Capítulo 5: Corazones al descubierto.

Kayden yacía en su cama, sumido en una mezcla de remordimiento y determinación. Repasaba una y otra vez las estupideces que había cometido, preguntándose cómo podría redimirse ante Ideth y corregir sus errores. En su mente, se formaban planes y estrategias para recuperar la confianza de la doncella que había sido testigo de su comportamiento errático. La noche se le hizo larga, pero Kayden sabía que debía encontrar una manera de enmendar sus acciones.

Con determinación renovada, Kayden se levantó temprano en la mañana, consciente de que ese día volvía a ser el protector de Ideth. Con la esperanza de poder solucionar algo, se preparó rápidamente y se dirigió hacia el lugar donde debía encontrarse con ella. Sus pensamientos estaban centrados en cómo podía empezar a reparar el daño causado y recuperar la confianza de Ideth.

Kayden saludó a Brendan con cortesía al relevarlo de sus actividades, sin rastro de los celos que lo habían consumido el día anterior.

Mientras Kayden estaba parado en el pasillo, custodiando la puerta de la habitación de Ideth, una sirvienta se acercó con un vestido sencillo y algunos elementos de aseo para la doncella. La escena era como una obra teatral, con Kayden en el papel del guardia silencioso y la sirvienta como el mensajero que trae noticias desconocidas. La tensión en el aire era palpable, y Kayden se preguntaba qué podía estar pasando por la mente de Ideth mientras ella aún descansaba en su habitación. El momento era un recordatorio vívido de la brecha que había surgido entre ellos, una brecha llena de preguntas sin respuestas y emociones sin resolver.

A medida que Ideth salía de su habitación, radiante y lista para el día, Kayden no pudo evitar sentirse abrumado por su presencia. Cuando ella lo saludó con cortesía y le pidió que la acompañara al desayuno en el jardín, Kayden asintió en silencio, sin encontrar palabras adecuadas para responder. Mientras caminaban juntos por los pasillos del castillo, el silencio entre ellos era tenso, cargado de la incertidumbre y la confusión que rondaba en la mente de Kayden. A pesar de sus mejores esfuerzos por mantener la compostura, se encontraba perdido en un mar de emociones, incapaz de articular lo que realmente quería decir.

Al llegar al jardín, se encontraron con Nessa, quien ya estaba sentada en la mesa junto con las demás doncellas. Desde lejos, Nessa lanzaba coqueteos a Kayden, una táctica que parecía destinada a irritar a Ideth. A pesar de los esfuerzos de Kayden por ignorar las insinuaciones de Nessa, la tensión en el aire era palpable, y la incomodidad se apoderaba del momento.

Ante la visible irritabilidad de Kayden, el aire en el jardín pareció volverse tenso. Con una expresión firme, ordenó al caballero de Nessa que la controlara de inmediato. Sus palabras resonaron con autoridad, pues entendía que cualquier conducta inapropiada por parte de Nessa podría desencadenar consecuencias desastrosas para todos. Sabía que, si el rey la veía comportándose de esa manera, no dudaría en expulsarla del castillo sin pensarlo dos veces, lo que pondría a todos en una situación comprometida.

Nessa, al escuchar la advertencia de Kayden, sintió cómo la realidad golpeaba su vanidad. Sabía que no podía permitirse perder su posición, y mucho menos por un arrebato de coquetería. A pesar de su deseo de destacar y llamar la atención, comprendió la gravedad de la situación y se vio obligada a controlarse. Con una mirada llena de odio y frustración, se contuvo, pero su resentimiento hacia Kayden creció aún más, prometiéndose encontrar una manera de vengarse por la humillación pública.

La sorpresa de Ideth al presenciar la reacción de Kayden fue evidente. ¿Habría malinterpretado su mirada hacia Nessa el día anterior? En el fondo de su corazón, esperaba que sí. Mientras tanto, las demás doncellas se regocijaban abiertamente de que alguien finalmente le hubiera puesto un alto a Nessa y sus coqueteos sin fin. La escena no pasó desapercibida para Nessa, quien dirigía miradas llenas de odio hacia todas y cada una de las doncellas, consciente de que su posición había sido desafiada y humillada frente a todos.

La atmósfera en el jardín se volvió mucho más tensa cuando el caballero de mayor rango en el castillo irrumpió la escena, su presencia imponente eclipsaba momentáneamente la tranquilidad matutina. Su rostro serio y autoritario no dejaba lugar a dudas: había llegado con un propósito específico. Todos los presentes en el jardín se volvieron hacia él, expectantes y un tanto nerviosos por lo que estaba a punto de decir.

Con voz firme y resonante, el caballero anunció las órdenes del rey con una solemnidad que llenó el espacio. Era Roisin quien sería la primera en tener el honor (o la carga) de pasar treinta días en compañía del monarca. La noticia cayó como una losa sobre los hombros de todos, sumiendo el ambiente en un silencio cargado de emociones encontradas.

Para Roisin, el impacto de la noticia fue como un golpe repentino. La sorpresa y la ansiedad se reflejaron en sus ojos mientras procesaba lo que acababa de escuchar. La idea de encontrarse cara a cara con el rey, de ser su compañía durante un mes entero, le producía una mezcla de temor y curiosidad.

En el jardín, el murmullo comenzó a extenderse entre los presentes. Algunos expresaban su preocupación por Roisin, mientras que otros comentaban en voz baja sobre la magnitud de la situación. La incertidumbre se apoderó del grupo.

El torbellino de emociones que invadió a Roisin la dejó aturdida y desorientada. La noticia llegó tan repentinamente que apenas tuvo tiempo de procesarla. Se sentía como si el suelo se hubiera desplomado bajo sus pies, dejándola suspendida en un abismo de incertidumbre y ansiedad.

Necesitaba encontrar dentro de sí misma el coraje necesario para enfrentar esta nueva realidad. Pero, ¿cómo podría hacerlo? La pregunta resonaba en su mente una y otra vez, mientras luchaba por calmar los latidos acelerados de su corazón y controlar los nervios que amenazaban con abrumarla.

Roisin sabía que no podía permitirse ser tan sensible en este momento crucial. Necesitaba fortalecerse, encontrar la determinación y la confianza para enfrentar lo que venía. Se repetía a sí misma palabras de aliento, buscando esa chispa de valentía que sabía que residía en lo más profundo de su ser. Pero, ¿sería suficiente?

