Sí, todo iba de maravilla hasta ese día, Alexander recibió una llamada de Isabella muy temprano en la mañana informándole que no podría ir a trabajar porque su madre había tenido un accidente y debía llevarla al hospital, su primer pensamiento egoísta fue que no la vería y no tendría quién cumpliera con sus funciones, y eso le molestó; luego reaccionó como alguien normal y lamentó la situación ofreciéndose a ayudarla.
Isabella rechazó su ayuda y se disculpó diciendo que iría en cuanto pudiera. Sobra decir que Alexander llegó de muy mal humor a la oficina, solo para ser recibido por el vacío en ese escritorio que golpeó su pecho con más fuerza de la esperada, diablos, se había apegado más de lo que creía. El pésimo café de Eleanor solo empeoró las cosas y el hecho de que nadie pudiera suplir ni la mitad del trabajo de su asistente lo tenía al borde de una crisis de nervios.
Para cuando llegó el almuerzo, su vida iba cuesta abajo y Alexander no pudo ni siquiera probar un bocado, así que tuvo la necesidad de llamar a Isabella, pero ella no le atendió, llevándolo a la desesperación total. Él sabía que Isabella era buena amiga de la recepcionista y por esto la mandó a llamar para pedirle información.
—Señor Grant, ¿solicitó mi presencia? —preguntó Regina, la recepcionista y prima de Isabella, al llegar a la oficina.
—Sí, necesito que me digas en qué hospital está Isabella.
—En el Hospital Central, pero es su madre quien está internada.
—Lo sé, pero la he llamado y no responde el teléfono, la necesito con urgencia, iré a buscarla.
—Si necesita algo, yo puedo ir a buscarla, señor Grant, no necesita ir hasta allá usted personalmente.
—Debo salir de todas maneras, gracias, Regina.
—Claro, como usted desee, señor Grant.
Alexander prácticamente corrió a su auto y llegó en tiempo récord al hospital como si tuviera una urgencia de verdad. Estaba sorprendido de sí mismo por la necesidad tan imperiosa de verla, ella era como una droga a la que se había hecho adicto.
No obstante, él no estaba preparado para la escena que lo recibió, Isabella estaba recargada en el hombro de un tipo que la abrazaba y acariciaba su cabello. Alexander sintió el impulso de ir a partirle la cara a ese hombre que se atrevía a tocar a su chica, pero recordó a tiempo que ella no era su novia ni nada por el estilo, ella solo era su asistente, y el hombre con el que estaba era el mismo de la noche en que la vio por primera vez. Necesitó al menos tres respiraciones profundas para calmarse y acercarse a la pareja, pronto empezó a escuchar su conversación.
—Tranquila, Bella, todo va a estar bien.
—Ay, Logan, es que me desespera no saber cómo está mamá.
—¿Quieres que te traiga algo, nena? No comiste nada antes de salir de la casa ni desde que llegamos.
—Está bien, siempre eres tan lindo conmigo y me cuidas tanto, gracias por estar aquí.
—¿Cómo no hacerlo si te amo tanto? Eres mi nena bonita...
Bien, eso colmó su paciencia y carraspeó con fuerza llegando hasta ellos.
—¡Señor Grant! —jadeó Isabella sorprendida de ver a su jefe en ese lugar.
—Señorita Wang, necesito algunos datos y usted no contestaba su teléfono.
—Lo lamento, señor Grant, lo tengo en silencio. —Isabella estaba desconcertada por el tono tan serio y frío que usaba Alexander, él siempre era diferente, más cálido y amable, también la tuteaba, definitivamente algo no estaba bien.
—Iré a traerte algo, Bella, ya vuelvo —declaró Logan, prefería darles privacidad porque ya sabía del carácter exigente del jefe de su prima—. Permiso.
Alexander lo vio alejarse y se giró de nuevo a Isabella, su sangre estaba hirviendo como lava por los celos que lo recorrían. Maldición, nunca pensó que Isabella tuviera pareja, siempre había tenido la impresión de que ella era soltera porque le dedicaba toda su vida al trabajo y parecía demasiado inocente para estar en una relación amorosa.
Con toda la rabia reflejada en su rostro y su voz, le reclamó:
—Veo que está muy ocupada, ¿por eso ignora mis llamadas?
—No, señor Grant, lo lamento mucho, bajé el volumen de mi teléfono para no molestar aquí en el hospital y olvidé revisarlo.
—Claro, cómo no lo ibas a olvidar si toda tu atención está puesta en ese… Sujeto. —habló
Alexander entre dientes con obvia amargura y rabia. Isabella pensó que al menos ya la tuteaba pero seguía sin entender su enojo.—¿Logan? Él es mi...
—No me interesa lo que sea, necesito los datos de Xuan Tech, solo tú los tienes.
