Daniel
–Señor, Daniel– me giré de inmediato y le sonreí a la chica detrás del mostrador. –¿Sí? – no recordaba su nombre con exactitud, solo que comenzaba con C. –Su padre lo espera en la fábrica– maldije para mis adentros. –¿Te dijo para qué? – negó con la cabeza, me acerqué a ella y puse la maseta de la orquídea sobre el mostrador. –¿Puedes hacerle llegar esto a la oficina de la señorita Isabel? –Por supuesto– me fije en la placa que colgaba de su chaqueta. –Gracias, Carmen– mire la planta una última vez antes de marcharme, quería ser yo que se la llevara, pero no podía aparecerme en la fabrica con ella. En vez de tomar el ascensor, camine por el pasillo hasta la puerta de la parte detrás de la empresa, que era hermosa, de varias plantas, con enormes arboles que proyectaban la perfecta sombra para que los trabajadores tomaran su ratos libres por las tardes sentados en lo bancos, pase por el comedor común y seguí caminado unos cinco minutos más, antes de entrar me recibió el encargado de la planta principal, me entrego el equipo para poder acceder a la fabrica y me los fui poniendo mientras entraba. Distinguí a mi padre a unos metros de distancia hablando con algunos de los trabajadores, a él le gustaba pasarse de vez en cuando por allí. Hacer visitas sorpresas para ver la producción de nuestros productos, yo en teoría me crie en aquella fabrica, venia muy seguido con mi abuelo, a quien le gustaba pasarse más tiempo entre estas paredes que en su propia oficina, le encantaba ver el proceso completo de la elaboración del ron. –Buenos días– dije, saludé con un firme apretón de mano a todos los presentes. –Hijo– dijo cortante– te estaba esperando, esta a punto de terminarse la producción de nuestro nuevo producto y como tú fuiste que diseñaste y te encargaste de todo quería que estuvieras aquí– me encogí de hombro, sí, estaba orgulloso del último trabajo que realice, pero me mostré córtate con él. –Gracias por tomarme en cuenta– me dio unas palmaditas en la espalda y sonrío. Nos quedamos bastante tiempo allí, yo solo podía mirar mi reloj, contando los minutos para salir de allí y poder ir a verla. Había estado haciendo eso desde la noche anterior cuando la deje en su casa junto con su hija. –¿Tienes prisa? – levante la mirada y mire a mi padre. –No, solo que…– el encargado nos llamó y agradecí muchísimo su interrupción. –Ya esta listo. –Bien, allá vamos, entonces– mi padre dio unos cuantos aplausos y se encamino hasta las escaleras, lo seguí dejando salir el aire lentamente, no iba a salir de aquel lugar en un buen rato. Desde la segunda planta podíamos observa el proceso de conservar el ron, utilizando barricas de roble, donde anteriormente se conservaban una mezcla de bourbon americano, a esto le íbamos a añadir el clima perfecto del país, pues se construye unas nuevas instalaciones donde las barricas estarían expuestas al sol para acelerar el proceso de envejecimiento. Estaba orgulloso de aquel producto, pues era en honor a mi abuelo y todo lo que me enseño durante mi adolescencia. Ahora solo faltaba el diseño de la botella la cual llevaba en proceso un tiempo, pero ninguna terminaba por gustarme y todo el proceso del marketing, pero eso vendría a su tiempo, ya que este ron no saldría al mercado hasta dentro de tres años, dependiendo del proceso. Pasamos toda la mañana viendo que todo quedara perfecto, hasta que estuvo listo para salir de la fabrica y que lo trasladaran a las nuevas instalaciones, en realidad, le preste muy copa atención a todo, sabía que debía de prestar atención y estar más feliz por esto, porque era mi proyecto, mi bebe por así decirlo, no es que no estuviera eufórico, solo que en mi mente vivía una cosa, una persona para ser exacto. Y, quería verla, sentarme a hablar con ella mientras tomábamos café, molestarla un poco, invitarla a cenar y rezar para que aceptara. Me disculpé y salí a tomar el aire, el olor allí abajo era demasiado para respirarlo por tanto tiempo seguido, por lo que, le dábamos horarios bastantes flexibles a nuestros empleados. Me saque el celular del bolsillo interior de la chaqueta azul marino y busque rápidamente su contacto, no dude ni un solo segundo, respondió en el tercer tono. –Hola– escuchar su voz del otro lado de la línea me saco una sonrisa. Hombre, concéntrate. –Hola– le respondí– ¿Qué tal? ¿Te gusto la orquídea? – se escucho un sonido del otro lado de la línea, como si algo se cayera y se rompiea. –¡Madre mía! Leia Valentina Vittini, ven acá ahora mismo– sonreí, escucharla mientras