Con el paso de los días, Alexander se encontraba en un dilema, por primera vez en su vida. Siempre fue un hombre controlado y decidido, si quería algo, lo obtenía, punto, no había tintas medias ni vacilaciones.
Esa fue la manera en la que lo criaron, desde que puede recordar, ha tenido lo que ha deseado sin falta, su madre siempre lo mimó demasiado, recordándole que él sería el heredero de la familia y, al mismo tiempo, dándole esa enorme responsabilidad de llenar todas las expectativas de sus padres y la sociedad.
Él se esforzó por hacerlo, obtuvo buenas notas en sus estudios, excelente desempeño en deportes, demostró ser un líder nato y fue sobresaliente en cada aspecto de su vida, hasta llegar a ese momento. Era un excelente ejemplar de alfa y el orgullo de sus padres.
Tres años atrás, se graduó de la universidad y su padre le confío la gerencia de operaciones, el área más importante de la compañía, él era el encargado de garantizar que los productos cumplieran con los estándares internacionales y, al mismo tiempo, fueran innovadores y llamativos.
Amaba su trabajo, lo disfrutaba mucho, aunque los demás le dijeran que él era demasiado obsesivo y perfeccionista, así era como todo debería funcionar, ser ordenado, metódico y preciso. Siempre pensó que nadie iba a entenderlo jamás, sus hermanos no lo hacían, sus padres tampoco y sus pocos amigos, menos. Ni hablar de sus empleados que lo veían como un ogro solo por pedirles hacer bien su trabajo.
Sin embargo, su nueva asistente era la maravillosa excepción, Isabella lo sorprendía cada día de la mejor manera y se iba colando poco a poco en sus pensamientos. Físicamente, era un deleite para la vista, ni siquiera esos atuendos sencillos y baratos lograban opacar su esplendor, brillaba con luz propia, era la omega más hermosa que había visto y eso era mucho decir teniendo en cuenta que se movía en un mundo cercano a artistas y modelos, y claro, su buena amiga Adeline era una preciosidad también.
Pero Isabella era diferente a todas las demás, ella irradiaba una belleza pura e inocente y la acompañaba muy bien con una inteligencia prodigiosa, ya llevaba dos meses trabajando para él y se entendían a un nivel casi telepático. Cada mañana, cuando llegaba, ella ya estaba en su puesto de trabajo y le tenía un delicioso café preparado, lo mejor para empezar el día. Le recordaba sus citas y reuniones y le entregaba cualquier informe que hubiese solicitado.
Incluso se adelantaba a sus peticiones, Alexander tenía un orgasmo mental cada vez que la llamaba para solicitar algo y la chica ya lo tenía listo; sus traducciones eran impecables y le habían permitido evidenciar detalles en los contratos y reportes de proveedores que nadie más había visto; su conocimiento de la cadena productiva se equiparaba al suyo y tenía un talento particular para conseguir acomodar las reuniones de manera que no las sintiera tan pesadas.
A veces, se preguntaba cómo consiguió sobrevivir esos años de trabajo sin ella, su trabajo era más eficiente ahora, los dos eran engranajes bien aceitados que funcionaban a la perfección. Lo único malo de ese extraordinario ser, era que se arrastraba silenciosamente bajo su piel, sin permiso y sin barreras.
Despertaba cada día pensando en la preciosa sonrisa que vería al llegar a su oficina, compartía el almuerzo con ella, con la excusa de adelantar pendientes o de odiar comer solo, y en los últimos días, le costaba el mundo irse a su casa en las noches y sobrevivir los fines de semana sin verla.
Alexander había llegado al punto de adelantar planeación de meses solo para tenerla más tiempo a su lado, y el hecho de que Isabella jamás se negara a nada ni pusiera reparos a ninguna de sus órdenes, le brindaba un placer posesivo, era como si ella se rindiera por completo a él y amaba demasiado eso. Desde que fue consciente de los sentimientos que empezaban a formarse por su hermosa asistente y la inmensa atracción hacia ella, comenzó su cruzada por romper los límites laborales entre ellos.
A pesar del profundo deseo que albergaba de ir más allá, el miedo era más fuerte, le aterraba hacer algún movimiento audaz que asustara a Isabella y provocara que se fuera, ¡cielos, no! Eso sería terrible para él, en este punto ya no concebía su vida sin esa chica para iluminarla. Por eso, iba increíblemente despacio, y estaba convencido de que sí estaba haciendo pequeños progresos en la dirección correcta.
Por ejemplo, ya había logrado captar algunos sonrojos cuando su cerebro lo traicionaba y se quedaba mirándola más de lo debido, especialmente en ciertas zonas de su cuerpo que lo llamaban a gritos y lo hipnotizaban; cuando Isabella se daba cuenta no se enojaba, pero sí se sonrojaba viéndose incluso más hermosa, el carmesí que bañaba sus mejillas contrastando con su piel tan clara le daba el aspecto de una muñeca de porcelana, tan perfecta e inmaculada que él no podía evitar babear por ella. Ya no tenía que pedirle almorzar con él, la chica lo hacía como costumbre y preparaba su sala de juntas privada como un comedor algo decente al medio día.
