A veces paso noches enteras sin dormir, recordando el baño de la escuela, donde Eloísa y su amiga Alexa les gustaba encerrarme hasta que yo suplicara e implorara que me dejaran salir. Muchas veces se marchaban de la escuela y me dejaban allí, por lo cual anochecía y me encontraba a oscuras. El vigilante de la escuela ya me conocía y me preguntaba:
—¿Por qué no informas de esto a las directivas?
Pero… ¿cómo podría hacerlo si el tío de Alexa era el dueño del colegio y la familia de Eloísa su mayor donador?
No sé cómo pensé en un tiempo que Alexa era mi mejor amiga. Su familia y la mía son vecinas, nuestras madres son amigas cercanas y a ella la conocía de toda la vida. Éramos casi inseparables en la infancia.
Cuando nos hicimos adolescentes, nos gustaba escuchar la misma música e íbamos a fiestas juntas. Yo le contaba sobre los chicos que me gustaban y ella también sobre los suyos. De hecho, le ayudé con el que se hizo su primer novio, era quien le llevaba los comunicados, funcionando de puente entre los dos.
En mi mesita de noche había un portarretrato con una foto donde aparecíamos abrazadas y sonrientes. En mi diario ella me escribió la frase: “Eres la mejor amiga que me ha podido regalar la vida”.
Pero ella le tenía miedo a Eloísa, la que siempre me molestaba. Aunque todo iba bien mientras Eloísa no molestaba a Alexa.
Solía decirme…
—Simplemente ignórala, así se cansará y dejará de meterse contigo. —Y yo le hacía caso, sin imaginarme que de esta forma Eloísa se sentiría más confiada en maltratarme.
Pasó cuando Alexa en décimo grado comenzó a estudiar en el mismo salón que yo, por ende, también con Eloísa. Atribuí a su sorpresiva amistad con Eloísa como un método de supervivencia. Y cuando dejó de ser mi amiga, entendí que ella nunca permitiría que Eloísa le hiciera daño, porque prefería ser también una agresora antes que una víctima.
Con esto comprendí el por qué Alexa nunca me defendió cuando vio a Eloísa golpearme u ofenderme. Yo nunca tuve una verdadera amiga, Alexa simplemente buscaba a la persona que mejor le beneficiara, y esa evidentemente nunca sería yo.
Llegó un tiempo en que ya no sabía si era una cosa que podían pisotear o seguía siendo una persona. Y pensar en la muerte era… el mejor descanso que podía tener.
Y ahora estaba sentada frente al hombre más poderoso que conocía en mi círculo social, pidiéndome que fuera su amante.
Dicen que uno se enamora con suma facilidad cuando esa persona es la única que no te hace daño y, contrario a ello, te trata lindo. Eso me pasó con Oliver Bosson, cuando supe que sería uno de mis jefes, creí que sería un hombre despiadado (era el esposo de Eloísa, por eso lo suponía). Pero, sorpresivamente, cada vez que me lo encontraba en los pasillos, me saludaba, recordando mi nombre; puede parecer algo insignificante, pero alguien de su rango, normalmente no se molesta por recordar el nombre de una simple asistente.
Cuando debía presentar en las reuniones un plan de marketing, el presidente Oliver me felicitaba por mi buen trabajo. Así que, en cuestión de meses, mis ojos lo buscaban y mis pulmones suspiraban cuando lo veía pasar.
Con una estatura de un metro con noventa centímetros, cuerpo de atleta, ojos verdes y cabello castaño claro, ¿cómo no considerarlo un hombre perfecto? Y si a eso se le agrega una personalidad seria, pero gentil con sus empleados, tenemos al jefe ideal para fantasear. Ah… y ni qué decir de la elegancia para vestir, tiene un gusto exquisito que demuestra que viene de la más alta alcurnia.
El problema es su mal gusto para elegir esposa. Y también amantes.
—¿Usted está enterado de que su esposa me odia? —le pregunté al presidente después de escuchar su propuesta.
—Lo sé, tengo entendido que no se llevan bien —respondió él, acomodándose en su sillón de cuero—. Por lo que he podido averiguar, ustedes estudiaron en el mismo colegio.
—Sí, desgraciadamente —musité mientras bajaba la mirada a mis manos.
—¿Ella te molestó cuando estudiaron juntas?
Con aquella pregunta entendí que había escuchado lo que dije entre dientes. Pensé dos veces antes de responder, comprendiendo que lo mejor era no revelarle mi pasado.
—¿Por qué quiere que me convierta en su amante? —pregunté, volviendo a alzar la mirada.
