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Capítulo 2. Parte 2/2

La discusión con Gabriel no sirvió de nada, pues el hombre se empeña en deshacerse de mí, por lo que he creado un plan B; si logro reprobar fase de prueba no me aceptarán y Gabriel tendrá que regresarme con mi nana.

Lo que restó del día una mujer militar estuvo mostrándome el área, ciertas normas que debía seguir y los horarios.

Llegamos frente a una casita pequeña que parecía una tienda de campaña militar — aquí te quedarás durante el periodo de prueba, mañana a las cinco de la madrugada inicia el entrenamiento, es muy importante la puntualidad — dijo la mujer — y, por cierto, los uniformes llegarán esta noche, por lo que debes pasar antes de ir al entrenamiento, te recomiendo que vayas lo más temprano posible para que puedas encontrar algo de tu taya — me miró de arriba abajo — lo veo difícil.

Asiento algo incómoda por su comentario y luego entro en la tienda, la frustración se hace presente, lo único que me permitieron traer es mi ropa interior y una toalla, ni siquiera puedo tener mi celular.

Soltando un bufido observo todo a mi alrededor y doy con ropa sobre la cama, un pantalón de algodón gris y una franela blanca, los tomé y como era de esperarse, a leguas se veía que me quedaban grandes.

Suelto un suspiro frustrado y decido darme un baño sin haber ido al comedor, pues no tenía hambre y solo quería dormir y despertar lejos de este lugar. Y es así como me baño por unos minutos, me sentí aliviada al ver que las duchas estaban vacías y pude asearme con toda comodidad.

A la hora de vestirme agradecí profundamente que el pantalón tuviese un cordón para apretarlo. Terminando de vestirme me voy a la cama y sin mucho esfuerzo quedo rendida por el cansancio.

Abro los ojos con pesadez y me doy la vuelta para seguir durmiendo, escucho ruido fuera y entonces caigo en cuenta. Me levanto sobresaltada de la cama y me asomo por la pequeña ventanilla.

M****a

Salgo de la cama a toda prisa al ver una fila de soldados caminar por el lugar. Miré el reloj y efectivamente iba a llegar tarde si no me apresuraba, así que de inmediato fui a buscar el uniforme, pero al llegar solo había dos uniformes disponibles, puesto que al parecer ya todos habían tomado el suyo. Mi estrés se hace presente al ver que solo quedan dos uniformes espectacularmente grandes, suspiro sin saber que hacer, este tipo de situaciones solo me pasan a mí.

Tomo el más pequeño y me lo llevo, me dirijo a las duchas y otra vez están vacías, me ducho lo más rápido que puedo y empiezo a vestirme; el polo me queda como un vestido, el pantalón se me cae y el cinturón también me queda enorme. Me siento en una esquina sintiéndome derrotada, me quedé mirando un punto fijo durante varios minutos y entonces una idea llegó a mi cabeza.

Me levanté y busqué el pantalón de pijama que me había quitado, tomo el cordón y lo saco del pantalón para luego usarlo como correa, dejé el polo por fuera para que no se vea y por último me puse las potas que gracias al cielo si había de mi talla.

Corro por todo el establecimiento hasta ver el campo de entrenamiento, logro divisar a los demás formando una línea horizontal, me acerco y veo a un hombre de espaldas a mi y de frente a los soldados.

— Perdón — dije al llegar disculpándome — lamento la tardanza, no había uniformes de mi talla y …

Guardé silencio cuando aquel hombre se giró hacia mí, fulminándome con la mirada. Sus ojos eran tan grises como el cielo abarrotado de nubes en un día de tormenta, estos no mostraban más que frialdad y un muro que impedía ver una pizca de emoción en ellos. Su imponente altura hizo que me sintiera intimidada, su cara seria y casi enojada me dio a entender que no le agradó que lo interrumpiese.

Me parece que estoy en problemas.

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