O C H O
Estaba corriendo por el parque, no me daba tiempo a ejercitarme y estar sola sin cuidar a mi bebé me ponía maluca en sentido de enferma, así que salí a distraerme, me puse una licra y una camiseta, una coleta alta, música y a correr.
Estaba en lo mío cuando el vecino de mi jefe se puso a mi lado haciéndome compañía sin pedírselo.
Me detuve sacándome los auriculares y lo enfrenté.
—¿Hola?
—Stefanía Belmonte ¿Cierto?. Quiroz Belmonte. —lo miré extrañada y asustada, miraba a los lados esperando a que saliera hombres a secuestrarme.
—No es muy común que los vecinos de tu jefe sepan tu nombre, y menos te sigan.
Eso era muy extraño y producía miedo.
—No soy cualquiera —se acercó y yo retrocedí— Te conozco hace tiempo sólo que tú no a mí.
—Eso asusta. —retricedí unos pasos dispuesta a correr.
—Quizás, eres especial para mí.
Ahora correr es la única opción para mí, y el gas pimienta no es un accesorio
N U E V EEl lunes era diferente, ya sabía que el vecino de mi jefe era mi hermano y pues me sentía por un lado acompañada. Había llegado temprano a la casa, el señor iría a trabajar. El tiempo había transcurrido y me había encariñado con el niño y él conmigo. Teníamos una relación como de amigos, un niño de dos años y una mujer de veintiocho años, perfecto, el sabía escuchar mis cosas más locas y no hablaba sólo balbuceaba cuando quería comer, jugar o hacer algo particular. El hombre perfecto.La laptop en la casa era de ayuda. Yo buscaba vídeos en YouTube y recetas faciles de comida y las preparaba y luego le contaba a Morey mis avances en la cocina.Yo hacia lo mío y también estaba pendiente del desayuno de Oliver. Ya saben, las mujeres pueden hacer muchas cosas a la vez.Había un silencio sospechoso y por instinto voltee. Estaba normal, como si no rompiera un plato el niño en su silla. Estaba sospechoso la situación así que fingí voltear
D I E ZEra tarde y la puerta tronó al cerrarse así que corrí escaleras abajo.—¿Señor? —se tambaleaba de un lado a otro.—Borracho.—¿Que dijo?. —estaba desalineado y el olor a alcohol tocó el lugar.—Que lo ayudo —me acerqué y lo ayudé a subir las escaleras hacía su habitación.— debe bañarse para que se le pase la borrachera.—No estoy borracho. —se rió, no se en donde estaba el chiste.—Si que lo está. —pesaba el condenado. Le pesaba los pies al caminar.—¿Tu crees?.—No. Estoy segura. —se rió otra vez y empezó a quitarse la camisa botón por botón. entrando a la habitación. Era grande. No había entrando por invitación aunque la curiosidad me decía que entrara.—Creo que un baño me ayudaría —seguía riendo y se quitó el pantalón quedando casi desnudo. Miré al techo para no verle la cara y me dije: baja la vista eres muy obvia; y lo hice y después me arrepentí: no la bajes tanto. Estaba como quería el
O N C ELlegué cansada a la casa. Cuidar de un niño es agotador. No sabía que hacer si bañarme o dormir o quizás comer. Me lancé en el sofá y allí quedé casi muerta.—¿Que tenemos aquí? —me levanté al oír a Ethan con Mora en brazos.—Pensé que tardarían en regresar —me levanté y lo saludé y aproveche para cargar a Mora de un añito de edad.— ¿Tu no piensas caminar? —la bebé sonreía.—Es muy floja, no se compara con Mariel, ella a su edad ya corría.Me fuí a la cocina y estaba allí Ariel con su hija mayor y su madre.—No sabía que vendrían. —le dije a ella. Tomé asiento en uno de los taburetes.—Sí. Vamos a venir muy seguido. —Ariel me vió la cara— ¿Todo bien?—Un poco cansada. —le dije— Un niño de dos años puede ser agotador.—Dímelo a mi que me vuelvo loca con estas dos y más el padre que vale por tres.—Te escuché —gritó Ethan desde la sala.—Te amo —le regresó el grito.— tenemos una fiesta mañana. Me dier
