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Capítulo 4

La risa de Leia se escuchaba por toda la casa y ese sonido era lo más maravilloso que uno pudiera escuchar. Estaba sobre el regazo de Arturo, quien le hacía cosquillas, ella se retorcía. Sonreí al verlos jugar. Era miércoles y los miércoles eran nuestros días, estábamos esperando a que la comida llegará para sentarnos a comer. Nuestra hija salió de los brazos de su padre y vino a mi refugio.

–Me abandonas– él le puso carita triste y ella asintió con la cabeza. La abrace contra mi pecho. Arturo se acercó a mí en el sofá, poniendo su cabeza en mi hombro y acariciándole el cabello a Leia. Nos quedamos en esa posición hasta que llegó el repartidor –Ya voy yo– se levantó y camino hasta la puerta. Yo me puse en pie y dejé a la niña en el suelo para ir a acomodar la mesa, traje platos de la cocina y los acomodé. Mientras comíamos estuvimos pendiente de nuestra hija, haciéndole preguntas sobre la escuela, estos momentos tratábamos de que ella se sintiera lo más cómoda posible y a gustos con nosotros. Al terminar los tres limpiamos los trastes y luego nos sentamos en el mueble frente al televisor, a Leia le gustaba ver dibujos animados con nosotros, aunque le poníamos muy poca atención. Ella bailaba y brincada sobre el sofá o frente al televisor.

–¿Estas nervioso por tu conferencia de esta semana? – gire la cabeza para poder verle el rostro. Él sonreía mientras veía a su hija cantar las canciones de los dibujos animados. Hablo sin mirarme.

–Sabes que siempre me aterra dar conferencias.

–Pero lo haces genial. –con la sonrisa en los labios se acomodó en el mueble para mirarme.

–Eso lo dices porque siempre estás diciéndome cosas para que yo me sienta bien.

–Nunca te mentiría en algo así, si te digo que lo haces genial es porque es la verdad. Date un poco más de crédito.

–Siempre has sabido que cosas decirme.

–Es un don– le sonríe, me atreví a apartarle el cabello de la frente– llevas el cabello muy largo.

–¿Tú crees? – asentí, siempre había amado su cabello ondulado y cuando lo dejaba crecer aun más.

–Sí, pero siempre me ha gustado así – hubo unos segundos de silencio entre nosotros. Me dolía el corazón al tenerlo tan cerca, pero que a la misma vez este tan lejos. Unas enormes ganas de besarlo me invadieron, creo que él se dio cuenta de mis intensiones, porque rápidamente miro a otro lado. Me mordí el labio para aguantar las lágrimas.

–¿Qué has hecho con tu vida estos días? – seguía mirando su perfil.

–Mucho trabajo– le respondí restándole importancia– nada más.

–¿Sigues saliendo con el sujeto aquel? – no me comunicaba con Guillermo en semanas, ni había pensado en lo más mínimo en él.

–Para nada, solo fueron algunas salidas sin importancia.

–¿No te gustaba?

–No, tanto– él asintió. Leia se subió de un salto en el espacio que había entre nosotros.

–Mamá, te amo– me puso los brazos alrededor del cuello y me beso en la mejilla izquierda, luego hizo lo mismo con su padre– papá, también te amo.

–Y nosotros a ti– dijimos al mismo tiempo. Se quedo entre nosotros viendo la televisión.

–He conocido a alguien más– susurré, solo lo dije para ver si obtenía algún efecto en él. Lo tuvo, aunque no el que yo quería.

–¿En serio? – asentí, me sonrió– me alegro mucho y espero que esta vez sí funcione para ti. ¿sabes qué? Llévalo a la conferencia y así me lo presentas, de paso luego salimos todos juntos. Laly y Avril también vendrán y creo que mamá estará en la ciudad. – m*****a sea.

–Es genial, lo invitare a ver si tiene tiempo– le mentí, porque no tenía ni la más mínima idea de quien era Daniel, ni dónde encontrarlo. No me dijo que le diera mi número de teléfono y yo ni le pedí el suyo.

