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La mañana antes de la partida de mi vida

Emily no pudo dormir, pese a que sabía que necesitaba estar descansada. Cuando se levantó, tenía unas ojeras más grandes que sus ya de por sí enormes ojos. Se aterró al mirarse al espejo. Marge llegó dos segundos después, con cara de tampoco haber descansado muy bien. 

—¡Estoy terrible! —dijo cuando Marge entró al baño—. No puedo presentarme así hoy.

Marge casi se fue para atrás cuando la vio. Le fue imposible simular que su amiga no se veía tan mal como creía. 

—La verdad, es que sí te ves fatal. Pareces del casting de Walking Dead.

Aunque era cierto que estaba mal, Marge se pasó con su comparación y por poco recibe la pantufla que Emily le lanzó a la cabeza. 

—¡Lo siento, amiga, perdóname! —gritó, a cubierto tras la cama de Emily, que amenazaba con lanzar un frasco de crema humectante— Ya mismo te consigo una cita con Raquel. 

La promesa de Marge convenció a Emily de regresar el frasco de crema a su lugar. Raquel era la estilista encargada de arreglar a Emily cuando hacía Cosplay para su cuenta de I*******m.

—Dile que tiene que venir con todo lo mejor de tu set de maquillaje —dijo Emily desde el baño—. Hoy es el día más importante de mi vida, y no exagero. 

Sabiendo que su amiga ya estaba apaciguada, Marge se acercó a la puerta del baño. 

—¿Te trasnochaste jugando el nuevo Candy Crush? —preguntó mientras enviaba un w******p a Raquel.

—Ojalá, pero estoy muy nerviosa y ni eso pude.

Emily jaló la cadena del váter y salió. 

—Raquel me dice que viene en seguida, que trae no solo lo mejor, sino también a dos ayudantes —dijo Marge—. ¿Te pido un batido, para el desayuno?

—Espera, ¿dijo que viene con dos ayudantes? ¿Acaso le enviaste una foto de mi situación actual? 

Marge abrió los ojos como si Emily le estuviera apuntando con una pistola.

—No, te lo juro. No sé, seguro y ya se enteró de lo de la apuesta. 

Emily suspiró. 

—Ya media humanidad debe saberlo, tienes razón.  ¿Qué dicen las redes?

Marge no las había revisado. También acababa de levantarse, aunque no hubiera dormido mucho. 

—Ya te pedí el batido, dame un momento y reviso. 

Pasó los dedos por la pantalla del celular. Emily comenzó a cepillarse el cabello, sentada frente al peinador de su cuarto. 

—Amiga… —dijo Marge, con voz más chillona de lo habitual—. Todos te están deseando una vida muy feliz en tu matrimonio.

—¿QUEEEÉ?

Pese al cepillado, el cabello de Emily se levantó, solo.

—Sí, es la tendencia. Todos tus fans te están deseando un feliz matrimonio, no entiendo.

—¡¿Hasta mis fans creen que voy a perder?! —Emily se abalanzó sobre el celular de Marge. Revisó lo que estaba en la pantalla—. Pero, ¿por qué? —preguntó luego de regresarle el celular a su amiga. 

Sonó el timbre y Marge abrió la puerta. Eran el batido y el croissant de su desayuno. Se sentaron en el comedor. 

—¿Por qué todos piensan que voy a perder? Solo me separan noventa puntos de ShadowMask. 

Con el croissant en una mano y el celular en la otra, Marge revisaba los mensajes en las redes sociales. 

—Creo que no se trata de que quieran que pierdas —dijo Marge luego de dar un mordisco al croissant—, sino de que te quieren ver casada con Javier Cifuentes.

—¿Y no es lo mismo? —preguntó Emily con la pajita del batido en la boca, sentada con las piernas recogidas sobre el asiento.

—Ummm… no, no es lo mismo. Me da la impresión de creen que la apuesta no es del todo cierta, como si creyeran que vas a perder a propósito solo para que Javier te pida matrimonio, en línea, frente a todos los fans que los estén viendo. 

—¿QUEEEÉ? ¿Por qué pensarían eso?

