Me estaba secando el cabello con una toalla al entrar en la habitación y no encontrarlo allí. Fruncí el ceño, dejé la toalla humedad en el perchero y sin molestarme en secarme fui en su búsqueda. Hacía casi tres años que nos habíamos conocido, quien me iba a decir que aquel hombre que me cuido mientras me emborrachaba en nombre de Arturo, se iba a convertir en el compañero de mi vida. No lo encontré en la cocina ni en la sala, mire en el patio y tampoco estaba, era consciente que, estaba mojando el piso, pero no me importaba, ya se secaría solo.
Me asomé al estudio y lo encontré en su escritorio, tecleando a toda prisa, cuando se concentraba la punta de su lengua se asomaba por entre sus labios y solía morderse el labio. No se dio cuenta de mi presencia, no hasta que entre por completo.–Sí hubiera sabido que te ibas a convertir en un obseso con el trEstaba perdidamente enamorada de un hombre que no me amaba de esa manera, tal vez él algún momento pensó que lo hacía, yo me engañaba imaginando que íbamos a estar juntos para siempre, con el tiempo me di cuenta de que mientras más intentábamos permanecer como pareja, más daño nos hacíamos. Éramos infelices. Tampoco puedo negar que los años que vivimos juntos fueron malos, porque yo ame cada uno de los momentos que tuvimos juntos, de que yo fuera la primera mujer en su vida y toda la confianza que me tenía. Al fin y al cabo, ya éramos familia, trajimos una vida a este mundo y los dos acordamos hacer lo mejor posible para que nuestra Leia fuera feliz, tuviera lo que yo no tuve. Un padre y una familia funcionar. Mi mamá era la mejor del mundo, puede que todos los hijos digan eso de sus madres, pero para mí, la mía era una supermamá. Trabajo tanto para que a mí no me faltara nada, me enseño todo lo que sabía y a trabajar por lo que quería, ganarme el respecto de los demás
Vomitar por estar ebria era horrible, pero vomitar y que un extraño te este sosteniendo el cabello era vergonzoso y horripilante. Pase casi dos horas arrodillada en el piso de mi baño, con el hombre que me trajo a casa cuidando de mí. Cada vez que creía que se había acabado, que podía ponerme en pie, los vómitos aparecían otra vez. Entre vomitada y vomitada balbuceaba palabras que ni yo misma entendía.–Para que una mujer como tú se embriague de esta manera, tiene que existir una razón muy turbia –me paso un vaso con agua, le agradecí y me lo lleve a los labios, enjuagando mi boca para después escupirlo.–Créeme… la hay– dije después de tener mi boca limpia.–¿Puedes pararte?–Eso creo– me puso las manos en la cintura.–A las tres– asentí– uno, dos y tres– me
DanielMe vacíe los bolsillos y deje todo sobre la isla de la cocina, por un momento mi apartamento me pareció frio y solitario, cosa que nunca había sentido antes, pues, este lugar era mi refugio, mi lugar especial. Aquella mañana desperté con una mujer, pasé toda la noche con ella, cuidándola sin conocerla y era la primera vez que pasaba la noche con una mujer y no tuvimos nada de intimidad, aunque, que le hablara de mí se sintió como que compartimos una clase diferente de intimidad, eso me gusto. En el fondo, lo disfrute más que cualquier otra cosa, porque aquella mujer me dejo impactado desde que la vi.Fui a darme una ducha y sin molestarme en secarme o ponerme ropa me lancé en la cama, casi no dormí la noche anterior y me dolía toda la espalda por la forma en que dormimos en el sofá. Estuve dando vueltas por un rato, todo lo que pasó la noche anterior se manif
