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Parte 4: secretos

La vida de Alexa comenzó a agrietarse sin darse cuenta. Su mirada hacia mí me advertía que iba a arremeter con toda la fuerza que poseía y no descansaría hasta verme muerta. Pero ella no sabía que ya yo había preparado el terreno donde la iba a enterrar viva y me reiría en el proceso.

Cuando la reunión acabó y me dirigía a la salida, sentí un fuerte agarre en mi brazo que me hizo detenerme en seco y me obligó a girarme hacia atrás. Allí estaba Alexa, fulminándome con su mirada.

—¿Qué crees que estás haciendo? —gruñó entre dientes.

Iba a contestar, pero se adelantó con su amenaza:

—Si estás intentando quitarme mi puesto, estás yendo por muy mal camino —soltó con la voz más amenazadora y llena de furia—. Te voy a destruir si me sigues provocando. ¿Crees que eres rival para mí?

—¿No te das cuenta de lo que estás haciendo? —pregunté mientras soltaba su agarre de una fuerte sacudida—. Ya el puesto de directora te lo quité —alegué con una leve sonrisa—. Y cualquier movida que intentes hacer, ya será muy tarde.

Sus ojos estaban desorbitados, era evidente que no podía creer lo que estaba pasando.

—Estás más que equivocada, ese puesto siempre será mío —bufó, intentando recomponerse ante la situación—. Así que no celebres mucho, porque la caída que tendrás será muy dolorosa.

—¿Ah sí? Demuéstralo —reté. La observé de pies a cabeza—. Para estar tan segura de tu lugar en la empresa, no deberías estar tan alterada.

—Maldita… —volvió a gruñir, pero se vio interrumpida por la presencia del presidente Bosson que se acercaba a nosotras.

—Señorita Emma —llamó.

Volteé a verlo con una increíble tranquilidad que hasta a mí me impresionó.

—¿Sí, señor? —pregunté.

—Venga conmigo, por favor —pidió.

Accedí inmediatamente, aliviada de poder ser librada de la furia de Alexa. Caminé con rapidez al lado de mi jefe, notando las miradas de impresión de los empleados que nos veían al pasar.

—Señor, creo que a este paso los rumores se crearán muy rápido —susurré.

—Ese es nuestro objetivo —respondió él con seguridad.

Al llegar a la oficina del CEO, él cerró la puerta y estuvimos en completa privacidad. Me hizo tomar asiento, así como él también ocupó el suyo. La luz natural de la mañana se colaba por la gran ventana y el bullicio de las oficinas aledañas se escuchaban lejanas.

El presidente Oliver me pasó un papel que imaginé era un documento. Lo tomé con curiosidad y le pasee una mirada rápida.

—¿Qué es esto? —pregunté, pero comenzaba a notar que se trataba de un contrato de confidencialidad.

—Necesito que lo firmes —informó—. Será nuestro contrato de confidencialidad, así estaré seguro de que no dirás nada que pueda perjudicarme.

Subí la mirada del papel y lo observé fijamente.

—¿No confía en mí? —pregunté.

—No —respondió rápidamente—. Pero sí confío en los contratos.

Dejé el documento sobre la mesa de escritorio.

—Comienzo a notar que en este trato seré yo quien terminará perdiendo más de lo que puedo ganar —comenté con frialdad—. Usted va a usar mi nombre, mi reputación y mis acciones para su venganza, aunque a cambio lo único que me dará es un puesto de trabajo. ¿No cree que la balanza no está equilibrada? Ni siquiera es capaz de confiar en mí y me pondrá a firmar un documento que podría jugar en mi contra.

—También te voy a ayudar en conseguir tu venganza, además de darte la protección y recursos que necesites —informó.

—¿Ayudarme? —inquirí mientras volvía a tomar el papel de la mesa y leía la primera línea—. ¿De verdad cree que puede ayudarme a conseguir lo que quiero? Usted no puede ayudarme a conseguir lo que tanto deseo.

Su mirada hacia mí se tornó curiosa, así como también llena de impresión.

—¿Qué es lo que quieres? —indagó.

—Para saberlo, necesitaré de su confianza, algo que ya me dejó en claro que no tiene. —Aventé el papel a la mesa, cayendo lentamente y deslizándose sobre la madera.

Me crucé de piernas y lo evalué.

—Vaya… nunca creí que terminarías siendo tan decidida —soltó con una leve sonrisa—. Tenías rostro de ser más una chica insegura y asustada que necesitaba protección.

—Protección —solté en un jadeo—. No hay persona en este mundo que pueda protegerme, eso lo aprendí hace muchos años. Ni siquiera usted con su apellido y dinero puede protegerme. Puedo aceptar que quiera usarme para su venganza, pero debe darme a cambio lo que yo le pida sin ponerme condiciones, es la única forma de tener un trato justo; ante todo, este es un negocio.

—¿Y qué es lo que quieres? —preguntó.

—Se lo diré cuando llegue la hora, pero si acepta en este momento, no podrá negarse al momento de pedírselo.

El rostro del presidente se tornó sumamente serio y un tanto inquieto.

—¿Quieres asesinar a alguien? —preguntó un tanto descompuesto—. Necesito saberlo al menos para saber en qué me estaré metiendo. Si quieres un trato justo, debes dejarme decidir.

