Capítulo 4: Luchas internas.

Ideth, desconcertada de la actitud de Kayden, se preguntaba qué había hecho mal. Intentó recordar si había dicho algo inapropiado o si su gesto amistoso había sido interpretado de manera equivocada. Sin embargo, no encontraba ninguna razón para que Kayden la ignorara de esa manera. Se sentía confundida y un poco herida por la repentina distancia entre ellos.

Los pasillos del castillo resonaban con el murmullo de las doncellas y el sonido de los pasos de los caballeros mientras se dirigían hacia las habitaciones asignadas. A pesar del alivio temporal de no tener que enfrentarse al rey esa noche, el aire estaba cargado de tensión y preocupación.

En sus habitaciones, las doncellas se sumergieron en sus propios pensamientos mientras se preparaban para la cena. Algunas creaban especulaciones sobre el paradero del rey y lo que eso podía significar para su destino en el castillo. Otras, como Ideth, se sentían intranquilas por la extraña actitud de Kayden y las miradas furtivas que intercambiaban los caballeros.

A medida que la luz del día comenzaba a desvanecerse y las sombras se alargaban en los pasillos del castillo, el ambiente se volvía aún más enrarecido. Las doncellas se preguntaban qué les depararía la noche y si alguna revelación les esperaba en la cena sin la presencia del rey.

Con determinación, Ideth se acercó a la puerta de su habitación, donde sabía que Kayden estaría esperando afuera. Inhaló profundamente, tratando de calmar los latidos acelerados de su corazón, y luego golpeó suavemente la madera.

-Kayden-, llamó en voz baja, esperando que él estuviera lo suficientemente cerca para escucharla. - ¿Puedo hablar contigo por un momento? -

El silencio reinó por un instante, y luego la voz de Kayden respondió desde el otro lado de la puerta, aunque sonaba un poco distante y reservada. - ¿Qué necesitas, Ideth? -

Ideth sintió un nudo en la garganta al escuchar la frialdad en la voz de Kayden, pero decidió seguir adelante con lo que quería decir. –Me gustaría saber si hice algo para molestarte. Has estado evitándome todo el día, y no puedo dejar de preguntarme qué está pasando. -

Hubo otro momento de silencio antes que Kayden respondiera, su tono era algo más suave esta vez. –No es nada personal, Ideth. Simplemente he estado ocupado con las tareas que el rey me ha encomendado. No hay razón para que te preocupes por eso. Solo estoy haciendo mi trabajo, como se espera de mí. -

Aunque por dentro Kayden ansiaba desesperadamente deshacerse de la frialdad que había adoptado, se obligó a mantener esa fachada imperturbable. No quería que los otros caballeros lo vieran siendo "blando" con una doncella, especialmente en su trabajo. Sabía que su reputación y su posición estaban en juego.

Por lo tanto, aunque su corazón latía con fuerza en su pecho, y una parte de él anhelaba abrazar a Ideth y explicarle todo, mantuvo su expresión serena y distante.

Aunque las palabras de Kayden sonaban tranquilizadoras, Ideth aún sentía que algo no estaba bien. -Entiendo-, respondió Ideth tratando de ocultar su propia desilusión. –Gracias, Kayden. No quiero causarte problemas. -

Con esas palabras, Ideth decidió dejar el tema por ahora y se concentró en prepararse para la cena, dejando a Kayden solo en el pasillo, luchando con sus propios demonios internos.

A pesar de su posición privilegiada como caballero, Kayden seguía en la oscuridad respecto a los verdaderos motivos del rey para convocar a las doncellas al castillo. Cada vez que intentaba indagar, recibía respuestas evasivas o simplemente se encontraba con un muro de silencio. Esta falta de información lo mantenía en un estado de constante intriga y preocupación, preguntándose qué podría estar tramando el monarca y cómo podría afectar a las doncellas, especialmente a Ideth, cuyo bienestar se había vuelto de repente una preocupación personal para él.

Mientras tanto, Ideth, aunque no tenía una confirmación clara de las intenciones del rey, había comenzado a conectar los puntos después de escuchar los comentarios de Enya. La idea de que el rey pudiera estar buscando una esposa entre las doncellas no le parecía tan descabellada, especialmente considerando la prominencia de Nessa y su linaje aristocrático. Aunque esto la preocupaba, también despertaba una chispa de esperanza en su corazón, imaginando que tal vez, de alguna manera, esta situación podría conducirla de regreso a su familia y su vida anterior.

El gran salón estaba impregnado de una atmósfera festiva, con el murmullo de las conversaciones y el suave tintineo de la música que llenaba el aire. A medida que Kayden e Ideth avanzaban por el amplio espacio, se percataron de que la mayoría de las doncellas ya estaban sentadas en sus respectivos lugares, algunas charlando entre sí en voz baja, mientras otras observaban con curiosidad al mensajero del rey que se encontraba en el centro del salón, sosteniendo con reverencia un papiro real entre sus manos.

Los juglares, con sus coloridos atuendos y habilidosos instrumentos, añadían un toque de encanto y magia al ambiente, sus melodías envolvían a los presentes en un suave abrazo sonoro. Kayden e Ideth se unieron al bullicio del salón, Ideth encontrando su asiento con gracia y dignidad y Kayden colocándose detrás de ella, mientras observaban al mensajero real, preguntándose qué importante mensaje traía consigo el papiro que sostenía con tanto cuidado.

A medida que la música llenaba el salón y los aromas tentadores de la cena comenzaban a elevarse desde la mesa, la tensión en el aire se disipaba ligeramente, reemplazada por una sensación de anticipación y expectativa. ¿Qué revelaría el mensaje del rey?

El mensajero, con una voz resonante que llenaba el salón, anunció solemnemente que tenía un mensaje del rey para todas las doncellas presentes. Sin embargo, con un gesto de deferencia hacia el momento de compartir y camaradería que ofrecía la cena, declaró que el mensaje sería entregado al finalizar la comida.

Esta declaración provocó un murmullo de intriga entre las doncellas, quienes intercambiaron miradas expectantes y susurros entre ellas. La promesa de un mensaje del rey al final de la cena añadió un aura de misterio y anticipación al ambiente, mientras todas aguardaban con impaciencia el momento en que se revelaría el contenido de tan importante comunicado.