La incertidumbre seguía pesando sobre ella como una losa, pero Roisin se aferraba a la esperanza de que encontraría la fuerza necesaria para superar este desafío. Sabía que el camino por delante sería difícil, pero también sabía que dentro de sí misma yacía el poder de enfrentarlo. Con determinación, se prometió a sí misma que no dejaría que el miedo la paralizara, que encontraría la valentía para seguir adelante, pase lo que pase.

El camino hacia el encuentro con el rey parecía una travesía a través de las nubes para Roisin. Cada paso que daba era como flotar en el aire, mientras la adrenalina y la incertidumbre se entrelazaban en su corazón palpitante. A pesar del vértigo que la invadía, encontró consuelo en las miradas solidarias y en las sonrisas llenas de aliento que le enviaban sus compañeras.

Cada gesto de apoyo era como un rayo de luz que iluminaba su camino, recordándole que no estaba sola en esta prueba. Aunque el temor y la ansiedad la envolvían como una neblina, el calor reconfortante de la solidaridad de sus amigas le brindaba fuerzas para seguir adelante.

Roisin se aferraba a ese vínculo invisible que la unía a sus compañeras, encontrando en él el coraje necesario para enfrentar lo que venía. Con cada paso, sentía cómo la determinación se fortalecía dentro de ella, impulsándola hacia delante con renovada confianza.

A medida que se acercaba al encuentro con el rey, Roisin se permitió creer en sí misma, sabiendo que llevaba consigo el amor y el apoyo de quienes la rodeaban. Con la cabeza en alto y el corazón lleno de valor, se preparó para enfrentar lo que fuera que el destino le tuviera reservado.

Roisin entró al gran salón con una mezcla de nerviosismo y asombro, encontrándose con el rey quien la aguardaba con una elegancia imponente. La mesa estaba adornada con un despliegue de manjares exquisitos que la dejaron maravillada, pero su atención se centró en la figura majestuosa del monarca.

-Buenos días, Lady Roisin-, saludó el rey con una voz cálida pero firme, su tono resonando en el vasto salón. –A partir de hoy, me acompañara en todas mis actividades, excepto las relacionadas con el gobierno-, explicó con claridad, delineando claramente el papel que ella desempeñaría en su vida diaria.

Roisin se sintió aliviada al percibir el tono amable del rey. Tomó asiento a la mesa y se dispuso a desayunar en su compañía, escuchando atentamente sus indicaciones sobre cómo debía comportarse en su nueva posición. Asentía con la cabeza en señal de comprensión, absorbiendo cada palabra con atención mientras intentaba contener los latidos acelerados de su corazón.

Mientras tanto, en el jardín del castillo, las demás doncellas conversaban entre ellas, preguntándose como estaría Roisin en su encuentro con el rey. Expresaban su preocupación y curiosidad sobre cómo sería su vida en el palacio durante los próximos días. Algunas especulaban sobre las exigencias del rey y cómo Roisin podría adaptarse a ellas, mientras otras ofrecían palabras de ánimo y apoyo. La incertidumbre flotaba en el aire, pero también la esperanza de que su compañera se desenvolviera con éxito en su nueva posición.

Al rato, el mensajero del rey llegó anunciando que las nuevas habitaciones para las doncellas ya estaban listas, dando paso a un susurro de expectativas entre las jóvenes. La noticia era recibida con una mezcla de alivio y emoción, pues significaba un nuevo capítulo en sus vidas en el castillo. Las doncellas, ansiosas por explorar y disfrutar de las comodidades que ofrecían las nuevas habitaciones, se levantaron de la mesa con una sonrisa en los labios y se prepararon para acompañar a los caballeros hacia sus alojamientos.

El mensajero, con una reverencia cortés, indicó a los caballeros la dirección de las nuevas habitaciones, mientras las doncellas se ajustaban los vestidos y compartían entre ellas sus expectativas y deseos. Era un momento de cambio y renovación para todas, y cada una de ellas anhelaba descubrir cómo sería su nuevo entorno.

Con paso ligero pero expectante, las doncellas siguieron a los caballeros por los pasillos del castillo, dejando atrás el jardín y dirigiéndose hacia un nuevo comienzo en sus recién asignadas habitaciones.

Mientras caminaban por los pasillos del castillo hacia su nueva habitación, Kayden sintió la necesidad de romper el incómodo silencio que había entre él e Ideth. Tragando el nudo que se la había formado en la garganta, decidió dar el primer paso y entablar una conversación.

Aclarando la garganta y con un notable nerviosismo, Kayden se dirigió a Ideth con mucha seriedad: -Lady Ideth, necesito disculparme por mi comportamiento de ayer. No fue apropiado de mi parte, y lamento haberle mostrado una mirada desinteresada. Estaba confundido y...la mirada simplemente salió de mí. -

Ideth lo miró con una mezcla de sorpresa y frialdad, - ¿confundido, Sir Kayden? -

Kayden sonrojándose ligeramente al sentir la mirada de Ideth le respondió: -Es solo que... (Buscando las palabras adecuadas) No quiero causar malentendidos, Lady Ideth. Simplemente me encontré en una situación...inesperada, y reaccioné de manera inapropiada. No era mi intención mostrarme de esa manera. -

Mientras Kayden luchaba por encontrar las palabras adecuadas, Ideth lo observaba con curiosidad, notando la incomodidad en su expresión. Sus ojos brillaban con una mezcla de comprensión y empatía, como si entendiera el conflicto interno que estaba experimentando. Aunque su rostro mostraba sorpresa por la situación, no había rastro de juicio en su mirada, solo una genuina preocupación por su compañero.

Con la mente llena de dudas, Ideth no pudo evitar recordar la mirada de Kayden hacia Nessa en el pasillo. Sus pensamientos se entrelazaban con una mezcla de confusión y un atisbo de celos. Con un leve temblor en su voz, finalmente reunió el coraje para formular la pregunta que había estado dando vueltas en su mente. –Esa situación inesperada... ¿fue por Nessa? -, indagó Ideth, buscando en los ojos de Kayden una respuesta que pudiera calmar su inquietud.

Kayden se sintió momentáneamente descolocado por la pregunta de Ideth. La mención de Nessa lo llevó a un territorio incómodo. –No, Ideth-, respondió con firmeza, mientras su mirada se mantenía fija en la de ella. –Nessa es...una mujer problemática. Si la miré, fue solo para mantenerla vigilada-, explicó, tratando de transmitir sinceridad en sus palabras. En su interior, Kayden albergaba un profundo desagrado hacia Nessa, a quien veía como una presencia perturbadora en el castillo. Sin embargo, comprendía que la mirada que le había dirigido a Ideth el día anterior podía haber generado malentendidos.