ponía su voz de madre me calentó todo el cuerpo. –Disculpa, la niña ha roto un florero en casa de mi madre. ¿Qué me decías? –Compra otro– le dije, ella se rio del otro lado. –Creo que tengo que poner una fábrica, es el cuarto del año que rompe en casa de mi madre. –Ya sabes lo que tienes que hacer, entonces– intente no reírme, pero me fue inútil. –Tendría que cerrar el bar– nos quedamos en silencio unos segundos. –Estabas diciéndome algo. –¡Ah, sí! Te preguntaba si te gusto la orquídea. –Sí, esta muy linda, muchas gracias. La he dejado en la oficina, lejos de las pequeñas manos de Leia. –Muy astuta. Me alegra que te haya gustado, aunque debería de hacerte un regalo yo a ti. –¿Y eso por qué? – mire al cielo, estaba a punto de empezar a llover. –Por agradecerte por lo de anoche, gracias. –Es parte de nuestro acuerdo, ¿no? – espere por su repuesta. –Sí, así es. –se volvió a escuchar ruido del otro lado de la línea, y ella llamando a su hija con aquella voz autoritaria, podía imaginarme como serian sus… termine esos pensamientos a tiempo, tragando con dificultad volví a mirar al cielo, una gota de agua me cayo en la frente y me la limpie. –Tengo que dejarte, nos vemos en la oficina. –Por supuesto, que tengas feliz resto del día– me colgó antes de volver a decir algo más. Me quede mirando el celular hasta que la lluvia empezó a caer. No me apetecía ir a casa, estar allí me iba a hacer pensar en muchísimas cosas, por lo que, me fui de pesca, necesitaba una distracción con urgencia y la encontré con facilidad. La chica del otro lado de la barra me miraba mientras intentaba disimular, me puse en pie y fui hasta ella, para invitarle un trago y después de media hora hablando, nos metimos en mi coche. Era hermosa, con su cabello negro y sus ojos claros, tenía unos labios carnosos, de figura esbelta, con un trasero para que cualquier hombre se moriría, pero mientras la besaba y le metía la mano bajo el vestido solo pensaba en una cosa, en una cosa no, hombre. En otra mujer, lo que hizo todo el proceso muchísimo más difícil, pues, todo su trabajo no dio efecto, no logre excitarme del todo. Aunque si logre que ella alcanzara un delicioso orgasmo con mi boca. Me ofrecí a llevarla a su casa y hasta me invito a pasar, pero me escuse con que al otro día iba a levantarme temprano, le pedí su número de teléfono, que tal vez, nunca use. A las mujeres les encantaba que yo le pidiera su contacto, pensaban que las llamaria luego. Al llegar a casa, tuve que resolver mi problemita por mi cuenta, debajo de la ducha, en la cama. Solo tenía que cerrar los ojos y veía aquellos ojos tan intrigantes, que solían cambiarle de color, la curva de su cintura, sus largas y esbeltas piernas. Estaba jodido en muchos sentidos.–Gracias por ir a la cena– Daniel alejo la taza de café de sus labios para sonreírme.–No fue nada, es nuestro acuerdo. Hablando de eso…– se calló cuando sonaron unos golpes en la puerta de mi oficina.–Adelante– dije y me puse en pie al ver quien era.–Buenos días, Isabel– el señor David Lopez de Haro era imponente para su edad, tenía una voz profunda y pausada, como si hubiera pasado años ensañándola. – ¿Daniel? – miro a su hijo sorprendido, este continúo bebiéndose su café muy tranquilamente.–Padre– mi jefe camino hasta ponerse al lado de su hijo, se sentó muy despacio en la silla vacía, yo me volví a sentar sin saber que hacer.–Es la tercera vez que me te veo en una oficina en la misma semana y que no es por algo personal.&
–Isabel, yo… tú sabes que sí. No era mi intención que pasara esto al venir aquí. –Lo sé. – me gire para no mirarlo. Los hombros me temblaban y las lágrimas no dejaban de salir. –Lo siento. –Deja de disculparte. –No sé qué más hacer para que no estes así. –Podrías no casarte, volver aquí con nosotras. –¡Oh! – puso sus manos en mis hombros. –No digas nada– me di vuelta lentamente– podrías hacer algo por mí. –Cualquier cosa que te haga sentir mejor. –Bésame– él abrió mucho los ojos y dio pequeños pasos atrás. –Isabel. –Por favor–le rogué. –No puedo, no sería justo para ti, ni para mí, estaría engañando a Remy. –Solo un beso– él se volvió a acercar a mí y me abrazo, con fuerza contra su pecho. Me había rebajado a rogarle, estaba en ese punto de desesperación, iba a perderlo para siempre y no quería, me rehusaba a perderlo– ¿Por qué diablos tuve que dejarte ir? – me alejó de su pecho,
