Daniel
Me vacíe los bolsillos y deje todo sobre la isla de la cocina, por un momento mi apartamento me pareció frio y solitario, cosa que nunca había sentido antes, pues, este lugar era mi refugio, mi lugar especial. Aquella mañana desperté con una mujer, pasé toda la noche con ella, cuidándola sin conocerla y era la primera vez que pasaba la noche con una mujer y no tuvimos nada de intimidad, aunque, que le hablara de mí se sintió como que compartimos una clase diferente de intimidad, eso me gusto. En el fondo, lo disfrute más que cualquier otra cosa, porque aquella mujer me dejo impactado desde que la vi.
Fui a darme una ducha y sin molestarme en secarme o ponerme ropa me lancé en la cama, casi no dormí la noche anterior y me dolía toda la espalda por la forma en que dormimos en el sofá. Estuve dando vueltas por un rato, todo lo que pasó la noche anterior se manifestaba en mi cabeza una y otra vez. Hasta que me rendí y me puse en pie, elegí solo un pantalón corto y me vestí con eso. Me dirigí a la cocina para prepararme una taza de café, mientras colocaba los granos en la pequeña moledora dejé que mis pensamientos vagaran una vez más. Isabel, decir su nombre en mi cabeza me produjo cierto escalofrío, no podía negar lo bella que era, la forma de sus labios, como se movían al hablar, su nariz y esos intensos ojos.
Con el café ya listo camine hasta mi estudio y me senté detrás del escritorio, deje la taza sobre la mesa y revisé mi correo electrónico, mi carpeta de recibidos estaba llena de correos de la asistente de mi padre, cerré los ojos con frustración, había olvidado que debía de ir a la oficina hoy.
–Maldición– gruñí, lo olvide por completo y sabía que papá usaría esto para molestarme por meses. Ser el hijo mayor de uno de los hombres más importante del país, en muchos casos, no era bien recibido. La gente no tenía la menor idea de las cosas por las que tenía que pasar, no poder elegir tu propio futuro, aunque quisieras estar a 10,000 mil kilómetros de allí. Mi hermana lo tuvo fácil, ella no era la heredera de la multinacional más importante del Caribe, en cuanto al mercado de bebidas se trataba, ella pude elegir su camino y eso hizo desde que pude se marchó a España a estudiar sin importarle nada, mi padre se enfureció los primeros dos años, hasta tal punto que recorto todos sus fondos y yo tuve que enviarle dinero mensual para que pudiera subsistir, ella y yo éramos muy unidos, hablábamos con mucha frecuencia y cuando necesitaba escapar de mi padre, agarra un vuelo y llegaba sin avisar a su casa. La empresa la comenzó mi bisabuelo, desarrollo una fórmula para hacer ron blanco, la cual comercializo en su momento en un sector pequeño, hasta que llego mi abuelo y la transformo en una de las empresas de mayor porcentaje del mercado, desarrollando una línea de productos de primera calidad en cuando a ron blanco, oscuro y dorado, o mejor conocido como ron añejo, que es de los productos que más se comercializan en estos momentos, al mi padre tomar la empresa, a la edad que tenía yo ahora, le dio un giro totalmente nuevo, agrego nueva cartera de productos, que adquirió de pequeñas empresas, dividió el mercado y empezó a hacer las cosas diferentes, cosas increíbles hasta que logro que tuviéramos relevancia en otros país del caribe, yo estaba orgulloso de todo lo que logro, todo lo que trabajo y tiene, yo quería tomar la empresa y seguir con el legado, que puede que muera conmigo. No podía mentir y quejarme de que todo en mi vida era malo, pues no, tuve una gran infancia y parte de mi preadolescencia fue genial en muchos sentidos. Nací con el mundo a mis pies, con todo lo que quería sin la necesidad de ganármelo, fui a los mejores colegios, a la mejor universidad del país, estudié en el extranjero y me daba una gran vida. Lo que me molestaba era que mi padre quería obligarme a hacer las cosas bajo sus términos y yo no funcionaba así, me gustaba la empresa, trabajar allí, pero que él intentara que yo hiciera todo a su paso, de eso nada.
…….
La noche siguiente no dejaba de darle vueltas a mi encuentro con aquella encantadora mujer y su pequeña hija. En el pasado salí con varias mujeres que eran madres, pero yo nunca me involucraba con los niños, esa era mi regla primordial. En cuanto ellas se ponían en plan: salgamos con mi hijo, es el cumpleaños de mi hija. Reconocía la señal, querían que las cosas fueran a más y yo no, así simplemente desaparecía de sus vidas, con la típica conversación de que las cosas no estaban funcionando, que yo estaba muy ocupado en esos momentos y no podía hacerme cargo de lo que ella quería. Ahora no entendía porque me había involucrado con aquella pequeña, pero es que con solo verla algo dentro de mí hizo clip, era como si los dos tuviéramos mucho en común, desde su peculiar nombre, el cual reconocí su referencia a Star War y que la propia Leia supiera y hablara a sus tres años de esa franquicia me dejo descompuesto, sin verlo venir deje escapar una sonrisa al recordar nuestro encuentro, tanto la madre como la hija me habían hipnotizado.
