¿Qué otra opción tenía Avery? Ninguna, así que, cerrando los ojos y tomando una bocanada de aire, tomó la mano del hombre para salir del auto.
Su corazón latía con fuerza, sus piernas se sentían temblorosas y su mirada no podía ocultar lo asustada que se encontraba.
Caminó de la mano del hombre hasta llegar a la puerta de la mansión. En ese momento estaba tan asustada y alerta a lo siguiente que haría que no se fijó en la imperiosa casa que la había traído.
Su mente se encontraba en blanco, siquiera sintió los pasos que había dado hasta la casa. Aún podía sentir las manos del hombre en su cuerpo y sus labios acribillando a los suyos arrebatando todo el aire de sus pulmones.
Su cuerpo se sentía extraño, eran sensaciones que nunca había sentido antes. Era una mezcla de excitación y miedo que poco podía entender, pero era muy parecido a lo que sintió cuando su exnovio había despertado en una tarde que quiso ir más allá con ella, solo que aquella vez sí anhelaba entregarse al chico y no sentía ni una pizca de miedo.
El hombre que la llevaba de la mano no le generaba confianza. Su forma de hablarle, de tratarla, de tocarla, y de hasta mirarla le provocaba terror. Sus ojos verdes emitían un aura oscura que congelaba todo su cuerpo y le hacía sentir que debía cuidarse de él.
Pero no podía explicarse por qué su coño había reaccionado ante los estímulos, quizá se debió a la suavidad con la que movía los dedos sobre su intimidad, el tiempo que llevaba sin que nadie la tocara o que se estaba volviendo loca y lo había disfrutado justo como había dicho el hombre. «¿Cómo diablos puedo disfrutar algo como esto?», se regañó a sí misma, caminando como si estuviera siendo controlada por alguien.
Dejó de sentir el frío de la noche calando por su piel cuando el calor de la casa la abrigó. Levantó la mirada y contempló el espacioso recibidor. No había nada fuera de lo común, había muebles, un gran comedor, cuadros colgados de la pared, un librero y una neutra decoración como cualquier otra casa. Solo podía ver lujos a su alrededor.
¿Por qué pensó que encontraría toda una sala de torturas en cuanto entrara a la casa? Había escuchado mucho de sus compañeras y de los extraños lugares que las llevaban, por lo que imaginó que aquel hombre sería como uno de ellos.
—Toma lugar —le ordenó el hombre, llevándola a un sofá negro.
Avery se dejó hacer sin emitir ruido alguno, con la cabeza baja y una postura tensa. No tenía permitido cuestionar o interactuar con el hombre si él no se lo pedía.
—¿Qué te gustaría beber? ¿Vodka, whisky, coñac, vino? Afuera hace frío y nuestros cuerpos deben entrar en calor, ¿no crees? —inquirió él, caminando por la sala quitándose el saco de vestir—. Mírame a los ojos cuando me hables.
La chica obedeció con lentitud, levantando su mirada a él y encontrándose con un par de ojos verdes que la observaban con fijeza e intensidad.
Aunque quiso responder, no encontró su voz. El hombre era demasiado atractivo, alto e intimidante. Sus ojos verdes eran hechizantes, su cabello rubio bien peinado y cada facción de su rostro era elegante, masculina y demasiado perfecta. El traje que usaba se ajustaba a su figura y resaltaba un cuerpo atlético.
—Vino... Un vino estaría bien —su voz temblorosa y tímida lo hizo sonreír.
Jeray se movió hasta la barra de bebidas y tomó una botella de vino y dos copas.
—Antes que nada, debemos aclarar un par de cosas —empezó a decir, abriendo la botella con total gracilidad.
Sirvió las dos copas y se acercó a Avery, quien no podía apartar la mirada de él y de cada uno de sus movimientos.
Se le hizo tierno que ella estuviera interesada por él, pero a la vez mostrara un dejo de timidez, miedo y vergüenza que lo encendió más de lo que hubiera imaginado.