La respuesta de Kayden pareció tranquilizar un poco a Ideth, quien emitió un leve suspiro de alivio. Su expresión se suavizó ligeramente, como si una preocupación se hubiera disipado de repente. Aunque seguía sintiéndose un poco confundida por la situación, la explicación de Kayden parecía tener sentido y eso la reconfortó un poco.

La aparición de Diarmuid interrumpió el momento entre Kayden e Ideth. Mientras Diarmuid pasaba para relevar al caballero que escoltaba a Enya, una expresión peculiar se dibujó en los labios de él, una pequeña sonrisa de lado que no pasó desapercibida para ninguno de los presentes. Kayden, al notar la sonrisa de Diarmuid, adoptó una expresión seria de inmediato, como si estuviera en guardia ante cualquier insinuación. Por su parte, Ideth no pudo evitar preguntarse qué significaba esa sonrisa en los labios de Diarmuid y por qué Kayden reaccionaba de esa manera tan repentina.

Kayden mostró una caballerosidad innata al abrir la puerta para que Ideth pudiera pasar. Al entrar, se encontró con una habitación espaciosa y lujosa, equipada con una enorme tina y un ropero repleto de vestidos, zapatos, joyas y maquillaje. La magnitud de la habitación rivalizaba, e incluso superaba, la de la cabaña de su familia. Ideth se quedó maravillada ante el lujo y la comodidad que le ofrecía su nueva residencia. La cama, imponente y amplia, tenía espacio para albergar a varias personas. Desde la puerta, Kayden la observaba con una sonrisa, consciente de que no podía entrar a las habitaciones de las doncellas a menos que se lo ordenaran. Su expresión reflejaba felicidad contenida por la reacción de Ideth ante su nuevo entorno.

Ideth preguntó a Kayden con entusiasmo dónde podía pedir agua para llenar la tina, con un brillo de anticipación en sus ojos. Su sonrisa iluminaba la habitación, reflejaba su alegría y gratitud por tener la oportunidad de disfrutar de las comodidades de su nueva habitación. Kayden, contagiado por su entusiasmo, soltó una risa suave, admirando la inocencia y la alegría genuina de Ideth. Le explicó con ternura que podía hacer sonar una pequeña campana que estaba estratégicamente colocada sobre la mesa de noche, y que el sonido llegaría hasta la cocina, ya que estaban conectadas, donde alguien estaría siempre dispuesto a ayudarla. La complicidad entre ellos se fortaleció en ese momento, mientras compartían ese pequeño momento de intimidad en medio del bullicio del castillo.

La campana resonó con suavidad en la habitación, y en un abrir y cerrar de ojos, una sirvienta llegó al rescate de Ideth. Con amabilidad y eficiencia, Ideth expresó su deseo de sumergirse en la tina, y la sirvienta asintió con una sonrisa comprensiva. Sin demora, la sirvienta se retiró para reunir a un equipo de personas que ayudarían a llenar la tina, asegurándose de que el baño de Ideth fuera perfectamente preparado para su disfrute. Este gesto de atención y cuidado reconfortó a Ideth, quien se sintió acogida y cuidada en el castillo.

El tiempo pasaba mientras esperaba que su baño estuviera listo, e Ideth no pudo evitar admirar el hermoso escritorio que adornaba una esquina de la habitación. Sobre él, reposaban una variedad de libros, hojas de papel, cuadernos y todos los elementos que ella había pedido al rey. Comparado con su modesta colección, también dada por el rey, en su anterior habitación, este conjunto era exquisitamente diferente. Los libros parecían susurrar historias fascinantes y conocimientos por descubrir, y las hojas en blanco invitaban a la creatividad y la exploración. Ideth se sintió emocionada ante la perspectiva de sumergirse en este nuevo mundo de conocimiento y posibilidades, y agradeció al rey en su corazón por su generosidad y consideración.

Después de llenar la tina, una sirvienta preguntó a Ideth si necesitaba ayuda para entrar y salir de ella, pero ella amablemente declinó, agradeciendo la cortesía de la sirvienta. Con un gesto de gratitud, la sirvienta le dejó un par de toallas y se retiró de la habitación. Ahora, Ideth estaba lista para disfrutar de un relajante baño en la tina y sumergirse en la tranquilidad de su nueva vida en el castillo.

Mientras el agua tibia envolvía su cuerpo, Ideth no pudo evitar sumergirse no solo en la tina, sino también en sus pensamientos más profundos. El peso de la responsabilidad que llevaba sobre sus hombros se hizo más evidente que nunca. Recordó el momento en que se desmayó al escuchar la orden del rey ese día. ¿Debería haber venido sin resistencia y su hermanito aún estaría con ellos?

Cada lágrima que caía en el agua parecía llevar consigo una parte de su angustia y su dolor. La gratitud que había sentido momentos antes hacia el rey se mezclaba ahora con un amargo resentimiento. Aunque intentaba encontrar consuelo en la tranquilidad de la tina, su mente no dejaba de dar vueltas, torturándola con preguntas sin respuestas.

A medida que el tiempo pasaba, el agua se enfriaba, pero el fuego ardiente de sus emociones seguía ardiendo en su interior. No podía sacudirse la sensación de haber sido traicionada, tanto por el rey como por su propio corazón, que había cedido ante la presión del momento. Mientras se aferraba al borde de la tina, buscando desesperadamente alguna respuesta que la liberara de su tormento, solo podía preguntarse si alguna vez encontraría la paz que tanto anhelaba.

Al escuchar el sollozo, el corazón de Kayden se apretó con preocupación. Golpeó suavemente la puerta y llamó a Ideth con una voz llena de cuidado y comprensión.

- ¿Ideth? ¿Estás bien? -, preguntó con suavidad, deseando poder hacer algo para aliviar su angustia. La voz de Ideth desde dentro, aunque intentaba sonar firme, llevaba un tono de fragilidad que no pudo pasar desapercibido para Kayden.

Con un susurro apenas audible, Kayden se inclinó hacia la puerta y preguntó con cautela a Ideth si le gustaría salir al jardín. Su voz llevaba consigo un tono de preocupación y ternura, esperando poder ofrecerle un momento de tranquilidad en medio de su pesar.

Kayden se sintió aliviado al ver a Ideth salir de la habitación con el cabello aún húmedo. Con una sonrisa suave, asintió y le dijo que sería bueno tomar un poco de aire fresco.