El presidente Oliver se tomó su tiempo para responder.
—Creo que los dos tenemos algo en común —respondió—, a los dos la misma persona nos ha hecho la vida imposible.
Retuve la respiración al escuchar aquellas palabras. En el tono de su voz pude encontrar odio y resentimiento, haciéndome preguntar, ¿qué tuvo que pasarle para que llegara a tomar una decisión tan fría y ruda?
—¿No te gustaría vengarte de las personas que te han hecho daño? —preguntó y después añadió—: He visto a Alexa humillarte en el trabajo, te está explotando y es evidente que eres tú quien debe ocupar el cargo de Directora de Marketing, ¿acaso no es lo que quieres y por lo que el año pasado me viniste a reclamar?
—Sí, pero ese asunto es con la señorita Alexa, no con su esposa —comenté.
—Por favor, ya lo sé todo —replicó el presidente Oliver—. Te investigué. También he visto a Eloísa humillarte cuando viene a la empresa, se burla de ti junto a Alexa. Sé que ellas te hicieron la vida imposible cuando estudiaron juntas.
Se me creó un nudo en la garganta, pero me obligué a no llorar frente a él.
—¿Seguirás siendo cobarde o te vas a enfrentar a ellas? —preguntó con rudeza.
—No soy una cobarde —gruñí mientras lo observaba fijamente—. No soy una cobarde —repetí entre dientes.
—Entonces, ¿qué piensas hacer? —inquirió.
—Yo las haré pagar —respondí—, pero a mi manera. —Calmé mi respiración que ya estaba temblorosa—. No sé cuál sea su plan, pero… sé que es muy diferente al mío.
—Mi plan es jugar su juego —informó con tranquilidad—, la humillaré en su propio juego.
—¿Buscando una amante?
Me observó fijamente, como intentando buscar una respuesta.
—Discúlpeme, pero ya que hablamos con tanta honestidad —dije—, todos en la empresa sabemos que ella le es infiel. De hecho, tengo entendido que le es infiel desde antes de casarse.
Aquello incomodó al presidente, era más que obvio, apretaba los labios y después pasó a la resignación.
—Sí, lo sé —aceptó—. Todo este tiempo lo he sabido.
—Lo siento mucho por usted. —Fue lo único que se me ocurrió decir para ese incómodo momento.
Miré por el gran ventanal detrás de él, ya había anochecido y comenzaba a tener hambre, me había saltado el almuerzo para adelantar el trabajo acumulado que normalmente tenía. Comenzaba a notar que aquella conversación con mi jefe se iba a extender por un largo rato y eso no me gustaba.
—Entonces, ¿vas a aceptar? —me preguntó.
—¿Fingiré ser su amante o será de verdad? —pregunté.
—No te obligaré a hacer nada que no quieras —informó.
No logré retener las ganas de recorrer con mis ojos lo que aquel escritorio donde estaba sentado me permitía contemplar de su cuerpo. Teniendo la oportunidad de acostarme con él, no podría resistirme a ello, llevaba cinco años más que enamorada de él. Así que para mí no suponía un problema si en el trato estaba incluido el sexo.
Pero debía ocultar las ganas que le llevaba y mostrarme seria ante la situación.
—Debe cumplir su palabra de darme el puesto de Directora de Marketing —informé—, es la única forma para que yo acceda.
—Soy un hombre de palabra —dijo con seriedad, como quien concreta un negocio.
—Entonces… ¿qué es lo que debo hacer?, ¿cuál es su plan?
Nuestra conversación se escuchaba mucho como una reunión de negocios, hacía que me cuestionara si él de verdad me veía como una mujer deseable o como alguien que nada más le ayudaría a tener una fachada.
—Bien, el plan a seguir es el siguiente —comenzó a decir mientras se acodaba sobre el escritorio de madera oscura—, deberemos encontrarnos todas las semanas en el hotel que he escogido, ¿conoces el Hotel Imperial?
—¿El que queda en el centro?
—Así es, en ese —aceptó—, una vez por semana deberemos encontrarnos allí después del trabajo, llegaremos por separado y estaremos allí por dos horas.
—¿Haciendo qué? —inquirí.
—Lo que sea —respondió, restándole importancia—. Lo que necesito es que se comience a sospechar de los dos de una forma muy sutil.
—¿Por eso hoy le pidió a su secretaria que me llamara?
—Sí, por eso nos quedamos los dos solos en la empresa —contestó.
—Entonces, la idea es que todos se enteren que somos amantes.
—Claro, debe llegar a oídos de Eloísa que somos amantes y que nos descubra —adujo.