—Aun no tengo claro el tiempo que me pertenecerás, puede ser una sola noche, una semana o un mes —se encogió de hombros, jugando con la copa en su mano—. No lo sé, la chica que más ha durado estuvo una semana y eso fue hace muchísimo tiempo. Todo depende de la forma en que me complazcas. Si logras superar mis expectativas, haremos un nuevo contrato y te diré el resto de las reglas.
Avery lo miró con asombro y aturdimiento. ¿Un mes? Un mes era mucho tiempo para ella. Incluso una semana era más de lo que podía soportar. Deseaba no superar las expectativas del hombre y solo estar ahí una sola noche.
—De momento, puedo decirte que estás en tu casa y puedes usar todo lo que quieras —se tomó el vino de golpe y le extendió la mano a la joven que lo miraba con fijeza—. Ven, vamos a que tomes un baño.
En cuanto su pequeña palma hizo contacto con la suya, tiró de su mano con suavidad, haciéndola poner de pie. Su cuerpo se ajustó al suyo, así que le sonrió mientras su otra mano se posaba en su espalda baja y la presionaba contra sí.
—Bebe —pidió y ella separó sus labios tan solo un poco.
Tomó la copa de vino que había servido para ella y la acercó a sus labios. La hizo beber con lentitud, detallando la forma en que sus labios se ajustaban al borde de la copa y se humedecían con el vino. La vio tragar y quiso romper con su inocencia allí mismo, pero se controlaba demasiado bien para disfrutar y prolongar su placer.
Hacía muchísimo tiempo no disfrutaba de una mujer y sacaba a la luz sus verdaderas fantasías, esas que pocas mujeres conocían porque no todas tenían el poder de despertarlas de su letargo. Dixie, por más que la deseara y la quisiera tener bajo sus sábanas, le inspiraba más malestar que deseos y eso hacía que su furia se acrecentara. Intentaba sacarse de la mente a esa rebelde e insolente mujer que lo provocaba con total descaro y luego lo rechazaba con cinismo.
En cambio, la chica que lo veía con grandes ojos azules y asustados y el cuerpo tembloroso, era capaz de despertar la oscuridad que había en su alma. Aunque podía sentir su temor por la tensión de su cuerpo y el brillo de su mirada, ahí estaba, dispuesta a dejarse quebrantar en sus manos y complacerlo.
Pero el hecho de pagar para que eso pudiera ser posible, le molestó. Por años intentó buscar una mujer que lo aceptara tal y como era, que comprendiera sus gustos y se quedara a la mañana siguiente cuando todo acabara y esa bestia volviera a la oscuridad. Sin embargo, nunca la encontró. Las mujeres con las que había salido ni siquiera lograron entretener un poco al ser que habitaba en su interior y está en busca de placer, éxtasis y satisfacción. Al no encontrar a quien le diera la talla, dejó de buscar y fue allí donde conoció a Ivanna y aquel club en donde dejaba grandes sumas de dinero para satisfacerse y no vivir en una constante tensión.
Tiró la copa en el sofá y levantó a la chica entre sus brazos, tomándola por sorpresa ante la caballerosidad y ternura con la que la sostenía y la llevaba escaleras arriba.
La cabeza de Avery explotó ante tal gesto. Lo veía con ojos grandes, sorprendidos y curiosos. No esperaba que él mismo la llevara en sus brazos a algún lugar de la casa.
No quería sentirse cómoda, pero su cuerpo encajaba a la perfección entre sus brazos, por lo que cerró los ojos y se dejó dominar por el aroma masculino y amaderado de su perfume.
El hombre caminó con la chica entre sus brazos hasta la habitación principal. No la soltó hasta no entrar al baño y dejarla en medio de este. En silencio y sumido en sus pensamientos más profundos, empezó a desvestirla.
