La temperatura había bajado considerablemente, Francisco podía ver el calor que emanaba por la abertura de sus labios. Se encontraba sentado sobre el suelo esperando que alguien fuera por él.Había caminado por toda esa habitación y descubrió que se trataba de una bodega, en la que tal vez guardaron costales de harina alguna vez, había encontrado algunos de ellos, vacíos y maltratados por el agua que se filtraba por las tuberías, así como de los muros. Al no poder salir por la puerta, opto por buscar alguna ventana u otra salida que pudiera usar, pero por más que camino, se dio cuenta de que no había ninguna otra salida más que esa maldita puerta que custodiaban unos guardias bien armados.Tenía un arma con un limitado número de municiones y un par de cuchillos que no le servirían de mucho a menos que se enfrentara a sus atacantes cuerpo a cuerpo, pero eso era un escenario poco probable a suceder, por lo que, después de tener un ataque de ansiedad que tuvo que ahogar para que no lo es
Silvia apuntó a los empleados que ahí trabajaban mientras caminaba hacia uno de los escritorios. Todos, incluso Camila se agacharon y se trataron de cubrir con sus manos, por supuesto, esa acción poco podía hacer para protegerlos, pero lo hicieron por instintivo, para tratar de evitar mirará a Silvia a los ojos. Ella, en cambio, busco por los escritorios sin vacilar, buscando entre lo que había encima, una de las cajas que contenían las llaves de los autos que ponían en renta y efectivamente encontró una, pero para su mala suerte, estaba cerrada con un candado de seguridad. Sabia que el empleado que atendía ese puesto debia tener la llave, por lo que busco con la mirada al empleado más cercano a ella, lo tomo por la camisa y le apunto la cabeza. —¡Abre la m*****a caja!—le ordeno haciendo un gesto con la cabeza para que aquel hombre dirigiera su atención hacia lo que ella necesitaba. El tipo reaccionó con nerviosismo y asombro, Silvia era delgada y por la complexión de su cuerpo deduj
Julián entró a la bodega y lo que vio, no le sorprendió en lo absoluto. Observo a detalle aquella escena caótica, en donde un joven estaba inconsciente sobre el suelo, la silla donde se supone debería estar Francisco, estaba tirada y vacía, era evidente que ahí había ocurrido algún tipo de violencia, eso por supuesto si lo sorprendió, porque no creyó que él fuese capaz de recurrir a la agresividad para salir de esa situación, sin embargo, las circunstancias lo ameritaban.Dio un paso y luego otro, lo hizo con cierta calma hasta llegar ante el cuerpo de chico a su pies, se inclinó un poco y verifico si en realidad seguía con vida.—¿Qué diablos paso aquí?—escucho la voz de Angélica detrás de él, justo en el momento que confirmaba que el chico solo se encontraba desmayado. Se levantó de su sitio y miro a su alrededor, todo estaba oscuro y en silencio a excepción de lo que Angélica balbuceaba.—No lo sé, pero no creo que represente un problema—asevero confiando en sí mismo y en lo que er
Francisco retuvo el aliento cuando dejo de escuchar los pasos de Julián, si en realidad él era Juliano Salazar, estaba en un gran problema, porque en comparación con él, Francisco no podía ganar, Julián era el hijo de un narco y él solo era un político corrupto que bien o mal había tocado muy pocas veces un arma, por supuesto, solo para tomarse alguna fotografía con algún equipo táctico que el gobierno había adquirido para la policía o el ejército.Estaba perdido, pero su orgullo y por su puesto su rencor lo mantenían en pie y con esperanza de sobrevivir, tan solo debia tener buen pulso para poder darle a su cabeza, pero sus manos temblaban de miedo mientras que las de Julián sostenían el arma con firmeza.—Sabes, antes de que publicaras esa estúpida fotografía, estaba pensando en renunciar, por un breve instante comencé a creer que la política no era lo mío—revelo Julián pensando en lo que Camila le había dicho, iba a ser padre y aunque por su cabeza pasaron mil y un pensamientos, su
