D O C E

D O C E

Tenía el antifaz, ni yo me reconocía. Estaba como siempre quise verme, especial y como en un cuento de hadas.

Mi vestido beige me hacía una figura espectacular, ajustado completamente, en la parte alta con un corte de corazón, mostrando mis modestos senos en una linda forma, toda la parte superior lo cubrían piedrerias doradas, era de tiros. Y en la falda del vestido algo ajustado mostrando mi figura de cuerpo de guitarra, en la pierna derecha tenía una abertura que terminaba en el muslo y al caminar dejaba ver el deseado calzado alto dorado y con el antifaz y el buen maquillaje ocultaban mi desagradable marca.

Ariel llevaba un vestido negro corto y Ethan un traje elegante.

Llegué a la fiesta y me sentía en otro mundo, como Cenicienta en una historia. Las miradas de hombres, y no cualquier mirada sino la de seducción, deseo y no de asco o repudio.

—Vamos reina. Este es tu noche. —me dijo Ariel, asentí, el antifaz ocultaba mi vergüenza

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