Avery se sentía avergonzada y humillada. Ivanna solía decirles que ellas no eran prostitutas, ya que las mujeres de compañía ganaban poco y se revolcaban con todo aquel que se cruzara frente a ellas. En su club, sus chicas tenían el privilegio de pasar un buen momento con las personas más adineradas y prestigiosas del país, por lo que no podía considerarlas como prostitutas.
Aun así, se sentía como una. Después de todo, tenía que acostarse con el hombre que la desvestía con calma y suavidad para ganar dinero y pagarle la operación a su hermano. ¿Acaso había alguna diferencia?
Cerró los ojos para no sentirse tan mal, pero el roce de las manos del hombre por su piel no le permitía irse a otra realidad.
Jeray llevó el largo cabello de la joven a su espalda, todo con el fin de contemplar su desnudez. Su piel blanca era perfecta y suave, justo como se la imaginó desde un principio. En un lienzo así, cada trazo reflejaría con supremacía y la sola idea de marcarla lo endureció.
Deslizó sus nudillos desde sus labios y su cuello hasta llegar al pecho de ella y desviar su mano a sus turgentes senos. Sonrió al ver su piel enchinarse y sus pezones erguirse tras el roce. Con la otra mano exploró su vientre, su cadera y su trasero redondo y respingado.
—Siéntate —le pidió y ella abrió los ojos, respirando con pesadez.
Ella no entendió sus palabras de momento, se sentía embelesada tras el suave toque de él, así que retrocedió un poco hasta sentarse en el borde de la tina puesto que no había una silla.
Jeray abrió la llave y la tina empezó a llenarse con lentitud. Tomó la pierna de la joven y acarició su piel con suavidad hasta llegar a sus pies, lo que la hizo aferrarse del borde para no caer hacia atrás.
Lo vio tomar con delicadeza sus pies y despojarla de sus tacones. De esa forma él no se veía intimidante como en el auto, todo lo contrario, se comportaba de una manera muy dulce y tierna.
—Entra —la tomó de la mano y la ayudó a entrar a la tina.
La piel de la chica se erizó al tacto con el agua fría. Se sentó en el interior de la tina y Jeray cerró la llave. El agua le llegaba un poco más arriba de las caderas y estaba tan fría que empezó a tiritar. No entendía lo que él quería hacer con ella y por qué la hizo entrar a la tina con agua tan helada.
El hombre sacó la regadera de un costado y abrió la llave del agua tibia. La puso por sobre la cabeza de la chica, empapando su cabello, su rostro, sus todo su cuerpo. Veía como las gotas de agua recorrían su piel y despejó la cara de ella para contemplarla mejor. Sus labios húmedos y temblorosos lo provocaron a más no poder.
Cuando se aseguró de que estuviera completamente húmeda, dejó la regadera dentro de la tina, justo en el medio de las piernas de la chica, muy cerca de su parte intima, por lo que la sensación para ella fue un contraste que la hizo estremecer.
En la posición en la que estaba, Jeray alcanzó el cepillo del cabello y empezó a desenredar el pelo de Avery. La peinó con suavidad, y una vez terminó, dejó su cabello a cada lado de su cuerpo, cubriendo sus senos. Se veía perfecta, mejor de lo que había imaginado, solo que su piel aún era muy blanca y él ansiaba darle un poco de color.
—Eres un ángel muy bello —susurró, sumergiendo la mano bajo el agua hasta tomar la regadera y presionarla contra su intimidad, arrancándole un jadeo de sorpresa—. Un ángel que estoy ansioso por pervertir y arrancar sus alas.
