Al conectarse y ver la cantidad de personas que estaban en la sala, Emily casi se desmaya. De no haber sido porque estaba en vivo, se habría ido a refugiar al baño para no salir nunca más. La voz le chilló cuando saludó a su audiencia.
—¡Hola, candycrushers! Esto es… apabullante, no lo puedo creer, en serio, que estoy súper nerviosa de solo ver el número de personas que están conectadas. ¿Esto es en serio? ¿Estoy leyendo bien o se me olvidó leer los números por encima de cientos de miles? —Hizo una pausa para comprobar que no se equivocaba— Son, corríjanme si me equivoco… veinticuatro millones, ¿en serio? ¡Veinticuatro millones ochocientos noventa y cuatro mil setecientas quince personas!
Se llevó las manos a la boca cuando comenzó a leer los mensajes de los fans que lo confirmaban.
—No tenía ni idea de que una sala de stream aceptara a tantos participantes, en serio, lo más que había visto fue en el especial de los cinco años, cuando se conectaron veintitrés mil. Ahora son… ¡Mil veces más! Mil por cada uno de esa ocasión ¡Voy a morirme!
Marge también estaba anonadada y Raquel, que se había quedado en el apartamento, tampoco lo podía creer.
—¿Qué opinan de mi traje? Dejen sus comentarios, chicos y chicas, a todos mis candycrushers, un besote inmenso y por favor, díganme si les gusta o hay algún detallito que deba cambiar —dijo Emily, ya superados los nervios y de regreso a su actitud habitual—. Quiero presentarles a la mujer que hizo esto posible. Raquel, ven, no seas tímida, yo sé que son más de veinticuatro millones, ya casi veinticinco, de personas que te vana a ver la cara en este momento, pero ven, ven…
Raquel se asomó, sonrojada, sonriendo y sin saber qué decir.
—Esta, mis candycrushers, es la mujer que ha preparado mi look de esta noche. A ver, qué dicen, sí yo también los amo a todos, un besote y gracias por sus muestras de apoyo —Emily leía los mensajes que flotaban a un costado de la pantalla, intentando rescatar los más llamativos de la sucesión que, como las balas de una ametralladora, se sucedían uno tras otro—. Les encanta mi look, que estoy igualita a Misty, soy incluso más bonita, ¡Ay, tampoco! Que me quieran ver casada… ¿qué? Que me case con este look, ¿pero qué les pasa? —Emily sonrió, tomándolo como una broma de sus fans— ¿Cómo pueden decir que me voy a casar? Hoy voy a ganar, chicos y chicas, hoy vine fue a ganar, no a casarme, Vamos, necesito su ánimo, de su apoyo. A ver, Raquel, ¿tú qué dices? ¿Verdad que hoy voy a ganar?
Raquel no dijo nada. Había perdido el habla desde que vio la cifra de personas que estaban pendientes de la transmisión en vivo.
—Bien, ¿qué horas son? —preguntó Emily— Se puede perder por W, ¿no? Si el retador no llega a la hora acordada, ¿después de cuánto? ¿Cinco minutos, quince, treinta, ua hora? ¿Ustedes qué opinan? Déjenlo en los comentarios ¿Después de cuánto tiempo debería perder el retador si no se presenta? Ya verifico la hora y son las ¡20 UTC! Ya es la hora, ya empieza a correr el tiempo de espera para el retador, ShadowMask, mis candycrushers, ya está retrasado el retador. Desde hace quince minutos estoy conectada al servidor, vean, verifiquen, sala de EmiCrusher, solo una persona conectada, que soy yo. Todos ustedes son mis testigos. Casi veinticinco, no, ya más de veinticinco millones de personas que se dan cuenta, en este momento, que ShadowMask no se ha conectado…¡Ay, ahí está!
Emily gritó, entre asustada, nerviosa, emocionada, feliz, aterrada.
ShadoMask acababa de ingresar en la sala de juego y el rostro del multimillonario no tardó en aparecer también en la sala de la transmisión en vivo.
Javier Cifuentes, con el nick ShadowMask, estaba en una pantalla aledaña a la de EmiCrusher y saludaba, en ese momento, a la audiencia presente.
—Hola a todos y a todas, ¿cómo están esta noche, eh? ¿Ya los estaba aburriendo Emi? ¿Si? ¿Verdad que puede ser una aburrida total?
—Oye, tú, retador, ShadowMask, ¿qué es lo que dices? ¿Cómo que aburrida? ¿Verdad que no? No, díganle que es él quien ha empezado a arruinar el show, que estábamos lo más de bien hasta que llegó…
—Oye, Emi, espera, que tengo que decirte algo, espera…
—¿Qué? ¿Qué es lo que me tienes que decir? ¿Que te retiras, que te has arrepentido?
—No, no, no, Emi, escucha.
