Cuando Silvia llevo a Camila a su casa, se sintió un poco avergonzada por el estado en que se encontraba su departamento, ella era una persona muy ocupada que tenía prioridades y en esa lista no estaba el hacer el aseo de su casa.
Tenía periódicos por montones, no solo de la ciudad de México, sino también de otros estados de la república en los que, en sus primeros años, había estado buscando desesperadamente una pista de aquel maldito que había asesinado al amor de su vida. Por supuesto de eso había pasado mucho tiempo, los periódicos se habían actualizado, pero para recordarse a sí misma lo que tenía que buscar ella no tiro esas tiras de papel.
Juliano Salazar había pasado de ser el asesino de su esposo a ser su obsesión, no comía, no dormía, gritaba y lloraba cada noche por no ser capaz de hacer justicia. Todo el tiradero que había en el piso de su casa, era un recordatorio de lo que ella había sido los últimos años. Después de creer haber hecho justicia por su propia mano, finalmente vio la luz al final del túnel.
Por primera vez después de mucho tiempo, vio lo que Juliano le había hecho a su vida, la había vuelto una persona que no era, pero ahora Silvia era libre, podía hacer lo que le viniera en gana, finalmente algo más que no fuese Juliano ocuparía sus pensamientos, estaba conforme con ello, pero al cerrar la puerta de su departamento se dio cuenta de que solo una de las dos era libre.
Camila no tenía buen aspecto, no solo porque estaba empapada hasta los huesos, sino porque su rostro se encontraba pálido, igual que un muerto, además su vista se encontraba perdida, como si aquel cuerpo que estaba en medio de su casa estuviera vacío.
—Sígueme, será mejor que te des un baño antes de que resfríes—sugirió Silvia tomando a Camila de la mano para guiarla por el desastre de su casa. Mientras caminaban en dirección hacia el baño, Silvia pensó que tal vez ya era tiempo de limpiar la suciedad que había acumulado por años.
Camila camino por el pasillo siguiendo a Silvia, pero su mente estaba en otro lado, su mente se había quedado en esa carretera, en el instante en que medito la idea de suicidarse. Estaba herida, de tal modo que no pensaba con claridad, ni siquiera sabia que pasaría después de esa noche, vivía en momento encerrada en su mente, no se dio cuenta cuando Silvia lleno nuevamente la tina con agua caliente y tampoco cuando la desnudo y la metió a la tina, cuando parpadeo ella se encontraba cubierta con espuma por todo el cuerpo.
Silvia se había percatado del estado mental de Camila y después de enterarse de que Julián no estaba dispuesto a reconocer a su hijo, no pudo más que ayudarla a sobrellevar la situación. Aunque nunca había pasado por algo similar, Silvia entendió a la perfección el sentir de la pobre chica en su bañera, la habia humillado una persona a quien ella amaba, la había dejado embarazada y para colmo la había echado como si no fuera más que un juguete viejo y usado que bien podía tirar a la basura, era realmente decepcionante.
Por un momento Camila pensó que ese dolor en su interior podía atentar contra su vida, no solo porque no dejaba de pensar en esa autopista en donde por un instante fue hipnotizada por las luces fugases de los autos que transitaban por ahí, sino porque quería llorar, pero simplemente no podía hacerlo, por vergüenza.
—¡Es un maldito perro desgraciado!—bramo Silvia finalmente después de terminar de enjabonar el cuerpo de Camila. Ella apenas alzó la mirada del reflejo sobre el agua para ver a Silvia, se preguntó porque razón ella estaba más molesta con Julián sobre lo que había pasado.
—Ya no importa—expresó Camila en un hilo de voz bajo, realmente ya no quería seguir escuchando algo respecto a Julián, después de lo que había hecho, no merecía que ella siguiera pensando en él, pero su corazon era demasiado traicionero para no dejar de pensar, formularse ideas y conclusiones que le ayudaran a entender el porque de Julian.