Mientras tanto, el banquete continuó con platos exquisitamente preparados y conversaciones animadas, aunque un dejo de nerviosismo se colaba en el aire, mezclado con la emoción y la incertidumbre sobre lo que el rey tendría que decirles al final de la velada.

Nessa, con su habitual aire de grandeza, apuraba a las demás doncellas con la seguridad de que el mensaje del rey debía estar relacionado con ella. Con gestos exagerados y palabras llenas de arrogancia, aseguraba que seguramente el rey estaba a punto de anunciar su compromiso matrimonial con ella, convirtiéndola así en la próxima reina de Eridan.

Sus palabras provocaron una mezcla de incredulidad y diversión entre las demás doncellas, algunas de las cuales compartieron risas disimuladas ante la soberbia de Nessa. Sin embargo, su actitud presuntuosa también generó cierta incomodidad, especialmente entre aquellas que no compartían su misma ambición por la posición real.

Mientras Nessa continuaba con su alarde, las demás doncellas intercambiaban miradas de complicidad, conscientes de que el mensaje del rey podría tener un significado completamente distinto. Aunque ninguna se atrevía a especular abiertamente, la emoción y la incertidumbre sobre lo que el futuro les deparaba llenaban la atmósfera del salón con una expectativa palpable.

Cuando el mensajero vio a todas las doncellas satisfechas, procedió a leer el mensaje del rey con una voz poderosa.

"Escuchad, nobles doncellas del reino de Eridan. Es mi decreto real que cada una de vosotras pase un periodo de 30 días conmigo, por separado. Durante este tiempo, buscaré en vosotras el reflejo del alma y carácter de mi amada difunta, la reina Leonor. Aquella entre vosotras que más se asemeje a ella, será digna de ocupar su lugar a mi lado como mi esposa y futura reina. Las doncellas no seleccionadas tendrán libertad absoluta para seguir sus propios destinos.

Sin embargo, advierto con firmeza: cualquier intento de alterar la verdad o sabotear la imagen verdadera de cualquiera de vosotras será castigada con severidad. Aquellos que tramen engaños serán arrojados al calabozo y luego a la horca.

Durante vuestro confinamiento en el castillo, seguiréis estando bajo custodia constante, como hasta ahora. Pero tendréis un mayor grado de libertad para recorrer los terrenos y jardines de la fortaleza.

Así lo decreto como vuestro rey, Waila, con el más profundo respeto hacia cada una de vosotras y la memoria de mi amada Leonor."

Después de leer el mensaje del rey, el mensajero se retiró del gran salón con paso firme y una expresión imperturbable en su rostro, dejando a las doncellas en un silencio tenso y cargado de incertidumbre. Su figura se desvaneció entre las sombras de los pasillos del castillo, llevándose consigo el eco de las palabras del monarca y dejando a las doncellas sumidas en sus pensamientos y emociones encontradas.

Kayden, al escuchar el mensaje del rey, sintió cómo la sangre abandonaba su rostro, dejándolo pálido como la luna en una noche sin estrellas. Sin embargo, con un esfuerzo sobrehumano, trató de ocultar su turbación bajo una máscara de compostura, manteniendo su semblante impasible ante los ojos de las demás doncellas y caballeros presentes en el gran salón del castillo. Su corazón latía con fuerza en su pecho, pero su determinación lo mantenía en pie. Aunque luchaba por disimular su turbación, la inquietud se reflejaba en sus ojos, brillando con una mezcla de preocupación y confusión. Trataba de controlar sus emociones ante la perspectiva de que Ideth pudiera ser elegida como la futura reina. En su mente se debatía entre el deber y los sentimientos que comenzaban a aflorar hacia Ideth, una lucha interna que lo sumían en una profunda incertidumbre.

Al escuchar las palabras del mensajero, un silencio sepulcral cayó sobre el salón. Las doncellas se miraron entre sí con expresiones de sorpresa y temor ante la severidad de las condiciones impuestas por el rey. La idea de ser evaluadas durante 30 días por su similitud con la difunta reina Leonor generó una mezcla de emociones, desde la determinación hasta la ansiedad y el miedo.

Nessa, con su habitual ambición y confianza, parecía estar calculando estrategias para asegurarse de destacarse durante su tiempo con el rey. Por otro lado, doncellas como Ideth se sintieron abrumadas por la presión de tener que demostrar su valía y su autenticidad en un período tan corto de tiempo.

La amenaza de ser confinadas al calabozo y luego enfrentar la horca si intentaban sabotear su imagen genuina llenó de temor a todas las presentes. Sabían que el rey no estaba dispuesto a tolerar engaños o manipulaciones, y que las consecuencias de tales actos serían severas.

Mientras los caballeros discutían entre ellos, disimuladamente, sobre cómo llevar a cabo la custodia y vigilancia de las doncellas, estas quedaron sumidas en un mar de pensamientos y emociones encontradas. El camino hacia la elección de la futura reina se presentaba lleno de desafíos y peligros para todas ellas.

Ideth, al procesar por completo el mensaje del rey, sintió cómo su corazón latía con fuerza en su pecho y un mareo la invadió. La noticia del rey golpeó a Ideth con una fuerza abrumadora, dejándola aturdida y casi sin aliento. El peso de la revelación la aplastaba, haciendo que su mundo se tambaleara en un instante. Con la cabeza girando y el corazón martilleando en su pecho, Ideth apenas podía mantenerse erguida en la silla. Kayden, al ver su angustia, sintió una punzada de preocupación que lo impulsó a acercarse a ella con rapidez. Con voz suave pero llena de preocupación, le preguntó si se encontraba bien. Sin fuerzas para responder, Ideth solo pudo articular un pedido apenas audible: que la llevara a su habitación. Sin dudarlo, Kayden la sostuvo delicadamente y la guio con ternura fuera del salón, prometiendo protegerla en ese mar de incertidumbre.

El peso de la preocupación se intensificó en el corazón de Ideth mientras sus pensamientos giraban en un torbellino de confusión y miedo. La noticia del rey había sido como un golpe repentino, sacudiendo su mundo hasta sus cimientos. Antes de que pudiera comprender completamente lo que significaba para ella y para las demás doncellas, su cuerpo cedió ante la abrumadora marea de emociones y se desmayó en los brazos de Kayden.

