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Capítulo 5

Termine de ponerme el delineador en el ojo izquierdo, la conferencia de Arturo iba a hacer en una galería de arte, me decidí por un conjunto de blazer con solapa y pantalones a juego de olor menta y un top blanco debajo que dejaba ver mi firme abdomen, el cual tuve que trabajar muchísimo para que volviera hacer firme después del embarazo. De vez en cuando me gustaba lucirlo. Me senté en la cama para ponerme las botas a juego con el top. Me puse en pie e intenté peinarme el cabello, hacía un tiempo que no me lo cortaba y ya me llegaba más debajo de los hombros. No era una persona presumida, pero siempre he sabido que era guapa y que tenía buen cuerpo.

–Isa– mire a Julia, quien era mi ayudante en la casa.

–¿Sí?

–El señor Daniel ha llegado.

–Dile que bajo en 5 minutos.

–Perfecto– Me volví a mirar en el espejo, quería estar impecable. Estaba nerviosa por llegar allí con Daniel, más bien, por ver la impresión de Arturo al vernos llegar. Salí de mi habitación y lo vi parado en medio de la sala, llevaba traje azul oscuro y una camisa blanca debajo.

–Ya estoy– me miro de arriba abajo y levanto las cejas.

–Vaya– sonriendo me acerque a él.

–Lo mismo digo, señor Lopez de Haro–

–Dioses, hace tiempo nadie me llama así.

–Algún día serás el gran señor Lopez de Haro.

–Espero que no, ¿nos vamos? – asentí, tome mi cartera del sofá y salimos, me detuve de repente.

–¿Dónde está el Mustang? Quería manejar el Mustang. Que deshonor.

–Pensaba que no sería apropiado traer el Mustang si ibas a llevar a la pequeña princesa… por cierto, ¿Dónde está? – sonreí sin darme cuenta.

–¡Oh! – me abrió la puerta del SUV– gracias– espere a que se montara para responderle– Leia esta con Arturo. La veremos allá.

–Que bien, porque traje regalos para ella.

–¿Qué? ¿Y para mí no?

–No, tengo que ganarme a la hija antes de la madre– me dedico una sonrisa coqueta antes de poner el auto en marcha.

Había una exposición de fotografía llamada belleza como armonía, las obras eran de todo tipo de cuerpos, rostros, manos, cinturas a blanco y negro sobre lienzos. Daniel puso su mano en mi espalda baja y no la quito de allí en ningún momento, de vez en cuando se acercaba a mi oído y me susurraba algo fuera de lugar, pero que me hacía reír. Quien nos veía de lejos pensaría que sí éramos pareja. Pasamos por todas las salas viendo las fotografías.

–Mamá– nos dimos vuelta al escuchar la voz de mi hija–abuela, allá esta mamá– estaba en brazos de Lena. Nos encaminamos a su encuentro.

–Hola, preciosa– ella se soltó de los brazos de su abuela para lanzarse a los míos, la estreche con fuerza– mi bebe. Te amo– le susurre.

–También te amor, mamá– me bio un beso en la mejilla, salude a Helena con un beso.

–¿Cómo estas, Helena?

–Muy bien, después de ver a mi pequeña– ella le acaricio el cabello– espero las vacaciones de navidad con urgencia para poder pasar más tiempo. ¿Te iras a casa de la abuela?

–Síii– grito de emoción, Leia volvió a los brazos de su abuela.

–Helena, él es Daniel Lopez de Haro– lo tome del antebrazo.

–Buenas noches, señora…– se dieron la mano.

–Por favor, solo dime Lena. Isabel sigue llamándome Helena después de tantos años.

–Es por respecto– le respondí, aunque la conversación no fuera conmigo.