D O C ETenía el antifaz, ni yo me reconocía. Estaba como siempre quise verme, especial y como en un cuento de hadas.Mi vestido beige me hacía una figura espectacular, ajustado completamente, en la parte alta con un corte de corazón, mostrando mis modestos senos en una linda forma, toda la parte superior lo cubrían piedrerias doradas, era de tiros. Y en la falda del vestido algo ajustado mostrando mi figura de cuerpo de guitarra, en la pierna derecha tenía una abertura que terminaba en el muslo y al caminar dejaba ver el deseado calzado alto dorado y con el antifaz y el buen maquillaje ocultaban mi desagradable marca.Ariel llevaba un vestido negro corto y Ethan un traje elegante.Llegué a la fiesta y me sentía en otro mundo, como Cenicienta en una historia. Las miradas de hombres, y no cualquier mirada sino la de seducción, deseo y no de asco o repudio.—Vamos reina. Este es tu noche. —me dijo Ariel, asentí, el antifaz ocultaba mi vergüenza
T R E C EEstaba feliz, asustada, extasiada... una mezcla de emisiones que hacía ebullición dentro de mí y sólo me provocaba gritar.Llegué a casa desvistiendome, me quité el maquillaje y me puse la ropa de siempre. Guardé dentro de una caja de zapato mis cosas valiosas y entre ellas la máscara robada de mi jefe.Con ayuda de Morey monté a Oliver al carro y me fuí a la casa donde debería estar.Lo recosté en su habitación y con las ganas que tenía de dormir me lancé a un lado de él.Soñé, sí que soñé con un hombre moreno que vestía un traje elegante y en su rostro una máscara negra, era un sueño tan vivo y real. Me levanté de la cama flotando, no tocaba el suelo y se sentía de maravilla.Besó mis cicatrices y mi corazón lo supo y estalló. Así quiero que bese las cicatrices de mi corazón.Me lavé el rostro y bajé las escaleras, Oliver no estaba conmigo.En la cocina había un niño en su silla desayunando feliz.
C A T O R C EMe abajé rápidamente con ganas de tirarme en la cama y no levantarme por días crucé el umbral de la puerta con prisa sin mirar a los lados y una vocecita me detuvo.—Nani... —me paralice, creí escuchar la voz de un niño el cual yo cuido. Pero yo lo llevé a su casa, pienso. Me volteo poco a poco viendo a mi jefe en el sofá con Morey y Oliver jugando con las niñas en el suelo. Atravesaron la puerta Ariel y Ethan en ese momento y yo me quería morir.—¿Sucede algo? —le pregunté asustada. Viendo a mi jefe—No. —se levantó y abrazó a Ariel y Ethan— me acabo de enterar por la señora Morey que vives aquí. Que pequeño es el mundo. ¿No?.Vi a un lado del sofá y estaba la bendita máscara esa. ¿Será que Morey abrió la boca?.—Si. Muy pequeño. Morey me acompañas a la habitación, necesito hablar contigo.Subimos rápido y antes de entrar a mi habitación no aguanté y le hablé:—Dime que no le dijiste que ese antifaz es mío —me
Q U I N C E—No sabía que conocieras a Ariel o Venecia. Pensé que sólo eras una empleada ordinaria.—Lo fuí hasta el accidente. Ella se portó bien conmigo y no es que seamos mejores amigas pero si hay una linda amistad.Llegué temprano a la casa de mi jefe y lo que me esperó fue una entrevista. La que hizo falta en un principio. Sentía nervios, no sabía lo que se traía con eso.—¿Sales con el vecino? Digo, Quiroz es un gran hombre pero no estoy de acuerdo de que metas a hombres en mi casa.—Señor yo no he metido a hombres con intenciones que se le cruza por la cabeza.Me sentí humillada con solo ese pensamiento. Se lo que se le cruza por la cabeza.—Solo digo que si me entero de que has hecho cosas indecentes en mi casa te despediré.—Ok. —me levanté de mi puesto
D I E C I S E I SELIEZER CROHNEl fin justifica los medios. El mal es la consecuencia y el bien... no encuentro ningún bien. Exasperación...Tenía una reunión muy importante de carácter urgente y de alta sensibilidad para la empresa, tenía que asistir; es más, iba tarde. La señora Sonia, esposa de uno de los inversionistas de Vancouver y gran amigo, se ofreció a ayudarme con la búsqueda de la niñera perfecta. ¿Existe eso? ¿Algo o alguien perfecto? No lo creo... Yo no he encontrado tal adjetivo en nada ni nadie. Es más soy fien creyente de que es imposible llegar a tal línea o cualidad. Bueno perfecto solo Dios, creo que es el único en llevarse esa gloria.Estaba harto de todo, no tenía éxito en la búsqueda. Una mujer que ni siquiera se veía capaz a mi parecer respondió a mis preguntas con inseguridad y hasta me dió risa su nerviosismo. Se fue y allí recibí la llamada, no tuve más remedio que aceptar la última opción. Que risa, la