–Haré una reservación para todos en un restaurante– sonreí falsamente, en que me metí.

Esa noche lleve a Leia para que mi mamá la viera y me excuse para salir un momento, fui al bar, necesitaba encontrarme a Daniel en alguna parte, se veía que era un chico fiestero. Cuando no lo vi le pregunte a Fran si lo conocía, me dijo que solo lo había visto unas cuantas veces por allí, pero que no sabía nada de él. Me tomé un trago y luego salí de allí. Aunque el bar era mío pasaba muy poco, solo cuando teníamos alguna reunión y ver que tal iba todo. Invertí todo el dinero que ahorré por años en este bar, mi meta era poner otros, en la ciudad y algunas otras ciudades del país, Fran era mi socio y quien se encargaba de todo el funcionamiento, nos conocimos en la escuela y en muchas ocasiones era mi socio y acompañante de fiesta en mi adolescencia. Le pedí que, si se aparecía por allí, que le diera mi número y que me llamara, me miro de reojo, pero no dijo nada.

Ya en casa me puse a dar vueltas de un lado para otro, era un lio, ¿Por qué tuve que abrir mi bocotá? Me pase parte de la noche sentada en la sala, pensando en todo, en él, en cómo iba a hacer para presentarme en su conferencia sin acompañante. Al sonar la alarma maldije, deseaba quedarme acostada, bajo las sábanas, con Leia y pasarnos el día juntas. Pero el deber llamaba. Las mañanas eran divertidas cuando me tocaba llevarla a la escuela, aunque ese día le tocaba a Arturo pasar por ella, nos vestimos juntas y ella estuvo con la mirada muy concentrada cuando me estuve maquillando, hacía los movimientos que yo hacía al ponerme delineador y pintalabios. Sonriendo le puse un poco de un brilla labios, ella no quiso ni desayunar ese día para que no se le quitara. Cuando Arturo llego no lo quiso besar.

–Es por el brilla labios– le dije, él sonrió al verla con los labios levantados.

–Nos vemos esta noche– asentí. Nuestra hija se le adelanto a su Jepp y lo espero con impaciencia. Me imagino como se pasará el día por llevar los labios brillosos y como iba a presumirlo en la escuela. Me marche al trabajo unos minutos después, dentro del ascensor me sonó el celular, lo busque dentro de mi cartera, no reconocí el número que me llamaba lo dude un segundo ante de deslizar la pantalla.

–Hola– dije.

–Hola– no reconocí la voz que me saludaba– me dijeron que querías hablar conmigo.

–¿Daniel? – las puertas del ascensor se abrieron, alguien estaba parado justo en medio, impidiéndome salir. – Disculpé– dije, el sujeto se giró. No podía creerme aquello.

–Hola– dijo, se echó a un lado y salí. Como dos estúpidos seguíamos con el celular pegado a la oreja.

–¿Qué haces aquí?

–Mi papá es el dueño de la empresa, así que tengo que venir y fingir que trabajo– se encogió de hombros. –¿Tú qué haces aquí? ¿Sigues buscándome?

–Realmente no, ni sabía que eras familiar del dueño. Soy la gerente de marca.

–Así que por ti es que el viejo ha estado muy contento todos estos días.

–Sí, bueno. ¿Entramos a mi oficina? Nos vemos estúpidos aquí parados– me quite el celular de la oreja.

–Realmente– riendo nos encaminamos a mi oficina, le abrí la puerta para que pasara. Silbo al mirar toda la oficina– linda, papá no me ha dado una oficina así nunca. Si me la ofrece puede que venga más seguido.

–Imagino que algún día la oficina de presidencia será tuya.

–No es tan sencillo, primero se la daría a otro que a mí… bueno, no, no hasta que sienta cabeza y me case y forme una familia– puso los ojos en blanco, camino hasta la pared y miro los cuadros. Me quité mi chaqueta y la colgué junto con mi cartera. –Oye, pero aquí dices que eres Licenciada en turismo. ¿Qué rayos haces aquí?