En ese momento, una sirvienta, con un vestido impoluto y un gesto sereno, ofreció la posibilidad del almuerzo a Ideth con una reverencia suave. Sus ojos transmitían una mezcla de deferencia y empatía, como si estuviera acostumbrada a lidiar con las necesidades y deseos de los residentes del castillo. Ideth, con el cabello todavía húmedo por el baño, consideró la oferta con una mirada pensativa, sus ojos verdes reflejaban una leve melancolía.

-Gracias, pero creo que pasaré esta vez-, respondió con cortesía, aunque su voz revelaba un matiz de pesar. La idea de la comida no parecía atraerla en ese momento. Kayden, siempre atento, inclinó la cabeza ligeramente hacia ella, su rostro mostraba comprensión. –Si en algún momento cambias de opinión, estaré aquí para acompañarte-, aseguró con gentileza. Sus palabras eran tranquilizadoras, como un faro en medio de la incertidumbre que rodeaba a Ideth.

Kayden guio a Ideth hacia el jardín, encontrando un lugar apartado rodeado de flores de colores vibrantes y un pequeño estanque. El sonido suave del agua que fluía y el aroma dulce de las flores creaban una atmósfera de paz y serenidad. Ideth observó con admiración el entorno, sintiendo cómo el peso de sus preocupaciones se aligeraba ante tanta belleza natural.

-Es hermoso-, murmuró Ideth, sus ojos brillaban con emoción mientras admiraba el paisaje. Kayden asintió con una sonrisa, sintiendo un alivio al verla apreciar el lugar que había elegido para ella.

Kayden permaneció de pie junto a Ideth, su postura rígida reflejaba la tensión que sentía debido a su deber constante como caballero. Observó a Ideth mientras ella se acomodaba en la hermosa banca, deseando poder unirse a ella y disfrutar de ese momento de paz. Sin embargo, sabía que su responsabilidad lo mantenía en alerta constante, impidiéndole relajarse por completo.

La idea de regalarle flores a Ideth rondaba en la cabeza de Kayden como un suave susurro de tentación. Sin embargo, la prudencia y el deber hablaban más fuerte. Aunque su corazón anhelaba expresar su afecto con un gesto romántico, sabía que era un territorio peligroso.

Cada vez que pensaba en tomar unas flores y ofrecérselas a Ideth, una voz interior le recordaba las consecuencias potenciales de ese acto. No solo podría malinterpretarse su intención, sino que también podría exponerlos a ambos a la censura y al escrutinio de los demás caballeros y doncellas del castillo.

A pesar de su deseo sincero de hacerle saber a Ideth lo especial que era para él, Kayden decidió contenerse. Optó por seguir cumpliendo con su deber de protegerla y servirla, aunque en su corazón anhelaba poder expresar sus sentimientos de una manera más íntima y personal. Por ahora, se resignó a guardar ese deseo en lo más profundo de su ser, esperando pacientemente el momento adecuado para revelarlo.

El cálido día en el jardín se vio interrumpido por la pregunta de Ideth, como una brisa fresca que despejaba el aire cargado de emociones. La mención del aspirante al que había reprendido antes trajo consigo un atisbo de incomodidad en el semblante de Kayden, quien se esforzó por mantener la compostura.

Con un leve gesto de sorpresa, Kayden respondió con un tono neutral, tratando de ocultar cualquier rastro de malestar que pudieran revelar sus pensamientos más profundos. Asintió con cautela, reconociendo el incidente sin profundizar en detalles. –Lo recuerdo-, respondió serio, aunque por dentro, su mente estaba revuelta por las emociones encontradas y los recuerdos de ese momento tenso.

Ideth expresó un leve alivio al notar que Kayden recordaba a su hermano. Sin embargo, antes de expresar su siguiente solicitud, sintió la necesidad de abordar el tema con cuidado, consciente de las implicaciones de su petición.

- ¿Sería muy atrevido pedirte que le envíes algo de mi parte? - le preguntó a Kayden con una mezcla de timidez y esperanza en su voz. Sus ojos reflejaban una súplica silenciosa, mientras esperaba la respuesta de Kayden.

A pesar de sus esfuerzos por ocultarlo, los celos burbujeaban en el interior de Kayden, dejando escapar sutiles señales de su malestar. Con cautela respondió a la solicitud de Ideth, expresando sus preocupaciones con delicadeza, pero, también, con firmeza.

-Lo siento, Lady Ideth-, comenzó Kayden, luchando por mantener la calma en su voz. –Sería demasiado arriesgado para mí y para ti si cumplo tu petición. El rey ha prohibido a las doncellas establecer cualquier tipo de relación con el mundo exterior al castillo, y temo las consecuencias de desobedecer sus órdenes-. Kayden sabía que debía priorizar su deber y la seguridad de ambos, aunque también era una excusa para evitar que Ideth le envíe una carta a Bruce.

Al escuchar la respuesta de Kayden, Ideth percibió la frialdad en esta. A medida que se alejaban del alcance auditivo de otros, la barrera de formalidad entre ellos se desvanecía, permitiendo una conversación más íntima y sincera. En estos momentos, Ideth no encontraba ese trato cálido en Kayden. A pesar de eso, Ideth sintió una chispa de esperanza, y con cautela, expresó sus pensamientos.

-Es cierto-, murmuró Ideth, buscando en las palabras de Kayden una posible apertura para su solicitud. –Técnicamente están dentro del castillo como aspirantes, ¿no? Quizás podrías encontrar una manera discreta de enviarle algo sin infringir directamente las órdenes del rey-. Su voz reflejaba un anhelo contenido, esperando que Kayden pudiera encontrar una solución que les permitiera cumplir con sus deseos sin ponerse en peligro.

La revelación de Ideth detuvo a Kayden en seco, a punto de disipar su ira y celos inconscientemente. Al escuchar que Bruce era la única conexión de Ideth con su familia, una sensación de comprensión y empatía lo invadió. Se sintió avergonzado por haber juzgado apresuradamente la solicitud de Ideth, sin conocer la verdadera razón detrás de ella.

- ¿La única conexión? -, preguntó Kayden confundido, sus ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y curiosidad mientras intentaba comprender la situación.

-Es mi hermano mayor-, respondió Ideth con voz suave pero firme, su mirada reflejaba una mezcla de nostalgia y determinación. –Me gustaría enviarle una carta para que toda mi familia sepa que estoy bien-.

Kayden experimentó una sensación desconocida de vulnerabilidad. Se preguntó por qué Ideth tenía ese poder sobre él; cómo era posible que sus emociones estuvieran tan expuestas en su presencia. Su corazón latía con fuerza mientras luchaba por mantener la compostura que siempre había mostrado. Nunca antes se había sentido tan fuera de control, y eso lo desconcertaba.

