Después de firmar, las dos jóvenes y su anfitrión salieron del camarote de juntas para tomar un merecido descanso. Javier les mostró, a sus dos invitadas, el camarote en donde se alojarían, uno muy cerca al suyo y el de su hermano. Aunque no era muy amplio, sí conservaba el estilo de lujo de todo el barco y las dos camas sencillas estaban tendidas con sábanas de algodón egipcio.—Se siente como acostarse en una nube —dijo Emily tan pronto se recostó. —¿Es que acaso alguna vez te has acostado en una? —bromeó Marge.—No molestes y siéntela.Marge se recostó y sí, en efecto, era como una nube, pese a que nunca se había acostado en una. —Bien, chicas, entonces las dejo —dijo Javier—. Esa es la entrada del baño —señaló a una puerta lateral, dentro de la habitación— y, si necesitan algo, cualquier cosa, hay un citófono aquí, al lado de la puerta. Que descansen.Javier escuchó dos “gracias” enterrados entre las sábanas y el sueño que agobiaba a sus dos invitadas. Salió y cerró la puerta.
Al salir del camarote, Rubén y Marge caminaron tomados de la mano y, antes de entrar al comedor, volvieron a besarse. Emily y Javier, sentados en una mesa próxima a la entrada, los vieron a través del cristal de la puerta. —Que me lleve el… —dijo Emily con los ojos tan grandes como los platos sobre los que tenía servido el sándwich de pavo que estaba comiendo— Tú hermano es serio, ¿verdad? No estará jugando con ella, que mira que es muy sensible y después soy yo la que se la tiene que aguantar si le rompe el corazón, ¡y tú te las verás conmigo!Javier, con la boca llena con los espaguetis que estaba comiendo, asintió a todo lo que dijo Emily. La pareja entró y saludó antes de sentarse a la mesa. Marge estaba sonrojada y tenía el aire de las enamoradas, con la mirada perdida, sin poderla enfocar en nada, los labios marcados con una sonrisa que no se le borraría hasta pasados varios días y la piel suave, siempre ruborizada y erizada. Emily tuvo que reconocer que se veía muy bonita, ta
Para Emily, no dejaba de resultar extraño que hubiera pasado lo que Rubén había pronosticado, de la forma más precisa a sus palabras. Los comentarios al documento infiltrado iban desde aquellos que lo descalificaban, tachándolo de falso, pasando por los conspiranoides, que nunca faltaban, a quienes lo creían y, entre estos, la gran mayoría se sentía burlada por EmiCrusher y ShadowMask, a los que acusaban de haber montado un escenario solo para atraer incautos con el único propósito de acumular seguidores y aparecer en los medios.—Me odian —dijo Emily cuando no soportó más y le pidió a Marge que dejara de leer los mensajes. Ni siquiera su “voz de enamorada” había podido aminorar el daño que, como cuchillas de afeitar que la estuvieran cortando, causaba cada crítica y
Después de regresar del yate de Javier Cifuentes, Emily organizó una partida en línea, de CandyCrush, con los primeros diez seguidores que respondieran, de manera correcta, una trivia del juego, con una calificación de cinco sobre cinco. Ese tipo de eventos no era nuevo en su canal y, por lo general, tomaba de diez a quince minutos escoger a los ganadores.En esta ocasión, sin embargo, cuando se conectó para animar la competencia, primero descubrió que no habían más de doscientas personas conectadas, cuando la cifra normal era de al menos cincuenta a ochenta mil, en un día común. Como si eso no fuera ya grave, de esas casi doscientas personas conectadas varias no dejaban de preguntar, en vez de estar interesadas en resolver la trivia, sobre la verdad de la ruptura del compromiso con ShadowMask o el multimillonario Javier Cif
Al día siguiente, cuando llegó la hora de la sesión de preguntas en vivo, Emily vio, esperanzada, que el número de personas conectadas ascendía a cerca de un millón. La cifra le devolvió en algo la esperanza de lo que había hablado con Marge la tarde anterior. Si reconocía haberse equivocado, que, en efecto, la partida de Candy Crush con ShadowMask había sido planeada como una manera en que Javier Cifuentes y ella quedarían comprometidos en matrimonio, pero que después se había visto obligada a renunciar al compromiso, entonces podría pedir perdón a sus fans y seguidores, clamar por su piedad y no solo recuperar su confianza, sino incluso ganarse la simpatía de nuevos.—Vamos, amiga. Tú puedes —dijo Marge en el momento en que EmiCrusher se conectó.&nb
Aguardaron, con los dedos cruzados, a que Javier respondiera el mensaje que acababan de enviarle.—Debe estar pensando qué responder, ¿no crees? —preguntó Marge cuando llevaban más de diez minutos esperando.—Qué tanto tiene que pensar, no entiendo. Él mismo armó esto y ahora tiene que entender que no puedo desistir del matrimonio o se me arruina la vida.Marge torció los labios.—Emi, espera, no creo que vaya a …El mensaje de respuesta de Javier entró, cortando lo que Marge estaba por decir.»Emily, entiendo que estés angustiada por lo que me c
El hotel Ruiseñor Real fue escogido por Javier no solo porque era de su propiedad, sino debido a que allí podía controlar el acceso de los seguidores de EmiCrusher que, desde la sesión en la que les pidió disculpas y se “sinceró” con ellos, había gozado de un resurgimiento y ahora volvían a abordarla.Sentados en una mesa VIP del comedor del hotel, y con la disimulada custodia de los guardaespaldas de Javier sentados en las mesas laterales, Emily escuchaba al multimillonario de las criptomonedas explicarle sus razones para desistir del matrimonio.—No solo ya firmamos el documento de desistimiento, Emily, sino que yo no me encuentro en un momento anímico para enfrentar algo así —dijo Javier luego de probar sus camarones al ajillo—. Ahora, si me conven
Después de ducharse y envuelta con una frazada, Emily bebía una taza de chocolate caliente que Marge acababa de preparar, sentada en el sofá de la sala, con las piernas recogidas sobre la silla.—Me disculpo por el comportamiento de mi hermano —dijo Rubén luego de recibir la taza de las manos de Marge con una sonrisa—. No sé qué le pasó, porque él no es así.Ninguna de las dos jóvenes respondió y Marge se sentó, con su taza de chocolate, al lado de su amiga.—Me sacó a las patadas, a la lluvia —dijo Emily después de dar un corto sorbo a la bebida—. No te esfuerces en disculparlo, Rubén, porque lo que hizo no tiene justificación alguna.