—Tienes razón, ese imbécil no merece si quiera que pronunciemos su nombre, pero si necesitas llorar...—se detuvo, la contemplo por un momento y medito la opcion de continuar hablando, por supuesto, sus palabras o al menos lo que pensaba decirle era con la intención de hacerla sentir bien consigo misma, ella no era el problema, sino Julián, algo habia pasado, lo conocia muy bien para saber cuando se traia algo entre manos, sin embargo, si el deshacerse de Camila era parte de su plan era algo que ella no podia aceptar y tampoco apoyar—puedes hacerlo, quizás no nos conocemos bien, pero en estas circunstancias puedes confiar en mi, como tu amiga.
Francisco llegó al juego sintiéndose el dueño, sin Julián, no solo el juego era suyo, sino también el país. Llego tarde, no quería esperar a que terminaran la subastas, no después del fracaso y el enfrentamiento que había tenido en la última subasta contra Julián. Llego al salón, era noche de zorras o al menos esa era la temática de la velada, había chicas por doquier que fungía la tarea de meseras, pero su uniforme consistía en una cola de zorro anal y un vibrador que podía notarse sobre el clítoris de cada chica y los cuales tenían mandos que cualquier caballero podía solicitar para su satisfacción. Francisco caminó por el lugar admirado por la belleza de las chicas, si de algo podía enorgullecerse el juego era poder conseguir a las mujeres más sensuales del país y por supuesto, sus servicios eran bien remunerados. Con el ánimo que llevaba encima, extendió la palma de la mano para golpear el trasero de una de las chicas, por supuesto eso pasó desapercibido para la
—Está bien—dijo Roberto rendido, le decepcionaba darse cuenta de que todos sus negocios se habían esfumado en un parpadeo, mañana dejaría de ser un empresario para volver a lo mismo, ser un simple estafador, pero lo peor de todo es que no podía hacer nada para evitarlo—pero si necesitas la ayuda de un amigo sabes que puedes confiar en mí ¿Verdad?Julián finalmente salió dejando ver su cuerpo desnudo, envolvió una toalla sobre su cintura y camino descalzo hasta la habitación hasta su closet, ahí había de todo tipo de ropa, elegante, fina, costosa, casual, deportiva, pero al entrar, busco un tipo de ropa que le ayudara a pasar desapercibido, debia viajar lo más pronto posible, pero mientras buscaba algo que ponerse el teléfono fijo de su habitación comenzó a sonar.Roberto, al ver que su amigo tenía otras prioridades que co
Silvia suspiró una vez que Camila logro conciliar el sueño, estaba cansada, no físicamente, pero si moralmente. Estaba sumamente enfadada con Julián, no entendía su actuar ni su pensar, pero de alguna manera todo se había ido al diablo, de la noche a la mañana. Silvia camino de su habitación donde había recostado a Camila hasta su cocina, abrió la puerta de su alacena y saco un frasco con café, debido a la ansiedad que sentía su cuerpo pensó en la posibilidad de probar una cucharada de café molido para aliviar la tensión que tenía, pero luego de un segundo considero que no estaba tan loca para hacer algo así. Su cama estaba ocupada por Camila, por lo que no tenía más opción que dormir en el sillón, no le importaba, había dormido muchas veces ahí y no precisamente porque tuviese invitados, sino porque había noches en que el insomnio la había llevado al sillón, hubo noches en que había logrado pegar el ojo, pero otras tantas se las había pasado mirando hacia el televis
—Bien, entonces dime que diablos está sucediendo porque yo no lo comprendo—refuto Silvia colocando la punta de su dedo anular sobre el pecho de Roberto. Él miró a su alrededor, no había nadie, todo estaba oscuro, pero por alguna razón sintió una mirada sobre su hombro, él no creía en asuntos paranormales, pero si creía en la conciencia, la cual le advertía no soltar la lengua o Julián, de alguna forma lo sabría.—Ya te lo dije, solo soy el mensajero, no sé mucho al respecto—explico Roberto un tanto nervioso. Silvia no era tonta, lo supo al ver la duda en su mirar, así que no tuvo más remedio que cerrarle la puerta en la cara, se dio media vuelta decidida a ignorarlo, quizás ponerse un par de auriculares para evitar escuchar el sonido de la puerta, pero mientras recordaba donde diablos los había dejado, la puerta sono.Roberto di
