La vida de Alexa comenzó a agrietarse sin darse cuenta. Su mirada hacia mí me advertía que iba a arremeter con toda la fuerza que poseía y no descansaría hasta verme muerta. Pero ella no sabía que ya yo había preparado el terreno donde la iba a enterrar viva y me reiría en el proceso.
Cuando la reunión acabó y me dirigía a la salida, sentí un fuerte agarre en mi brazo que me hizo detenerme en seco y me obligó a girarme hacia atrás. Allí estaba Alexa, fulminándome con su mirada.
—¿Qué crees que estás haciendo? —gruñó entre dientes.
Iba a contestar, pero se adelantó con su amenaza:
—Si estás intentando quitarme mi puesto, estás yendo por muy mal camino —soltó con la voz más amenazadora y llena de furia—. Te voy a destruir si me sigues provocando. ¿Crees que eres rival para mí?
—¿No te das cuenta de lo que estás haciendo? —pregunté mientras soltaba su agarre de una fuerte sacudida—. Ya el puesto de directora te lo quité —alegué con una leve sonrisa—. Y cualquier movida que intentes hacer, ya será muy tarde.
Sus ojos estaban desorbitados, era evidente que no podía creer lo que estaba pasando.
—Estás más que equivocada, ese puesto siempre será mío —bufó, intentando recomponerse ante la situación—. Así que no celebres mucho, porque la caída que tendrás será muy dolorosa.
—¿Ah sí? Demuéstralo —reté. La observé de pies a cabeza—. Para estar tan segura de tu lugar en la empresa, no deberías estar tan alterada.
—Maldita… —volvió a gruñir, pero se vio interrumpida por la presencia del presidente Bosson que se acercaba a nosotras.
—Señorita Emma —llamó.
Volteé a verlo con una increíble tranquilidad que hasta a mí me impresionó.
—¿Sí, señor? —pregunté.
—Venga conmigo, por favor —pidió.
Accedí inmediatamente, aliviada de poder ser librada de la furia de Alexa. Caminé con rapidez al lado de mi jefe, notando las miradas de impresión de los empleados que nos veían al pasar.
—Señor, creo que a este paso los rumores se crearán muy rápido —susurré.
—Ese es nuestro objetivo —respondió él con seguridad.
Al llegar a la oficina del CEO, él cerró la puerta y estuvimos en completa privacidad. Me hizo tomar asiento, así como él también ocupó el suyo. La luz natural de la mañana se colaba por la gran ventana y el bullicio de las oficinas aledañas se escuchaban lejanas.
El presidente Oliver me pasó un papel que imaginé era un documento. Lo tomé con curiosidad y le pasee una mirada rápida.
—¿Qué es esto? —pregunté, pero comenzaba a notar que se trataba de un contrato de confidencialidad.
—Necesito que lo firmes —informó—. Será nuestro contrato de confidencialidad, así estaré seguro de que no dirás nada que pueda perjudicarme.
Subí la mirada del papel y lo observé fijamente.
—¿No confía en mí? —pregunté.
—No —respondió rápidamente—. Pero sí confío en los contratos.
Dejé el documento sobre la mesa de escritorio.
—Comienzo a notar que en este trato seré yo quien terminará perdiendo más de lo que puedo ganar —comenté con frialdad—. Usted va a usar mi nombre, mi reputación y mis acciones para su venganza, aunque a cambio lo único que me dará es un puesto de trabajo. ¿No cree que la balanza no está equilibrada? Ni siquiera es capaz de confiar en mí y me pondrá a firmar un documento que podría jugar en mi contra.
—También te voy a ayudar en conseguir tu venganza, además de darte la protección y recursos que necesites —informó.
—¿Ayudarme? —inquirí mientras volvía a tomar el papel de la mesa y leía la primera línea—. ¿De verdad cree que puede ayudarme a conseguir lo que quiero? Usted no puede ayudarme a conseguir lo que tanto deseo.
Su mirada hacia mí se tornó curiosa, así como también llena de impresión.
—¿Qué es lo que quieres? —indagó.
—Para saberlo, necesitaré de su confianza, algo que ya me dejó en claro que no tiene. —Aventé el papel a la mesa, cayendo lentamente y deslizándose sobre la madera.
Me crucé de piernas y lo evalué.
—Vaya… nunca creí que terminarías siendo tan decidida —soltó con una leve sonrisa—. Tenías rostro de ser más una chica insegura y asustada que necesitaba protección.
—Protección —solté en un jadeo—. No hay persona en este mundo que pueda protegerme, eso lo aprendí hace muchos años. Ni siquiera usted con su apellido y dinero puede protegerme. Puedo aceptar que quiera usarme para su venganza, pero debe darme a cambio lo que yo le pida sin ponerme condiciones, es la única forma de tener un trato justo; ante todo, este es un negocio.