Cansado de estar encerrado en casa, esa noche tome las llaves y salí, era muy probable que no la encontrara allí, pues era uno de los locales que más frecuentaba en los últimos meses y no la había visto antes, pero el bartender dijo que ella era la dueña, así que una llama de esperanza se me encendió en el pecho. Sabía dónde vivía, pero era demasiado inapropiado aparecerme en su casa de la nada, aunque me estuviera carcomiendo por volver a verla. El bar estaba bastante concurrido esa noche, fui directo a la barra y pedí un vaso de whiskey con hielo. Mientras daba una recorrida al lugar con la mirada, buscando, buscando, buscándola a ella, me tope con una linda chica que conocí hace unas noches, la salude con la mano y seguí mi recorrido, no la vi, pero sí que encontré algo.
–Daniel, hola– Fran, el bartender, me reconoció.
–Hola– lo salude, poniendo mi vaso sobre la barra– ¿Qué hay?
–Hacía unas noches no te veía.
–Había estado ocupado– asintió, se volvió a atender a una chica que se paró a mi lado, la mire de reojo, el pelo castaño sobre los hombros que le llegaban casi a sus pequeños, aunque firmes pechos, los cuales sobresalían en su escote, llamaron mucho mi atención, no era precisamente un hombre de pechos, pero era muy hipócrita de mi parte decir que no me gustaban, si la manera en que ellos se adaptaban a la figura de sus cuerpos eran de las mejores maravillas del mundo, no a mí me gustaban las caderas, el trasero, las piernas y lo que había entre ellas, las de caderas anchas eran mis preferidas, más cuando utilizaban vestidos ajustados, o cuando se ponían pantalones altos, deje de pensar en eso, porque recordaba a la mujer de hace unas noches y esas increíbles caderas que tenía. Nos sonreímos mutuamente, podía coquetearle, tal vez invitarle un trago y después, bueno…
–Antes de que se me olvide– quite la atención de la chica y mire al hombre que estaba del otro lado de la barra– Isabel se pasó por aquí y te estaba buscando, no me dijo para qué, pero te dejo esto– se sacó un papel del bolsillo y me lo tendió. Lo tome sin comprender, ella estuvo buscándome, a mí. Levante la comisura de mis labios mientras desdoblaba el papel. Llámame por favor, ¿eso era todo? Me había dejado su número de teléfono, fruncí el ceño, dobla el papel y me lo guardé en el bolsillo delantero de mi camisa. Iba a llamarla, de eso estaba completamente seguro, pero no aquella noche. No quería parecer desesperado.
La risa de Leia se escuchaba por toda la casa y ese sonido era lo más maravilloso que uno pudiera escuchar. Estaba sobre el regazo de Arturo, quien le hacía cosquillas, ella se retorcía. Sonreí al verlos jugar. Era miércoles y los miércoles eran nuestros días, estábamos esperando a que la comida llegará para sentarnos a comer. Nuestra hija salió de los brazos de su padre y vino a mi refugio.–Me abandonas– él le puso carita triste y ella asintió con la cabeza. La abrace contra mi pecho. Arturo se acercó a mí en el sofá, poniendo su cabeza en mi hombro y acariciándole el cabello a Leia. Nos quedamos en esa posición hasta que llegó el repartidor –Ya voy yo– se levantó y camino hasta la puerta. Yo me puse en pie y dejé a la niña en el suelo para ir a acomodar la mesa, traje platos de la cocina y los acomod&eacu
Termine de ponerme el delineador en el ojo izquierdo, la conferencia de Arturo iba a hacer en una galería de arte, me decidí por un conjunto de blazer con solapa y pantalones a juego de olor menta y un top blanco debajo que dejaba ver mi firme abdomen, el cual tuve que trabajar muchísimo para que volviera hacer firme después del embarazo. De vez en cuando me gustaba lucirlo. Me senté en la cama para ponerme las botas a juego con el top. Me puse en pie e intenté peinarme el cabello, hacía un tiempo que no me lo cortaba y ya me llegaba más debajo de los hombros. No era una persona presumida, pero siempre he sabido que era guapa y que tenía buen cuerpo.–Isa– mire a Julia, quien era mi ayudante en la casa.–¿Sí?–El señor Daniel ha llegado.–Dile que bajo en 5 minutos.–Perfecto– Me volví a mirar en el espejo, quer&iacut
