Capítulo 2

Danna seguía hablando con Daniel y no se había dado cuenta que caía la tarde:

—Si..., sé cuál es esa universidad, allí estudia un amigo mío —dijo Daniel con una gran sonrisa.

—Que bien, —Danna pudo notar que él se estaba interesando mucho en su vida privada y eso no le agradó— ¿y a qué te dedicas? —trataba de poner la atención en Daniel y no en ella.

—Soy empresario.

—Que bien —soltó ella mirando su reloj—, se me hizo tarde, me tengo que ir —Danna se levantó de la banca y él hizo lo mismo.

Hubo un momento en el cual los jóvenes entendieron que su pequeño encuentro había terminado. Para Danna, la sensación de incomodidad que tuvo al tener la impresión de que aquel joven se estaba interesando en ella fue desagradable, su estómago se hizo un nudo y los dedos de sus pies se aferraron al cuero de sus zapatillas marrones, por un lado, el haber conocido a Daniel fue bien... Le hizo despejar la mente; después llegaba esa extraña sensación de querer apartarse, él le sonreía como si quisiera seguir junto a ella y era justo ahí donde empezaba la incomodidad. Al final pudo escapar del parque y con él se quedó el recuerdo de aquel joven llamado Daniel, se sentía aliviada; su mente festejaba por el hecho de saber que tal vez nunca más lo volvería a ver.

Ella iba caminando rápidamente para llegar a su casa cuando se encontró con su hermana Brenda una calle después del parque:

—¡Te vi! ¿Quién era ese joven? —preguntó Brenda con una sonrisa traviesa desplegada en su rostro.

—Es sólo un muchacho que me encontré en el parque —respondió Danna algo desinteresada.

—No mientas, pude ver que tenían mucha conexión.

—Basta —Danna se fastidió solo de pensar en él y en esa sonrisa que le había mostrado mientras la observaba—, mejor dime, ¿hablaste con tu amiga?

—Sí, pero, me dijo que no nos podía ayudar, Danna, me parece que es una idea absurda pedirle prestado dinero a esa familia, ellos a excepción de mi amiga son muy hipócritas.

—Brenda, es la única solución que encuentro para ayudar a papá.

—Papá lo sabrá solucionar, nosotras no tenemos la forma de pagar una deuda tan grande; además, mi padre tiene ahorros guardados y sabrá solucionarlo —Brenda miró a su hermana— mejor vamos a una fiesta mañana en la noche, te divertirás ¿qué te parece?

—Me parece que no es el momento ideal para ir a fiestas, ¿no te das cuenta que la familia tiene problemas? Además, no tengo ningún vestido que ponerme.

Brenda no quiso responder y apresuró el paso, así siguieron todo el camino, llegaron a la casa y no había nadie, así que cada una se encerró en su cuarto hasta que la señora Gloria llegó y los citó a una reunión en la sala:

—Mis niñas, tengo que informarles que... —rodó la mirada hacia su esposo que tenía un semblante muy triste — su padre y yo debíamos un dinero a un conocido y tuvimos que pagarle y, por lo tanto, no tenemos dinero, lo más probable es que para poder alimentarlos tendremos que trabajar —las tres muchachas se miraron entre sí. Hubo un momento de silencio que hizo explotar la gran pregunta.

—Bueno y ¿cómo vamos a trabajar? —preguntó Brenda algo fastidiada y triste.

—Tengo un amigo que… —trató de buscar las palabras que mejor sonaran para el momento— tiene una empresa de productos naturales, él me dijo que podía darnos trabajo como repartidores de los productos —explicó el señor que no dejaba de mirarse los zapatos.

—O sea, seríamos repartidores puerta a puerta —explicó la señora Gloria con un rostro de tragedia, se sobaba sus manos mientras contemplaba de pie a sus hijas que no mostraban signos de estar de acuerdo con la idea. Por la mente de Danna pasaron muchas caras de burla de sus amigas, las situaciones incómodas que tendría, y, sobre todo, su mejor amigo; ese del cual ha estado enamorada toda su vida, (al menos desde que tenía memoria) aunque, después vio el rostro desesperado de su padre, sus ojos estaban inundados de lágrimas, sabía que el nudo en su garganta debía estar matándolo, eso le partió el alma.

—Claro, yo estoy dispuesta a ayudar con lo que sea necesario para poder salir de este problema, papá cuenta conmigo —dijo Danna bastante animada, su padre rápidamente la miró muy feliz.

—Gracias hija, como siempre tú estás dispuesta ayudar —el señor volvió a sus cabales y se puso en pie, miró a las demás y Brenda se sintió obligada a colaborar.

