —susurra la pelirroja encogiendo el cuerpo tanto como le es posible para no ser descubierta, es experta en escapes, pero salir de esa Comisaría si es señalada como asesina de un policía podría ser sin duda algo desafiante.—¿Él? ¿Hablas del hijo del Comisario? —pregunta Emma mirando con disimulo hacia la entrada.—¿Es el hijo del Comisario? —repite la pelirroja haciéndose casi un ovillo al ver que sus posibilidades de escapar se vuelven cada vez más improbables.—Sí, uno de ellos, el otro fue asesi… —con el rostro pálido al atar cabos, la policía baja la mirada cargada de temor para mirar a su amiga, a pesar de conocer la historia de esa noche, no se había molestado en conocer la identidad del agente muerto.—Sí, lo sé, se ve mal. ¿Pero tuvo que elegir justamente este momento para hacerle una visita a su padre? —protesta Lydia mordiéndose el labio con nerviosismo, creía estar coincidiendo con él porque así lo deseaba, sin embargo parece que hay algo más que los lleva a toparse el uno con el otro.—No creo que haya venido a verlo a él, por lo que oído no se llevan muy bien desde que le dieron la baja de la fuerza —murmura Emma sin perder de vista al visitante que se pasea entre los distintos escritorios.—¿La baja? ¿Por qué le dieron la baja? —interroga la pelirroja frunciendo el ceño con curiosidad, no pudiendo imaginar una razón para que eso haya ocurrido.—Estaba obsesionado con hallar a la asesina de su hermano, incluso cuando cerraron la investigación él siguió adelante. Para conseguir información llegó a meterse en círculos pocos convencionales, así que el Comisario pidió su baja, supongo que no quería arriesgarse a perder a su otro hijo —relata la policía que recuerda que esos no fueron tiempos muy buenos en ese lugar.—Y supongo que ahora que cree haberla encontrado viene por refuerzos.. —susurra Lydia siendo consciente de que no es solo su vida la que se arruinó esa noche, al igual que ella, ese Detective se fue sumiendo en las profundas aguas de la supervivencia.—¡Disculpe, Agente, estoy buscando a Ulises Ramos! ¿Sabe dónde podría encontrarlo? Necesito hablar con él —consulta Joel parándose junto al escritorio de Emma.—Si no se encuentra en su puesto debe de haber respondido a algún código, es la secretaria quien podría darle información más precisa —responde la Policía sintiendo un nudo en el estomago al ver la mirada del hombre recorriendo todo su escritorio.—Gracias, supongo que no me quedará más remedio que esperarlo. ¿Revisando casos viejos? —pregunta el Detective señalando con el dedo índice la caja de archivos.—Sí, un viejo caso que tiene similitudes con uno de los que estamos procesando —miente Emma sintiendo que cada vez le cuesta más trabajo respirar, aunque tratando de disimular su nerviosismo.Desde abajo del escritorio, Lydia mantiene la palma de la mano sobre su boca, como si temiese que su respiración pudiese llegar a delatar su presencia. Aunque lo cierto es que si él llega a reconocer que esa caja es la que contiene los archivos sobre la muerte de su hermano, no tardaría mucho en atar cabos, y en ese caso no le quedaría más remedio que luchar contra él.—En ese caso podría ayudarte, conozco todos los casos antiguos de esta seccional. Aunque nunca he sido capaz de reconocer los casos por el numero de referencia —se ofrece Joel comenzando a rodear el escritorio para destapar la caja y distraerse entre tanto que espera a su primo.Lydia siente la adrenalina corriendo por todo su cuerpo, preparándola para el inminente enfrentamiento, al menos tiene como ventaja el factor sorpresa. Él ni siquiera se verá venir el golpe, y en cuanto logre derribarlo deberá correr hacia la salida tan rápido como le sea posible, antes de que los demás sean capaces de reaccionar. —¡Siempre husmeando, deberías hacerte tratar! —exclama un joven agente de pelo corto entrando en la Comisaría con una expresión divertida.