—No lo sé —contestó Marge, levantando los hombros—. Hasta el chico del poema te envía sus felicitaciones, y un agradecimiento especial por la foto de ayer.  

—¡No puede ser! Hasta mis fans más devotos me desean la derrota. ¿Y cómo pueden estarme deseando un matrimonio por contrato? Esto es una desgracia. 

Marge terminó de comer su croissant. 

—Ojalá mi problema más serio fuera tener que casarme con un apuesto joven multimillonario —dijo Marge. 

Emily la miró con los ojos casi recostados sobre sus rodillas. 

—No lo entiendes, ¿verdad? —Ante el silencio de su amiga, continuó—. Puede ser muy apuesto y tener todo el dinero del mundo, pero y si resulta ser, por ejemplo, como Makros. Es apuesto, creo que la mitad de sus seguidores son mujeres que suspiran por él, y el dinero no le falta, ¿pero te imaginas que fuera mi esposo?

Marge asintió.

—Sí, ya te entiendo, lo siento, pero, no creo que sea tan malo, por algo todos estarán contentos de que se casen, ¿o no?

—Cómo saberlo, creo…

Sonó el timbre del apartamento, interrumpiendo a Emily. Marge se levantó a abrir la puerta. Eran Raquel y dos de sus mejores estilistas.  

—¡Chica! ¡Por Dios! ¿Hace cuánto que no duermes? —dijo Raquel apenas vio a Emily— Me hubieras dicho que era un caso tan grave —dijo, dirigiéndose a Marge— y habría traído a todas las muchachas del salón. 

—Sé que se ve terrible. —Se lamentó Emily—. Pero solo dejé de dormir anoche. 

—Como sea, veo que tenemos mucho y es mejor empezar de una vez —contestó Raquel, dando órdenes a sus ayudantes para que fueran desempacando el equipo que traía en dos grandes maletines—. ¿Ya has pensado cómo quieres verte esta noche?

—¿Sabes lo de la apuesta? —preguntó Marge, haciendo espacio para que acomodaran el improvisado salón de belleza en la sala del apartamento. 

—¿Y quién no lo sabe? —contestó Raquel— Las redes están congestionadas hablando de la apuesta entre una bella influencer y el soltero más cotizado del mundo. 

—Qué opinas tú, Raquel —preguntó Marge—, ¿Emily gana o pierde?

La estilista miró a las dos muchachas como si acabaran un contarle un chiste muy malo. 

—¿De qué hablas? ¿No es un montaje publicitario para que ese apuesto galán de telenovela te proponga matrimonio? 

Marge miró a Emily, con unos ojos que decían “te lo dije”. 

—¿Eso crees, Raquel? ¿Que es un montaje? —preguntó Emily antes de pasarle el frasco de batido, ya vacío, a su amiga. 

—Esperen, ¿no lo es?

Los ayudantes se detuvieron, esperando la respuesta de la gamer. 

—¡Claro que no! ¡Es en serio! —contestó Emily.

Raquel y sus ayudantes intercambiaron una mirada.

—Lo de los cinco millones de dólares y todo eso… —dijo Raquel como si pensara en voz alta—, entonces, si pierdes, ¿te vas a casar con un hombre que ni conoces?

Marge y Emily asintieron, al tiempo.

—¡Virgen! —dijo Raquel, llevándose las manos a las mejillas— ¿Acaso están locas? ¿Cómo se les ocurrió algo así?

Marge se encargó de contar la historia. 

—Pues es como para escribir una novela —dijo Raquel—. ¡Qué loco! Y lo digo por él también. 

—Ya no podemos hacer nada —dijo Marge—, hay un contrato, un fideicomiso y una promesa de matrimonio ya firmadas, con validez internacional, además de que ya se anunció en las redes. 

—Entonces, tienes que ganar, sí o sí, niña.

—¿Alguna sugerencia? —preguntó Emily.