—Señor Grant, no los sé de memoria, están en mi escritorio, anoche dejé lista la traducción.
—¡Genial! Si te hubieras dignado a contestarme el teléfono no habría tenido que venir hasta aquí a importunarte con tu acompañante.
—¿Por qué está tan enojado? No hay nada urgente con Xuan Tech, si lo hubiera, yo lo sabría.
Isabella permanecía de pie observando el extraño comportamiento de su jefe que daba pasos de un lado a otro como fiera enjaulada. Estaba por preguntar si había algún percance en la fábrica cuando ese enorme cuerpo se arrojó sobre ella y la acorraló contra la pared del pasillo, Alexander apoyó las manos al lado de su cabeza creando una prisión de la que no podía escapar.
Sus ojos se abrieron a su máxima capacidad por el asombro y un jadeo escapó de su boca al sentir ese cuerpo grande y duro contra el suyo.
—¿Enojado? No estoy enojado, Isabella, estoy malditamente furioso.
—¿Por qué? ¿Sucedió algo?
—Sí, sucede que pasé toda la mañana extrañándote como un loco y ya no podía ni respirar si no te veía, pero te encuentro muy feliz en los brazos de otro hombre, ahora solo quiero arrancarle la cabeza a él y besarte a ti hasta que olvides su nombre.
—¿Qué? —susurró Isabella completamente estupefacta por esas palabras.
—¿Por qué me haces esto? No puedes meterte en mi cabeza de esa manera y dejarme creer que tengo una oportunidad contigo cuando ya tienes a alguien en tu vida, no es justo.
La voz de Alexander sonaba atormentada y a Isabella le fallaron las piernas, no podía creer que eso estuviera pasando y que su jefe le estuviera diciendo esas cosas. ¡Por la Luna! Ella luchaba cada día por no dejar traslucir los fuertes sentimientos que le provocaba ese hombre, solo verlo llegar en las mañanas aceleraba su corazón y debía concentrarse en un millón de cosas diferentes para no babear frente a él.
Ella pasó cada noche de esos últimos dos meses convenciéndose a sí misma de que debía aterrizar y no permitir que florecieran esos sentimientos inapropiados, ese hombre no se fijaría en alguien como ella, no podría tenerlo jamás y por eso no debía enamorarse, no era correcto, de hecho, era la más grande estupidez que ella podía cometer. Pero ahí estaba él, reclamándole por su supuesta relación con Logan, celoso y dolido.
Su corazón ya latía peligrosamente rápido, la emoción que la embargó cuando entendió que estaba siendo correspondida fue abrumadora y pareció impulsarlo a latir todavía más a prisa. Isabella no pudo contener la radiante sonrisa que se dibujó en su rostro ante la mirada atónita de su jefe.
—No te burles de mí, no te atrevas, Isabella.
—No... Yo... Yo...
Las palabras estaban atascadas en su garganta así que Isabella hizo lo único que se le ocurrió, subió sus brazos hasta el cuello de su jefe y tiró de él para encontrarse con sus labios. Alexander pareció no reaccionar, pero tampoco se resistió. Fue luego del primer contacto y de mirarse fijamente a los ojos que él tomó la iniciativa.
Entonces él bajó las manos, que habían permanecido apoyadas en la pared, las posó en su cintura y espalda pegándola más a él y le dio inicio a un beso de verdad que los dos necesitaban más que respirar. A pesar del vendaval de emociones que los atacaban a los dos, el beso fue pausado y lento, ellos estaban tomándose el tiempo de degustarse y sentirse de la manera en que ambos habían estado esperando sin saberlo.
Luego de unos minutos que parecieron eternos e insuficientes a la vez, en contra de sus deseos y de los instintos de sus cuerpos, se separaron.
—¿Qué significa esto? —preguntó Alexander en apenas un susurro pegando su frente a la de Isabella.
—Logan no es mi novio, él es mi primo.
La cara de Alexander era todo un poema, una mezcla de sorpresa, alivio, vergüenza y algo de diversión.
—¿Eso significa que acabo de declarar mis sentimientos en un estúpido arranque de celos sin sentido? —cuestionó con una sonrisa divertida en el rostro, burlándose de sí mismo.
—Sí... Por eso, voy a darle la oportunidad de retractarse, si es lo que quiere hacer.
—¿Y si no quiero eso? ¿Y si me alegra haberlo dicho, aunque fuera de esta manera? ¿Y si ese beso no fue suficiente para mí y quiero muchos más?
—Eso... Creo que eso me haría muy feliz.
Los dos sonrieron como tontos y volvieron a besarse, tristemente, fueron interrumpidos por el doctor que venía con noticias de Tessa.
—La señora Wang ya salió de la cirugía, la fractura fue atendida y se va a recuperar bien, unas semanas con la férula y recobrará la movilidad por completo.
—Muchas gracias, doctor, ¿puedo pasar a verla?