Con un cuidado casi reverencial, Kayden sostuvo el cuerpo inerte de Ideth en sus brazos mientras se apresuraba fuera del salón. Ella apenas podía distinguir la realidad de la neblina de su inconsciencia. Se sintió como si estuviera flotando en un mar de oscuridad, con solo la sensación reconfortante de los brazos fuertes de Kayden sosteniéndola como ancla en la tormenta. Él la llevó con cuidado, como si temiera que se desvaneciera entre sus dedos si aplicaba demasiada presión. Con cada paso que daba, el calor reconfortante de su tacto y el latido constante de su corazón le recordaban que no estaba sola.

Las puertas de la habitación se abrieron con suavidad, revelando un refugio tranquilo y acogedor. Con cuidado depositó a Ideth en la cama, asegurándose de que estuviera cómoda y segura. Observó con pesar su rostro pálido y apacible, preguntándose qué podía hacer para aliviar su angustia.

Con un gesto suave, apartó un mechón de cabello de su rostro, sintiendo la suavidad de su piel bajo sus dedos. Una mezcla de sentimientos encontrados lo invadió: preocupación, confusión y un anhelo que apenas se atrevía a reconocer. Pero en ese momento, todo lo que importaba era el bienestar de Ideth. Suspirando con resignación, salió de la habitación, vigilante y protector, listo para ofrecer consuelo antes de que ella despertara.

Kayden se detuvo en seco al escuchar la voz autoritaria de su superior. Tragó saliva, sintiendo el peso de la situación sobre sus hombros mientras se enfrentaba a la mirada inquisitiva de Sir Gareth.

-Lo siento, señor-, respondió Kayden con voz firme pero respetuosa. -La doncella se desmayó en el salón y la llevé a su habitación para asegurarme de que esté cómoda y segura-.

Sir Gareth frunció el ceño, evaluando la explicación de Kayden con detenimiento.

Kayden asintió con respeto ante la orden de Sir Gareth, quien le indicó que debía permanecer dentro de la habitación de Ideth, pero con la puerta abierta para mantener una vigilancia cercana sobre ella.

-Es su deber como caballero proteger a las doncellas, pero recuerda que debes mantener una distancia adecuada. No permitiré que ningún caballero comprometa la seguridad o el honor de las doncellas bajo mi cuidado. - Dijo Sir Gareth a Kayden.

-Entendido, mi señor-, respondió Kayden con seriedad.

Sir Gareth asintió con satisfacción antes de dar media vuelta para continuar con su ronda nocturna.

Kayden se adentró en la habitación, manteniendo la puerta entreabierta como se le había ordenado. Se posicionó cerca de la entrada, con la mirada fija en Ideth, listo para responder ante cualquier eventualidad.

Mientras velaba el sueño de Ideth durante toda la noche, Kayden se encontraba inmerso en un mar de pensamientos y sentimientos. La habitación estaba envuelta en una calma serena, iluminada por la suave luz de la luna que se filtraba por las rendijas de la pared.

Cada vez que posaba sus ojos en Ideth, sentía que su corazón latía con una intensidad renovada. La belleza tranquila de la doncella dormida lo cautivaba de una manera que nunca había experimentado antes. Las suaves respiraciones de ella eran como una melodía que inundaba su alma, y su rostro angelical lo llenaba de una sensación de paz y serenidad.

En medio de la quietud de la noche, Kayden se dio cuenta de que había algo más que simples deberes de caballero en su deseo de proteger a Ideth. Había un lazo invisible que los unía, una conexión que iba más allá de las palabras. Recordaba cada interacción, cada mirada compartida, y en cada recuerdo encontraba un destello de la magia que había entre ellos.

Con el corazón palpitando con una mezcla de emoción y anhelo, Kayden llegó a una conclusión clara: estaba profundamente enamorado de Ideth, aunque no entendía del todo su origen o implicaciones. Era un amor que trascendía las barreras del deber y la lealtad, un amor que lo llenaba de esperanza y determinación. Decidió en ese momento que haría todo lo posible para protegerla y estar a su lado, sin importar los desafíos que el destino le deparara.

Mientras Kayden se encontraba inmerso en la belleza tranquila de Ideth, las pisadas apresuradas de Sir Diarmuid resonaron por el pasillo. Sin embargo, Kayden estaba tan absorto en sus pensamientos que apenas prestó atención al ruido. Fue solo cuando Diarmuid pasó por la habitación de Ideth y lo vio dentro que su atención se vio desviada.

-Kayden, ¿cómo se te ocurre estar dentro de la habitación de una doncella? - preguntó Diarmuid, visiblemente sorprendido. Kayden dio un pequeño salto de susto al escuchar la voz repentina de su compañero. Trató de explicar la situación, mencionando lo ocurrido anoche, la orden de Sir Gareth y su deber de proteger a Ideth.

Diarmuid escuchó con una ceja levantada, su expresión era una mezcla de sorpresa y comprensión. Después de un momento de reflexión, le aseguró a Kayden que estaba bien, pero le instó a actuar con más cautela en el futuro. Además, le informó que pronto llegaría su relevo y que debía dirigirse urgentemente al jardín del palacio.

Aunque confundido por la urgencia y el tono serio de Diarmuid, Kayden asintió en señal de entendimiento. Observó cómo su compañero se alejaba apresuradamente hacia los jardines, preguntándose qué podría estar sucediendo para requerir tal prisa.

Apenas Diarmuid se apresuró en irse, Ideth despertó y se encontró con la sorpresa de ver a Kayden dentro de su habitación. Aunque un poco desconcertada por su presencia, su rostro se iluminó al reconocerlo. Kayden, consciente de la necesidad de explicarse rápidamente, le contó sobre la orden de su superior y cómo se vio obligado a permanecer allí para protegerla, evitando cualquier malentendido.

Ideth escuchó atentamente, agradecida por la explicación y por la preocupación que Kayden había demostrado al permanecer a su lado durante la noche. A pesar de la incomodidad de la situación, le sonrió en señal de gratitud, aunque una punzada de dolor de cabeza le recordó que aún no se sentía del todo bien.

Justo en ese momento, el relevo de Kayden llegó, interrumpiendo su conversación. Kayden se despidió cortésmente de Ideth, prometiendo regresar más tarde para asegurarse de que estuviera bien. Con paso apresurado, se dirigió hacia el jardín del castillo, dejando a Ideth con una mezcla de emociones que aún no había tenido la oportunidad de procesar.

