Raquel Martínez.—¿Q-qué... estás haciendo aquí? Pregunto, dándome la vuelta hacia él, sintiendo como los nervios se apoderan de mi con el pasar de los segundos gracias a su presencia.—¿Yo? —se apuntó a sí mismo con su dedo.—No, tu gemelo —respondo, sarcástica. Y ruedo los ojos—. Claro que tú Él sonríe, divertido.—Solo... vine a lavar mis manos.Caminó hacia el lavabo a mi lado y abrió el grifo, metiendo sus manos bajo el agua después.—¿En el baño de damas? —arqueo una ceja.Movió su cabeza en un gesto afirmativo, sin mirarme.—Estan limpiando el de caballeros así que tuve que venir a este —se encogió de hombros, restándole importancia.—No puedes entrar a este —aclaro—. Debiste esperar a que lo limpiarán.—Sí, debí.Ambos guardamos silencio.Cansada, suelto un suspiro. Y tomo mi bolso, cerrandolo.—Mejor me voy.Me gano la ignorada del siglo por parte de Erick, quien sin mirarme termina de lavar sus manos. Cierra el grifo y toma una servilleta de las que están en la pared para
Raquel Martínez.Para mi pésima suerte, la chica a la que empujé resultó ser la secretaria de Erick.Esa misma con la que te pusieron los cuernos.Vaya. Gracias conciencia, por recordarlo.—Lo que me faltaba —murmuro, rodeando los ojos.—¿Eh? —Alondra deja de mirar que su vestido no este estropeado y levanta la mirada, entonces una expresión de desagrado cruzó su rostro perfectamente maquillado—. Claro, tenías que ser tú.—A mí también me desagrada verte.—¿Solo dirás eso? —levantó una de sus depiladas cejas—. ¡Disculpate! ¿No ves que casi me arruinas el vestido?Ruedo los ojos.—Claro —esbozo una falsa sonrisa—. Me disculpo... con absolutamente nadie. Si es cierto que no era mi intención empujarte, pero no me arrepiento.La furia en sus ojos es anormal.—¿Siempre eres así de infantil? —inquirió—. Con razón Erick prefirió estar conmigo...Sus palabras fueron sin dudas un golpe bajo; uno que dolió peor que uno real.Y llena de rabia por recordar aquel día formo con mis manos puños y lo
Raquel Martínez.—¿Eso es... una prueba de embarazo? —pregunto, frunciendo el ceño.Jimena asintió, esbozando una feliz sonrisa.—¿Para qué quieres tú una prueba de embarazo? —vuelvo a preguntar, totalmente confundida.—Bueno...Pero no la dejo continuar porque rápidamente la idea llega a mi mente y exclamó:—¡Ay, por Dios! —¿Qué? —Jimena lució preocupada.—¡Estas embarazada! —chillo, emocionada —. ¿O crees que lo estás? ¡Como sea! Pido ser la madrina por derecho de antigüedad.Jimena pareció realmente confundida.—¿Derecho de... antigüedad? —repitió.—Ya sabes, llevamos años siendo amigas y eso —hago un gesto para restarle importancia a esa parte—. Por Dios, a Joel le alegrará muchísimo esto.—No, no. Raquel, estás equivocada.Sus palabras me hacen fruncir el ceño en un gesto de confusión.—¿No le alegrará?Ella suspira, suprimiendo una sonrisa.—Si fuera cierto, sí —dice—. Pero esta prueba no es para mí.—¿Ah, no?Jimena negó con la cabeza.—No —aseguro. Y acercó la caja hacia mí—.
