Epílogo

—¿A dónde me llevas, mi amor?

—Ya te dije, ángel, es una sorpresa —le repitió el hombre, ayudándola a bajar del auto.

Avery se sentía nerviosa y su corazón latía emocionado con cada paso cuidadoso que su novio le ayudaba a dar. Desde que salieron del apartamento, le vendó los ojos y no le dijo a dónde la llevaría, solo que tenía una sorpresa para ella.

Esperaba expectante a que llegaran a su destino y que le quitara la venda de los ojos. Por su cabeza pasaban cientos de cosas, entre románticas y sucias, pero no podía dejar de pensar en que el hombre la mataría de un infarto en cualquier instante ante todos los detalles que ha tenido con ella y la forma en que día a día le ha demostrado su amor.

Flores, cenas, regalos nada estrambóticos porque no le gustaban, palabras que la hacían elevar a lo más alto del cielo, tiernas caricias que la derretían en sus brazos. Cualquier cosa que él le diera o cualquier palabra que le dijera, la enamoraba cada vez más.

Contuvo la respiración en el mome
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