Kayden se apresuró hacia el final de los jardines del castillo, donde encontró a sus compañeros luchando por contener a Finley, el caballero enamorado de Enya. Al ver la situación, se acercó rápidamente y preguntó qué le sucedía a Finley. Sus compañeros explicaron que estaba decidido a enfrentarse al rey para exigir que libere a Enya, ya que no soportaba la idea de que su amor fuera arrebatado de esa manera. Sin embargo, todos sabían que, si Finley llevaba a cabo su amenaza, se condenaría a sí mismo.

Kayden se sintió consternado por la situación. Sabía que enfrentarse al rey no llevaría a nada bueno, pero entendía el desesperado deseo de Finley por proteger a su amada. Decidieron intentar calmarlo con palabras, tratando de encontrar una solución pacífica que pudiera resolver el conflicto sin causar más problemas.

Kayden apartó a Finley del grupo y comenzó a hablar con él en un tono tranquilo pero firme. Le hizo entender que enfrentarse al rey de esa manera solo llevaría a consecuencias desastrosas, tanto para él como para Enya. Le recordó que arriesgaba no solo su propia vida, sino también la de la persona que amaba. Finley, visiblemente afectado por estas palabras, empezó a calmarse.

Los compañeros de Kayden se sumaron a la conversación, ofreciendo ideas y sugerencias para encontrar una solución menos arriesgada pero igualmente efectiva. Kayden escuchaba con atención, deseando encontrar una manera de liberar a Ideth de la misma forma en que Finley quería salvar a Enya.

Después de haber logrado calmar a Finley y prometerle que todos juntos encontrarían una solución menos arriesgada, Kayden se retiró a su casa para descansar. Sabía que al día siguiente tendría que enfrentarse nuevamente a los aspirantes y estar presente para cuidar y proteger a Ideth.

Mientras Ideth se dirigía al salón para desayunar, optó por dejar atrás los recuerdos de la noche anterior y enfocarse en el presente. Escoltada por un nuevo caballero, llegó al salón donde solo había un par de doncellas, incluida Nessa, quien siempre parecía estar presente en los momentos importantes. Mientras tanto, el mensajero del rey anunciaba las noticias de que el rey había decidido mejorar las condiciones de estancia de las doncellas, ofreciéndoles habitaciones más confortables y concediéndoles cualquier deseo material que tuvieran para hacer su tiempo en el castillo más agradable. Tendrían hasta la noche para compartir sus deseos.

Ideth se sumergió en un mar de pensamientos al regresar a su alcoba, considerando las posibilidades para su solicitud al rey. Mientras tanto, las doncellas ausentes fueron informadas por las sirvientas sobre la nueva disposición del rey y el plazo dado para expresar sus deseos.

Con una caligrafía delicada y decidida, Ideth plasmó sus deseos en la hoja proporcionada. Pidió los instrumentos necesarios para escribir y expresarse, cuadernos, hojas, tinta y una pluma, junto con sobres para guardar sus palabras. Además, solicitó la indulgencia de baños calientes diarios para cuidar de su bienestar físico. Pero su petición más importante fue la libertad de interacción en el castillo, sin poner en peligro a nadie, y la posibilidad de deambular por las instalaciones sin perder la compañía de su escolta. Con estos pedidos, Ideth esperaba encontrar un poco de consuelo y normalidad en su nueva vida en el castillo.

Aunque el rey Waila parecía estar mostrando un gesto de amabilidad al ofrecerles comodidades a las doncellas, en realidad estaba llevando a cabo una estrategia. Su objetivo era crear un ambiente más relajado en el castillo para poder observar y conocer verdaderamente a las doncellas sin las restricciones de la formalidad. Sin embargo, también dejó claro que cualquier intento de escapar o engaño sería castigado severamente con el encarcelamiento y la pena de muerte. Esta dualidad entre la aparente benevolencia y la amenaza implícita agregaba un aire de tensión y desconfianza a la situación de las doncellas en el castillo.

En la majestuosa habitación del rey Waila, la luz dorada del atardecer se filtraba por las ventanas, bañando el espacio con un resplandor cálido y reconfortante. Sentado en su cama, con la mirada perdida en el horizonte que se dibujaba más allá de los muros del castillo, el monarca se sumía en profundos pensamientos. El dilema de elegir qué doncella conocer primero pesaba sobre sus hombros como una carga indeseada.

Consciente de la importancia de esta decisión, el rey reflexionaba detenidamente sobre las cualidades de cada una de las jóvenes. Aurina, con su espíritu valiente y su determinación inquebrantable, recordaba vagamente a la nobleza y la fortaleza de la difunta reina Leonor. Sin embargo, la idea de convivir con ella de inmediato no le resultaba del todo atractiva. Por otro lado, Roisin, la más joven y frágil de las doncellas representaba un desafío distinto. El rey Waila tenía claro que Roisin, con su fragilidad y tendencia al llanto, podía resultar un desafío para su paciencia y compostura. No era solo una cuestión de preferencias personales, sino también de pragmatismo político. El rey sabía que la fragilidad emocional de Roisin podía ser un obstáculo en su búsqueda de una nueva esposa que se asemejara a la difunta reina Leonor.

El rey era consciente de que no podía permitirse mostrar debilidad o ser perturbado por el llanto de una mujer, especialmente si pretendía mantener el control y la autoridad de su reino. Además, tenía en cuenta la necesidad de mantener una imagen de fortaleza y estabilidad frente a la nobleza y el pueblo, quienes podrían interpretar mal cualquier muestra de vulnerabilidad por parte del monarca.

Después de sopesar cuidadosamente sus opciones, el rey Waila tomó una decisión: comenzaría por Roisin. Aunque aún no había fijado una fecha específica para encontrarse con ella, prefería dejarlo al azar, confiando que el destino lo guiaría en el momento adecuado.

La decisión de optar por Roisin primero era una medida táctica para evitar situaciones incómodas o conflictivas en un futuro debido a su delicada naturaleza emocional.

En realidad, la elección del rey Waila de buscar una esposa con características similares a las de la difunta reina Leonor no era simplemente un acto de nostalgia o anhelo por su amada esposa. Detrás de esta decisión había motivaciones mucho más pragmáticas y políticas. El rey estaba consciente de las crecientes tensiones en el reino, así como de las sospechas que rodeaban la muerte de la reina Leonor.