—¡Y tú haciéndote el héroe en la calle, de seguro tu ego ha venido más inflado, al menos si fuese posible agrandarse más! —replica Joel girando sobre sus talones para encontrarse con su primo.La pelirroja suelta un largo suspiro de alivio echando la cabeza hacia atrás, eso sin duda ha estado demasiado cerca. Puede que su amiga tenga razón y esté siendo descuidada, arriesgándose por algo que no lo merece, aunque la verdad es que aún sigue queriendo demostrar su inocencia, no solo al mundo, sino también a Joel.Tomando una copa de champagne de la bandeja plateada de un atento mesero, Lydia se acerca a un cuadro que retrata a unos antiguos pescadores echando las redes al mar. Le parece ver en el rostro de esos hombres una mezcla de esfuerzo y temor al estar a merced de las impredecibles aguas. Una sensación que le resulta muy familiar, ya que ha sido quizás la más habitual en estos últimos años.—Uno no puede evitar admirarse de la belleza que los artistas han plasmado con estas obras. Aunque al ver a una mujer tan bella, no puedo más que declarar que el mejor artista es sin duda Dios, solo él sería capaz de crear algo tan perfecto —declara un elegante hombre de cabello blanco parándose al lado de la mujer que ha captado su atención desde que la vio llegar a la muestra.—Pues a usted se le puede reconocer que es un artista con las palabras, ya que no creo merecer ese halago, y mucho menos poder compararme con lo que estos artistas han logrado hacer —replica Lydia con una sonrisa juguetona en
Joel observa por enésima vez la puerta de la oficina del Embajador a la que ha sido conducido no muy amablemente después de su desafortunado accidente. Custodiando la salida dos hombres de traje negro le devuelven la mirada con un considerable desprecio, y la verdad es que no podría culparlos, probablemente él haría lo mismo si tuviese que custodiar a un hombre que ha arruinado una invaluable obra.—Esa maldita lo tenía todo planeado, probablemente incluso su historia de aparente inocencia no fue más que un embuste para que bajara la guardia —murmura Joel meneando la cabeza con pesar sabiendo que tendría que haberlo visto venir.Al escuchar el ruido de la puerta abriéndose, Joel gira en la silla viendo a un hombre bajito entrando en el despacho, el cual le da una orden en italiano a los guardias que se retiran con un respetuoso asentimiento de cabeza. Soltando un pesado resoplido el extraño hombre de cabello castaño y abundante bigote se sienta en la silla desocupada, y por unos minut
—¿Son dulces estas frutillas? —pregunta Lydia a una señora de pelo negro que atiende uno de los puestos de la Feria Central.—Sí, muy dulces, solo tiene que ver el rojo brillante que tienen. Pruebe una para comprobarlo —ofrece la vendedora con amabilidad para asegurarse esa venta.—Mmm, sí, son realmente muy ricas, deme un kilo por favor —pide la mujer chupándose la punta de los dedos, saboreando el sabor dulce que aún le dura en el paladar.—Es usted muy bella, ¿Tiene que ver con las frutas? Porque nos compra todas las semanas —pregunta una curiosa niña de unos siete años aprovechando que su madre está ocupada.—Se puede decir que las frutas tienen algo que ver, además del ejercicio, y supongo que un poco de herencia —responde Lydia con una sonrisa amable contemplando a la pequeña que la mira como si le estuviese revelando uno de los secretos del universo.—¿Y cree que yo algún día podré ser tan hermosa como usted? —pregunta la niña abriendo sus ojos marrones con suma atención.—Creo
—¿Va a ordenar algo, señorita? —pregunta una mesera pasando nuevamente por la mesa de la pelirroja.—Un agua sin gas, por favor. Es que estoy esperando a alguien —responde Lydia con una sonrisa vergonzosa al ver su reloj y notar que su compañero lleva más de quince minutos de retraso.Lo único que eso logra es hacerla sentirse nerviosa y vulnerable, sobre todo al saber quien está detrás de ella ahora. Algo por lo que se ha visto obligada a modificar todos sus hábitos, cualquier atisbo de rutina que pueda volverla predecible y por ende presa fácil.Es por esa razón que no ha tenido más remedio que aceptar a Joel como un aliado, cada vez se encuentra más cerca de una guerra, y necesita contar con lo necesario para que su lado no resulte el perdedor. Aunque lo cierto es que el resultado de esa gran batalla no lo conocerá hasta el final, uno al que en verdad teme llegar.—¡Lo siento mucho, tuve algunas complicaciones y se me fue el tiempo! —se disculpa Joel tomando asiento frente a la sed