Con una expresión decidida en su rostro, Kayden sostuvo la mirada de Ideth y le aseguró con convicción que haría todo lo posible por garantizar que la carta llegara a manos de su hermano mayor. Sus palabras resonaron con determinación en el aire, reflejando su compromiso de proteger la privacidad y el bienestar de Ideth y su familia.

El repentino gesto de Ideth tomó a Kayden por sorpresa, pero en lugar de sentirse incómodo, una oleada de calidez lo envolvió. La suavidad del abrazo de Ideth hizo eco en su corazón, como si cada latido resonara con la cercanía de ella. Sus cuerpos se fundieron en un abrazo sincero, y Kayden se sintió transportado a un mundo donde solo existían ellos dos. En ese momento, el tiempo parecía detenerse, y todo lo que importaba era la conexión entre ellos.

El aroma delicado de las flores del jardín se mezclaba con el perfume natural de Ideth, creando una fragancia embriagadora que inundaba los sentidos de Kayden. Sus manos se encontraron en la espalda de Ideth mientras se aferraban el uno al otro. Cada roce de su piel era como una chispa que encendía una llama dentro de Kayden, despertando una sensación de calidez y seguridad que nunca antes había experimentado.

Sus corazones latían al unísono, como si estuvieran sincronizados en un ritmo armonioso que resonaba en todo el jardín. Kayden se encontró perdiéndose en los profundos ojos de Ideth, donde encontró un reflejo de su propia alma. En ese momento, en medio del abrazo, Kayden se dio cuenta de lo mucho que significaba Ideth para él, y cómo su presencia había iluminado su vida de una manera que nunca antes había imaginado.

Finalmente, cuando se separaron del abrazo, Kayden no pudo evitar sostener la mirada de Ideth por un momento más, como si quisiera grabar cada detalle de su rostro en su mente para siempre. En ese instante, supo que estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ella, a protegerla y cuidarla con todo su ser.

El idílico momento entre Kayden e Ideth se vio interrumpido por la llegada repentina de Enya, quien, con una expresión de alegría desbordante, se acercó a su amiga. Kayden sintió un destello de preocupación al pensar que alguien podría haberlos visto en ese abrazo tan íntimo, pero trató de disimular sus pensamientos mientras observaba como Enya se acercaba.

Ideth, todavía envuelta en la nube de amor que había surgido entre ella y Kayden, apenas notó la preocupación en el rostro de él. Estaba demasiado absorta en sus propios pensamientos, sintiendo la calidez del abrazo de Kayden aún palpitar en su piel y la dulzura de sus palabras resonar en su mente. En ese momento, se dio cuenta con una claridad cristalina de que estaba enamorada de Kayden, y que nada ni nadie podría cambiar eso.

Mientras Enya se unía al grupo con una sonrisa radiante, Kayden e Ideth intercambiaron una mirada cómplice, como si compartieran un secreto especial que solo ellos dos conocían. A pesar de las preocupaciones de Kayden y las distracciones externas, el vínculo entre ellos seguía siendo fuerte, como un lazo indestructible que los unía en un amor que parecía destinado a perdurar por siempre.

Diarmuid acompañaba a Enya, y ambos habían presenciado el abrazo entre Kayden e Ideth desde cierta distancia. A medida que se acercaba al grupo, intercambiaron una mirada significativa, reconocieron la profundidad del momento que acababan de presenciar. A pesar de la sorpresa inicial, comprendieron la importancia de mantener la privacidad de Kayden e Ideth, y se prometieron mutuamente en voz baja que guardarían el secreto sobre lo que habían visto.

Con una sonrisa sutil en los labios, Diarmuid asintió hacia Enya, reafirmando su compromiso de mantener el secreto. Ambos compartían el entendimiento de que el amor entre Kayden e Ideth era algo especial, y se sentían honrados de haber sido testigos de ese momento tan íntimo. Llevaban consigo el peso de su promesa, decididos a salvaguardar la felicidad de sus amigos al guardar celosamente su secreto.

Diarmuid y Kayden se apartaron a una distancia respetuosa, permitiendo que las doncellas conversaran sin preocupaciones de ser escuchadas. Mientras caminaban por el jardín, Diarmuid echó un vistazo de soslayo a Kayden, notando la expresión de seriedad en su rostro. Decidió abordar el tema que acababan de presenciar de manera delicada, o eso intentó.

Kayden se sintió ligeramente incómodo ante la pregunta directa de Diarmuid. No quería revelar demasiado sobre su relación con Ideth, pero tampoco podía ocultar la verdad. Decidió responder con sinceridad.

-Bueno, Diarmuid, las cosas están un poco... complicadas-, admitió Kayden con cautela. –Intento hacer lo correcto, pero a veces siento que estoy caminando sobre una cuerda floja. -

Diarmuid asintió comprensivamente. –Entiendo. A veces, las emociones pueden ser difíciles de manejar, especialmente en situaciones como estas. -

Kayden asintió en silencio, agradecido por la comprensión de su amigo. Sabía que debía abordar la situación con cuidado y paciencia, pero también estaba decidido a hacer lo que fuera necesario para resolver las tensiones entre él e Ideth.

-Oye, Kayden, ¿debería llevar un letrero que diga 'Zona de amor en curso' cada vez que te acerques a Ideth? -, bromeó Diarmuid, con una sonrisa traviesa bailando en sus labios. –Podrías meterte en problemas si sigues mostrando tanto cariño en público, ¿no crees? -

Kayden sintió un escalofrío recorrer su espalda ante las palabras juguetonas de Diarmuid. La idea de que otros pudieran haber presenciado su momento íntimo con Ideth lo llenó de preocupación y ansiedad. ¿Quién más podría haberlos visto?

Diarmuid observó la tensión en el rostro de Kayden y no pudo contener una risa juguetona. Con un tono ligero y una sonrisa pícara, se acercó a él y le dijo: -Tranquilo soldado, nadie más los vio. Tienes la suerte de que nuestras doncellas a cargo no tenían hambre y aún todo el castillo está almorzando. Pero no te confíes demasiado, podrías no ser tan afortunado la próxima vez. - Kayden se relajó un poco al escuchar las palabras reconfortantes de Diarmuid, aunque todavía sentía una ligera preocupación por si alguien más hubiera presenciado ese momento íntimo entre él e Ideth.