Al elegir una esposa que se asemejara a Leonor en carácter y apariencia, el rey buscaba desviar la atención de las miradas inquisitivas y las insinuaciones de traición que podían recaer sobre él. Al hacer creer al pueblo que aún seguía lamentando la pérdida de su amada esposa, esperaba cambiar la narrativa en torno a su reinado y a la misteriosa muerte de la reina. Además, al contraer matrimonio con una nueva esposa, el rey aspiraba a asegurar la sucesión del trono y evitar cualquier intento de desestabilización política en el futuro.

En resumen, la elección de una esposa similar a la difunta reina Leonor no era una cuestión de afecto personal, sino que era una estrategia calculada para proteger su posición como monarca y mantener el equilibrio en el reino.

El día de Ideth transcurrió en relativa calma, pasando la mayor parte del tiempo en su habitación. Aún sentía el eco del desmayo de la noche anterior, lo que la hacía sentirse un tanto retraída y menos propensa a deambular por el castillo.

Prefirió quedarse en su habitación, aprovechando la tranquilidad para reflexionar sobre lo que había sucedido y recuperarse por completo. Se sumergió en la lectura de algunos libros que había solicitado, buscando distraer su mente y encontrar un respiro en las páginas de amores y emociones.

Aunque deseaba explorar más el castillo y conocer a otras doncellas, decidió tomarse las cosas con calma y darle tiempo a su cuerpo y mente para recuperarse por completo. Sabía que necesitaba estar en su mejor estado para enfrentar los desafíos que seguramente vendrían en los días siguientes.

Así, en la tranquilidad de su pequeña habitación, Ideth pasó el día, encontrando consuelo en la paz de su propio espacio personal.

Kayden se despertó temprano en la mañana, consciente de su responsabilidad de instruir a los aspirantes. Esta tarea no era habitual, ya que los aspirantes debían ser entrenados en una variedad de terrenos para estar completamente preparados. Hoy, el campo del castillo sería su escenario de entrenamiento una vez más.

Con determinación y profesionalismo, Kayden se preparó para el día que tenía por delante. Sabía que su labor como instructor era crucial para garantizar que los aspirantes estuvieran listos para enfrentar cualquier desafío que pudiera presentarse. Mientras se dirigía hacia los campos del castillo, su mente estaba enfocada en los planes de enfrentamiento que había diseñado para fortalecer las habilidades de los aspirantes.

A medida que el sol comenzaba a iluminar el horizonte, Kayden llegó a los campos del castillo, listo para guiar a los aspirantes a través de una serie de ejercicios y prácticas diseñadas para mejorar su destreza y resistencia. Con su experiencia y habilidad, estaba determinado a prepararlos de la mejor manera posible para los desafíos que les esperaban en el futuro.

Kayden observó a Bruce con atención durante toda la mañana, recordando el encuentro anterior con Ideth y cómo su presencia había despertado una leve sensación de celos en él. Aun sin saber que Bruce era el hermano de Ideth, Kayden notó la determinación en sus acciones, mientras Bruce se esforzaba por entrar al castillo y proteger a su hermana.

A pesar de no conocer la conexión entre Bruce e Ideth, Kayden admiraba la firmeza y el valor del joven mientras enfrentaba los desafíos para alcanzar su objetivo. Bruce mostraba una determinación inquebrantable, negándose a dejarse intimidar por nada ni nadie en su camino hacia el castillo.

Para Kayden, la presencia de Bruce no solo representaba un desafío personal en cuanto a sus propios sentimientos hacia Ideth, sino también una oportunidad para demostrar su profesionalismo y dedicación en su papel como instructor de los aspirantes.

Ideth se despertó sobresaltada por los gritos y el bullicioso sonido de las órdenes que inundaban el castillo desde temprano. Aunque su habitación no tenía ventanas, el ruido penetraba con fuerza, rompiendo la tranquilidad de la mañana. Al levantarse de la cama, sus ojos se posaron en el vestido sencillo y los elementos de aseo que yacían sobre una silla junto a su cama.

Agradeció en silencio que las mujeres encargadas del aseo no estuvieran presentes en ese momento, pues prefería enfrentarse a la soledad de su habitación, para ciertas tareas, que a la incomodidad de su presencia. Con movimientos lentos, comenzó a prepararse para el día, dejando que el agua fresca la revitalizara y el vestido sencillo realzara su belleza natural.

A medida que se arreglaba, su mente divagaba entre los acontecimientos del día anterior y las incertidumbres del futuro. ¿Qué le depararía el rey en los días venideros? ¿Cómo afectaría todo esto a su vida y a la de su familia? Con un suspiro, Ideth se obligó a dejar de lado las preocupaciones y a centrarse en el presente, listándose para enfrentar lo que el día tuviera reservado para ella.

Después de desayunar en el hermoso jardín bajo el radiante sol de la mañana, Ideth sintió el impulso de dar un paseo para disfrutar aún más del buen clima. Acompañada de su caballero, se aventuró a explorar los pintorescos senderos del castillo, evitando deliberadamente acercarse a los aspirantes para no provocar el disgusto de Kayden una vez más.

Mientras caminaban entre las exuberantes plantas y las coloridas flores que adornaban los jardines del castillo, Ideth se permitió relajarse y disfrutar del aire fresco y del canto de los pájaros. La belleza de los alrededores era reconfortante, y por un momento, logró alejar de su mente las preocupaciones y los temores que la habían acosado desde su llegada al castillo.

Conversando distendidamente con su caballero Brendan, y observando con atención cada detalle del entorno, Ideth se sintió momentáneamente libre de las tensiones y las incertidumbres que la habían estado agobiando. Era un breve respiro en medio de la intriga y la tensión que envolvían su situación, pero uno que ella sabía apreciar y aprovechar al máximo.

Con la tranquilidad de no encontrar a ningún aspirante o caballero cerca, ya que estaban desayunando para mantenerse enérgicos durante la instrucción, Ideth y su caballero pudieron disfrutar plenamente de su paseo matutino. La ausencia de la algarabía y la agitación que solían acompañar las actividades en el castillo les permitió sumergirse en un oasis de paz y serenidad, donde podían deleitarse con la belleza de los jardines y conversar sin interrupciones.