En ese momento, donde su cuerpo reaccionaba de una manera que no podía entender, las palabras del hombre nunca llegaron a sus oídos. Avery solo podía sentir como la parte más ancha de la regadera de mano se frotaba con suavidad y precisión entre sus piernas. La dureza del objeto contrastaba bajo el agua fría que, poco a poco, se calentaba.Las sensaciones eran como estar en una montaña rusa. Desde la frialdad del agua hasta los espasmos que la atravesaban completa eran una total locura que jamás en su vida había experimentado antes. Se sentía sucia, pero a la vez el calor la gobernaba y la sensibilidad se adueñaba de sus nervios con cada roce. Soltaba gemidos que eran como una dulce melodía para el hombre, que la veía con fijeza mientras aceleraba el ritmo de su mano y presionaba la regadera, haciendo que la chica se sacudiera y se aferrara del borde de la bañera con todas sus fuerzas. Sus mejillas estaban rosadas y veía como se relamía los labios y tragaba saliva, tratando de conte
Avery despertó desconcertada y sin saber dónde se encontraba. Parpadeó varias veces seguidas, acostumbrando sus ojos a la radiante luz del sol que se filtraba por la ventana y golpeaba en su rostro. Se estiró y el dolor que sintió en su cuerpo, en especial en el medio de sus piernas, le trajo recuerdos de la noche anterior. Quedó sentada de un solo movimiento en la cama, mirando a su alrededor con los ojos bien abiertos y el corazón latiendo con mucha fuerza. Estaba sola en medio de la gran habitación, pero aun podía sentir la mirada de ese hombre sobre ella, sus manos por su piel y la forma en que la había humillado de todas las maneras que pudiesen existir y la avergonzaban.Miró su cuerpo desnudo y se envolvió con rapidez entre las sábanas. Seguía desnuda, la piel le ardía con fuerza debido a las marcas que habían dejado las sogas y sus pezones estaban tan sensibles que el roce de la tela la hizo soltar un quejido. Su entrepierna le dolía en demasía y se maldijo a sí misma. ¿Cómo
Avery lloró hasta quedarse sin lágrimas, descargando al fin todo lo que la venía atormentando desde hace un tiempo y había sabido ocultar muy bien. Pero allí, en medio de aquel salón y con la dignidad mancillada y pisoteada, no se sentía tan fuerte como pensaba que era. Se limpió con brusquedad el rostro, soltando respiraciones lentas y profundas para tranquilizarse. Llorar no le servía de nada y tampoco haría que sus problemas se solucionaran. Lamentarse no hacía más que hundirla en el infierno que ya la había consumido. Fue necesario permitirse quebrarse por breves instantes para sacar las frustraciones de su pecho, pero no se quedaría allí sentada llorando de por vida. Haría amena su estadía en esa casa tan lujosa y en manos de ese hombre tan bipolar, pese a que desearía tener poderes sobrenaturales para desaparecer de ese lugar. Una vez se calmó, se fijó en la carpeta que estaba tirada en el suelo junto a un bolígrafo negro. Su corazón se aceleró de anticipación, suponiendo que
Durante tres días Avery se dedicó a conocer cada espacio de la enorme casa, ya que Jeray no la llamó y tampoco hizo acto de presencia, algo que la mantuvo tranquila y ansiosa a la vez.La casa estaba bien equipada y había mucho que hacer, pero ella no podía disfrutar cómodamente porque nada de lo que había allí era suyo. Se sentía incómoda y con temor a dañar algo, por eso pasaba los días en la amplia biblioteca, leyendo varios libros que llamaron toda su atención y siempre quiso tener.Le gustaba la lectura tanto como tomar una taza caliente de chocolate, por ello leía con calma, palpando las tapas duras y hermosas de cada libro con suavidad y llenándose los sentidos con el aroma de las hojas. No era que tuvieran algún olor en específico, pero sentía que el papel tenía un olor bastante particular y le resultaba agradable a su nariz.Aquellos días fueron iguales para ella, despertaba desde muy temprano y dedicaba parte de las mañanas a limpiar para no aburrirse. En la tarde leía sin p
