Las puertas del ascensor del exclusivo Hotel Be Hollywood se abren al llegar al quinto piso del hotel, revelando a una apasionada pareja besándose con ardiente deseo, un espectáculo que por suerte para ellos no tiene ningún espectador inesperado. Aunque si lo tuviesen probablemente no se percatarían.
—Puede que sea el momento de continuar en la habitación, ¿No crees? —murmura la atractiva pelirroja al sentir la mano de su acompañante intentando pasar por debajo de su vestido verde esmeralda.—Sí, tienes razón, es solo que no pude evitar dejarme llevar, todo en ti me… enciende… de una manera que ni te imaginas —comenta el galán de cabello grisáceo que se obliga a hacer un esfuerzo casi sobrehumano para resistir el deseo de desvestir a esa bella mujer allí mismo.—Supongo que eso significa que tendremos una noche muy divertida —murmura la mujer con una sonrisa juguetona en los labios, la cual parece lograr excitar aún más a su compañero.Al entrar en la lujosa habitación el hombre intenta continuar con lo que tuvieron que interrumpir en el ascensor sin querer perder siquiera un minuto. Pudiendo pensar solo en la increíble noche que pasará junto a esa mujer que desde que la vio en la discoteca supo que debía llevarla a la cama con él.—¿Por qué la prisa, cariño? ¿Acaso no tenemos toda la noche? —interroga la pelirroja arqueando una ceja con cierto reclamo.—La tenemos, pero considero que hay que aprovechar mientras el fuego está ardiendo —responde el hombre que no está acostumbrado a que le digan que no o que le pongan freno, y mucho menos en una situación como esa.—Resulta aún mejor cuando se alimenta el fuego, no sea cosa que se apague demasiado rápido —susurra la mujer al oído de su compañero, terminando sus palabras con un suave beso en el cuello que lo hace estremecer de placer.El hombre se muerde el labio con cierta indecisión, por un lado desea arrebatarle la ropa y cargarla hasta la cama sea que esté de acuerdo o no, ya que la ha traído hasta allí solo con ese objetivo. Pero al notar en la mirada de ella el brillo de alguien a quien le gusta jugar, decide cederle el control, pues esas suelen ser las que dan las noches memorables que tanto le gusta compartir luego con sus colegas.—¿Así que eres una gatita juguetona? Vuelves las cosas cada vez más excitantes —murmura el hombre viendo a su compañera comenzando a desprenderle los botones de la camisa con suavidad mientras lo mira mordiéndose el labio inferior.—Espero que eso no resulte un problema, sé que a algunos hombres puede llegar a intimidarlos un poco no tener el control —señala la pelirroja pasando su dedo índice por el pecho y el vientre algo prominente de él que parece sentir que se prende fuego por dentro.—Claro que no, preciosa, sé que disfrutaré mucho de esto. Incluso puede que no estemos juntos solo esta noche —asegura el hombre dejándose empujar hacia la cama en donde la pelirroja se encarga de sacarle el calzado y el jean dejando solo con su bóxer negro.—¿Acaso es eso alguna especie de propuesta? —sostiene la mujer sacando una par de esposas de su cartera y esposándolo al respaldar de la cama dándole un beso en los labios y bajando lentamente a través de su pecho y deteniéndose justo en el elástico del bóxer.—Soy un hombre con influencia, puedo conseguirte todo lo que puedas desear, y solo pido que tengamos estas noches de placer —ruega el tipo sintiendo la excitación en su entrepierna, ilusionándose de poder tener un juguete nuevo.—No sé si me sentiría muy cómoda con eso, no quiero sentirme como una especie de trabajadora sexual —murmura la pelirroja con expresión dubitativa en el rostro.—No lo serías, es solo la ventaja de tener a un amigo poderoso, y puedo asegurarte que muy pocos están por encima de mí —asegura el hombre que lo único que desea es que esa mujer continúe con lo que empezó.—Pareces estar muy seguro de ti mismo, Martin. Ser tan confiado puede llegar a ser muy peligroso —murmura la mujer con una sonrisa divertida parándose al lado de la cama con expresión de triunfo.