Ideth y su caballero se sumergieron en una conversación amena mientras recorrían los serpenteantes senderos del castillo. El sol cálido y la brisa suave acariciaban sus rostros, creando un ambiente idílico que los envolvía en una atmósfera de paz y armonía.

Lejos del bullicio y la agitación del día a día en el castillo, Ideth se sentía libre y relajada, disfrutando de la compañía de su caballero y la belleza de su entorno.

Brendan, el caballero asignado para proteger y acompañar a Ideth durante ese día, era un hombre de imponente presencia. Con unos aproximados 31 años, exhibía una complexión fornida que denotaba fuera y destreza física. Su cabello rubio resplandecía bajo la luz de sol, contrastando con su piel bronceada, como si el sol mismo lo hubiera marcado como uno de los suyos. Sin embargo, lo que más destacaban, eran sus ojos, profundos y azules como el mar en calma, capaces de transmitir calma o determinación según la situación. Con una postura firme y una mirada vigilante, Brendan era sin duda un caballero en el sentido más clásico de la palabra.

Entendiendo la situación y deseando evitar malentendidos, Finley solicitó a Brendan, un par de días atrás y muy insistentemente, un favor especial. Con nerviosismo en su gesto, Finley le pidió a Brendan que entregara una flor a Ideth, pero con la instrucción de que Ideth la entregara a Enya en su nombre, como un gesto de amor clandestino. Brendan, cauteloso ante la petición y consciente de su deber, accedió a llevar a cabo el encargo de Finley, aunque sintió cierta incomodidad por la delicada situación en la que se encontraba.

Brendan, recordando el favor que le había pedido Finley, actuó con premura y arrancó rápidamente un pequeño ramo de narcisos. Con cierto nerviosismo, se acercó a Ideth y le entregó el ramo, tartamudeando al explicarle rápidamente la razón detrás de este gesto. Con un tono apresurado, Brendan aseguró a Ideth que no quería causar malentendidos y que el ramo venía de parte de Finley, quien deseaba expresar su afecto hacia Enya de manera discreta.

La sorpresa inicial de Ideth se disipó rápidamente al comprender la situación. Su mente se llenó de imágenes de Enya recibiendo las flores, imaginando su rostro iluminado por la emoción al conocer la razón detrás del regalo. Se sintió emocionada de ser parte de ese momento especial entre Enya y Finley, compartiendo en silencio su alegría y complicidad en aquel amor secreto.

Con el ramo en la mano, Ideth se sintió transportada por un instante al lugar donde los sentimientos más puros y sinceros podían expresarse sin temor ni inhibiciones. Era reconfortante ser testigo de un gesto tan genuino de amor, incluso si era discreto y secreto. Con una sonrisa en los labios y el corazón latiendo con un nuevo calor, Ideth se dispuso a llevar las flores a Enya, ansiosa por compartir la alegría de aquel momento especial con su amiga.

El suave murmullo de las instrucciones de los instructores se mezclaba con el susurro de la brisa matutina que acariciaba el campo cercano al jardín. Mientras Brendan entregaba con nerviosismo las flores a Ideth, el eco de las voces de los instructores se filtraba a través de los árboles, recordando a Kayden y a los aspirantes que la jornada de entrenamiento continuaba.

El sonido distante de los caballos relinchando y el crujido de las armaduras añadían un ambiente de anticipación al aire, mientras los aspirantes se preparaban para enfrentar los desafíos del día. Sin embargo, para Kayden, el llamado a la acción se veía eclipsado por la escena que se desarrollaba frente a él, provocando un nudo de emociones encontradas en su pecho.

El corazón de Kayden latía con fuerza mientras la furia y la confusión lo invadían por completo. En un instante, su mundo parecía haberse desmoronado ante sus ojos al presenciar a lo lejos la escena de Brendan entregando las flores a Ideth. Una oleada de emociones lo impulsó a moverse, a actuar, a confrontar lo que veía como una traición.

Con paso decidido y la mandíbula apretada con rabia, Kayden avanzó hacia el jardín, determinado a afrontar la situación. Sin embargo, antes de que pudiera llegar demasiado lejos, una mano firme se posó en su hombro, deteniéndolo en seco. Era Diarmuid, cuyos ojos reflejaban una mezcla de sorpresa y preocupación al observar la reacción de Kayden.

Con gesto urgente, Diarmuid lo detuvo, comprendiendo el peligro que suponía una confrontación en ese momento. Sabía que debían actuar con precaución para evitar que la situación se saliera de control y pusiera en riesgo la seguridad de todos en el castillo.

Ante la mirada de odio de Kayden, Diarmuid mantuvo la compostura, con seriedad y determinación en su rostro. Sin ceder ante la presión, le recordó a Kayden las consecuencias potencialmente devastadoras de ceder a sus impulsos.

- ¿Realmente estás dispuesto a arriesgarlo todo por un ataque de celos? - preguntó Diarmuid, en un tono firme pero tranquilo. –Tu ira podría poner en peligro la vida de Ideth, de Brendan e incluso la tuya propia. Debes actuar con prudencia y pensar en las repercusiones de tus acciones. -

Con palabras cargadas de razón, Diarmuid intentaba disuadir a Kayden de tomar una decisión impulsiva que podría tener consecuencias irreversibles. Era crucial mantener la calma y abordar la situación con sensatez para evitar un conflicto mayor.

A pesar de la vergüenza y el odio que consumía su interior, Kayden aceptó la sabiduría en las palabras de Diarmuid. Juntos, continuaron corriendo hacia donde se encontraban los aspirantes, centrados en su deber de impartir órdenes y mantener el control de la situación, aunque la mente de Kayden estuviera sumida en la confusión y el desasosiego.

A pesar de la turbulencia emocional que lo embargaba, Kayden se esforzó por mantener la compostura y cumplir con su deber, consciente de que cualquier desliz podría poner en peligro la seguridad de todos. Con cada paso, luchaba por mantener la mente clara y enfocada, aunque su corazón latiera con furia dentro de su pecho.

Viendo el estado emocional de Kayden, Diarmuid reconoció la necesidad de que su compañero se calmara. Con una mirada comprensiva, le indicó que se tomara un breve descanso para refrescarse y relajarse con un poco de agua. Asintiendo con gratitud, Kayden aceptó la sugerencia de Diarmuid y se retiró unos momentos para recuperar la compostura. Mientras tanto, Diarmuid se mantuvo en su lugar, asegurándose de que todo estuviera bajo control y cubriendo el rol de su compañero temporalmente.