Isabella también le había preguntado si el café negro era su favorito o simplemente la elección más sencilla, pidiéndole permiso para prepararle diferentes variedades hasta definir lo que en verdad le gustaba, por eso, lo miraba expectante cada mañana hasta que él daba su visto bueno y entonces, la más hermosa de las sonrisas se dibujaba en ese perfecto rostro, brillaba con la fuerza de mil soles y lo dejaba sin aliento.
Todos los días Alexander pensaba lo mismo, ella podría darle a beber petróleo y él de todas maneras le diría que era la bebida más deliciosa que había probado en su vida, solo para verla sonreír de esa manera que le aceleraba el corazón y le alegraba todo el día, no importaba el estrés que enfrentaban por el nuevo lanzamiento ni las agobiantes reuniones, cuando su cabeza comenzaba a punzar solo debía verla a ella y recibir el regalo de esa sonrisa discreta que parecía decirle: “todo está bien” y como por arte de magia su mundo estaba en paz de nuevo.
Incluso, en las ocasiones en que salieron juntos a alguna reunión fuera de la empresa, Isabella parecía apenada y conmovida con sus gestos de caballerosidad, más de una vez la descubrió sin palabras ante algún detalle. Era un avance lento, pero seguro, ahora tenía una meta definida y era hacer suya a esa omega, no en la forma carnal, o bueno, sí de esa manera, pero más que eso, él había encontrado en Isabella a la persona que lo entendía y complementaba a la perfección, la quería por completo suya, en todos los sentidos.
Sí, todo iba de maravilla hasta ese día, Alexander recibió una llamada de Isabella muy temprano en la mañana informándole que no podría ir a trabajar porque su madre había tenido un accidente y debía llevarla al hospital, su primer pensamiento egoísta fue que no la vería y no tendría quién cumpliera con sus funciones, y eso le molestó; luego reaccionó como alguien normal y lamentó la situación ofreciéndose a ayudarla.Isabella rechazó su ayuda y se disculpó diciendo que iría en cuanto pudiera. Sobra decir que Alexander llegó de muy mal humor a la oficina, solo para ser recibido por el vacío en ese escritorio que golpeó su pecho con más fuerza de la esperada, diablos, se había apegado más de lo que creía. El pésimo café de Eleanor solo empeoró las cosas y el hecho de que nadie pudiera suplir ni la mitad del trabajo de su asistente lo tenía al borde de una crisis de nervios.Para cuando llegó el almuerzo, su vida iba cuesta abajo y Alexander no pudo ni siquiera probar un bocado, así que
Al siguiente día, Isabella estaba sumamente nerviosa, luego de que se le pasara la emoción del momento, mientras acompañaba a su madre en el hospital y en el regreso a casa, pudo pensar con la cabeza fría y darse cuenta del error tan grande que estaba a punto de cometer. Por eso, había llegado más temprano esa mañana, en parte, para adelantar sus pendientes del día anterior, pero también para tener el tiempo suficiente de calmarse. Sus manos temblaban mientras preparaba el café, la ansiedad se la iba a comer viva, debía aclarar las cosas con el señor Grant y detener ese desastre antes de que empezara.Como bien le supo decir su primo Logan en el extenso discurso que le dio al llegar a casa, nada bueno salía de relacionarse con alguien de otra clase social, mucho menos si la diferencia era tan abismal como entre ellos dos. Su madre y sus tías era un ejemplo claro de eso. Teresa nunca le había hablado de su padre, ella no sabía quién era el hombre que contribuyó a su existencia; cuando
El juego del gato y el ratón comenzó ese día y se extendió por más de un mes.Isabella continuó con su rutina, pero cada vez tenía más responsabilidades. No se quejaba, le encantaba aprender y la experiencia que estaba ganando sería vital para su futuro, pero con la partida del joven Joseph, ella era la mano derecha de su jefe y ahora se encargaba de transmitir todas las órdenes al área comercial y casi que elaboraba por completo los lineamientos para las estrategias de distribución, lo cual la obligaba a pasar al menos doce horas al día con su jefe.Su vida giraba por completo alrededor de Alexander y cada vez era más difícil escapar de él y sus detalles. Él había tomado la mala costumbre de enviarle flores y regalos. Cada día, a las ocho en punto de la mañana, llegaba un nuevo ramo de flores para ella, la tarjeta siempre estaba en blanco, pero ella sabía perfectamente que eran de parte de Alexander, lo comprobó el primer día cuando su jefe vio las flores sobre su escritorio y sonrió