—Sí, está en la habitación quinientos once.
El doctor se marchó justo en el momento en que llegaba Logan con algo de comida.
—¿Como está la tía Tessa?
—Ya está en la habitación, podemos ir a verla.
Isabella miró a Alexander con cautela, no sabía qué hacer ahora o cómo comportarse junto a él.
—Yo debo irme, tómate el tiempo que necesites para atender a tu madre, pero revisa tu teléfono, por favor.
—Claro, señor Grant. —respondió Isabella con voz dulce y un bello sonrojo en sus mejillas.
Alexander sonrió de manera tan linda que Isabella casi chilla y debió morderse la lengua para no babear ni decir alguna estupidez.
—Cuídate, Isabella. Permiso.
Logan lo vio en su recorrido por el pasillo y luego miró a su prima con el ceño fruncido.
—¿Por qué estabas besándote con tu jefe?
—¡¿Qué?!
—No te hagas la tonta, te vi con mis propios ojos, no puedes negar nada.
—¡No lo sé! Estaba como loco pensando que eras mi novio y... Solo sucedió.
—Vamos a tener que hablar muy seriamente de esto tú y yo, pero primero vamos a ver a tu madre.
Isabella asintió con una enorme sonrisa, nada le iba a arruinar la felicidad de ese momento, descubrir que Alexander se sentía de la misma manera por ella, era la mejor noticia de su vida. Necesitaban hablar y aclarar muchas cosas, empezando por el rumbo que tomaría su relación que ya no era solo de jefe y empleada, pero ya habría mucho tiempo para eso.
Al siguiente día, Isabella estaba sumamente nerviosa, luego de que se le pasara la emoción del momento, mientras acompañaba a su madre en el hospital y en el regreso a casa, pudo pensar con la cabeza fría y darse cuenta del error tan grande que estaba a punto de cometer. Por eso, había llegado más temprano esa mañana, en parte, para adelantar sus pendientes del día anterior, pero también para tener el tiempo suficiente de calmarse. Sus manos temblaban mientras preparaba el café, la ansiedad se la iba a comer viva, debía aclarar las cosas con el señor Grant y detener ese desastre antes de que empezara.Como bien le supo decir su primo Logan en el extenso discurso que le dio al llegar a casa, nada bueno salía de relacionarse con alguien de otra clase social, mucho menos si la diferencia era tan abismal como entre ellos dos. Su madre y sus tías era un ejemplo claro de eso. Teresa nunca le había hablado de su padre, ella no sabía quién era el hombre que contribuyó a su existencia; cuando
El juego del gato y el ratón comenzó ese día y se extendió por más de un mes.Isabella continuó con su rutina, pero cada vez tenía más responsabilidades. No se quejaba, le encantaba aprender y la experiencia que estaba ganando sería vital para su futuro, pero con la partida del joven Joseph, ella era la mano derecha de su jefe y ahora se encargaba de transmitir todas las órdenes al área comercial y casi que elaboraba por completo los lineamientos para las estrategias de distribución, lo cual la obligaba a pasar al menos doce horas al día con su jefe.Su vida giraba por completo alrededor de Alexander y cada vez era más difícil escapar de él y sus detalles. Él había tomado la mala costumbre de enviarle flores y regalos. Cada día, a las ocho en punto de la mañana, llegaba un nuevo ramo de flores para ella, la tarjeta siempre estaba en blanco, pero ella sabía perfectamente que eran de parte de Alexander, lo comprobó el primer día cuando su jefe vio las flores sobre su escritorio y sonrió
A partir de ese día todo fue mejor de lo que esperaba, Alexander se reía de sus cambios formal e informal al hablarle, pero lo estaba llevando bien. Las flores nunca dejaron de llegar, tampoco los regalos, aunque se volvieron más sencillos por petición suya. Los almuerzos continuaban solo que ahora incluían largos besos como postre e incluso habían salido a algunas citas.Ese fue el comienzo definitivo de la historia entre los dos, el juego de la conquista terminó y la chica dejó de intentar escapar de su destino, de hecho, las mejillas de Isabella sufrían de un grave caso de dolor crónico, sus días habían cambiado por completo y ahora no podía dejar de sonreír. La maravillosa rutina que se había instaurado entre ella y Alexander la mantenía flotando en una nube rosada de algodón de azúcar de la que esperaba no tener que bajar jamás.Su novio había demostrado ser incluso mejor que en todas sus fantasías, desde el momento en el que hicieron oficial lo que sucedía entre ellos, al menos