Enya miró a Ideth con una enorme sonrisa, como si estuviera a punto de revelar un secreto emocionante. Se acomodó en la banca, ansiosa por escuchar todos los detalles. - ¿Qué pasa entre tu caballero y tú? - Preguntó con curiosidad, sin preocuparse por invadir la privacidad de Ideth. Su expresión sugería un interés genuino y una complicidad amistosa, como si estuviera lista para escuchar y compartir confidencias.

Ideth, sintiendo el peso de la posible indiscreción y consciente del peligro que podría representar para el trabajo de Kayden, respondió con notable incomodidad: - ¿A qué te refieres? - Su tono denotaba preocupación y un ligero nerviosismo, mientras sus ojos buscaban los de Enya en busca de alguna pista sobre lo que había visto o escuchado.

Enya tranquilizó a Ideth con un gesto amistoso: -Tranquila, vamos a guardar su secreto, Ideth. Soy tu amiga, y al parecer mi caballero también es buen amigo de Kayden. Además, tú guardas el secreto entre Finley y yo-, dijo con una sonrisa pícara, mostrando comprensión y complicidad hacia su amiga.

Ideth dejó caer los hombros, aliviada por tener a alguien en quien confiar, y con una sonrisa nerviosa jugueteando con su labio inferior, le contó todo a Enya. Desde el primer encuentro con Kayden hasta los últimos momentos compartidos, pasando por sus dudas, sus miedos y, sobre todo, sus crecientes sentimientos hacia él. Le confesó cómo cada mirada de Kayden la hacía sentirse especial, y cómo cada gesto suyo le llegaba al corazón de una manera que no sabía cómo explicar. Enya escuchaba atentamente, asintiendo de vez en cuando, sin perderse ni un detalle de lo que su amiga compartía con ella.

Enya también compartió con Ideth algunos detalles sobre su relación con Finley. Le contó cómo la cadena que siempre llevaba era un obsequio de él y lo mucho que significaba para ambos. Además, reveló que antes del encierro del castillo, habían hablado seriamente sobre comprometerse, aunque ahora con las circunstancias actuales, no sabían si se podría cumplir ese anhelo. Ideth escuchaba con atención, sintiendo una mezcla de alegría por su amiga y nostalgia por los tiempos en los que la vida no estaba tan llena de incertidumbres y restricciones.

Ambas se dieron cuenta amargamente de que quizá sus corazones y los de sus amados nunca llegarían a unirse verdaderamente en libertad. Esta dura realidad las sumió en una profunda tristeza, sintiendo el peso de las circunstancias que los rodeaban y que parecían separarlos aún más. Sin embargo, se aferraron a la esperanza de que algún día, contra todo pronóstico, pudieran encontrar la forma de estar juntos y vivir su amor plenamente.

La opulenta sala de banquetes del castillo estaba sumida en un tenso silencio mientras el rey y Roisin compartían su almuerzo. Roisin se sentía como una sombra del monarca, siempre a su lado, siempre bajo su mirada vigilante. Mientras el rey se sumergía más y más en la cerveza, parecía perderse en sus pensamientos, ajeno al malestar que provocaba en Roisin.

Decidida a aliviar la pesada atmósfera, Roisin intentó entablar una conversación casual, buscando un respiro en medio de la tensión. Sin embargo, sus palabras parecieron caer en oídos sordos, ya que el rey apenas reaccionó, sumergido en sus propios problemas y preocupaciones.

La noche anterior, el rey había recibido noticias alarmantes sobre un posible conflicto con otro reino, una amenaza que ponía en peligro la estabilidad y la seguridad de Eridan. Esta carga pesaba sobre sus hombros, y la cerveza solo servía para ahogar temporalmente sus preocupaciones.

De repente, en un arranque de ira y frustración, el rey lanzó su copa de oro hacia Roisin con un gesto brusco y descontrolado. Por suerte, la copa erró su objetivo por varios metros, estrellándose contra el suelo con un estruendo sordo. Waila se levantó de la mesa y se retiró, balbuceando y tambaleándose. Aunque el peligro había pasado, el gesto del rey había dejado a Roisin temblando de miedo y con el corazón acelerado.

A pesar del miedo y la angustia que la invadían, Roisin se esforzó por mantener la compostura, luchando por contener las lágrimas que amenazaban con escaparse. No podía permitirse mostrar debilidad frente al rey, incluso en momentos tan desgarradores como aquel.

Roisin, aun temblando por el encuentro con el rey, se levantó de la mesa con una mezcla de alivio y desesperación. Apoyándose en su caballero para mantenerse de pie, salió al jardín en busca de un poco de tranquilidad. A medida que avanzaban por los serpenteantes senderos del jardín, Roisin sintió que el peso de sus preocupaciones se aligeraba un poco, aunque el miedo seguía latente en su corazón.

Finalmente, llegaron a un bello estanque rodeado de frondosos árboles y cuidados jardines. Al acercarse a una de las bancas junto al agua, Roisin notó la presencia de Ideth y Enya, quienes la saludaron con una sonrisa amigable. Apenas tuvo tiempo de sentarse cuando las lágrimas, reprimidas durante tanto tiempo, brotaron de sus ojos como un torrente desbocado.

Ideth y Enya, alarmadas por la angustia de su amiga, intentaron consolarla con palabras de aliento y gestos de cariño, pero sus esfuerzos fueron en vano ante el dolor abrumador de Roisin. Entre sollozos entrecortados, Roisin les confesó lo que había sucedido en el banquete con el rey, revelando la verdadera naturaleza del hombre que gobernaba sobre ellos.

Ideth, aunque ya conocía las crueldades del rey, sintió un profundo pesar por su amiga, compartiendo su dolor e indignación. Juntas, las tres jóvenes se abrazaron en un gesto de solidaridad y apoyo mutuo, encontrando consuelo en la fortaleza de su unión en medio de la adversidad.

El caballero de Roisin se unió a sus compañeros que cuidaban a las doncellas. No necesitaban palabras para comprender la situación. La mirada preocupada en los ojos del caballero bastaba para confirmar sus peores temores. Entre ellos, compartían un silencioso entendimiento de la brutalidad del rey y los peligros que eso implicaba para quienes estaban bajo su control.

Kayden, en particular, sentía un nudo en el estómago al pensar en Ideth. Sabía que pronto le tocaría convivir con el rey en circunstancias similares a las de Roisin, y el mero pensamiento le llenaba de temor y angustia. No podía permitir que nada malo le sucediera a Ideth, pero se sentía impotente ante el poder del rey y las limitaciones de su posición como caballero.