—¿Y qué pasará después?
—Seguiremos siendo amantes. —Meditó un poco—. Necesito al menos un año.
—¿Para qué?
—Después del año debe ser ella quien me pida el divorcio —explicó—. Pero necesito que lo haga a súplica, debe sufrir. Para eso necesito tu ayuda, tienes que convertirte en su rival. Por lo mismo necesito a una persona que la odie y quiera hacerle daño, así que eres la mejor candidata para ello.
—Entonces, lo que usted busca es una fachada de amante, no una amante real —puntualicé.
—Claro, ¿es que acaso tú quieres lo contrario? —cuestionó.
El reloj de péndulo cerca a la puerta de la oficina marcaba las diez y media de la noche. El presidente Oliver se levantó de su sillón de cuero y tomó su abrigo oscuro del perchero de la esquina. —Ya es muy tarde —informó. Me levanté de mi puesto con timidez. Era la primera vez que pasaba tanto tiempo al lado de mi jefe y por momentos no sabía cómo reaccionar. Lo veía colocarse el abrigo largo y oscuro que le daba un aire mucho más imponente del que ya tenía. Comencé a preguntarme cómo Eloísa le era infiel a un hombre tan perfecto como el presidente y me aseguraba que si yo tuviera ese corazón en mis manos lo cuidaría con mi vida. Salimos de la oficina y noté que ya no había ni una sola persona en el edificio, así que sí era cierto que estábamos solos. —De ahora en adelante debemos almorzar juntos —me dijo de repente el presidente, quien iba caminando a mi derecha—. Necesitamos que en la empresa comiencen a sospechar, así que tienes que estar saliendo con constancia y no decirle a
La vida de Alexa comenzó a agrietarse sin darse cuenta. Su mirada hacia mí me advertía que iba a arremeter con toda la fuerza que poseía y no descansaría hasta verme muerta. Pero ella no sabía que ya yo había preparado el terreno donde la iba a enterrar viva y me reiría en el proceso. Cuando la reunión acabó y me dirigía a la salida, sentí un fuerte agarre en mi brazo que me hizo detenerme en seco y me obligó a girarme hacia atrás. Allí estaba Alexa, fulminándome con su mirada. —¿Qué crees que estás haciendo? —gruñó entre dientes. Iba a contestar, pero se adelantó con su amenaza: —Si estás intentando quitarme mi puesto, estás yendo por muy mal camino —soltó con la voz más amenazadora y llena de furia—. Te voy a destruir si me sigues provocando. ¿Crees que eres rival para mí? —¿No te das cuenta de lo que estás haciendo? —pregunté mientras soltaba su agarre de una fuerte sacudida—. Ya el puesto de directora te lo quité —alegué con una leve sonrisa—. Y cualquier movida que intentes h
Cuando me encontraba en último año de preparatoria a nuestro salón de clases llegó una estudiante nueva llamada Nidia Polat, como todos en el colegio Andes, provenía de familia adinerada y de gran prestigio, de hecho, su familia era mucho más poderosa que la de Eloísa. Nidia era diferente a los demás en aquella escuela, a ella no le gustaba la injusticia, no era de las que acostumbraban a hacerse de la vista gorda si veía a alguien maltratando a otra persona más débil. Por estas razones pronto se hizo enemiga de Eloísa y Alexa. Y un día Nidia apareció muerta en el colegio, según, se había lanzado del balcón más alto de la escuela. O eso fue lo que todos creyeron. Pero yo he tenido todo este tiempo el recuerdo tan fresco de cómo Eloísa se acercó a mí, me levantó del cabello, obligándome a ponerme de pie del piso lleno de sangre y me recostó a la pared. —Si dices una sola palabra, terminarás como ella —me dijo mientras sonreía oscuramente. Cuando ellas me dejaron escapar de la escu
Era la primera noche que llegaba al Hotel Imperial en el centro de la ciudad, el más exclusivo y donde una noche podría costarme el sueldo de un mes. En la habitación encontré una pared de vidrio que daba la imponente vista de la ciudad y en lo más lejano, el mar. La noche estaba llena de estrellas y la panorámica me informaba que me encontraba en uno de los sitios más prestigiosos de la ciudad.El interior de la habitación también demandaba atención, con luces cálidas, una cama enorme, también había una mediana sala de estar, con una lámpara de araña colgando del techo blanco. Todo estaba meticulosamente organizado y limpio; en el ambiente lograba encontrar un aroma a rosas frescas y noté que sí, había rosas en los jarrones de los rinconeros.Llevaba quince minutos de haber llegado a la habitación y decidí darme una ducha porque había salido directamente del trabajo hacia el hotel. El interior del baño no podía ser menos ostentoso, con un jacuzzi y un gran ventanal que dejaba ver la