—No recuerdo haberte dicho mi nombre, ni tampoco haber escuchado el tuyo —reclama el hombre arrugando la frente con cierta desconfianza, aunque ha bebido tanto que de hecho podría habérselo dicho en algún momento.—Oh, no se preocupe Senador, también ha olvidado decirme que era casado, debe ser la edad lo que le está provocando problemas de memoria —replica la pelirroja con una expresión burlona yendo hacia una cómoda en donde un jarrón de porcelana contiene un ramo de rosas blancas.—¿Es esto una especie de broma? ¿Acaso te envió Marcos? —pregunta el hombre pensando en que su amigo le concedió esa preciosura en pago por el favor que le hizo en darle su voto en la Cámara Alta.—No, querido, no es una broma, y puedo asegurarte que no respondo a ningún amigo tuyo, se puede decir que es lo contrario, aunque a alguien con tus influencias eso no debe preocuparle demasiado —declara la mujer arrugando la nariz ante la poco atractiva imagen de su objetivo atado a la cama.—En ese caso estás cometiendo el error más grande de toda tu vida. ¡No te haces una idea de con quién te estás metiendo! —advierte Martín sintiendo un escalofrío de temor recorriéndole el cuerpo, aunque intentando mostrarse con el control de la situación a pesar de que claramente no lo tiene.—Sé muy bien con quién me estoy metiendo, con un cerdo que no solo le es desleal al pueblo que lo votó, sino también a su esposa. Y pronto todo el mundo lo sabrá, espero que disfruten de nuestra sesión de fotos juntos —señala la pelirroja con una sonrisa burlona, despegando del jarrón una pequeña cámara fotográfica que ha estado tomando imágenes desde que entraron a la habitación.—No sé lo que te estarán pagando, pero lo que sea puedo doblarlo, hablo en serio con que puedo darte lo que quieras —ofrece el Senador al comprender que está en aprietos, que esas fotos podrían resultar el fin de su carrera.—No se gaste en tratar de sobornarme, no trabajaría para alguien como tú ni aunque mi vida dependiera de eso. A diferencia de ti yo sí tengo principios, aunque la verdad es que a mí sí me ha resultado una noche divertida —declara la mujer tirándole un beso con la mano a modo de despedida.—¡Te atraparé, m*****a zorra, te haré pagar por esto! ¡Moveré cielo y tierra hasta encontrarte! —amenaza Martín gritando y sacudiéndose en la cama como un desquiciado.La mujer cierra la puerta de la habitación aún pudiendo oír los gritos del derrotado Senador, los cuales van a alertar a la administración y por ende a los matones que han quedado abajo esperando a su Jefe.Lo sensato hubiese sido haberle metido algo en la boca para no causarse problemas, pero la verdad es que no puede resistirse a exponerse a un poco de peligro. Y no solo por la descarga de adrenalina, sino también para ponerse a prueba, y obligarse a mantenerse en movimiento para estar siempre preparada para lo que se le pueda presentar.—Disculpe, señorita, pero de la administración nos informaron de algunos gritos en la habitación del Senador. ¿Está todo bien? —pregunta uno de los matones saliendo del ascensor con expresión de seriedad.—Sí él resultó ser un poco más ruidoso que yo, si es que me entienden —comenta la pelirroja casi en un susurro, como si les estuviese confiando un secreto.—Bueno, he escuchado algunas cosas sobre él, pero es la primera vez que dicen eso. Supongo que eso significa que lo ha pasado muy bien —confiesa el matón más joven con expresión divertida mirando con cierta curiosidad a la mujer.—Estoy segura que si se lo preguntan no dudará en darle los detalles —responde la mujer guiñándoles un ojo con picardía, logrando que ambos hombres con una mirada lujuriosa se apresuren hacia la habitación.A mitad de camino ambos hombres comienzan a alarmarse al comenzar a escuchar los gritos desesperados de su Jefe, es tanta su desesperación por averiguar lo que sucede que incluso derriban la puerta para entrar. Al ver la escena que los espera allí dentro, uno de los matones gira sobre sus talones para mirar hacia el ascensor cuyas puertas comienzan a cerrarse, pero le da tiempo de ver a la sonriente pelirroja alzando en alto las llaves de las esposas en un gesto de burla.