Lydia observa con ojo critico el desayuno que ha preparado para su visita, una que de haber podido habría evitado tener que contactarla. Pero las circunstancias se vuelven cada vez más adversas, obligándola a recurrir a todo recurso disponible.Ante el sonido del timbre, Lydia toma una gran bocanada de aire dirigiéndose hacia la hacia la entrada, sabiendo que ese reencuentro no resultará facil. Al abrir la puerta, su mente tarda unos segundos en reconocer a la esbelta mujer rubia que luce un abrigo de piel blanco.—¡Yanina, querida, tanto tiempo sin vernos! —exclama Lydia abrazando con una sonrisa que espera no se vea tan falsa como la siente.—¡Diez años, querida! Y si dependiese de mí hubiese preferido que pasara otra década antes de tener que saber de ti —responde la rubia apretando con cierto disgusto sus labios pintados de rojo carmesí.—Tan agradable como te recordaba, veo que algunas cosas no cambian siquiera con el paso del tiempo. Preparé un té blanco, pero quizás te venga m
—¿Encontraste algo? —pregunta Lydia a través del celular mientras cruza la calle apresuradamente.—Sí, aunque no estoy muy segura de qué es lo que hallé. El dinero depositado en esas cuentas fue transferido desde empresas ligadas a la familia Rinaldi —informa Yanina con un tono dubitativo en la voz al parecer estar estudiando aún los datos.—Pues a mí me resulta demasiado claro, el policía estaba en la nómina de Rinaldi, sería un informante o alguien que le hacia el trabajo sucio. No es ninguna sorpresa —declara la pelirroja obligándose a detenerse antes de cruzar ante el bocinazo furioso de un auto que tiene luz verde para avanzar.—Sé que eso no es nada extraño, pero lo que me llama la atención es que no hubo ningún intento de ocultar esa relación. Usualmente la mafia es muy cuidadosa de no dejar rastros de sus sobornos —indica la rubia sabiendo bien de lo que habla al haberse infiltrado en más de una ocasión en familias de mafiosos.—¿Intentas decirme que alguien pudo haber tratado
Al llegar a un motel a unos diez kilómetros de la ciudad, Joel detiene el auto, en el camino esperaba poder entablar una conversación que le brindara más información sobre la identidad de su nueva compañera. Pero cada uno de sus intentos por charlar terminaron en un rotundo fracaso con respuesta monosílabas.—No traigo un micrófono de la policía para grabar nuestras conversaciones si es lo que te preocupa —murmura el Detective bajando del vehículo, cansado de tanto silencio y evasión.—Ya lo habría notado si lo llevaras, no puedes esperar que te cuente todo de mi vida después de que casi me arrestan por haberte confiado la información sobre tu hermano —plantea Lydia siguiendo a su compañero hacia la recepción del motel para pedir una habitación.—¿Piensas seguir reclamándome eso? Creí que a esta altura ya estaría redimido, he salvado la vida, mujer —protesta Joel mirándola con asombro, ya que creía haber superado ese percance.—No soy alguien que decida confiar con frecuencia, y cuand
—Espero que una parrilla al costado de la ruta no te parezca poca cosa para ti —murmura Joel sentado a la mesa para dos en la parte exterior del local.—A esta altura comienzo a creer que te has hecho una imagen de mí que está muy lejos de dar en el blanco —replica Lydia sirviéndose un pedazo de carne de la tabla que le han traído.—¿En verdad? Estoy seguro de que no eres una mujer simple, una que pueda ser feliz con poco, sino mas bien una que está acostumbrada a los lujos, o mejor dicho a considerarlo como parte esencial de su vida —declara el Detective, consciente que está entrando en terreno pantanoso, pero esperando poder conseguir más información sobre ella al alterarla.—¿Intentas decir que soy una mujer superficial y materialista? Deberías ser menos directo en nuestra primera comida juntos —protesta la pelirroja tratando de ocultar el disgusto de ser tildada de esa manera.—Lo sería si fueses más comunicativa, pero al no serlo, no me dejas más opción que recurrir a mi poder de