—Dime.
—¡Que estás hermosa! ¿Qué otra cosa te creías que te iba a decir, eh? ¿Verdad que está hermosa? ¡Sí, sí, a ver, díganle lo hermosa que está!
Emily se sonrojó y un millón de corazones comenzaron a flotar en la pantalla de transmisión.
—Oye, Emi, pero dinos, ¿quién se supone que eres? ¿O es que te vistes así siempre?
Emily se llevó una mano a la frente.
—Pero, ¿cómo es que no lo vas a saber? ¿No tuviste infancia?
—Ah, ya lo leo, sí, Misty… ¿Quién es Misty? ¿Cuál Misty?
—Shadow, ¿en serio no lo sabes? Te estás haciendo, es imposible que no lo sepas. A ver, que no arruines lo que ya conseguiste hace un momento. Ahora sí te odian en esta sala y te van a botar toda la mala vibra, la mala energía, ya todos estamos contra ti, mejor que te retiras ya.
—No me hagas reír, EmiMisty, a ver, que ya estoy que me juego y te derroto.
—Te voy a hacer tragar eso y sabes, Shadow, sabes, quieres que te diga.
—Dime, EmiMisty, ¿qué quieres decirme?
—Que después de esta noche, nunca, oye, nunca se te va a olvidar quién es Misty.
—Ah, no, si es que en eso tiene razón. Pero mira, ¿ya leíste lo que dicen tus seguidores?
—¿Que vas a perder?
—Nooo, mira, lee lo que dicen. ¡Quieren que vayas a la boda con ese mismo traje! —Javier se rió—. Tus propios seguidores, EmiMisty, tus propios seguidores ya saben que vas a perder y te quieren ver casada conmigo.
Era cierto. Los mensajes de matrimonio y felicidades no dejaban de aparecer en la pantalla de transmisión e incluso en las redes sociales. Hasta memes habían ya hecho con la boca de Emily, vestida de Misty, frente a un sacerdote que la casaba con Javier, vestido de dulce de Candy Crush.
¿Por qué? se preguntaba Emily. Todos creían, como Raquel, que el reto era falso, que se trataba de una coartada publicitaria para anunciar su boda con Javier Cifuentes, un hombre al que ni siquiera conocía y de quien había visto su foto apenas el día anterior.
—Bien, bien, que ya está —dijo Emily, simulando la frustración que sentía en ese momento al saber que sus fans no la estaban apoyando de la manera en que ella había esperado que lo hicieran—. Vamos a empezar la partida, ¡Shadow! La partida. Empecemos, definamos esto de una vez.
—Ya la oyeron ustedes —replicó Javier—. Está que se quiere comprometer conmigo, está que quiere perder frente al número uno. ¿Le damos gusto? ¿Qué dicen? ¿Empezamos?
Las respuestas fueron unánimes.
—¡Esto empieza ahora!
Comenzó la partida, a las 20,35 horas UTC.La pantalla que, en ese momento, observaban más de veintiséis millones de personas, mostró un arranque muy fuerte en favor de EmiCrusher, que, con un solo dulce bien posicionado, rompió más de quince cadenas consecutivas, consiguiendo una bonificación temprana que le permitió mantener la delantera durante los siguientes quince minutos, con una ventaja de más de cincuenta mil puntos sobre ShadowMask, que no lograba posicionar una buena racha y siempre se quedaba a una o dos líneas de conseguir una racha. —¡Te estás quedando por fuera, Shadow! —gritó, emocionada, Emily, que paseaba los ojos entre el marcador, los dulces que estaban por caer en los cuadros y el tiempo que le quedaba a la partida: poco menos de diez minutos. —No te corones, EmiMisty, que todavía no saco mis mejores jugadas —contestó Javier aunque, al revisar las estadísticas que tenía instaladas como un accesorio del juego, vio que, si no conseguía acercarse más a su rival en l
Cuando quedaba un segundo de la partida, cayó un dulce color violeta en la barra central del juego de ShadowMask que propició el estallido de varias líneas de manera simultánea. Varios cientos de explosiones sacudieron la pantalla, que se llenó de polvos de colores que emergían entre los gritos de sorpresa de los más de veintisiete millones de televidentes que veían cómo el puntaje final del retador ascendía hasta al canzar el de EmiCrusher y, aunque el tiempo de juego ya había concluído, los efectos del último dulce seguían restallando en los monitores.—¡No, no, no, no, no, no! —decía Emily mientras veía la variopinta de gamas cromáticas que sacudían la pantalla de su ordenador, aunque sus ojos estaban clavados en el puntaje y el maquillaje que la había transformado en Misty se desvanecía ante la palidez de su rostro. La sucesión de explosiones cesó y, todavía paralizada, EmiCrusher vio, junto con ShadowMask y los varios millones de televidentes que los observaban, cómo resplandecí