En los días siguientes, Isabella se tomó el tiempo de ir donde la diseñadora y escoger su vestido, había tantas opciones hermosas que la tarea de decidirse por uno solo fue muy difícil; finalmente escogió un vestido de color borgoña con corte trompeta que acentuaba de maravilla su figura y resaltaba su piel tan blanca y sus ojos azules; tenía un bonito escote en forma de corazón, pero estaba cubierto por un plisado en gasa que caía sobre sus hombros haciéndola lucir más elegante y sofisticada. Terminaba en un escote pronunciado hasta media espalda y creaba un cinturón de canutillos y brillantes sutiles que no se veían recargados pero sí le agregaban un brillo exquisito con el movimiento. De verdad parecía una princesa salida de un cuento de hadas.Su autoestima tuvo una buena sesión de terapia con el espejo, se sentía realmente hermosa, no tenía nada que envidiarles a las mujeres de la alta sociedad que asistirían esa noche, se veía glamurosa, de la manera en que quería que Alexander
Cuando Alexander e Isabella terminaron de bailar, Rita se acercó a ellos con la excusa de llevarse a su hijo para bailar con ella y aprovechó para examinar detalladamente a la rubia, era bonita, no lo iba a negar, pero eso no bastaba para ella, ese vestido costoso era algo que una simple secretaria no podía pagar con su salario, seguramente ella era una de esas mujerzuelas que se acostaban con hombres ricos a cambio de regalos y dinero, detestaba a las de su clase.Le lanzó su mirada más despectiva y arrastró a Alexander al otro lado del salón, algunos saludos lo ocuparían durante un buen tiempo.—No le hagas caso, Isabella, es una bruja. —La consoló Juliet.—Es tu madre.—Por eso lo digo, la conozco muy bien, ella se quedó en el milenio pasado, es de esas personas que creen que el apellido y el linaje lo son todo, incluso desprecia a quienes son millonarios pero no vienen de una familia prestigiosa, es ridículo y arcaico, pero así es ella. No te lo tomes personal.—¿Su familia es muy
Isabella estaba igual o peor, todo era nuevo para ella, desconcertante y placentero. Estaba flotando en el cielo a punto de arañar las estrellas, el orgasmo se construía sin tregua en su interior, aunque ella no supiera lo que era esa sensación que le robaba el aire y le hacía sentir que estaba a punto de explotar en millones de pedazos.Solo necesitó unas estocadas más que golpearan ese punto mágico en lo más profundo de ella, para estallar en un orgasmo arrasador que sacudió su cuerpo con pequeños espasmos mientras sus cuerdas vocales se desgarraban en un gemido largo y agudo. Las contracciones de su vagina empujaron a Alexander al límite, alcanzando su clímax casi al mismo tiempo, se derramó dentro del condón, él tenía muchas ganas de hacerlo directamente dentro de su novia, pero para eso, tampoco era el momento, ya podrían hacerlo en el futuro cuando decidieran tener cachorritos.—Te amo, cielo, demasiado, ahora eres mía, solo mía.Cuando pasó la euforia, Alexander salió de ella c
Ese mismo día, Isabella acompañó a Kath a darle la noticia. Tessa se quedó en silencio un largo rato mirando a la mesa, luego golpeó con fuerza la madera y se levantó para empezar con el regaño mientras caminaba de un lado a otro y reclamaba el que no se hubieran esperado a hacer las cosas bien, aunque ella tuviera menos autoridad moral que nadie para ese tipo de reclamos, le había prometido a la señora Gray que cuidaría bien de Katherine y había fallado terriblemente.Al darle la noticia a Logan el escenario fue muy diferente, él alzó a Katherine dándole vueltas en el aire y gritando emocionado que iba a ser papá, estaba dichoso y no se esmeró en ocultarlo. Él amaba a esa chica cascarrabias más que a su propia vida, que fuera a darle un hijo era el mejor regalo del mundo para él, contrario a lo que los demás pensaban, no había sido una imprudencia por iniciar su vida sexual, ellos lo hacían desde los dieciséis años y eran muy fogosos, algo había fallado porque sí se cuidaban, pero no
Seúl, año 2015.Era una mañana de lunes muy brillante, augurio de un día cálido y soleado. Elizabeth revisaba de nuevo su portafolios, haciendo un inventario mental de las cosas que debía llevar; nada podía faltarle. Era su primer día de trabajo en Grant Technology. Conseguir ese puesto le había costado varias entrevistas, recomendaciones y sus mejores notas; todo debía ser perfecto.Llevaba uno de sus mejores vestidos; no era de diseñador ni de alguna marca reconocida, pero estaba impecablemente limpio y planchado. Confeccionado en una bonita tela color azul imperial, se ajustaba a su medida, realzando sus curvas y haciéndola lucir un poco mayor de lo que en realidad era. Con solo veintidós años, sus facciones hermosas y delicadas siempre la hacían parecer más joven.A veces, eso le gustaba, pero ahora quería verse profesional; necesitaba dar una buena primera impresión, especialmente a su nuevo jefe, conocido por ser implacable. El hijo mayor y heredero de la familia Grant, un alfa a