–Sí te fijas, soy gerente de marca, pero no de todas. Solo me encargo de las marcas que están destinadas al área turística. Como las bebidas.

–Ahh. – se sentó frente a mi escritorio, detenidamente doblo sus piernas– ¿No me brindan café ni nada en esta oficina? Mi papá me hace llegar temprano, él aun ni llega.

–¿Quieres algo de tomar?

–Un café, si no es mucha molestia– riendo tome el teléfono y le marque a mi asistente, y le pedí que nos trajera café. –¿Para qué querías verme? Por cierto. –me miro con una sonrisa maliciosa.

–¿Recuerdas del padre que te hable?

–Por el que te emborrachas. Algo recuerdo, la verdad es que dijiste muchas cosas mientras vomitabas– se me encendieron las mejillas.

–Sí, ese. Tiene una conferencia esta noche…

–¿Anja?

–De casualidad le comenté que conocí a alguien y ahora quiere que te lleve y luego salgamos a cenar todos juntos– se puso serio de repente. –¿Qué dices? – se pasó la mano por la barbilla. Lo observe bien, con todo lo mal que me encontraba ese día no me percate de que era guapo. Del tipo guapo como que una sueña de niña, al mismo tiempo era todo lo contrario a Arturo, cuando este era todo piel bronceada y cabello castaño, Daniel era piel pálida y cabello castaño claro, casi rubio, con los ojos cafés claros. Era alto y musculoso, pero nada exagerado.

–Déjame ver si lo tengo claro… ¿quieres usarme para que el padre de tu hija piense que estas muy feliz con otro?

–Cuando dices usarte, me hace sentir mal.

–Tecnicismo.

–Pero sí– nos callamos cuando María, mi asistente entro acompañada de la chica de la cocina, dejaron la bandera de café en el escritorio y luego se retiraron. –Es solo aparecer allí y pretender que nos estamos conociendo como pareja– sirvió café para los dos. –Gracias.

–De nada– hoy parecía una persona totalmente diferente. Era más relajado, chistoso. Iba de traje y sin corbata.

–¿Qué dices?

–Puedo hacer todo lo que quieras, fingir cuando así lo desees, pero tengo una condición– me asuste un poco de lo que fuera a decir o a pedir.

–¿Sí? – me lleve la taza de café a los labios.

–Tienes que hacer lo mismo por mí delante de mi familia– el café se me fue por el lado equivocado de la garganta.

–¿Que tú qué? – deje la taza sobre la mesa.

–Mi papá y yo tenemos una relación complicada. Él quiere que yo me encargue de la compañía para poder retirarse ahora y a lo grande, yo no quiero esto, pero a menos que sienta cabeza, que para él es que busque una mujer adecuada para nuestra familia y que me case.

–¿No sería extraño? Como trabajo para tu papá.

–No, seria todo lo contrario. Porque a él le caes bien y está feliz de que trabajes para él. ¿Aceptas? –Lo pensé.

–Está bien, pero solo fingiremos.

–También podemos pasar algo de tiempo juntos. Salir y divertidos, porque de lo contrario nadie nos creerá esta relación.

–Pero nada romántico.

–Créeme que no me involucrare con una mujer que está enamorada de otro, además yo también tengo el corazón roto. No quiero que me lo vuelvan a romper antes de que este curado.

–Somos dos cosos perdidos.

–Tenemos un trato.

–Vamos a poner una regla, nada de besos ni roces a menos que estemos rodeados de familiares que se creen esta relación.

–Bien, por mí no hay problema. Solo que no te prometo exclusividad. Soy un hombre.

–No te estaba pidiendo eso.

–Pues… ¿paso por ti a qué hora?

–A las 6 en mi casa.

–Perfecto– continuamos bebiendo el café en silencio, mientras lo miraba solo podía pensar en qué lio me estaba metiendo.

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