–¡Madre mía! – Daniel me miro de arriba abajo.–¿Qué? – lo deje pasar. –¿No es adecuado para ir a ver a tus padres?–No es adecuado para mi salud mental. En serio me estoy conteniendo, pero tú no lo pones fácil.–¡Dioses! – fui en buscar de mis cosas.–Es en serio. – lo empujé para que saliera de la casa y cerré la puerta. –Déjame disfrutar de a vista.–Eres un idiota. ¿Quieres que maneje yo?–Sí, por favor, no creo que tenga todos mis nerviosos en sus lugares.–¿Podrías ser menos dramático? – me paso las llaves de su SUV.–¿No vas a llevar a Leia? – me pregunto dentro del auto.–No, tenía que ir a buscar a casa de Arturo y lo que menos quería era verlo. Además, le dije que se po
Me sentí mal todo el resto del día por la forma en la que Daniel salió de mi oficina… bueno, de nuestra oficina. Cuando llegué a casa lo primero que hice fue abrazar a Leia contra mi pecho.–Mamá.–¿Qué quieres hacer esta noche?–¿Podemos jugar con mis muñecas?–Por su puesto– ella corrió hasta su habitación y volvió con los brazos llenos de juguetes, me quité la chaqueta y los zapatos para estar más cómoda, nos sentamos en el suelo de la sala, ella dio varios viajes para traer más juguetes. Armamos su casa de muñeca, y le cambiamos la ropa varias veces. Inventamos un juego de que éramos mejores amigas e íbamos a todos partes juntos. Nos arrastramos por el suelo riendo, mientras yo le hacía cosquillas.Mi celular sonó avisándome que tenía un nuevo mensaj
Me quede unos minutos más afuera, poniendo mis pensamientos en orden y esperando que se me fueran las ganas de llorar. Había sido nuestro adiós, de ahora en adelante no podía seguir viéndolo igual. Al ir a la habitación Daniel estaba recostado en mi cama, con las piernas cruzadas y los brazos detrás de su cabeza.–Hola– dijo, le dedique una sonrisa farsa. –¿Qué tanto te dijo?–Fue lo que no dijo– me di la vuelta y me quité los botones de mi casa. –¿Vas a quedarte?–¿Quieres que me quedé? –No me moleste en ocultarme al quitarme la ropa y envolver una toalla en mi cuerpo. Quería que se quedara, necesitaba distraerme de alguna forma, necesitaba el consuelo de los brazos de alguien.–Puedes quedarte– No espere su respuesta, fui al baño y me encerré allí dentro, oculte
El viaje fue silencioso y aburrido, estuvimos tres horas dentro del coche sin mucho que decirnos, Leia se durmió una gran parte, como era de costumbre cuando viajamos por carretera, tuvimos que detenernos en un restaurante para llevarla al baño, encontré a Daniel apoyado en su SUV de regreso al estacionamiento, bebiéndose un café de maquina en un vaso de papel, lo sostenía en su mano derecha.–Esta es la cosa más desagradable que he probado– escupió, me paso un vaso a mí y lo acepte. Él me pidió que lo dejara subir a Leia al asiento trasero. Ese día no traía cabeza para resistirme a nada, así que se lo permití, porque en el fondo, sin querer admitirlo, me gustaba verlo intentar que Leia lo quisiera. Él era el único hombre en mi vida con el que mi hija había tenido un tipo de relación, era una de mis reglas, no dejar que ella se encari&
–¿Por qué no me has presentado a tu madre? – Levante la cabeza para mirarlo, estábamos desayunando en el balcón de la habitación, la boda comenzaba en algunas horas, por lo que decidimos permanecer encerrados para no tener que socializar mucho.–¿Qué?–Eso, me presentaste con la familia de Arturo, a la cual he visto en dos ocasiones ya, pero ni has mencionado a tu madre. –Le puso queso crema a su tostada, me quede mirando todos sus movimientos, yo me relacionaba con bastante gente rica, aunque yo no lo fuera, gente con toda clase de modales, pero en mi vida había conocido a alguien que tuviera tantos modales como él. Era casi un pecado culposo verlo comer. –¿Qué? – me dijo antes de llevarse el pan a la boca.–Tienes unos modales impecables, siento que soy una torpe en comparación a ti a la hora de comer– se encogi&
DanielTodavía nos faltaba la respiración, estaba sudados y agitados. Y yo, no quería dejarla ir tan rápido, no sabía cómo sentirme después de esto, estaba bastante claro que me había enamorado antes, varias veces, pero nada me preparo para sentirme así, necesitaba volver a tenerla en mis brazos. La ayude a ponerse el vestido y cuando se giró la sostuve por la cintura y la bese. Sus labios eran cálidos y amables. Sonriendo aleje mis labios de los de ella, nos miramos a los ojos unos segundos.–Bueno– susurro y eso me hizo reír todavía más.–No tenemos que volver a la boda si no quieres– se pasó la lengua por el labio superior y ese acto no fue ignorado por algunas partes de mi cuerpo. –Lo que sí, es que tenemos que salir de aquí– se echó a reír a carcajadas. Aquel sonido me hizo sentir en p