—Bueno, si es así, yo también lo haré —soltó algo seria, se forzaba a dejar salir una sonrisa que le salió fatal.

Al parecer todos en la familia trataban de poner de su parte, aunque a Brenda la idea de trabajar no le agradaba, ella siempre había pensado que era una mujer muy bella e inteligente y que sus padres tenían mucho dinero como para estar en esa condición.

Mientras que esta familia tenía esta reunión, Daniel había llegado a la casa de un amigo llamado Camilo, estaban en el cuarto del joven sentados en un mueble ubicado en el balcón, Danna le había atraído, y mucho, no quería perderla así de fácil, sentía que debía estar con ella, era la mujer que él tanto había estado buscando (al menos, eso era lo que le decía su mente):

—Ella estudia en tu misma universidad, tiene una hermana llamada Brenda, es rubia, alta...— decía Daniel.

—¡Ya sé quién es su hermana!, es amiga mía, todos en la universidad conocen a esa familia — respondió Camilo.

—Muchas gracias amigo, de verdad, esa chica me dejó anonadado y quiero saber más de ella.

—Cuando se te mete un tema amigo... —chistó Camilo dejando salir una sonrisa.

Esa noche Danna se iba a acostar, se estaba peinando el cabello frente al tocador cuando su hermana Brenda llegó:

—Esa idea de trabajar como repartidores ¿lo hiciste sólo para complacer a mi padre o en realidad quieres hacerlo? —se sentó en la cama de su hermana.

—¿De qué estás hablando? —preguntó Danna volteando su cabeza para mirar a su hermana.

—Crees que esa idea de vender productos y que todos tus amigos se den cuenta ¿es buena?, ¿es que acaso no te avergüenza?

—Brenda, no entiendo, se supone que estás de acuerdo ¿o sólo lo hiciste para no quedar mal?

—Me avergüenza que todos sepan que no tenemos dinero, no es justo que nosotras paguemos por los errores que comete papá —se levantó de la cama y empezó a caminar en círculos—, ¿que pensaran todos de mí?, se van a reír.

Danna no dijo nada porque en ese momento se acordó de su mejor amigo:

—¿No te avergonzaría que Fernando te vea repartiendo productos? —preguntó Brenda acercándose. La piel de Danna se erizó completamente, su hermana había tocado el punto más débil de la joven.

—Brenda, tengo que dormir, por favor, sal de mi cuarto —Danna sentía un nudo en su garganta.

La joven hizo caso a la petición de su hermana, al salir Brenda, Danna se acostó en su cama y dejó salir unas cuantas lágrimas. Esa fue la primera noche que la joven lloró hasta dormirse. La primera de una larga lista de noches grises.

 Al día siguiente, Brenda se levantó en la mañana y se alistó para ir a la universidad, al llegar un amigo se acercó a ella mientras subían unas escaleras:

—¡Buenos días Brenda! — saludó el muchacho dándole un beso en una de sus mejillas, (era Camilo).

—Buenos días —ella sonrió muy feliz y se acomodó el bolso que colgaba en su hombro derecho.

—¿Y cómo andas? —le preguntó el joven subiendo las escaleras.

—Bien, pero veo que tú no lo estás del todo —ella lo miró fijamente— ¿qué escondes?

—Veo que me conoces muy bien —se detuvo—, estoy de cupido —mostró una agradable sonrisa.

—¿De cupido? —soltó una pequeña carcajada— ¡¿y a quién estás ayudando?!

—A un amigo —puso su mano derecha detrás de su cuello mientras se sonrojaba— conoció a tu hermana y ahora quiere que lo ayude, pero el problema es que no la conozco, y mucho menos soy su amigo —bajó la mano y soltó una carcajada—, por favor, ayúdame.

—¡¿En serio?! —ella se tapó la boca con una mano mientras soltaba una carcajada— ¡quiero conocerlo! ¡No lo puedo creer!, ¡qué genial! Claro que te ayudo, pero eso sí, quiero hablar con él primero.

—¡Claro que sí! Gracias amiga, te aseguro que te va a encantar Daniel, de hecho, él va a ir a la fiesta.

—¡Bien!  Mi hermana va a ir conmigo.

—¡Eso está genial, ellos se pueden ver ahí!

—¡Esto me va a encantar! —se alegró Brenda —cuenta conmigo, ¡ha! Pero primero quiero hablar con él, no le voy a dar a mi hermana a alguien que no esté a nuestra altura.

—¡Brenda! Si te digo yo que él es un buen joven —fanfarroneo Camilo.

—¡Lo sé! —ella empezó a subir las escaleras y Camilo la siguió muy animado.

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