Capítulo 4

Sí, todo iba de maravilla hasta ese día, Alexander recibió una llamada de Isabella muy temprano en la mañana informándole que no podría ir a trabajar porque su madre había tenido un accidente y debía llevarla al hospital, su primer pensamiento egoísta fue que no la vería y no tendría quién cumpliera con sus funciones, y eso le molestó; luego reaccionó como alguien normal y lamentó la situación ofreciéndose a ayudarla.

Isabella rechazó su ayuda y se disculpó diciendo que iría en cuanto pudiera. Sobra decir que Alexander llegó de muy mal humor a la oficina, solo para ser recibido por el vacío en ese escritorio que golpeó su pecho con más fuerza de la esperada, diablos, se había apegado más de lo que creía. El pésimo café de Eleanor solo empeoró las cosas y el hecho de que nadie pudiera suplir ni la mitad del trabajo de su asistente lo tenía al borde de una crisis de nervios.

Para cuando llegó el almuerzo, su vida iba cuesta abajo y Alexander no pudo ni siquiera probar un bocado, así que tuvo la necesidad de llamar a Isabella, pero ella no le atendió, llevándolo a la desesperación total. Él sabía que Isabella era buena amiga de la recepcionista y por esto la mandó a llamar para pedirle información.

—Señor Grant, ¿solicitó mi presencia? —preguntó Regina, la recepcionista y prima de Isabella, al llegar a la oficina.

—Sí, necesito que me digas en qué hospital está Isabella.

—En el Hospital Central, pero es su madre quien está internada.

—Lo sé, pero la he llamado y no responde el teléfono, la necesito con urgencia, iré a buscarla.

—Si necesita algo, yo puedo ir a buscarla, señor Grant, no necesita ir hasta allá usted personalmente.

—Debo salir de todas maneras, gracias, Regina.

—Claro, como usted desee, señor Grant.

Alexander prácticamente corrió a su auto y llegó en tiempo récord al hospital como si tuviera una urgencia de verdad. Estaba sorprendido de sí mismo por la necesidad tan imperiosa de verla, ella era como una droga a la que se había hecho adicto.

No obstante, él no estaba preparado para la escena que lo recibió, Isabella estaba recargada en el hombro de un tipo que la abrazaba y acariciaba su cabello. Alexander sintió el impulso de ir a partirle la cara a ese hombre que se atrevía a tocar a su chica, pero recordó a tiempo que ella no era su novia ni nada por el estilo, ella solo era su asistente, y el hombre con el que estaba era el mismo de la noche en que la vio por primera vez. Necesitó al menos tres respiraciones profundas para calmarse y acercarse a la pareja, pronto empezó a escuchar su conversación.

—Tranquila, Bella, todo va a estar bien.

—Ay, Logan, es que me desespera no saber cómo está mamá.

—¿Quieres que te traiga algo, nena? No comiste nada antes de salir de la casa ni desde que llegamos.

—Está bien, siempre eres tan lindo conmigo y me cuidas tanto, gracias por estar aquí.

—¿Cómo no hacerlo si te amo tanto? Eres mi nena bonita...

Bien, eso colmó su paciencia y carraspeó con fuerza llegando hasta ellos.

—¡Señor Grant! —jadeó Isabella sorprendida de ver a su jefe en ese lugar.

—Señorita Wang, necesito algunos datos y usted no contestaba su teléfono.

—Lo lamento, señor Grant, lo tengo en silencio. —Isabella estaba desconcertada por el tono tan serio y frío que usaba Alexander, él siempre era diferente, más cálido y amable, también la tuteaba, definitivamente algo no estaba bien.

—Iré a traerte algo, Bella, ya vuelvo —declaró Logan, prefería darles privacidad porque ya sabía del carácter exigente del jefe de su prima—. Permiso.

Alexander lo vio alejarse y se giró de nuevo a Isabella, su sangre estaba hirviendo como lava por los celos que lo recorrían. Maldición, nunca pensó que Isabella tuviera pareja, siempre había tenido la impresión de que ella era soltera porque le dedicaba toda su vida al trabajo y parecía demasiado inocente para estar en una relación amorosa.

Con toda la rabia reflejada en su rostro y su voz, le reclamó:

—Veo que está muy ocupada, ¿por eso ignora mis llamadas?

—No, señor Grant, lo lamento mucho, bajé el volumen de mi teléfono para no molestar aquí en el hospital y olvidé revisarlo.

—Claro, cómo no lo ibas a olvidar si toda tu atención está puesta en ese… Sujeto. —habló

Alexander entre dientes con obvia amargura y rabia. Isabella pensó que al menos ya la tuteaba pero seguía sin entender su enojo.

—¿Logan? Él es mi...

—No me interesa lo que sea, necesito los datos de Xuan Tech, solo tú los tienes.

—Señor Grant, no los sé de memoria, están en mi escritorio, anoche dejé lista la traducción.

—¡Genial! Si te hubieras dignado a contestarme el teléfono no habría tenido que venir hasta aquí a importunarte con tu acompañante.

—¿Por qué está tan enojado? No hay nada urgente con Xuan Tech, si lo hubiera, yo lo sabría.

Isabella permanecía de pie observando el extraño comportamiento de su jefe que daba pasos de un lado a otro como fiera enjaulada. Estaba por preguntar si había algún percance en la fábrica cuando ese enorme cuerpo se arrojó sobre ella y la acorraló contra la pared del pasillo, Alexander apoyó las manos al lado de su cabeza creando una prisión de la que no podía escapar.

Sus ojos se abrieron a su máxima capacidad por el asombro y un jadeo escapó de su boca al sentir ese cuerpo grande y duro contra el suyo.