Noté que por primera vez Oliver dejó la copa de vino sobre la mesita de vidrio que estaba en frente de nosotros. Sus mejillas las veía acaloradas y su mirada se tornó seductora, llena de intenciones que me explicaban sus ojos y su mano inquieta. Pero yo no estaba preparada, me di cuenta de que cometí el error al no embriagarme para este momento. Me sentía tensa e incómoda. —Señor Oliver —dije. —Llámame por mi nombre, nada de señor —pidió casi a susurro, se acercaba más a mí, hasta darme un beso en el cuello. —Oliver, creo que lo mejor es que volvamos a casa —comenté—, debe descansar, ya ha bebido mucho. —Yo no quiero volver a mi casa, quiero estar por fuera —soltó mientras se apartaba de mí. Se levantó del mueble y después caminó hasta acostarse en la cama, prácticamente se dejó caer boca arriba. Me acerqué a él, sentándome en la orilla; lo vi acomodarse a medio lado, casi contemplándome con una leve sonrisa. —Eres muy hermosa, Emma —me dijo casi a susurro y con las palabras ar
Hay una parte de felicidad en mi último año de preparatoria, sobre todo cuando Nidia comenzó a estudiar en mi salón de clases. Nadie le gustaba sentarse a mi lado, sabían que hacerlo era como informarle a Eloísa que era mi amigo y eso era darle tarjeta verde al bullying. Pero Nidia no lo sabía, así que, en su primer día de clases se sentó a mi lado. Recuerdo haberme sorprendido de su gran belleza: rubia, de ojos azules, con unas piernas largas y unos labios rosados carnosos. Sabía llevar el uniforme con estilo, colocándole su toque particular (le gustaba llevar gargantillas y extensiones de colores en el cabello). Tenía una energía que te informaba que era una persona cool. —Hola, ¿cómo te llamas? —me preguntó. Yo era sumamente tímida, no hablaba en clase, sobre todo porque estaba acostumbrada a ser invisible (esa era mi forma de sobrevivir en el colegio). —Es mejor que no te sientes en ese puesto —le dije. —¿Por qué? —preguntó, para ella parecía un chiste. —No querrás meterte e
La señora Milena de Polat y su esposo nunca creyeron que su hija se hubiera suicidado, mucho menos cuando había comenzado el proceso de admisión para estudiar en la mejor universidad del país y planeaba un viaje alrededor del mundo para celebrar su graduación. Una joven tan vivaz como Nidia nunca pensaría en suicidarse. Sin embargo, no pudieron encontrar pruebas que probaran que se trataba de un asesinato. Eloísa Mars, primogénita y futura heredera de la fortuna de los Mars. Una reina como ella era difícil de destruir y de eso se dio cuenta Milena de Polat cuando pidió justicia para la muerte de su hija. Llegó a enfermarse tanto que por su salud mental su esposo se vio obligado a mudarse del país para no perderla a ella también. Aun así, el corazón de una madre nunca olvida y ella siempre tuvo presente que debía vengar la muerte de su hija. Cuando Nidia cayó de aquel alto balcón y el fuerte golpe arrancó su último aliento de vida, hizo que el firme suelo donde Eloísa estaba posiciona
Oliver: Veía las fotos regadas en el suelo, las dos mujeres frente a mí se mostraban nerviosas e impresionadas por verme llegar de repente. —¿Qué está sucediendo? —pregunté, avancé hasta las fotos y recogí una donde se veía a Emma—. ¿Qué es esto? —Son fotos —respondió Eloísa con rapidez y se apresuró a quitarme la foto de mi mano. —Eso ya lo sé —contesté con seriedad—. ¿Por qué tienes una foto de mi empleada? —Son fotos viejas de mis antiguos compañeros de clase —explicó con la astucia que sólo ella podía tener—. Estábamos viendo recuerdos de esa época. —Mostró una sonrisa—. ¿No te había contado que Emma Sandoval estudió con nosotras? Somos viejas amigas, nuestras familias se conocen. Volteé a ver a Alexa, no se veía tan calmada como Eloísa, de hecho, se mostraba impresionada por el rápido cambio de actitud de su amiga. Reparé el suelo lleno de imágenes y me enfoqué en la imagen de una joven rubia que se mostraba sonriente; la jovencita se veía en otra foto, pero ésta estaba aco