—¿Y qué es lo que quieres? —preguntó.
—Se lo diré cuando llegue la hora, pero si acepta en este momento, no podrá negarse al momento de pedírselo.
El rostro del presidente se tornó sumamente serio y un tanto inquieto.
—¿Quieres asesinar a alguien? —preguntó un tanto descompuesto—. Necesito saberlo al menos para saber en qué me estaré metiendo. Si quieres un trato justo, debes dejarme decidir.
A mi mente llegó el recuerdo de Nidia tirada en el frío piso, rodeada en su propia sangre.
—Posiblemente deba hacerlo —informé—. Las personas a las que deberé enfrentarme no dudarán en asesinarme si así lo ven conveniente.
—¿A quién te refieres? —preguntó el señor Oliver con curiosidad—. ¿Te refieres a Alexa o a Eloísa?, ¿o hay más personas involucradas en tu venganza?
—Señor Oliver, ¿va a confiar en mí de ahora en adelante? —interrogué.
La oficina se llenó de un silencio punzante, el presidente se tomó el tiempo para responder a mi pregunta. Noté que tragó saliva, después inspiró hondo, relajando sus hombros, para por fin contestar.
—Los dos tenemos el mismo objetivo: la venganza. Veo que la única opción que me queda es confiar en ti para que podamos ayudarnos, lo único que espero es que no me traiciones.
—Yo no traiciono a las personas que son mis aliadas —respondí.
—Bien, entonces, en ese caso, confiaré en ti y en tu palabra —accedió.
—Muy bien, ahora me gustaría que me respondiera… ¿usted conoce bien a su esposa y lo que es capaz de hacer?
—¿Por qué esa pregunta?
—Por favor, responda —pedí con calma.
—La conozco desde que tenía trece años, claro que sí —contestó—. Aunque… —Lo meditó—. Imagino que únicamente conocí la versión que ella me quiso mostrar.
—Debe aprender a conocerla de ahora en adelante si quiere vengarse de ella —aconsejé—, no sea que termine sorprendiéndose de lo que ella le haga en el camino.
—¿La persona que dices que es capaz de asesinar… es Eloísa? —preguntó el presidente Oliver.
Sonreí ante la pregunta, él se veía descompuesto por la conversación.
—Veo que usted está intentando vengarse de una mujer que no conoce en lo absoluto —comenté—, ni siquiera de lo más importante: lo que ella es capaz de hacer cuando está enojada.
—Entonces, Eloísa será capaz de asesinarme si así lo ve necesario —soltó.
—Eso no lo sé, deberá averiguarlo usted mismo, señor.
—¿Intentarás asesinarla?
—Aquí la pregunta es, ¿usted sería capaz de asesinar a su esposa si fuese necesario? —interrogué.
Él tragó en seco y decidió no responder.
—Parece que usted no está preparado para una venganza, señor Oliver —dije—, al menos, no para la mía —agregué con tono serio—. Sin embargo, ella no dudará en matarme si lo ve necesario, de eso sí estoy segura.
—¿Por qué lo afirmas?
—Porque ella ya lo ha intentado hacer en el pasado.
La oficina volvió a caer en un silencio sepulcral. Era evidente que mi jefe necesitaba tiempo para procesar toda la información que yo había vomitado sobre él con referencia a su esposa, a esa mujer que hasta el momento estaba comenzando a conocer quién era en realidad.
Me levanté de la silla para irme de la oficina.
—¿No vemos en la hora del almuerzo? —pregunté.
—Ah, sí, sí —contestó el señor Oliver, apenas saliendo de sus pensamientos.
—Bien —musité y después salí de la oficina.
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Al volver al departamento de marketing, todos mis compañeros se levantaron de sus cubículos y comenzaron a aplaudir. No comprendía lo que estaba sucediendo, pero al ver a Alexa salir con una caja de la oficina que anteriormente ocupaba, entendí que estaban celebrando la derrota de nuestra jefa villana que tuvimos por más de año y medio.
—¡Felicidades, Emma, por fin se hizo justicia! —exclamó Olivia mientras se acercaba a mí con una gran sonrisa. Ella era una chica morena, de cabello rizado y cuerpo voluptuoso, se podría considerar parlanchina por naturaleza y más que ser Especialista en SEO, también se encargaba de ponerle ánimo a nuestra área—. Nos encargamos de despejar la oficina y llevar tus cosas. ¡Nuestra nueva directora!
Vi que Alexa, intentando no mostrar su enojo, tomaba lugar en el cubículo donde yo antes trabajaba. De ahora en adelante nuestros compañeros de trabajo (a los que todo este tiempo se encargó de humillar y maltratar) le harían la vida imposible hasta obligarla a renunciar. Aunque yo estaba segura que ella no se dejaría vencer tan fácilmente, tal vez y sí buscara la forma en que la colocaran en otro departamento de la empresa, pero no se iría tan pronto y menos dándole la dicha a todos de celebrar con su desgracia.