Kayden corrió hacia la cocina del castillo y al llegar, presenció como Ideth y Brendan salían del jardín para reunirse con las demás doncellas en la mesa donde habían desayunado esa mañana. Sintió un nudo en la garganta. La hermosa y radiante sonrisa en el rostro de Ideth golpeó el corazón de Kayden con una mezcla de dolor y desesperación. Se preguntaba si, al cumplir con su deber como caballero, había perdido la oportunidad de conquistar el corazón de Ideth. Decidió mantenerse firme y continuar con sus responsabilidades, pero en lo más profundo de su corazón, la duda y la tristeza seguían acechándolo.

A medida que avanzaba por los pasillos del castillo, Kayden se sumergía en un mar de pensamientos tumultuosos. ¿Qué había hecho mal? ¿Por qué sentía ese vacío en el pecho al ver a Ideth sonreír junto a Brendan? Trataba de recordar las palabras de Diarmuid, instándolo a mantener la calma y no dejar que los celos lo dominaran, pero era difícil cuando cada fibra de su ser anhelaba estar en el lugar de Brendan, recibiendo una sonrisa de gratitud de Ideth.

La idea de que Ideth pudiera sentir algo por Brendan le atormentaba. Se maldijo a sí mismo por no haber actuado antes, por no haber expresado lo que sentía. Ahora, se sentía atrapado en un laberinto de emociones confusas, con el corazón dividido entre el deber y el deseo.

Mientras tanto, el bullicio del castillo continuaba a su alrededor, ajeno al conflicto interno de Kayden. Los sirvientes iban y venían, los caballeros entrenaban en el patio, y el murmullo de la vida cotidiana seguía su curso. Pero para Kayden, todo parecía estar suspendido en un limbo, mientras luchaban por encontrar una salida a su tormento emocional.

Con el corazón aun pesado, Kayden se refrescó rápidamente y salió hacia su deber por otra puerta diferente, eligiendo un camino que evitara cruzarse con Ideth. La brisa fresca le ayudaba a despejar la mente, pero el recuerdo de la sonrisa de Ideth persistía, como un fantasma que lo seguía a cada paso. Aunque se esforzaba por mantener la compostura y concentrarse en sus responsabilidades, la sensación de pérdida lo acompañaba en cada paso.

Kayden asintió con resignación ante la propuesta de Diarmuid, reconociendo que una noche de distracción podría ser justamente lo que necesitaba para despejar su mente turbada. Aunque sabía que al día siguiente tendría que enfrentarse nuevamente a sus responsabilidades, la idea de escapar por unas horas de la presión del castillo resultaba tentadora.

Diarmuid, con una sonrisa de complicidad, le aseguró que sería una velada digna de recordar, y que todos necesitaban un descanso de vez en cuando, incluso los caballeros más entregados al deber. Kayden se dejó convencer por la energía contagiosa de su amigo, encontrando un destello de esperanza en la idea de disfrutar de una noche de camaradería y diversión.

En un rincón apartado del castillo, lejos de las tensiones y los susurros de los caballeros, Ideth entregaba las flores a Enya con una sonrisa radiante en el rostro, explicándole el motivo. La doncella resplandecía felicidad al recibir el obsequio, sintiendo cómo el gesto de Finley calentaba su corazón y le recordaba el amor que compartían.

Para Ideth, ver la expresión de alegría en el rostro de su amiga era motivo suficiente para sentirse plena. Sabía lo importante que era para Enya sentirse amada y apreciada, y el simple acto de recibir unas flores de parte de su enamorado llenaba de luz y calidez el ambiente que las rodeaba.

Mientras contemplaba la sonrisa resplandeciente de Enya, Ideth se sentía inundada por una oleada de felicidad compartida. La alegría de su amiga se convertía en la suya propia, y en ese momento, cualquier preocupación o tristeza se desvanecía ante la fuerza del vínculo que las unía.

Entre la efervescencia de la felicidad que inundaba el ambiente, Ideth no podía evitar que su mente vagara hacia Kayden. Cada pensamiento en él provocaba un revoloteo de mariposas en su estómago, un cosquilleo que la hacía sonreír sin poder evitarlo.

Aunque disfrutaba del momento compartido con Enya y se alegraba sinceramente por la felicidad de su amiga, una parte de su corazón anhelaba la presencia de Kayden. Cada gesto, cada mirada, cada palabra compartida entre ellos resonaba en su mente, creando un eco de emociones que la envolvían con una dulce nostalgia.

Ideth se permitía sumergirse en la suave brisa de la esperanza, dejando que los pensamientos de Kayden la llevaran a un lugar donde el tiempo se detenía y solo existían ellos dos, envueltos en la calidez de un amor aún por descubrir. Aunque el presente estuviera colmado de alegría y camaradería, su corazón anhelaba el momento en que pudiera compartir cada uno de esos sentimientos con Kayden, en un mundo donde solo existieran ellos dos.

Mientras los aspirantes disfrutaban de un breve receso para almorzar en sus respectivos hogares, los caballeros instructores regresaban al castillo para compartir su comida. En ese momento, los caminos de los instructores y las doncellas se cruzaron en uno de los tantos pasillos del castillo. Ideth, con una sonrisa radiante, buscó la mirada de Kayden, pero en lugar de encontrar el brillo cálido al que estaba acostumbrada, se encontró con una ceja arqueada, una expresión que parecía destilar desinterés. La desconcertante reacción de Kayden dejó a Ideth sintiéndose confundida y triste. Enya, observando la escena desde la distancia, se sorprendió al ver cómo la mirada luminosa que Kayden solía dirigir a su amiga se había transformado en algo completamente distinto. ¿Había malinterpretado algo? Las dudas se arremolinaban en su mente mientras trataba de entender qué había sucedido entre los dos.

Al ver la escena entre Kayden e Ideth, Nessa, siempre ansiosa por ser el centro de atención, aprovechó la oportunidad para lucirse aún más. Con una gracia natural y un toque coqueto en su andar, pasó frente a los caballeros con una sonrisa encantadora en los labios. La reacción de los hombres no se hizo esperar: sus miradas se llenaron de lujuria y admiración, y entre ellos, destacaba la figura de Kayden, quien no pudo evitar seguir su movimiento con interés, o así lo interpretó Ideth. Esta situación dejó a Ideth sumida en un mar de emociones encontradas, entre la tristeza y la confusión. Mientras tanto, Enya, notando el estado de ánimo de su amiga, se acercó con compasión y solidaridad, enviando una mirada llena de resentimiento hacia Kayden, culpándolo de la angustia de Ideth.