Francisco vio con satisfacción como aquella figura caía al suelo en medio de la oscuridad y posteriormente el peso de su cuerpo lo hizo chocar contra el suelo, por un breve instante se sintió aliviano y libre, no podía creer que había vencido a Julián o mejor dicho a Juliano Salazar.Las manos le temblaban y el corazón le latía a mil por hora, se sentía extraño, pero entre esa mezcla de emociones en su interior no sintió culpa y mucho menos remordimiento, quería saltar de alegría o incluso gritar, pero algo en su interior le advertía que no debia fiarse, no cuando los hombres de Julián podían entrar en cualquier momento a verificar que había sucedido después de aquel único disparo.Camino, esta vez ya sin ninguna precaución, pero al llegar, la oscuridad no le permitió ver con claridad el rostro de aquel que había caído, por lo que se inclinó un poco sobre suelo y lo que vio lo dejo perplejo, sintió un escalofrío que comenzó a recorrer su cuerpo, era una sensación que erizaba su piel y
Julián salió del sitio con una cosa en mente, salvar a Camila, pero justo al abrir la puerta, lo primero que vio fue el rostro de Angélica, no la odiaba, por supuesto, pero el cómo se comportaba con él, era exasperante. Ella sonrió al verlo y se apresuró a ir a su lado, no solo para darle mimos y felicitarlo por haber logrado su objetivo, sino también para preguntarle si había disfrutado asesinar a Francisco, aunque aquello le había parecido muy rápido, ella esperaba que la tortura se llevara a cabo; sin embargo, no fue así. Cuando ella se aproximó y lo toco, Julián torció los labios instintivamente, pero intento ignorarla y comenzó a caminar, sin dar explicaciones, solo avanzo por el pasillo con la intención de irse de ahí. Tanto Angélica como sus hombres, lo miraron alejarse con prisa, eso le llamo la atención por lo que corrió para intentar detenerlo y pedirle alguna explicación del porqué parecía estar enfadado. —Espera—alzo la voz, pero lo único que logro fue que él apresurara e
—Koíta mamá—dijo la voz de una pequeña. Su cabello era castaño y ondulado, tenía unos preciosos ojos marrones y su piel lucia un hermoso bronceado, prueba de que vivía en una hermosa zona cerca de una playa a las orillas de Creta, Grecia.Estaba muy interesada en comer un cono de helado de fresa que le había visto a un niño a lo lejos y es que si de algo se conocía el helado griego, era por su exceso de azúcar que a los niños les fascinaba y los volvía adictos a su sabor.—Thélo—dijo haciendo pucheros con sus labios expresándose en el idioma local, pero su madre le negó con la cabeza, puesto que no habían comido y el cono griego podían matarle el hambre, era tan solo una pequeña que estaba por cumplir los dos años por lo que un helado era mucho para ella.La tomo de la palma de la mano y ambas caminaron siguiendo su camino, pero la niña siguió observando al hombre que vendía helado por montón, quería, pero en su naturaleza no estaba el hacer berrinche, en Creta jamás había visto a ni
En medio de una calle solitaria, a mitad de la noche, se estacionó un auto, oscuro como las intenciones del propietario. En su interior se encontraban dos hombres, uno que había estudiado finanzas, pero por azares del destino había terminado trabajando como chofer, pero lo había hecho porque la paga no era tan mala, de hecho, era muy buena y su trabajo era muy simple, sin embargo, aquel empleo tenía sus inconvenientes, como mantener silencio de todo lo que observaba y las cosas que había visto desde que había comenzado a trabajar habían sido horrores.El otro hombre, el que venia en el asiento del pasajero, miro a su alrededor con recelo. Aquel sujeto, a diferencia de su chofer había tenido buenas oportunidades y una de ellas lo había llevado a la política, gozaba de fama y fortuna, pero eso no le bastaba para ser feliz, lo que él deseaba era poder, pero sabia que mientras tuviera adversarios