—Tú eres la única que puede hacerlo, yo solo maquillo y corto pelo, no sé nada de esos videojuegos —dijo Raquel. Echó un vistazo al montaje de sus ayudantes y comprobó que ya estaba todo listo—. Lo único que puedo sugerirte, es que tienes que estar divina, transformada en una diosa para esta noche. Quizá así consigas distraerlo. 

—¿Qué quieres decir? —preguntó Emily mientras se sentaba en la silla que utilizaría para ser maquillada. 

—Pues, niña, que si ese hombre te propuso algo así, es porque le gustas y hará todo lo que esté a su alcance para que te cases con él —contestó Raquel al tiempo que se acercaba a Emily—. Si estás de infarto, puede que se lo provoques a él y ganes la partida. 

—Y los cinco millones —dijo Marge.

—Entonces, ¿qué han pensado? ¿Quieren ojear una revista? —preguntó Raquel— Pero rápido, porque no tenemos mucho tiempo, ustedes saben que esto toma bastante, incluso con ayudantes. 

Marge pidió la revista, pero Emily le dijo que no la necesitaba.

—Sé lo que quiero, lo pensé anoche, mientras daba vueltas en la cama. 

—¿Y? ¿En quién quieres que te transforme? —quiso saber Raquel, mirando a Emily a través del espejo de cuerpo completo que habían instalado al frente. 

—Estaba pensando en Misty, la compañera de Ash en Pokemon. 

Todos en la sala intercambiaron una mirada.

—¿La pelirroja de camiseta amarilla y shorts? —preguntó Raquel. 

Emily asintió con la cabeza. 

—Bien, entonces voy a convertirte en una versión mejorada de Misty, con más brillo, realce y un toque de mi fórmula secreta para que ese multimillonario no pueda dejar de mirarte, y pierda la partida. 

—Eso es —dijo Emily. 

—Pero, primero, voy a deshacerme de esas ojeras, que si no las quito, vas a quedar como la chica de la película del Aro. 

—Raquel, quedo en tus manos —contestó Emily—. Haz tu arte. 

Empezaron por tinturar el cabello, lo que iba a llevar más tiempo para adquirir el tono perfecto. Marge imprimió una imagen del rostro Misty, que pegó en el espejo, y salió a comprar la indumentaria. Las tijeras emparejaron un poco el cabello de Emily, mientras se iba preparando el tinte, hasta obtener un aproximado del peinado que obtendría, con la única coleta, no muy larga, del personaje. Luego, Raquel le hizo un boceto del maquillaje y, después de la segunda prueba, Emily lo aprobó. Necesitarían también reemplazar el color de ojos de la gamer, azules, por unos verdes. Uno de los ayudantes de Raquel se encargó de conseguir los lentes de contacto. Para el momento en que Marge regresó, con la indumentaria y el almuerzo, Emily ya tenía aplicada la primera capa de tinte en el cabello. 

—Va a ser más difícil de lo que creí —dijo Raquel, secándose el sudor de la frente. 

Comieron rápido y continuaron. Aplicaron la segunda capa de tinte y adelantaron algo del maquillaje. Emily se probó los lentes de contacto, que resultaron ser demasiado verdes, y tuvieron que cambiarlos por un tono más bajo. 

Tuvieron suerte y el color quedó perfecto sin necesidad de repasarlo. Raquel hizo el corte y armó la coleta. El nuevo color de los lentes de contacto quedó perfecto y, cuando vieron la talla de la ropa que había conseguido Marge, pensaron que le quedaría muy pequeña.

—Sí, soy delgada, pero no tanto —dijo Emily mientras entraba al baño para cambiarse.

Aguardaron. Estaban sobre el tiempo y ya Marge estaba llamando a la tienda para que por favor no cerrara, por si tenía que hacer un cambio. Se abrió la puerta del baño y vieron salir a Misty. La ropa le había quedado perfecta. 

—Estás divina —dijo Raquel—. Ahora todo depende de esos deditos tuyos y la magia que hagan rompiendo esos dulces. 

Emily se miró al espejo, orgullosa del resultado obtenido.

—Voy a rematarlo —dijo—. ¡Hoy seré la número uno en Candy Crush!

—Y seremos ricas —añadió Marge.

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