—¿Enojado? No estoy enojado, Isabella, estoy malditamente furioso.

—¿Por qué? ¿Sucedió algo?

—Sí, sucede que pasé toda la mañana extrañándote como un loco y ya no podía ni respirar si no te veía, pero te encuentro muy feliz en los brazos de otro hombre, ahora solo quiero arrancarle la cabeza a él y besarte a ti hasta que olvides su nombre.

—¿Qué? —susurró Isabella completamente estupefacta por esas palabras.

—¿Por qué me haces esto? No puedes meterte en mi cabeza de esa manera y dejarme creer que tengo una oportunidad contigo cuando ya tienes a alguien en tu vida, no es justo.

La voz de Alexander sonaba atormentada y a Isabella le fallaron las piernas, no podía creer que eso estuviera pasando y que su jefe le estuviera diciendo esas cosas. ¡Por la Luna! Ella luchaba cada día por no dejar traslucir los fuertes sentimientos que le provocaba ese hombre, solo verlo llegar en las mañanas aceleraba su corazón y debía concentrarse en un millón de cosas diferentes para no babear frente a él.

Ella pasó cada noche de esos últimos dos meses convenciéndose a sí misma de que debía aterrizar y no permitir que florecieran esos sentimientos inapropiados, ese hombre no se fijaría en alguien como ella, no podría tenerlo jamás y por eso no debía enamorarse, no era correcto, de hecho, era la más grande estupidez que ella podía cometer. Pero ahí estaba él, reclamándole por su supuesta relación con Logan, celoso y dolido.

Su corazón ya latía peligrosamente rápido, la emoción que la embargó cuando entendió que estaba siendo correspondida fue abrumadora y pareció impulsarlo a latir todavía más a prisa. Isabella no pudo contener la radiante sonrisa que se dibujó en su rostro ante la mirada atónita de su jefe.

—No te burles de mí, no te atrevas, Isabella.

—No... Yo... Yo...

Las palabras estaban atascadas en su garganta así que Isabella hizo lo único que se le ocurrió, subió sus brazos hasta el cuello de su jefe y tiró de él para encontrarse con sus labios. Alexander pareció no reaccionar, pero tampoco se resistió. Fue luego del primer contacto y de mirarse fijamente a los ojos que él tomó la iniciativa.

Entonces él bajó las manos, que habían permanecido apoyadas en la pared, las posó en su cintura y espalda pegándola más a él y le dio inicio a un beso de verdad que los dos necesitaban más que respirar. A pesar del vendaval de emociones que los atacaban a los dos, el beso fue pausado y lento, ellos estaban tomándose el tiempo de degustarse y sentirse de la manera en que ambos habían estado esperando sin saberlo.

Luego de unos minutos que parecieron eternos e insuficientes a la vez, en contra de sus deseos y de los instintos de sus cuerpos, se separaron.

—¿Qué significa esto? —preguntó Alexander en apenas un susurro pegando su frente a la de Isabella.

—Logan no es mi novio, él es mi primo.

La cara de Alexander era todo un poema, una mezcla de sorpresa, alivio, vergüenza y algo de diversión.

—¿Eso significa que acabo de declarar mis sentimientos en un estúpido arranque de celos sin sentido? —cuestionó con una sonrisa divertida en el rostro, burlándose de sí mismo.

—Sí... Por eso, voy a darle la oportunidad de retractarse, si es lo que quiere hacer.

—¿Y si no quiero eso? ¿Y si me alegra haberlo dicho, aunque fuera de esta manera? ¿Y si ese beso no fue suficiente para mí y quiero muchos más?

—Eso... Creo que eso me haría muy feliz.

Los dos sonrieron como tontos y volvieron a besarse, tristemente, fueron interrumpidos por el doctor que venía con noticias de Tessa.

—La señora Wang ya salió de la cirugía, la fractura fue atendida y se va a recuperar bien, unas semanas con la férula y recobrará la movilidad por completo.

—Muchas gracias, doctor, ¿puedo pasar a verla?

—Sí, está en la habitación quinientos once.

El doctor se marchó justo en el momento en que llegaba Logan con algo de comida.

—¿Como está la tía Tessa?

—Ya está en la habitación, podemos ir a verla.

Isabella miró a Alexander con cautela, no sabía qué hacer ahora o cómo comportarse junto a él.

—Yo debo irme, tómate el tiempo que necesites para atender a tu madre, pero revisa tu teléfono, por favor.

—Claro, señor Grant. —respondió Isabella con voz dulce y un bello sonrojo en sus mejillas.

Alexander sonrió de manera tan linda que Isabella casi chilla y debió morderse la lengua para no babear ni decir alguna estupidez.

—Cuídate, Isabella. Permiso.

Logan lo vio en su recorrido por el pasillo y luego miró a su prima con el ceño fruncido.

—¿Por qué estabas besándote con tu jefe?

—¡¿Qué?!

—No te hagas la tonta, te vi con mis propios ojos, no puedes negar nada.

—¡No lo sé! Estaba como loco pensando que eras mi novio y... Solo sucedió.

—Vamos a tener que hablar muy seriamente de esto tú y yo, pero primero vamos a ver a tu madre.

Isabella asintió con una enorme sonrisa, nada le iba a arruinar la felicidad de ese momento, descubrir que Alexander se sentía de la misma manera por ella, era la mejor noticia de su vida. Necesitaban hablar y aclarar muchas cosas, empezando por el rumbo que tomaría su relación que ya no era solo de jefe y empleada, pero ya habría mucho tiempo para eso.

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