Capítulo veintisiete.

— ¿Aun no llama? – pregunto a Boris bajando la escalera envuelta en mi bata de baño favorita.

— ¡No Miggui, ya me preocupa! – suspiro y tomo mi teléfono que se encuentra sobre la barra para llamar de nuevo, repica muchas veces, mi pecho duele por el arrepentimiento que siento al haber formado todo este lio del Centro Comercial.

— ¡Hay Miggui, me siento tan mal! – lloro desconsolada y cubro mi rostro para tratar de tapar mi vergüenza porque lo eche a perder con mi imprudencia. El timbre suena y Boris corre a ver quién es, escucho el jadeo de mi amigo y me dirijo a la puerta para saber también.

Rogers se encuentra recostado al marco de la puerta con una botella de tequila bajo el brazo y una cara de borracho del otro mundo o por lo menos de uno paralelo ¡Ja y yo preocupada! Observo su rostro y su mirada sugerente me abruma, recuerdo que no llevo nada debajo de la bata y retrocedo, me observa insistente e incluso c

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