Aún no amanecía cuando Silvia despertó a Camila, encendió las luces y comenzó a buscar entre sus pertenencias un par de maletas. Mientras Camila se tallaba los ojos tratando de entender su comportamiento, Silvia comenzó a meter ropa sin ningún orden dentro de las maletas. —¿Qué sucede?—se atrevió a preguntar. Silvia la miro de reojo, tenía los ojos un poco inflamados después de tanto llorar y su nariz aún tenía tintes rosados, su apariencia era terrible, pero no se detuvo mucho tiempo a observarla, debia sacarla de la ciudad de México antes de que el sol apareciera por el horizonte. —Pensé que la mejor forma de olvidar a un hombre como Julián debia ser con un viaje—manifestó Silvia tratando de aparentar tranquilidad, no quería explicar a Camila la razón del porqué le urgía salir de la ciudad a esas horas. —¿Un viaje?—pregunto Camila frunciendo el ceño, sabia muy bien que después de lo que había pasado, un viaje no era lo que necesitaba, sino regresar con su f
Roberto llegó a un centro nocturno clandestino, eran un poco más de las cuatro de la mañana, pero sabia que en ese lugar encontraría a Francisco. Después de visitar a Silvia y lograr que tomara el cheque, se había dedicado a buscar a ese hombre por toda la ciudad, primero había ido a su residencia, pero después de sobornar a un guardia de seguridad que se encontraba resguardando la zona, descubrió que él no estaba ahí. Francisco tenía muchos lugares favoritos a los cuales ir, pero ese centro nocturno era su favorito, las chicas eran una delicia para la mirada masculina y los tragos solían tener una que otra sustancia que le ayudaban a atener mayor placer a la hora de follar. Pero esa noche en específico se había abstenido de beber alguna gota de alcohol, Francisco no veía la hora de que amaneciera y la noticia que arreglaría toda su vida comenzaría a circular por todos los medios de comunicación del país. De hecho, él estaba seguro de que a esas horas muchas pe
Roberto sintió un poco de asco, había visto muchas escenas así, en el juego debías acostumbrarte a ver a hombres reconocidos follar en un rincón oscuro, pero se trataba de Francisco Ramírez, el enemigo de su mejor amigo, por lo tanto, él se sentía en obligación de odiarlo. Mientras la grotesca escena ocurría, Roberto rebusco entre los bolsillos de su chaqueta, saco su teléfono y coloco el número que Julián le había proporcionado en caso de emergencia o en caso de encontrar a Francisco. Cuando coloco el auricular sobre su oído, sintió un poco de nervios, se escuchaban los gemidos de la chica en el interior del auto, el rechinar del movimiento del auto e incluso el cencerrear que provocaba el roce del pulgar contra un mechero del chofer de Francisco para lograr encender un cigarro. Roberto escuchó el primer timbre, luego el segundo y luego el tercero, cuando creyó que Julián no contestaría y que tendría que estar insistiendo toda la noche escucho su voz. —¿Qué
Las calles estaban vacías o al menos las que Julián cruzo para llegar a donde se encontraba Roberto. El motor de su auto resonaba en el silencio de la noche, poco a poco comenzó acelerar, sintió la necesidad de apresurarse, no porque estuviera preocupado por la seguridad de su amigo, sino porque la velocidad le brindaba un poco de adrenalina, la necesitaba. Era frustrante esa situación, pero no había de otra. En el asiento contiguo estaba lista una M9 y una TMP, no sabia que estaba por enfrentar, ni tampoco si esos hombres habían llegado a ese lugar por mera casualidad, eran demasiadas coincidencias, como por ejemplo que Francisco estuviese precisamente ahí. Era un bar clandestino, por lo que no muchos conocían de su existencia, así que era un número muy reducido de personas los que sabían de ese lugar y a los que podía interrogar, pero en su situación, Julián pensó que era una perdida de tiempo, pero no se sacó de la cabeza que había una pequeña probabilidad de que