La voz de una mujer interrumpió nuestra conversación, nos pedía que pasáramos a la sala de conferencias. Leia se bajó de los brazos de Lena para caminar tomada de mi mano, miro fijamente a Daniel, como si intentara recordar de donde lo conocía, este le sonrío y le pidió su mano para que también la tomara, se mordió el labio, pero al final la acepto. Nos sentamos en la primera fila, allí nos encontramos a Laly y a Avril, luego salió Remy de detrás del escenario, vino en nuestra dirección y me saludo de un abrazo que no me lo esperaba. Le sonreí tan bien como pude. Después le presente a Daniel.

–No me dijiste que tu ex es Arturo Vittini– Daniel me susurro al odio, lo mire sin entender.

–¿Lo conoces?

–A él no, pero su prima y yo fuimos a la universidad juntos.

–No me digas que…– abrí la boca sorprendida.

–Sí, éramos novios, la única relación que he tenía y ella simplemente desapareció un día sin decir nada.

–Entonces, tu corazón lo rompió Karen Vittini– él asintió, sonreí con tristeza.

–¿Qué tienes esta familia?

–No tengo ni idea, pero somos un caso perdido. –nos callamos cuando una chica se paró en el escenario y nos dio la bienvenida.

–Buenas noches, estamos presente para escuchar una conferencia sobre la estética de parte de Arturo Vittini. Quien tiene una licenciatura en Filosofía, también cuenta con un Máster en Filosofía, política y economía, como estudios superiores en Letras y arte. Recibimos con un aplauso a nuestro invitado de honor– todos aplaudimos, él salió sonriendo, llevaba un traje casual negro, con una playera negra a juego. Si fuera otra persona se viera fuera de lugar, pero en él le quedaba perfecto. Se veía como el Arturo que conocía sin importar los títulos que tuviera.

–Se te cae la baba– pestañe mientras lentamente giraba la cabeza en dirección a mi acompañante. –¿Quieres un pañuelo? Ya sabes, para limpiarte la baba que te cae por la comisura de los labios– lo fulmine con la mirada.

–Cállate– lo golpee en el estómago, se tapó la boca para que no se viera que se estaba riendo. Volvimos a mirar al escenario.

–Buenas noches, gracias por estar aquí presente– ¿algún día no me dolerá verlo? Él se movía por el escenario tan confiado, no había duda de que ya no era el joven Arturo que dormía abrazado a mí, que me necesitaba para tomar decisiones. Eso era lo que más me dolía, el que no me necesitara, que si no tuviéramos a Leia ya no nos viéramos, no tuviéramos nada en común. – Alexander Gottlieb Baumgarten usaba la palabra estética como ciencia de los bello, Immanuel Kant por su parte, en su crítica del juicio, cita a la estética como la rama de la filosofía que estudia el origen del sentimiento puro y su manifestación, ¿Qué es el arte? –hizo una pausa, se metió la mano derecha en el bolsillo de su pantalón y recorrió con la mirada el público– Se puede decir que es la ciencia cuyo objeto primordial es la reflexión sobre los problemas del arte. –presento algunas imágenes en el proyector, sonriendo continúo hablando– Si la estética es la reflexión filosófica sobre el arte, uno de sus problemas será el valor que se contiene en el arte; y aunque un variado número de ciencias puedan ocuparse de la obra de arte, sólo la estética analiza filosóficamente los valores que en ella están contenidos. Junto al gran arte clásico griego, en los siglos V y IV a.C. se desarrolló una incipiente teoría del arte en cuya creación participaron también los artistas. Sus tratados transmitían conocimientos técnicos, experiencias prácticas y reflexiones generales sobre las reglas de la simetría, los cánones y los principios estéticos.