Días después.Raquel Martínez.Mientras estoy mirando la televisión en mi habitación, recibo un mensaje de un número no agendado qué dice, prácticamente, que los resultados de mí examen están listos.Rápidamente me levanto de la cama y a la velocidad de la luz me cambio el pijama por una ropa mas decente, porque ni estando drogada aparecería en una clínica o en cualquier otro sitio con unos shorts cortos y una camisa que tiene estampada los rostros de los integrantes de One Direction cuando eran cinco y apenas empezaban.Peino mi cabello en una coleta alta, sin dejar que ninguna hebra se salga y después confirmo en un breve mensaje que en veinte minutos iré a recoger los resultados.Y voy a la sala, dándome cuenta de que mi mejor amigo está sentado en el sofá leyendo un libro titulado «Damián: un secreto oscuro y perverso» mientras tiene las cejas hundidas.—¿Cómo que «quien es Damián»? —lo escucho murmurar. Y pasó de página, pero no encontró nada más que no fuera las páginas extra qu
Raquel Martínez.En el momento que él escuchó su nombre ser pronunciado alzó también su mirada hacia mí. Y su rostro entonces reflejó cuan sorprendido está de verme ahí.—¿Qué...? ¿Qué haces aquí? —logro preguntarle.—Yo... —por unos minutos permaneció en silencio, solo mirándome. Hasta que notó mi expresión de extrañeza por su actitud, carraspeó y respondió—: Mi sobrino tenía una cita con el pediatra.Quiero preguntarle por el niño, pero pronto mi mirada se clava en los papeles que estan en el suelo y veo la ecografía. Nerviosa, vuelvo a mirarlo a él para disimular.—¿Y tú? —me preguntó—. No esperaba encontrarte por aquí.—Y-yo... —¿Qué le digo?—. Eh, Jimena... me pidió que le retirará unos exámenes que se hizo hace unos días.Erick asintió. Y con la mención de los exámenes, él recordó que todos mis papeles siguen esparcidos por el suelo. —Déjame ayudarte con este desastre —murmura.Erick intentó agacharse a recogerlos, pero no se lo permito exclamando en un tono más alto de lo que
Raquel Martínez.—¿Qué sucede, Thiago? —le preguntó Erick al pequeño después de habernos separado con rapidez.—¿Ya no siguen molestos? —preguntó el pequeño.Con total incomodidad Erick se rasca la nuca, mirándome por un breve instante. Pero rápido aparto la mirada de él y la clavo en mis manos las cuales ahora tengo entrelazadas sobre el regazo.—¿De qué hablas? —aún sabiéndolo, Erick inquirió.—O sea, si siguen molestos —dedujo rápidamente.—Bueno, Thiago, no...Pero su sobrino no lo dejó continuar.—¡Pero iban a besarse! —exclamó, llamando la atención de dos personas que se detuvieron en el puesto a comprarle al chico que hace los perros calientes—. No pueden seguir molestos.—No íbamos a besarnos, Thiago —explico, mirándolo—. Viste... mal. Tu tío estaba... estaba...Al ver que no sé qué excusa poner, Erick se apresura a decir:—Le estaba soplando el ojo —dice—. Porque tenía una basura allí.Muevo rápidamente la cabeza en un gesto afirmativo.—Mienten —aseguró el pequeño, cruzando
Una suave melodía empieza a sonar no tan lejos de mí. Intento ignorar el sonido y seguir durmiendo, pero a los segundos de que aquella melodía se deja de oír, vuelve a sonar. Irritada, me reincorporo sobre la cama y después de notar que lo que está sonando es mi celular, me apresuro a contestar la llamada sin si quiera ver el nombre del contacto. —¿Quién eres y por qué me llamás a esta hora? —suelto, bostezando. —Son las seis y media de la tarde, Raquel —al otro lado de la línea se escucha una voz masculina. Pero no la ubico y él parece notarlo, porque agrega—: Soy Nicholas. —Oh. —¿Estabas durmiendo? —Sí. Y me despertaste. —Perdón —dice—. Pero quería hacerte una invitación. Agudizando el oído, puedo escuchar como de fondo se puede oír claramente unas cuantas veces hablar al mismo tiempo y música en un tono demasiado alto para mi gusto. —¿Estas en una fiesta? —pregunto, sin poder evitarlo. —Unos amigos me hicieron una despedida porque en dos días viajaré a Canadá por trabajo.
Cruzo la calle frente al edificio para empezar a caminar las cuadras hasta la parada de autobús.No conozco tan bien esta parte de la ciudad, aunque tengo una sospecha de que he pasado por aquí al menos una vez con anterioridad. Pero ni siquiera recuerdo cuál es el nombre de esta zona en la que solamente veo edificios con departamentos.Camino por la solitaria calle y me abrazó a mí misma para tratar de entrar en calor porque está haciendo un frío terrible. Aunque se ve que es una zona mayormente para personas que tienen bastante dinero y que pueden permitirse vivir en un departamento tan lujoso como tal vez son estos, las calles no están tan bien iluminadas, hay faroles que ni siquiera tienen encendidas las luces. Y da un poco de miedo tener que caminar por toda esa oscuridad completamente sola. Pronto me da la sensación de qué hay alguien mirándome en algún sitio, pero cuando miro a todas partes a mi alrededor —adelante y atrás— veo que estoy completamente sola, aunque la sensación