—¡Yo propongo que hoy todos vayamos a celebrar por el nombramiento de nuestra nueva directora! —dijo Raúl, uno de los programadores.
Todos aceptaron entusiasmados y yo sonreí, también emocionada por la idea, sobre todo porque podía jactarme frente a Alexa, quien veía todo sentada y apretando los labios de la furia.
—Me parece una muy buena idea —acepté.
Alexa se levantó de su ahora nuevo puesto y salió del área de márketing, empujando la puerta de vidrio con fuerza y avanzando casi a trompicones.
—Emma, ahora que tienes la oportunidad, deberías despedirla —sugirió Olivia. Todos se habían dado cuenta de la actitud de Alexa.
No respondí ante la propuesta, aunque me parecía muy tentadora, sabía que esa era una salida muy fácil para Alexa.
—Dejemos que ella misma deje su nuevo cargo si le queda grande —comenté.
Cuando me encontraba en último año de preparatoria a nuestro salón de clases llegó una estudiante nueva llamada Nidia Polat, como todos en el colegio Andes, provenía de familia adinerada y de gran prestigio, de hecho, su familia era mucho más poderosa que la de Eloísa. Nidia era diferente a los demás en aquella escuela, a ella no le gustaba la injusticia, no era de las que acostumbraban a hacerse de la vista gorda si veía a alguien maltratando a otra persona más débil. Por estas razones pronto se hizo enemiga de Eloísa y Alexa. Y un día Nidia apareció muerta en el colegio, según, se había lanzado del balcón más alto de la escuela. O eso fue lo que todos creyeron. Pero yo he tenido todo este tiempo el recuerdo tan fresco de cómo Eloísa se acercó a mí, me levantó del cabello, obligándome a ponerme de pie del piso lleno de sangre y me recostó a la pared. —Si dices una sola palabra, terminarás como ella —me dijo mientras sonreía oscuramente. Cuando ellas me dejaron escapar de la escu
Era la primera noche que llegaba al Hotel Imperial en el centro de la ciudad, el más exclusivo y donde una noche podría costarme el sueldo de un mes. En la habitación encontré una pared de vidrio que daba la imponente vista de la ciudad y en lo más lejano, el mar. La noche estaba llena de estrellas y la panorámica me informaba que me encontraba en uno de los sitios más prestigiosos de la ciudad.El interior de la habitación también demandaba atención, con luces cálidas, una cama enorme, también había una mediana sala de estar, con una lámpara de araña colgando del techo blanco. Todo estaba meticulosamente organizado y limpio; en el ambiente lograba encontrar un aroma a rosas frescas y noté que sí, había rosas en los jarrones de los rinconeros.Llevaba quince minutos de haber llegado a la habitación y decidí darme una ducha porque había salido directamente del trabajo hacia el hotel. El interior del baño no podía ser menos ostentoso, con un jacuzzi y un gran ventanal que dejaba ver la
Noté que por primera vez Oliver dejó la copa de vino sobre la mesita de vidrio que estaba en frente de nosotros. Sus mejillas las veía acaloradas y su mirada se tornó seductora, llena de intenciones que me explicaban sus ojos y su mano inquieta. Pero yo no estaba preparada, me di cuenta de que cometí el error al no embriagarme para este momento. Me sentía tensa e incómoda. —Señor Oliver —dije. —Llámame por mi nombre, nada de señor —pidió casi a susurro, se acercaba más a mí, hasta darme un beso en el cuello. —Oliver, creo que lo mejor es que volvamos a casa —comenté—, debe descansar, ya ha bebido mucho. —Yo no quiero volver a mi casa, quiero estar por fuera —soltó mientras se apartaba de mí. Se levantó del mueble y después caminó hasta acostarse en la cama, prácticamente se dejó caer boca arriba. Me acerqué a él, sentándome en la orilla; lo vi acomodarse a medio lado, casi contemplándome con una leve sonrisa. —Eres muy hermosa, Emma —me dijo casi a susurro y con las palabras ar
Hay una parte de felicidad en mi último año de preparatoria, sobre todo cuando Nidia comenzó a estudiar en mi salón de clases. Nadie le gustaba sentarse a mi lado, sabían que hacerlo era como informarle a Eloísa que era mi amigo y eso era darle tarjeta verde al bullying. Pero Nidia no lo sabía, así que, en su primer día de clases se sentó a mi lado. Recuerdo haberme sorprendido de su gran belleza: rubia, de ojos azules, con unas piernas largas y unos labios rosados carnosos. Sabía llevar el uniforme con estilo, colocándole su toque particular (le gustaba llevar gargantillas y extensiones de colores en el cabello). Tenía una energía que te informaba que era una persona cool. —Hola, ¿cómo te llamas? —me preguntó. Yo era sumamente tímida, no hablaba en clase, sobre todo porque estaba acostumbrada a ser invisible (esa era mi forma de sobrevivir en el colegio). —Es mejor que no te sientes en ese puesto —le dije. —¿Por qué? —preguntó, para ella parecía un chiste. —No querrás meterte e