¨Existe una belleza objetiva y unas proporciones perfectas. Esa belleza objetiva consistía en números y medidas, pero la interpretación individual del artista contaba con su margen de libertad y las proporciones y escala humana fueron la mayor fuente de inspiración, la belleza del arte clásico deriva de la de la naturaleza y la clásica es una estética estática que prioriza el equilibrio y el reposo y atribuye más valor a la simplicidad que a la riqueza. Por eso nos referimos a la belleza clásica como espiritual y física, de forma y contenido, de unidad-alma cuerpo. – no lograba quitarle los ojos de encima, él tenía ese no sé qué que te atrapaba cuando hablaba de filosofía, verlo allí arriba siempre me llenaba de orgullo. –Y conciben la belleza como lo que produce placer por medio de la vista y el oído, definición que manifiesta su hedonismo y limita el concepto tradicional. Independizaron además la belleza estética de la moral, porque su definición no atañía a esta. –hablo por alrededor de 30 minutos sobre que era la bella y la estética, como los filósofos la definían y que era realmente, nos tenía a todos encantando con sus palabras y su desempeño sobre el escenario. –De la diversidad y variedad de la belleza, Protágoras concluyó que esta era relativa, pero Gorgias, retórico próximo a los sofistas, y después Sócrates concluyeron que algo era bello cuando correspondía a su fin, introduciendo la idea de conveniencia. Esta convicción va en contra del anterior universalismo griego sobre la belleza, porque lo que resulta bello para una cosa puede no serlo para otra. – cuando termino todos nos pusimos de pie para aplaudirle– muchas gracias por su atención. – salimos de sala con el murmullo de los presentes, al estar en la puerta miré sobre mi hombro, ¿Por qué lo hice? Grave error, Remy y él estaban abrazados, para luego alejarse y darse un caluroso beso. Ellos no eran muy propensos a manifestar su amor en público, pero era obvio que entre ellos saltaban las chispas, solo con las miradas que se daban una entendía que se amaban.

–Arturo dijo que iríamos todos a cenar– Lena estaba a mi lado, tocándome con cariño el brazo. Me sonrió cálidamente, ella sabía sobre mis obvios sentimientos a su hijo, nunca decía algo, pero siempre hacia gestos como aquel cuando ellos estaban juntos.

–Sí, no me informo a que restaurante iríamos.

–Tampoco me lo ha dicho a mí.

–Tendremos que esperar que salga– asentí, Daniel estaba a mi lado, poniendo su mano en mi espalda, su mirada me indico que el chico se acercaba a nosotros, sonrío, una sonrisa que le achino los ojos.

–Hola– todos los pelos de mi cuerpo se pusieron en movimiento, el corazón se me acelero al escuchar su voz tan cerca. Me gire para mirarlo.

–Hola– él vino a donde mí, me abrazo como era de costumbre.

–Gracias por venir.

–Fue un placer– levanto la mirada.

–Tú debes de ser el acompañante de Isabel–le tendió la mano al otro hombre, quien muy amable asintió y acepto su saludo.

–Un placer, Daniel.

–Igualmente, Arturo.

–Ha sido una conferencia muy… magnifica, se podría decir. Me ha encantado mucho– Daniel sabía cómo comportarse cuando quería.

–Gracias.

–Hay algunos temas que me gustaría tratar contigo luego.

–Yo encantado– era como si ya se conocían de antes– ¿Nos vamos?

–Sí, muero de hambre– Laly salió de la nada, estaba jugueteando con Leia y Avril.

–Sí, hice la reservación en nuestro restaurante del malecón.

–Excelente idea, cariño– Lena nos puso a todos en movimiento.

–Trajiste una silla de bebe– me sorprendí cuando abrí la puerta trasera del SUV de Daniel.

–Sí, era la sorpresa para la pequeña, no cabía en el auto. –sonreí por el acto, subí a Leia en la silla y la sujeté bien.

–Gracias por pensar en ella.

–No fue nada– cerré la puerta y entre por la del copiloto. Esperamos que todos estuvieran en sus respectivos autos para poner el coche en marcha.

–Esta va a hacer una cena bastante incomoda.

–Para nada, solo sígueme el juego–nos miramos un segundo y pico el ojo derecho.

Eso esperaba, porque los nervios y las ganas de llorar me estaban enloqueciendo.

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