Después de pasar la tarde en su habitación, Ideth se dispuso a escribir la carta a Bruce. Cada palabra que plasmaba en el papel llevaba consigo un trozo de su corazón, expresando su anhelo por estar con su familia y la esperanza de que estuvieran bien. Una vez terminada, Ideth abrió la puerta con cautela y entregó la carta a Kayden, quien la recibió con serenidad y determinación.

Más tarde, cuando la noche comenzaba a caer sobre el castillo, Finley llegó para relevar a Kayden en su deber de custodiar a Ideth.

Kayden se despidió cortésmente de Ideth, sellando su despedida con un delicado beso en su mano. Finley observó la escena con una sonrisa de complicidad, preguntándose si su amigo había caído rendido ante el amor. Sin embargo, decidió guardar silencio y respetar la privacidad de Kayden. Con la imagen de Ideth grabada en su mente, Kayden partió a su hogar, ansioso por descansar y recargar energías para el próximo día, cuando tendría que volver a ocuparse de los aspirantes.

Kayden había tomado la decisión de mostrarle pequeños gestos de amor a Ideth, pero solo frente a los dos caballeros que consideraba como hermanos (Diarmuid y Finley). Temía que, si alguien más lo veía, especialmente el rey, esto pudiera traer serias consecuencias no solo para él, sino también para sus compañeros y, en especial, para Ideth. Por eso, prefería ser cauteloso y reservar esos momentos para la intimidad y la seguridad de ambos.

Al día siguiente, bajo el radiante sol de la mañana, los aspirantes se congregaron en el campo del castillo, listos para comenzar su entrenamiento diario. Kayden observó detenidamente a los jóvenes, buscando entre ellos a Bruce. Una vez identificado, Kayden dio las órdenes para comenzar el ejercicio de estiramiento corporal, una práctica necesaria para preparar los músculos antes del entrenamiento más intenso.

Con cuidado de no levantar sospechas, Kayden se acercó a Bruce mientras todos estiraban en filas. Manteniendo su voz en un susurro apenas audible, le indicó a Bruce que lo buscara fuera del castillo más tarde, ya que tenía algo para él de parte de Ideth. Bruce asintió con una pequeña sonrisa, comprendiendo la importancia de la discreción en aquel momento.

Continuaron estirando en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos. Kayden se sintió aliviado al ver la comprensión en los ojos de Bruce, sabiendo que podía confiar en él para llevar a cabo el mensaje de Ideth sin levantar sospechas entre los demás aspirantes o causar problemas innecesarios.

Las ventanas de la habitación de Ideth se abrían hacia el campo de entrenamiento del castillo, ofreciéndole una vista panorámica de la actividad matutina que tenía el lugar allí. Desde tempranas horas, estaba acostumbrada al bullicio de los aspirantes y los instructores, cuyos gritos y órdenes resonaban en el aire fresco del amanecer. Aunque al principio le costó adaptarse al ruido, con el tiempo había aprendido a aceptarlo como parte de su rutina diaria.

Cada vez que se despertaba con el estruendo proveniente del campo de entrenamiento, Ideth recordaba su papel como doncella del castillo. Aunque preferiría dormir en silencio, comprendía que la disciplina y el entrenamiento de los aspirantes eran cruciales para la seguridad y la defensa del reino.

Así, mientras observaba desde su ventana el ajetreo de la mañana, se preparaba mentalmente para otro día en el castillo, lista para cumplir con sus deberes con diligencia y dedicación.

Kayden observó a Ideth a través de la ventana de su habitación, ubicada en uno de los pisos superiores del castillo. A pesar de la distancia, pudo distinguir su figura delicada y elegante entre el marco de la ventana. El sol de la mañana iluminaba su rostro, resaltando sus rasgos suaves y su cabello brillante.

Para Kayden, cada vez que veía a Ideth, era como contemplar la perfección en persona. Admiraba su gracia natural y su bondad, y siempre se sentía cautivado por su presencia. Aunque se encontraban en diferentes partes del castillo y sus roles eran distintos, Kayden anhelaba estar más cerca de ella, compartir cada momento y protegerla en todo momento.

En silencio, desde su posición en el campo de entrenamiento, Kayden dedicó unos breves instantes a contemplar a Ideth en la ventana, sintiendo cómo su corazón latía con una mezcla de admiración y afecto por la encantadora doncella.

Ideth se dispuso a cambiarse, olvidando momentáneamente que la habitación en la que ahora se encontraba tenía amplias ventanas y, peor aún, que ofrecían vistas al campo de entrenamiento. Acostumbrada a su modesta habitación anterior, donde la privacidad no era una preocupación, se giró instintivamente hacia la ventana mientras se desvestía.

Sin embargo, justo en el momento en que comenzó a cambiarse, recordó la presencia de las ventanas y se dio cuenta de su error. Con un suspiro de alivio, se volvió de inmediato, asegurándose de estar de espaldas a la ventana mientras continuaba con su tarea. Agradeció internamente por el pequeño detalle que evitó una situación incómoda, mientras se preguntaba cómo había olvidado tan fácilmente este nuevo aspecto de su habitación.

Kayden, desde su posición en el campo de entrenamiento, observaba a Ideth a través de la ventana mientras ella comenzaba a desvestirse. Por un breve instante, sintió un fuego interno que amenazaba con descontrolarse, pero rápidamente apartó la mirada. Sabía que no podía permitirse ciertos errores en el castillo, especialmente cuando se trataba de mantener la profesionalidad y el respeto mutuo entre ellos.

Con determinación, apartó sus pensamientos intrusivos y se enfocó en dirigir las actividades de los aspirantes en el campo. Aunque su mente todavía revoloteaba con la imagen de Ideth, se obligó a sí mismo a mantenerse concentrado en su deber como caballero.

Después de suspirar profundamente para calmar sus emociones, Kayden se giró y continuó con sus instrucciones, asegurándose de que todo estuviera en orden en el campo de entrenamiento. A pesar de la distracción momentánea, se mantuvo firme en su papel de líder, enfocado en guiar a los aspirantes y asegurar que cumplieran con sus tareas de manera eficiente y disciplinada.

Al acercarse a la ventana y espiar hacia afuera, Ideth buscaba confirmar que su pequeño descuido no había sido visto por nadie más. Convencida de que a esa altura nadie la pudo haber observado, sintió un alivio momentáneo y se tranquilizó. Cometió un gran error al subestimar la visión aguda de Kayden. Afortunadamente, solo él había sido testigo de aquel momento embarazoso.