Aunque Kayden intentaba disimular su dolor luego de haber presenciado la escena en el jardín, su comportamiento hacia Nessa era un mero intento de distraerse y olvidar lo que había visto. Sin embargo, en lo más profundo de su mente, sabía que esa no era la solución. A pesar de sus esfuerzos, la mirada de Enya hacia él pasó desapercibida en ese momento, ya que su mente estaba dominada por el remordimiento y la confusión.

Kayden se sintió como un completo idiota al darse cuenta de que había caído en la trampa de Nessa. La mirada triunfante que ella le lanzó a Ideth parecía confirmar sus sospechas. La indiferencia de Brendan hacia Nessa no pasó desapercibida para Kayden, quien comenzó a cuestionarse si tal vez ese había sido el motivo por el cual Ideth había aceptado las flores que le entregó.

La idea de que Brendan pudiera ser más digno de Ideth que él mismo comenzó a atormentar a Kayden. Se sintió invadido por una mezcla de ira, confusión y autodesprecio al recordar cómo había mirado a Nessa, sin quererlo, en un vano intento de olvidar lo que había presenciado en el jardín. Esta reflexión lo llevó a cuestionarse su propia valía y sus acciones pasadas hacia Ideth. Se sintió abrumado por la idea de que tal vez había perdido la oportunidad de demostrarle su verdadero interés y afecto. La posibilidad de que Ideth pudiera encontrar felicidad y compatibilidad con otro caballero lo llenó de una sensación de vacío y desesperación. En ese momento, la mirada triunfante de Nessa hacia Ideth le hizo sentir como un completo idiota.

Enya se esforzaba por distraer la mente de su amiga y ayudarla a olvidar lo que acababa de presenciar. Ideth, por su parte, todavía no entendía completamente lo que sentía por Kayden, pero el comportamiento de este último le había causado un profundo dolor. Aunque no estaba segura de la naturaleza exacta de sus sentimientos hacia él, la actitud distante de Kayden la lastimó profundamente. Sus pensamientos se vieron envueltos en una maraña de confusión y tristeza mientras intentaba procesar lo sucedido y encontrar una manera de seguir adelante.

El peso del corazón de Kayden parecía crecer con cada encuentro fugaz con Ideth a lo largo del día. Cada vez que sus miradas se cruzaban, él podía percibir la extrañeza en el tono de su voz al llamarlo "Sir Kayden". Era como si la conexión que habían compartido antes se hubiera desvanecido en el aire, reemplazada por una distancia incómoda y fría.

Por más que intentaba ignorar esa sensación de malestar, Kayden no podía evitar sentirse afectado por la actitud distante de Ideth. Cada interacción con ella era como un recordatorio doloroso de lo que pensaba que había perdido, de cómo sus propias acciones habían cambiado irrevocablemente la dinámica entre ellos. Y aunque deseaba desesperadamente recuperar lo que una vez tuvieron, sabía que no sería fácil reconstruir lo que había sido dañado.

Mientras tanto, Kayden luchaba por mantener una apariencia de normalidad frente a los demás, esforzándose por ocultar el tumulto de emociones que lo consumían por dentro. Cada paso que daba en el castillo parecía más pesado que el anterior, y el peso de su corazón solo parecía aumentar a medida que avanzaba el día.

A medida que la noche se iba adueñando del cielo, Kayden y sus compañeros caballeros se dirigieron a la taberna local. Conscientes de sus responsabilidades laborales a la mañana siguiente, se esforzaron por controlar su consumo de alcohol. A pesar del ambiente animado y bullicioso de la taberna, todos mantenían en mente la necesidad de mantener la compostura.

En medio de la reunión, Finley irrumpió en la taberna con una sonrisa de oreja a oreja, irradiando una energía contagiosa. Su presencia llenó el lugar de una atmósfera de anticipación, y todos los presentes se giraron para ver qué traía consigo el joven caballero.

Con una expresión de triunfo en su rostro, Finley compartió con entusiasmo la historia de cómo había logrado demostrarle su amor, una vez más, a Enya. Su relato estaba lleno de detalles emocionantes y gestos románticos, y cada palabra que pronunciaba parecía resonar en el aire con una mezcla de alegría y esperanza.

La historia de Finley resonó en lo más profundo de Kayden, dejándolo con un sentimiento abrumador de remordimiento y autodesprecio. Mientras escuchaba cada detalle del relato de su compañero, Kayden no pudo evitar reflexionar sobre sus propias acciones impulsivas y las consecuencias negativas que habían tenido.

Se sintió como si hubiera fallado no solo a sí mismo, sino también a aquellos a su alrededor. ¿Cómo podía ser que, como un caballero entrenado y experimentado, no hubiera sido capaz de ejercer un juicio más sabio antes de actuar? La realización de que su impulsividad había llevado a oportunidades perdidas y relaciones fracturadas lo llenó de un profundo pesar.

Con cada palabra de Finley, la sensación de haber desperdiciado todas sus posibilidades se afianzaban en la mente de Kayden. Se preguntaba cómo había llegado a este punto, cómo había permitido que su falta de control lo llevara a este oscuro lugar de arrepentimiento y autocondena.

Diarmuid observó con preocupación la lucha interna que Kayden estaba librando. Reconociendo la angustia en la mirada de su amigo, decidió darle espacio para que pudiera enfrentar sus propios demonios en privado. Mientras Kayden se despedía de sus compañeros con la excusa del cansancio, Diarmuid no pudo evitar sentir empatía por él, sabiendo que detrás de esa fachada de cansancio se escondían emociones mucho más complejas y dolorosas. Aunque deseaba poder ofrecerle palabras de consuelo o consejo, entendía que a veces era necesario enfrentar los propios dilemas en solitud. Con un gesto de comprensión y solidaridad, Diarmuid simplemente asintió en silencio mientras Kayden se retiraba del lugar, deseándole en secreto la fortaleza y la claridad mental que tanto necesitaba en ese momento.

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