La señora Milena de Polat y su esposo nunca creyeron que su hija se hubiera suicidado, mucho menos cuando había comenzado el proceso de admisión para estudiar en la mejor universidad del país y planeaba un viaje alrededor del mundo para celebrar su graduación. Una joven tan vivaz como Nidia nunca pensaría en suicidarse. Sin embargo, no pudieron encontrar pruebas que probaran que se trataba de un asesinato. Eloísa Mars, primogénita y futura heredera de la fortuna de los Mars. Una reina como ella era difícil de destruir y de eso se dio cuenta Milena de Polat cuando pidió justicia para la muerte de su hija. Llegó a enfermarse tanto que por su salud mental su esposo se vio obligado a mudarse del país para no perderla a ella también. Aun así, el corazón de una madre nunca olvida y ella siempre tuvo presente que debía vengar la muerte de su hija. Cuando Nidia cayó de aquel alto balcón y el fuerte golpe arrancó su último aliento de vida, hizo que el firme suelo donde Eloísa estaba posiciona
Oliver: Veía las fotos regadas en el suelo, las dos mujeres frente a mí se mostraban nerviosas e impresionadas por verme llegar de repente. —¿Qué está sucediendo? —pregunté, avancé hasta las fotos y recogí una donde se veía a Emma—. ¿Qué es esto? —Son fotos —respondió Eloísa con rapidez y se apresuró a quitarme la foto de mi mano. —Eso ya lo sé —contesté con seriedad—. ¿Por qué tienes una foto de mi empleada? —Son fotos viejas de mis antiguos compañeros de clase —explicó con la astucia que sólo ella podía tener—. Estábamos viendo recuerdos de esa época. —Mostró una sonrisa—. ¿No te había contado que Emma Sandoval estudió con nosotras? Somos viejas amigas, nuestras familias se conocen. Volteé a ver a Alexa, no se veía tan calmada como Eloísa, de hecho, se mostraba impresionada por el rápido cambio de actitud de su amiga. Reparé el suelo lleno de imágenes y me enfoqué en la imagen de una joven rubia que se mostraba sonriente; la jovencita se veía en otra foto, pero ésta estaba aco
Después de hablar con Aureliano, decidí pasar la noche en el Hotel Imperial, pasó una hora en la que estuve a solas en la habitación, tomando vino y disfrutando de una cena, que, aunque estuvo con buenos platillos, la sentí insípida. Me sentía solo. No quería pasar la noche a solas. Decidí llamar a Emma, sabía que no era el día en que debía llegar al hotel, pero necesitaba estar con alguien y sabía que era la persona indicada para una noche tan sin sabor como esa. Ella llegó a los cuarenta minutos. Me gustó que llevase un vestido rosado, peinada con un moño alto y el maquillaje era bastante natural. Se veía sencilla, pero elegante. Se mostraba sumamente tranquila, hasta sonreía. Le conté sobre la discusión con Eloísa mientras tomábamos unas copas de vino sentados en el mueble. Emma me escuchaba en silencio, eso me gustaba, porque sabía que de verdad me estaba escuchando, además que no me hacía sentir incómodo. —Quédate a dormir conmigo esta noche —le pedí a Emma. Ella sonríe y no
Estar acostada al lado de Oliver se sentía extraño, sobre todo porque podía sentir su aroma y escuchar su suave respiración que golpeaba en mi mejilla derecha, haciéndome cosquillas. Estaba acostaba boca arriba, esperando a que se durmiera, pero creía que eso no iba a suceder, él parecía estar muy a gusto con mi compañía. Me sorprendió cuando me llamó y me pidió que llegara al hotel, por un momento me asusté, porque creí que había descubierto la verdad sobre Jader. Me acomodé a medio lado y observé sus ojos verdes intensos, su cabello se veía sedoso, quería tocarlo, pero sentía que entre él y yo había un abismo enorme que nos separaba. Sin embargo, estábamos ahí, acostados en la misma cama. Sentí que la mano de Oliver se posó en mi cadera y me atrajo más a él. —Me encanta tu olor —esbozó. Mi cabeza ahora reposaba en su pecho. Podía escuchar los latidos de su corazón. Cerré los ojos y me concentré en aquella sensación: su respiración suave; el latido que me informaba que abrazaba u