Mientras espiaba desde la ventana, Ideth pudo distinguir a Kayden y a Bruce en el campo de entrenamiento. Su hermano estaba luchando con una pesada armadura, evidenciando el esfuerzo que le costaba moverse con ella. En cambio, Kayden se veía atractivo y ágil sin armadura, lo que capturó la atención de Ideth, quien se quedó observándolo por un rato, impresionada por su destreza y elegancia en el campo de entrenamiento.

Al finalizar las actividades en el castillo, llegaba el momento de que todos se retiraran a descansar en sus respectivos hogares. Los aspirantes, como era costumbre en esa hora del día, se preparaban para dirigirse a otro terreno para continuar con sus prácticas y entrenamientos, y con otros instructores.

Kayden se recostó contra una antigua pared de piedra en el bullicioso pueblo cercano al castillo. Observaba el ir y venir de la gente, algunos comerciantes preparando sus puestos y otros lugareños disfrutando del sol de la tarde. Mientras aguardaba a Bruce, su mirada se perdía en el horizonte, donde las colinas verdes se extendían hasta donde alcanzaba la vista.

Finalmente, divisó a Bruce entre la multitud, con su expresión siempre seria pero determinada. Con paso decidido, se acercó a Kayden, quien lo recibió con una ligera inclinación de cabeza.

- ¿Qué tiene para mí, señor? - preguntó Bruce con curiosidad mientras se detenía frente él.

Kayden le ofreció una sonrisa tranquila y sacó la carta de su bolsillo. –Ideth quiere que sepan que se encuentra bien-, respondió, extendiendo el sobre hacia Bruce.

Bruce tomó la carta con un gesto de agradecimiento y asintió. –Gracias, señor. Es muy importante para nosotros-, comentó muy respetuosamente a su superior, guardando la carta en su propia bolsa.

Kayden asintió en respuesta.

Kayden observó cómo Bruce se alejaba entre la multitud, perdido en sus propios pensamientos. Mientras lo veía alejarse, una realización repentina golpeó su mente con fuerza: el parecido sorprendente entre Bruce e Ideth.

Una oleada de asombro y comprensión lo inundó, haciéndolo preguntarse cómo no había notado antes la conexión entre ellos. Recordó los rasgos faciales, la manera en que sus ojos reflejaban la misma chispa de determinación y la forma en que llevaban su cabello de manera similar.

Kayden se encaminó hacia su hogar con paso firme, dejando atrás el bullicio del pueblo. A pesar de que no tenía deberes al día siguiente, sentía la necesidad de descansar y recargar energías. El peso de la jornada se reflejaba en su andar, pero también una sensación de satisfacción por haber cumplido con su deber.

Mientras caminaba por las calles familiares del pueblo, dejó que la brisa fresca del día le acariciara el rostro, llevándose consigo el cansancio acumulado del día. La tranquilidad del camino hacia su hogar le brindaba un respiro bienvenido, permitiéndole desconectar por un momento de las responsabilidades que lo esperaban al día siguiente.

Al llegar a su casa, se sentía aliviado por poder finalmente relajarse y descansar. Entró con calma, sintiendo el reconfortante abrazo del hogar que lo recibía. Con cada paso que daba, dejaba atrás las tensiones del día y se sumergía en la tranquilidad de su refugio. Se prometió a sí mismo aprovechar al máximo esta pausa merecida.

Ideth, después de reflexionar durante el almuerzo, se vio invadida por un impulso repentino: ¿por qué no escribir una carta a Kayden? La idea la emocionó y decidió compartirla con su amiga Enya. Abrió la puerta de su habitación y le pidió a Finley que la acompañara hasta donde se encontraba Enya. Finley, con una sonrisa enorme, aceptó encantado la solicitud, emocionado por la posibilidad de ver a su amada, aunque fuera por un breve momento.

Ideth se sentía nerviosa pero emocionada por compartir su idea con Enya. Mientras caminaba por los pasillos del castillo junto a Finley, no podía evitar que su corazón latiera con fuerza ante la posibilidad de expresar sus sentimientos a través de una carta a Kayden.

Al llegar a la habitación de Enya, Ideth notó cómo los ojos de su amiga brillaban al ver a Finley, llenos de admiración y cariño. Era evidente el profundo afecto que existía entre ellos, e Ideth no pudo evitar sentirse feliz por su amiga. Mientras tanto, ella misma se sentía emocionada por compartir su idea con Enya y recibir su consejo. Finley saludó a Enya con una enorme sonrisa, y en un gesto que reflejaba todo su amor, la llamó "Lady Enya". En esa simple frase, resonaba todo el afecto y la admiración que sentía por ella, haciendo que el corazón de Enya se llenara de alegría y emoción ante el cálido gesto de su amado. Juntas, atravesaron la puerta de la habitación, listas para iniciar la conversación.

Cuando Finley cerró la puerta, Enya se mordió el labio inferior, una señal de nerviosismo y anticipación. Ideth, sonriente, mencionó que originalmente tenía pensado visitarla al día siguiente, pero decidió adelantar su visita aprovechando que Finley estaba allí para escoltarla. Conociendo el romance secreto entre Finley y Enya, Ideth se sumó al espíritu de complicidad y amor, tomando parte en su secreto. Enya expresó su gratitud con un enorme abrazo, mostrando su afecto y aprecio hacia su amiga y cómplice en el amor.

Durante toda la tarde, Enya e Ideth se quedaron charlando animadamente en la habitación. Compartieron detalles sobre sus amores secretos, las emociones encontradas que experimentaban, y la importancia de mantener sus relaciones en secreto en un entorno tan complicado como el castillo. También discutieron sobre la carta que Ideth planeaba enviar a Kayden, y cómo la estaría pasando Roisin en su difícil situación con el rey. La conversación fluyó libremente, abarcando una amplia gama de temas, y cada una compartió sus pensamientos, preocupaciones y esperanzas.

En la tranquilidad de su habitación, iluminada por la suave luz de una vela, Ideth se sentó frente a su escritorio y comenzó a escribir una carta a Kayden. Sus palabras fluían con sinceridad y gratitud mientras expresaba su agradecimiento por la amabilidad y el apoyo que él le había brindado. Aunque en su corazón latía el deseo de expresar más, de dejar entrever los sentimientos que comenzaban a florecer dentro de ella, aún no se sentía lo bastante valiente para dar ese paso. Por ahora, decidía expresar su gratitud de forma sencilla y sincera, con la esperanza de que Kayden entendiera el significado especial que tenía para ella. Una vez que terminó de escribir la carta, la cerró con cuidado y la guardó en un sobre, lista para ser entregada al destinatario en el momento oportuno.

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