—Y otro más que cae, me preguntó quién será mi próxima presa. Estoy ansiosa por conocer al próximo infiel —declara Lydia soltando una risa maliciosa sin siquiera preocuparse por las consecuencias que podría llegar a traerle haberse metido con alguien tan importante.En el rebosante de vida Kika’s Club, un apuesto hombre de cabello corto oscuro y facciones marcadas se dirige hacia la barra en donde un viejo amigo lo ha citado para ofrecerle un trabajo prometedor. Pasar entre la gente de la pista del baile es todo un reto, sobre todo ante algunas manos femeninas que tratan de convencerlo de quedarse, a las cuales rechaza con una sonrisa cortés ya que lo único que le importa es el trabajo.—¿Te has metido en problemas de nuevo? —pregunta el hombre sentándose en la barra al lado de su amigo, que incluso con el look informal sigue pareciendo un abogado.—Yo no, Joel, pero uno de los idiotas a los que represento sí. Seguramente al igual que cada persona en este país ya has visto las fotos comprometedoras del Senador Reyes —murmura el hombre joven de cabello negro peinado hacia atrás.—¿Así que tienes que lidiar con eso, Ramiro? Creo que más que un Detective lo que necesitas es a alguien que haga milagros —comenta Joel con voz burlona pidiendo una cerve
Lydia inhala el relajante aroma del café que una joven mesera le deja junto a un par de medialunas, con un movimiento de cabeza agradece por el servicio sin quitar la mirada de su laptop. Tal y como esperaba, la carrera del Senador se hunde rápidamente, no solo ante las fotografías que ella ha publicado en su sitio web: Exponiendoinfieles.com, sino también ante las pruebas que un sinnúmero de amantes se atreven a publicar, siempre bajo anonimato claramente por temor a las represalias. —¡Ese hombre es un verdadero cerdo! —exclama disgustada la mesera al ver por arriba la publicación en la pantalla.—Sí, y pensar que ya muchos lo veían como el próximo Presidente —murmura la seductora meneando la cabeza con decepción.—Somos tan fáciles de engañar, resulta algo bastante desalentador —suspira la muchacha frunciendo los labios antes de acudir al llamado de otro cliente.La pelirroja sonríe complacida ante el efecto que su trabajo ha provocado, solo es cuestión de tiempo para que el nombr
—Por favor, hazme feliz y dime que lograste conseguirme lo que te pedí —murmura Lydia rodeando con sus brazos el cuello de una policía sentada frente a su escritorio en la Comisaría.—¿Alguna vez te he decepcionado, querida? —cuestiona la mujer de cabello castaño atado en una pulcra coleta con una sonrisa divertida en los labios.—Ni una sola vez, Emma. No miento cuando te digo que te debo la vida —declara la dándole un beso en la mejilla y posando la mirada en la caja de archivos debajo del escritorio.—Usualmente no suelo preguntar qué es lo que piensas hacer, ya que a esta altura considero que cuanto menos sepa mejor para mí. Pero sé que esto es un tema sensible, y no se me ocurre ni una sola razón por la que quieras arriesgarte solo para echarle un ojo a esto —pregunta Emma arrugando la frente como cada vez que intenta entender a su amiga, algo que hasta el momento no ha logrado.—Solo… quiero saber qué es lo que creen saber sobre lo que sucedió esa noche… eso es todo… —murmura L
Tomando una copa de champagne de la bandeja plateada de un atento mesero, Lydia se acerca a un cuadro que retrata a unos antiguos pescadores echando las redes al mar. Le parece ver en el rostro de esos hombres una mezcla de esfuerzo y temor al estar a merced de las impredecibles aguas. Una sensación que le resulta muy familiar, ya que ha sido quizás la más habitual en estos últimos años.—Uno no puede evitar admirarse de la belleza que los artistas han plasmado con estas obras. Aunque al ver a una mujer tan bella, no puedo más que declarar que el mejor artista es sin duda Dios, solo él sería capaz de crear algo tan perfecto —declara un elegante hombre de cabello blanco parándose al lado de la mujer que ha captado su atención desde que la vio llegar a la muestra.—Pues a usted se le puede reconocer que es un artista con las palabras, ya que no creo merecer ese halago, y mucho menos poder compararme con lo que estos artistas han logrado hacer —replica Lydia con una sonrisa juguetona en