El agua que caía en el cuerpo de Avery se mezclaba con sus lágrimas, descargando el dolor y las frustraciones en aquel lugar de la casa donde podía sentirse a gusto para llorar.La anoche anterior, cuando Jeray llegó y habló de su hermano y se veía tan tranquilo, tuvo una pequeña percepción de él, pero pronto murió cuando hizo con ella a su complacencia. No le importaba más que cumplir con sus fantasías, sentirse poderoso mientras la humillaba de diferentes maneras.El salvajismo de la noche anterior fue mayor que el de hace unos días. Las marcas en su piel empezaban a transformarse en pequeños moretones que se notaban demasiado debido al palidez de su piel. Miró los moretones con aflicción y quiso borrarlas de su piel, restregando todo su cuerpo con la esponja con una fuerza que le hacía arder, pero poco le importaba la fuerza que estaba ejerciendo en sí misma; lo único que deseaba era borrar el rastro de aquel hombre que estaba regado por todo su ser.El dolor que sentía en su cora
—Disculpe que lo interrumpa, Sr. Le Bon —se excusó la secretaria del hombre, más molesta de lo que estaba antes—, pero su hermano vino a hacerle una visita. Ya le dije... Sr. Le Bon, ¡no puede entrar sin permiso de...!—Déjalo, no importa —Jeray le respondió más tosco de lo habitual y el ceño de ella se endureció un poco más—. Y si no es para nada importante, será mejor que no me interrumpas. —Sr. Le Bon, déjeme decirle que...Pero el hombre no estaba de humor para oír razones, no estaba listo para escucharla hablar de lo que había sucedido horas antes en esa misma oficina y todavía seguía dándole vueltas.Jeray todavía se preguntaba por qué se encaprichaba tanto con ella, si durante meses lo había rechazado de formas poco formales y le había dejado en claro que estaba allí para trabajar y no entablar relaciones con sus jefes o compañeros.Su mal humor aumentó en cuanto recordó que la había besado contra la puerta mientras ella le correspondía con total naturalidad y luego le daba un
—¿Cómo dormiste? —inquirió la chica, acariciando los cabellos de su hermano. —Bien —sonrió somnoliento—. A veces me siento muy cansado, pero el doctor Asier dijo que era normal.—Pronto te vas a sentir mejor y no vas a estar tan cansado. La sonrisa del niño se hizo más amplia y sus ojos azules soterraban los miedos que lo asediaban para que su hermana no se preocupara de más por él. —Debo irme, pero vendré más tarde, ¿de acuerdo? —le explicó. —¿Vas al trabajo? —inquirió al tiempo que el doctor Asier entraba a la habitación y miraba a la chica con los ojos entrecerrados. —Sí —mintió, sintiendo que su pecho quemaba como nunca—. Debo hablar con mi jefe sobre los nuevos horarios para no tener problemas más adelante con el trabajo y tus cuidados. —Oh, adelante, no debes desatender el trabajo. Con un inmenso nudo en la garganta, Avery asintió y le sonrió, dejando un beso en su frente antes de dar la vuelta y encontrarse con una mirada profunda y demasiado parecida a la que debía enfr
Con los sentidos embotados, la respiración hecha un desastre debido al beso que Jeray le acababa de dar y le había robado toda la capacidad hasta de pensar, Avery se quitó los zapatos y después el pantalón tal como se lo había exigido y se inclinó en el escritorio, encendiendo un poco más al hombre al ver la forma de corazón de su culo y como la tanga se perdía en el medio de sus nalgas.Su corazón latía con fuerza y se precipitó aún más rápido al sentir las manos del hombre en su trasero, dejando una caricia tan suave y sutil haciéndola erizar. Sus manos eran grandes y fuertes, pero también debía admitir que cuando la acariciaba de esa manera tan lenta, se le hacían exquisitamente suaves. Una sensación de hormigueo quedaba como rastro por donde su tacto pasaba. —No estamos en casa y no podemos hacer todo lo que nos gusta, pero te deseo incluso más, ángel —apretó su trasero con firmeza y volvió a recorrer su piel con suavidad. Palabras, eso era lo único que eran para Avery, pero