Daniel–Señor, Daniel– me giré de inmediato y le sonreí a la chica detrás del mostrador.–¿Sí? – no recordaba su nombre con exactitud, solo que comenzaba con C.–Su padre lo espera en la fábrica– maldije para mis adentros.–¿Te dijo para qué? – negó con la cabeza, me acerqué a ella y puse la maseta de la orquídea sobre el mostrador. –¿Puedes hacerle llegar esto a la oficina de la señorita Isabel?–Por supuesto– me fije en la placa que colgaba de su chaqueta.–Gracias, Carmen– mire la planta una última vez antes de marcharme, quería ser yo que se la llevara, pero no podía aparecerme en la fabrica con ella. En vez de tomar el ascensor, camine por el pasillo hasta la puerta de la parte detrás de la empresa, que era hermo
–Gracias por ir a la cena– Daniel alejo la taza de café de sus labios para sonreírme.–No fue nada, es nuestro acuerdo. Hablando de eso…– se calló cuando sonaron unos golpes en la puerta de mi oficina.–Adelante– dije y me puse en pie al ver quien era.–Buenos días, Isabel– el señor David Lopez de Haro era imponente para su edad, tenía una voz profunda y pausada, como si hubiera pasado años ensañándola. – ¿Daniel? – miro a su hijo sorprendido, este continúo bebiéndose su café muy tranquilamente.–Padre– mi jefe camino hasta ponerse al lado de su hijo, se sentó muy despacio en la silla vacía, yo me volví a sentar sin saber que hacer.–Es la tercera vez que me te veo en una oficina en la misma semana y que no es por algo personal.&
–Isabel, yo… tú sabes que sí. No era mi intención que pasara esto al venir aquí. –Lo sé. – me gire para no mirarlo. Los hombros me temblaban y las lágrimas no dejaban de salir. –Lo siento. –Deja de disculparte. –No sé qué más hacer para que no estes así. –Podrías no casarte, volver aquí con nosotras. –¡Oh! – puso sus manos en mis hombros. –No digas nada– me di vuelta lentamente– podrías hacer algo por mí. –Cualquier cosa que te haga sentir mejor. –Bésame– él abrió mucho los ojos y dio pequeños pasos atrás. –Isabel. –Por favor–le rogué. –No puedo, no sería justo para ti, ni para mí, estaría engañando a Remy. –Solo un beso– él se volvió a acercar a mí y me abrazo, con fuerza contra su pecho. Me había rebajado a rogarle, estaba en ese punto de desesperación, iba a perderlo para siempre y no quería, me rehusaba a perderlo– ¿Por qué diablos tuve que dejarte ir? – me alejó de su pecho,
–¡Madre mía! – Daniel me miro de arriba abajo.–¿Qué? – lo deje pasar. –¿No es adecuado para ir a ver a tus padres?–No es adecuado para mi salud mental. En serio me estoy conteniendo, pero tú no lo pones fácil.–¡Dioses! – fui en buscar de mis cosas.–Es en serio. – lo empujé para que saliera de la casa y cerré la puerta. –Déjame disfrutar de a vista.–Eres un idiota. ¿Quieres que maneje yo?–Sí, por favor, no creo que tenga todos mis nerviosos en sus lugares.–¿Podrías ser menos dramático? – me paso las llaves de su SUV.–¿No vas a llevar a Leia? – me pregunto dentro del auto.–No, tenía que ir a buscar a casa de Arturo y lo que menos quería era verlo. Además, le dije que se po
Me sentí mal todo el resto del día por la forma en la que Daniel salió de mi oficina… bueno, de nuestra oficina. Cuando llegué a casa lo primero que hice fue abrazar a Leia contra mi pecho.–Mamá.–¿Qué quieres hacer esta noche?–¿Podemos jugar con mis muñecas?–Por su puesto– ella corrió hasta su habitación y volvió con los brazos llenos de juguetes, me quité la chaqueta y los zapatos para estar más cómoda, nos sentamos en el suelo de la sala, ella dio varios viajes para traer más juguetes. Armamos su casa de muñeca, y le cambiamos la ropa varias veces. Inventamos un juego de que éramos mejores amigas e íbamos a todos partes juntos. Nos arrastramos por el suelo riendo, mientras yo le hacía cosquillas.Mi celular sonó avisándome que tenía un nuevo mensaj
Me quede unos minutos más afuera, poniendo mis pensamientos en orden y esperando que se me fueran las ganas de llorar. Había sido nuestro adiós, de ahora en adelante no podía seguir viéndolo igual. Al ir a la habitación Daniel estaba recostado en mi cama, con las piernas cruzadas y los brazos detrás de su cabeza.–Hola– dijo, le dedique una sonrisa farsa. –¿Qué tanto te dijo?–Fue lo que no dijo– me di la vuelta y me quité los botones de mi casa. –¿Vas a quedarte?–¿Quieres que me quedé? –No me moleste en ocultarme al quitarme la ropa y envolver una toalla en mi cuerpo. Quería que se quedara, necesitaba distraerme de alguna forma, necesitaba el consuelo de los brazos de alguien.–Puedes quedarte– No espere su respuesta, fui al baño y me encerré allí dentro, oculte