Joel observa por enésima vez la puerta de la oficina del Embajador a la que ha sido conducido no muy amablemente después de su desafortunado accidente. Custodiando la salida dos hombres de traje negro le devuelven la mirada con un considerable desprecio, y la verdad es que no podría culparlos, probablemente él haría lo mismo si tuviese que custodiar a un hombre que ha arruinado una invaluable obra.—Esa maldita lo tenía todo planeado, probablemente incluso su historia de aparente inocencia no fue más que un embuste para que bajara la guardia —murmura Joel meneando la cabeza con pesar sabiendo que tendría que haberlo visto venir.Al escuchar el ruido de la puerta abriéndose, Joel gira en la silla viendo a un hombre bajito entrando en el despacho, el cual le da una orden en italiano a los guardias que se retiran con un respetuoso asentimiento de cabeza. Soltando un pesado resoplido el extraño hombre de cabello castaño y abundante bigote se sienta en la silla desocupada, y por unos minut
—¿Son dulces estas frutillas? —pregunta Lydia a una señora de pelo negro que atiende uno de los puestos de la Feria Central.—Sí, muy dulces, solo tiene que ver el rojo brillante que tienen. Pruebe una para comprobarlo —ofrece la vendedora con amabilidad para asegurarse esa venta.—Mmm, sí, son realmente muy ricas, deme un kilo por favor —pide la mujer chupándose la punta de los dedos, saboreando el sabor dulce que aún le dura en el paladar.—Es usted muy bella, ¿Tiene que ver con las frutas? Porque nos compra todas las semanas —pregunta una curiosa niña de unos siete años aprovechando que su madre está ocupada.—Se puede decir que las frutas tienen algo que ver, además del ejercicio, y supongo que un poco de herencia —responde Lydia con una sonrisa amable contemplando a la pequeña que la mira como si le estuviese revelando uno de los secretos del universo.—¿Y cree que yo algún día podré ser tan hermosa como usted? —pregunta la niña abriendo sus ojos marrones con suma atención.—Creo
—¿Va a ordenar algo, señorita? —pregunta una mesera pasando nuevamente por la mesa de la pelirroja.—Un agua sin gas, por favor. Es que estoy esperando a alguien —responde Lydia con una sonrisa vergonzosa al ver su reloj y notar que su compañero lleva más de quince minutos de retraso.Lo único que eso logra es hacerla sentirse nerviosa y vulnerable, sobre todo al saber quien está detrás de ella ahora. Algo por lo que se ha visto obligada a modificar todos sus hábitos, cualquier atisbo de rutina que pueda volverla predecible y por ende presa fácil.Es por esa razón que no ha tenido más remedio que aceptar a Joel como un aliado, cada vez se encuentra más cerca de una guerra, y necesita contar con lo necesario para que su lado no resulte el perdedor. Aunque lo cierto es que el resultado de esa gran batalla no lo conocerá hasta el final, uno al que en verdad teme llegar.—¡Lo siento mucho, tuve algunas complicaciones y se me fue el tiempo! —se disculpa Joel tomando asiento frente a la sed
Lydia observa con ojo critico el desayuno que ha preparado para su visita, una que de haber podido habría evitado tener que contactarla. Pero las circunstancias se vuelven cada vez más adversas, obligándola a recurrir a todo recurso disponible.Ante el sonido del timbre, Lydia toma una gran bocanada de aire dirigiéndose hacia la hacia la entrada, sabiendo que ese reencuentro no resultará facil. Al abrir la puerta, su mente tarda unos segundos en reconocer a la esbelta mujer rubia que luce un abrigo de piel blanco.—¡Yanina, querida, tanto tiempo sin vernos! —exclama Lydia abrazando con una sonrisa que espera no se vea tan falsa como la siente.—¡Diez años, querida! Y si dependiese de mí hubiese preferido que pasara otra década antes de tener que saber de ti —responde la rubia apretando con cierto disgusto sus labios pintados de rojo carmesí.—Tan agradable como te recordaba, veo que algunas cosas no cambian siquiera con el paso del tiempo. Preparé un té blanco, pero quizás te venga m