La risa de Leia se escuchaba por toda la casa y ese sonido era lo más maravilloso que uno pudiera escuchar. Estaba sobre el regazo de Arturo, quien le hacía cosquillas, ella se retorcía. Sonreí al verlos jugar. Era miércoles y los miércoles eran nuestros días, estábamos esperando a que la comida llegará para sentarnos a comer. Nuestra hija salió de los brazos de su padre y vino a mi refugio.–Me abandonas– él le puso carita triste y ella asintió con la cabeza. La abrace contra mi pecho. Arturo se acercó a mí en el sofá, poniendo su cabeza en mi hombro y acariciándole el cabello a Leia. Nos quedamos en esa posición hasta que llegó el repartidor –Ya voy yo– se levantó y camino hasta la puerta. Yo me puse en pie y dejé a la niña en el suelo para ir a acomodar la mesa, traje platos de la cocina y los acomod&eacu
Termine de ponerme el delineador en el ojo izquierdo, la conferencia de Arturo iba a hacer en una galería de arte, me decidí por un conjunto de blazer con solapa y pantalones a juego de olor menta y un top blanco debajo que dejaba ver mi firme abdomen, el cual tuve que trabajar muchísimo para que volviera hacer firme después del embarazo. De vez en cuando me gustaba lucirlo. Me senté en la cama para ponerme las botas a juego con el top. Me puse en pie e intenté peinarme el cabello, hacía un tiempo que no me lo cortaba y ya me llegaba más debajo de los hombros. No era una persona presumida, pero siempre he sabido que era guapa y que tenía buen cuerpo.–Isa– mire a Julia, quien era mi ayudante en la casa.–¿Sí?–El señor Daniel ha llegado.–Dile que bajo en 5 minutos.–Perfecto– Me volví a mirar en el espejo, quer&iacut
Daniel–Señor, Daniel– me giré de inmediato y le sonreí a la chica detrás del mostrador.–¿Sí? – no recordaba su nombre con exactitud, solo que comenzaba con C.–Su padre lo espera en la fábrica– maldije para mis adentros.–¿Te dijo para qué? – negó con la cabeza, me acerqué a ella y puse la maseta de la orquídea sobre el mostrador. –¿Puedes hacerle llegar esto a la oficina de la señorita Isabel?–Por supuesto– me fije en la placa que colgaba de su chaqueta.–Gracias, Carmen– mire la planta una última vez antes de marcharme, quería ser yo que se la llevara, pero no podía aparecerme en la fabrica con ella. En vez de tomar el ascensor, camine por el pasillo hasta la puerta de la parte detrás de la empresa, que era hermo
–Gracias por ir a la cena– Daniel alejo la taza de café de sus labios para sonreírme.–No fue nada, es nuestro acuerdo. Hablando de eso…– se calló cuando sonaron unos golpes en la puerta de mi oficina.–Adelante– dije y me puse en pie al ver quien era.–Buenos días, Isabel– el señor David Lopez de Haro era imponente para su edad, tenía una voz profunda y pausada, como si hubiera pasado años ensañándola. – ¿Daniel? – miro a su hijo sorprendido, este continúo bebiéndose su café muy tranquilamente.–Padre– mi jefe camino hasta ponerse al lado de su hijo, se sentó muy despacio en la silla vacía, yo me volví a sentar sin saber que hacer.–Es la tercera vez que me te veo en una oficina en la misma semana y que no es por algo personal.&
–Isabel, yo… tú sabes que sí. No era mi intención que pasara esto al venir aquí. –Lo sé. – me gire para no mirarlo. Los hombros me temblaban y las lágrimas no dejaban de salir. –Lo siento. –Deja de disculparte. –No sé qué más hacer para que no estes así. –Podrías no casarte, volver aquí con nosotras. –¡Oh! – puso sus manos en mis hombros. –No digas nada– me di vuelta lentamente– podrías hacer algo por mí. –Cualquier cosa que te haga sentir mejor. –Bésame– él abrió mucho los ojos y dio pequeños pasos atrás. –Isabel. –Por favor–le rogué. –No puedo, no sería justo para ti, ni para mí, estaría engañando a Remy. –Solo un beso– él se volvió a acercar a mí y me abrazo, con fuerza contra su pecho. Me había rebajado a rogarle, estaba en ese punto de desesperación, iba a perderlo para siempre y no quería, me rehusaba a perderlo– ¿Por qué diablos tuve que dejarte ir? – me alejó de su pecho,