Cuando consiguieron salir de su estupor por la mención de una invitación a un yate, en el Mar Mediterráneo, luego de que las llevara un helicóptero que pasaría a recogerlas, Marge se encargó de pasar, al celular de Javier, la ubicación por GPS. Unos minutos después las llamó el piloto de la aeronave, solicitándoles que se dirigieran a la dirección que estaba por enviarles a su celular, el punto más cercano a su ubicación actual en donde podría aterrizar el helicóptero.
—Paso en veinte minutos, chicas. Confírmenme cuando estén listas —dijo el piloto.
Sacaron del closet la primera maleta que encontraron y echaron -más que empacar- lo primero que encontraron de ropa de veraneo. Cuando el maletín casi no cerraba, lo
Luego de escuchar lo que Marge le propuso, Emily estuvo de acuerdo y no vio otra alternativa. Mientras contemplaban la ciudad costera, que se preparaba para el anochecer, las dos se adormecieron y solo despertaron cuando oyeron -y sintieron- que el helicóptero estaba por aterrizar.En el helipuerto las esperaba una camioneta del hotel en donde pasarían la noche. Estaba a menos de veinte minutos y, cuando se instalaron en la habitación que Javier ya había reservado para ellas, bajaron al restaurante a comer. Estaban muriéndose de hambre. Allí, un grupo de jóvenes, que parecían comer con sus padres, reconocieron a Emily y le pidieron una selfie.—¿Es en serio que te vas a casar? —preguntó una de las chicas del grupo.Emily no supo qu&eac
Cuando Emily y Marge pasaron a la caja registradora de la exclusiva tienda de ropa del hotel, con unas pocas prendas debido a que con el precio de cada una hubieran podido pagar una computadora nueva, el gerente les indicó una cifra por la que la tarjeta de crédito de Emily quedaba comprometida por los siguientes treinta y seis meses.—Amiga, esto es demasiado, me duele tener que soltarla —dijo Emily cuando estaba por entregar el plástico, pero cuando fue a entregarlo, el gerente la miró como si ella estuviera por darle un pañal sucio.—Señoritas, los artículos que adquieran ya están pagados por el señor Javier. Solo los pasé por la caja para registrarlos.—¡¿Ah?!&
El yate tenía capacidad para alojar a treinta pasajeros y recibir hasta cien. En el momento en que Emily y Marge descendieron del helicóptero, el cupo límite estaba a tres personas de ser alcanzado.—Dios mío, Emily, estás bellísima —dijo Javier—. ¿Estás segura de que no quieres casarte conmigo? —preguntó, con una sonrisa que dejó ver sus dientes blancos perfectos y brillar sus ojos marrones—. Y tú también, Marge, estás preciosa, me encanta lo que llevas y, si esta chica no me acepta, qué me dices tú, ¿eh?Las dos amigas sonrieron y, sin que Javier lo viera, Marge golpeó con el codo a Emily.—¿Este es tu barco? —dijo Emily después d
La fiesta se estaba celebrando en dos ambientes: uno cubierto, al interior de un gran salón en donde el calor era insoportable y estaban aglutinadas, bailando, al menos sesenta personas. Fue el primer sitio a donde Marge y Emily se dirigieron, intentando evadirse de la mirada de Javier, que las siguió desde el momento en que salieron del camarote de reuniones. Allí, quienes la reconocían a Emily, que después de la presentación de Javier eran, a efectos prácticos, todos los presentes, la saludaban y se sacaban una selfie con ella.—Entonces, ¿tú vas a ser la siguiente esposa de Javier? —preguntó una mujer de unos cuarenta años, que se había presentado como diseñadora de modas.—Pues, eso, verás, lo estamos hablando… —contestaba E
Entraron al camarote de reuniones y se sentaron en las mismas sillas que antes habían ocupado. Javier apoyó sus brazos en la mesa, inclinado en dirección a Emily.—Hablé con mi abogado y el documento de renuncia al contrato anterior está listo. Solo está ultimando algunos detalles —dijo Javier—. Debe pasármelo en la próxima hora, lo imprimimos, lo firmamos y listo. Por eso quería que vinieras al barco.Emily asintió.—Está bien, lo lamento, me porté como una idiota, pero es que, comprende, esto no puede ser, no nos conocemos y, puede que creas que soy una cursi, pero creo en el amor romántico y quiero casarme con alguien a quien sí ame, ¿me entiendes?
Incluso la mujer que atendía el bar parecía estar atenta a lo que Rubén estaba por decirle a su hermano. Después de haber pedido una cerveza, dorada para él, roja para Marge, se sentó y, con los dieciocho oídos puestos encima suyo, explicó su punto.—Hermanito, ¿viste lo que pasó hace un momento allá afuera? ¿Cuando todos te celebraban por tu compromiso con EmiCrusher, y les pidieron que posaran juntos?—¿Lo viste? —preguntó Javier.—¿Que si lo vi? ¡Fui yo el que les pidió la pose de beso!—Ah…—Bien, imagina eso mismo replicado veinte millones de veces, una por
La velada transcurrió entre las explicaciones, y argumentos, que Rubén les hizo para que desistieran de su idea de no casarse y anunciar el rompimiento del matrimonio. —Esto puede tener repercusiones graves —dijo, en un último intento por convencer a la pareja—. Porque ya han generado un efecto de hype en sus seguidores quienes, desde el comienzo, creyeron que esto era una manera muy original de contraer matrimonio. Sin embargo, en las miradas de Javier y de Emily, Rubén vio la decisión de no seguir por ese rumbo. —Marge, ayúdame, por favor, a convencer a este par de tontos.Pero ni siquiera Marge parecía dispuesta a hacerlo pese a que, en un momento de la conversación, dijo que hallaba la razón a los argumentos de Rubén.—Lo siento, pero debo apoyar lo que EmiCrusher haya decidido —dijo. —Bueno, ya está por amanecer —dijo Rubén, a manera de capitulación y luego de levantarse. Se acercó a Marge—. La fiesta se acaba y ya estoy cansado. ¿Me acompañas a mi camarote, Marge? ¿Quieres
Después de firmar, las dos jóvenes y su anfitrión salieron del camarote de juntas para tomar un merecido descanso. Javier les mostró, a sus dos invitadas, el camarote en donde se alojarían, uno muy cerca al suyo y el de su hermano. Aunque no era muy amplio, sí conservaba el estilo de lujo de todo el barco y las dos camas sencillas estaban tendidas con sábanas de algodón egipcio.—Se siente como acostarse en una nube —dijo Emily tan pronto se recostó. —¿Es que acaso alguna vez te has acostado en una? —bromeó Marge.—No molestes y siéntela.Marge se recostó y sí, en efecto, era como una nube, pese a que nunca se había acostado en una. —Bien, chicas, entonces las dejo —dijo Javier—. Esa es la entrada del baño —señaló a una puerta lateral, dentro de la habitación— y, si necesitan algo, cualquier cosa, hay un citófono aquí, al lado de la puerta. Que descansen.Javier escuchó dos “gracias” enterrados entre las sábanas y el sueño que agobiaba a sus dos invitadas. Salió y cerró la puerta.