A mi mente llegó el recuerdo de Nidia tirada en el frío piso, rodeada en su propia sangre.

—Posiblemente deba hacerlo —informé—. Las personas a las que deberé enfrentarme no dudarán en asesinarme si así lo ven conveniente.

—¿A quién te refieres? —preguntó el señor Oliver con curiosidad—. ¿Te refieres a Alexa o a Eloísa?, ¿o hay más personas involucradas en tu venganza?

—Señor Oliver, ¿va a confiar en mí de ahora en adelante? —interrogué.

La oficina se llenó de un silencio punzante, el presidente se tomó el tiempo para responder a mi pregunta. Noté que tragó saliva, después inspiró hondo, relajando sus hombros, para por fin contestar.

—Los dos tenemos el mismo objetivo: la venganza. Veo que la única opción que me queda es confiar en ti para que podamos ayudarnos, lo único que espero es que no me traiciones.

—Yo no traiciono a las personas que son mis aliadas —respondí.

—Bien, entonces, en ese caso, confiaré en ti y en tu palabra —accedió.

—Muy bien, ahora me gustaría que me respondiera… ¿usted conoce bien a su esposa y lo que es capaz de hacer?

—¿Por qué esa pregunta?

—Por favor, responda —pedí con calma.

—La conozco desde que tenía trece años, claro que sí —contestó—. Aunque… —Lo meditó—. Imagino que únicamente conocí la versión que ella me quiso mostrar.

—Debe aprender a conocerla de ahora en adelante si quiere vengarse de ella —aconsejé—, no sea que termine sorprendiéndose de lo que ella le haga en el camino.

—¿La persona que dices que es capaz de asesinar… es Eloísa? —preguntó el presidente Oliver.

Sonreí ante la pregunta, él se veía descompuesto por la conversación.

—Veo que usted está intentando vengarse de una mujer que no conoce en lo absoluto —comenté—, ni siquiera de lo más importante: lo que ella es capaz de hacer cuando está enojada.

—Entonces, Eloísa será capaz de asesinarme si así lo ve necesario —soltó.

—Eso no lo sé, deberá averiguarlo usted mismo, señor.

—¿Intentarás asesinarla?

—Aquí la pregunta es, ¿usted sería capaz de asesinar a su esposa si fuese necesario? —interrogué.

Él tragó en seco y decidió no responder.

—Parece que usted no está preparado para una venganza, señor Oliver —dije—, al menos, no para la mía —agregué con tono serio—. Sin embargo, ella no dudará en matarme si lo ve necesario, de eso sí estoy segura.

—¿Por qué lo afirmas?

—Porque ella ya lo ha intentado hacer en el pasado.

La oficina volvió a caer en un silencio sepulcral. Era evidente que mi jefe necesitaba tiempo para procesar toda la información que yo había vomitado sobre él con referencia a su esposa, a esa mujer que hasta el momento estaba comenzando a conocer quién era en realidad.

Me levanté de la silla para irme de la oficina.

—¿No vemos en la hora del almuerzo? —pregunté.

—Ah, sí, sí —contestó el señor Oliver, apenas saliendo de sus pensamientos.

—Bien —musité y después salí de la oficina.

.

Al volver al departamento de marketing, todos mis compañeros se levantaron de sus cubículos y comenzaron a aplaudir. No comprendía lo que estaba sucediendo, pero al ver a Alexa salir con una caja de la oficina que anteriormente ocupaba, entendí que estaban celebrando la derrota de nuestra jefa villana que tuvimos por más de año y medio.

—¡Felicidades, Emma, por fin se hizo justicia! —exclamó Olivia mientras se acercaba a mí con una gran sonrisa. Ella era una chica morena, de cabello rizado y cuerpo voluptuoso, se podría considerar parlanchina por naturaleza y más que ser Especialista en SEO, también se encargaba de ponerle ánimo a nuestra área—. Nos encargamos de despejar la oficina y llevar tus cosas. ¡Nuestra nueva directora!

Vi que Alexa, intentando no mostrar su enojo, tomaba lugar en el cubículo donde yo antes trabajaba. De ahora en adelante nuestros compañeros de trabajo (a los que todo este tiempo se encargó de humillar y maltratar) le harían la vida imposible hasta obligarla a renunciar. Aunque yo estaba segura que ella no se dejaría vencer tan fácilmente, tal vez y sí buscara la forma en que la colocaran en otro departamento de la empresa, pero no se iría tan pronto y menos dándole la dicha a todos de celebrar con su desgracia.

—¡Yo propongo que hoy todos vayamos a celebrar por el nombramiento de nuestra nueva directora! —dijo Raúl, uno de los programadores.

Todos aceptaron entusiasmados y yo sonreí, también emocionada por la idea, sobre todo porque podía jactarme frente a Alexa, quien veía todo sentada y apretando los labios de la furia.

—Me parece una muy buena idea —acepté.

Alexa se levantó de su ahora nuevo puesto y salió del área de márketing, empujando la puerta de vidrio con fuerza y avanzando casi a trompicones.

—Emma, ahora que tienes la oportunidad, deberías despedirla —sugirió Olivia. Todos se habían dado cuenta de la actitud de Alexa.

No respondí ante la propuesta, aunque me parecía muy tentadora, sabía que esa era una salida muy fácil para Alexa.

—Dejemos que ella misma deje su nuevo cargo si le queda grande —comenté.

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