A partir de ese día todo fue mejor de lo que esperaba, Alexander se reía de sus cambios formal e informal al hablarle, pero lo estaba llevando bien. Las flores nunca dejaron de llegar, tampoco los regalos, aunque se volvieron más sencillos por petición suya. Los almuerzos continuaban solo que ahora incluían largos besos como postre e incluso habían salido a algunas citas.Ese fue el comienzo definitivo de la historia entre los dos, el juego de la conquista terminó y la chica dejó de intentar escapar de su destino, de hecho, las mejillas de Isabella sufrían de un grave caso de dolor crónico, sus días habían cambiado por completo y ahora no podía dejar de sonreír. La maravillosa rutina que se había instaurado entre ella y Alexander la mantenía flotando en una nube rosada de algodón de azúcar de la que esperaba no tener que bajar jamás.Su novio había demostrado ser incluso mejor que en todas sus fantasías, desde el momento en el que hicieron oficial lo que sucedía entre ellos, al menos
En los días siguientes, Isabella se tomó el tiempo de ir donde la diseñadora y escoger su vestido, había tantas opciones hermosas que la tarea de decidirse por uno solo fue muy difícil; finalmente escogió un vestido de color borgoña con corte trompeta que acentuaba de maravilla su figura y resaltaba su piel tan blanca y sus ojos azules; tenía un bonito escote en forma de corazón, pero estaba cubierto por un plisado en gasa que caía sobre sus hombros haciéndola lucir más elegante y sofisticada. Terminaba en un escote pronunciado hasta media espalda y creaba un cinturón de canutillos y brillantes sutiles que no se veían recargados pero sí le agregaban un brillo exquisito con el movimiento. De verdad parecía una princesa salida de un cuento de hadas.Su autoestima tuvo una buena sesión de terapia con el espejo, se sentía realmente hermosa, no tenía nada que envidiarles a las mujeres de la alta sociedad que asistirían esa noche, se veía glamurosa, de la manera en que quería que Alexander
Cuando Alexander e Isabella terminaron de bailar, Rita se acercó a ellos con la excusa de llevarse a su hijo para bailar con ella y aprovechó para examinar detalladamente a la rubia, era bonita, no lo iba a negar, pero eso no bastaba para ella, ese vestido costoso era algo que una simple secretaria no podía pagar con su salario, seguramente ella era una de esas mujerzuelas que se acostaban con hombres ricos a cambio de regalos y dinero, detestaba a las de su clase.Le lanzó su mirada más despectiva y arrastró a Alexander al otro lado del salón, algunos saludos lo ocuparían durante un buen tiempo.—No le hagas caso, Isabella, es una bruja. —La consoló Juliet.—Es tu madre.—Por eso lo digo, la conozco muy bien, ella se quedó en el milenio pasado, es de esas personas que creen que el apellido y el linaje lo son todo, incluso desprecia a quienes son millonarios pero no vienen de una familia prestigiosa, es ridículo y arcaico, pero así es ella. No te lo tomes personal.—¿Su familia es muy
Isabella estaba igual o peor, todo era nuevo para ella, desconcertante y placentero. Estaba flotando en el cielo a punto de arañar las estrellas, el orgasmo se construía sin tregua en su interior, aunque ella no supiera lo que era esa sensación que le robaba el aire y le hacía sentir que estaba a punto de explotar en millones de pedazos.Solo necesitó unas estocadas más que golpearan ese punto mágico en lo más profundo de ella, para estallar en un orgasmo arrasador que sacudió su cuerpo con pequeños espasmos mientras sus cuerdas vocales se desgarraban en un gemido largo y agudo. Las contracciones de su vagina empujaron a Alexander al límite, alcanzando su clímax casi al mismo tiempo, se derramó dentro del condón, él tenía muchas ganas de hacerlo directamente dentro de su novia, pero para eso, tampoco era el momento, ya podrían hacerlo en el futuro cuando decidieran tener cachorritos.—Te amo, cielo, demasiado, ahora eres mía, solo mía.Cuando pasó la euforia, Alexander salió de ella c
Ese mismo día, Isabella acompañó a Kath a darle la noticia. Tessa se quedó en silencio un largo rato mirando a la mesa, luego golpeó con fuerza la madera y se levantó para empezar con el regaño mientras caminaba de un lado a otro y reclamaba el que no se hubieran esperado a hacer las cosas bien, aunque ella tuviera menos autoridad moral que nadie para ese tipo de reclamos, le había prometido a la señora Gray que cuidaría bien de Katherine y había fallado terriblemente.Al darle la noticia a Logan el escenario fue muy diferente, él alzó a Katherine dándole vueltas en el aire y gritando emocionado que iba a ser papá, estaba dichoso y no se esmeró en ocultarlo. Él amaba a esa chica cascarrabias más que a su propia vida, que fuera a darle un hijo era el mejor regalo del mundo para él, contrario a lo que los demás pensaban, no había sido una imprudencia por iniciar su vida sexual, ellos lo hacían desde los dieciséis años y eran muy fogosos, algo había fallado porque sí se cuidaban, pero no