Esa noche solo Raquel pudo dormir. Marge y Emily se quedaron despiertas, revisando primero el contrato y cada uno de los parágrafos de letra pequeña, luego las modificaciones de la actualización y, hacia la madrugada, Javier Cifuentes se comunicó con ellas, primero a través de un mensaje privado por Instagram, luego con una videollamada. —Chicas, de verdad lo siento, si les soy honesto, yo no quería ganar —dijo Javier luego de saludarlas, de manera más bien formal.—¿Cómo? ¿Y me lo dices ahora? —replicó Emily, que ya se había desecho del cosplay de Misty, aunque no se había desmaquillado. Parecía una muñeca en pijama— Porque hiciste todo lo posible por ganar.Javier levantó los hombros.—No estarías esperando que solo me quedara de brazos cruzados, ¿o si? Tenía que ser un reto y, la verdad, no me puedes negar que fue muy divertido.—¡¿Te parece divertido estar comprometida en matrimonio con alguien que no conoces?!Marge intervino y tranquilizó a Emily, que estaba echando chispas por
El día siguiente no fue mejor que el anterior. Las redes sociales de EmiCrusher estaban colapsadas con mensajes en los que sus seguidores la felicitaban por la boda, alababan la manera en que había planeado anunciar su compromiso y le preguntaban cómo había hecho para que el sistema dejara ganar a ShadowMask en el último segundo, después de una partida de infarto.—¿Pero es que están locos? —preguntaba Emily luego de leer cada tanda de mensajes— ¿Por qué siguen creyendo que me quiero casar con Shadow? No me vieron llorar, no te vieron también llorar a tí. —Miró a Marge, que parecía igual de preocupada que ella— ¿Qué ocurre con esta gente?—Yo tampoco lo entiendo —dijo Marge—, pero recuerda que hast
Cuando consiguieron salir de su estupor por la mención de una invitación a un yate, en el Mar Mediterráneo, luego de que las llevara un helicóptero que pasaría a recogerlas, Marge se encargó de pasar, al celular de Javier, la ubicación por GPS. Unos minutos después las llamó el piloto de la aeronave, solicitándoles que se dirigieran a la dirección que estaba por enviarles a su celular, el punto más cercano a su ubicación actual en donde podría aterrizar el helicóptero.—Paso en veinte minutos, chicas. Confírmenme cuando estén listas —dijo el piloto.Sacaron del closet la primera maleta que encontraron y echaron -más que empacar- lo primero que encontraron de ropa de veraneo. Cuando el maletín casi no cerraba, lo
Luego de escuchar lo que Marge le propuso, Emily estuvo de acuerdo y no vio otra alternativa. Mientras contemplaban la ciudad costera, que se preparaba para el anochecer, las dos se adormecieron y solo despertaron cuando oyeron -y sintieron- que el helicóptero estaba por aterrizar.En el helipuerto las esperaba una camioneta del hotel en donde pasarían la noche. Estaba a menos de veinte minutos y, cuando se instalaron en la habitación que Javier ya había reservado para ellas, bajaron al restaurante a comer. Estaban muriéndose de hambre. Allí, un grupo de jóvenes, que parecían comer con sus padres, reconocieron a Emily y le pidieron una selfie.—¿Es en serio que te vas a casar? —preguntó una de las chicas del grupo.Emily no supo qu&eac
Cuando Emily y Marge pasaron a la caja registradora de la exclusiva tienda de ropa del hotel, con unas pocas prendas debido a que con el precio de cada una hubieran podido pagar una computadora nueva, el gerente les indicó una cifra por la que la tarjeta de crédito de Emily quedaba comprometida por los siguientes treinta y seis meses.—Amiga, esto es demasiado, me duele tener que soltarla —dijo Emily cuando estaba por entregar el plástico, pero cuando fue a entregarlo, el gerente la miró como si ella estuviera por darle un pañal sucio.—Señoritas, los artículos que adquieran ya están pagados por el señor Javier. Solo los pasé por la caja para registrarlos.—¡¿Ah?!&
El yate tenía capacidad para alojar a treinta pasajeros y recibir hasta cien. En el momento en que Emily y Marge descendieron del helicóptero, el cupo límite estaba a tres personas de ser alcanzado.—Dios mío, Emily, estás bellísima —dijo Javier—. ¿Estás segura de que no quieres casarte conmigo? —preguntó, con una sonrisa que dejó ver sus dientes blancos perfectos y brillar sus ojos marrones—. Y tú también, Marge, estás preciosa, me encanta lo que llevas y, si esta chica no me acepta, qué me dices tú, ¿eh?Las dos amigas sonrieron y, sin que Javier lo viera, Marge golpeó con el codo a Emily.—¿Este es tu barco? —dijo Emily después d