2. DESPERTAR

La claridad de la ventana hace que abra sus ojos. Está solo en el hotel que reservaron el día anterior para la celebración de su graduación, sin saber cómo regresaron ni a qué hora.

—¡Diantres! ¿Por qué tuve que beber tanto ayer? Me mata la cabeza —dice mientras rebusca en la maleta un calmante.

 La resaca es muy grande, no recuerda apenas nada. Se dirige, después de tomar la pastilla, al baño y se mete en la ducha dejando que el agua bien fría lo ayude a despertar. Tras un rato se siente un poco mejor. Sale y empieza a prepararse para afeitarse cuando algo en su dedo llama su atención. Sí, es un anillo de matrimonio. Y las imágenes de la mujer más bella que ha visto en su vida diciéndole, ¡sí acepto!, en una ceremonia de boda, llegan a su mente.

—¡¿Con quién diablos me casé?! —pregunta desesperado, gritando a todo pulmón mientras abandona el baño. Busca respuestas mientras revisa su cama, por si acaso, pero no, no hay nadie en ella. Sale corriendo por la habitación, incapaz de calmarse.

—¡Guido...! ¡Guido…! ¿Dónde te metiste? ¡Guido! —sigue llamando, a voces, en busca de su hermano menor, el único que puede darle una explicación. A punto está de correr hacia la habitación contigua, recordando que alquilaron separadas, cuando lo ve.

Allí está Guido, detrás del sillón de la sala, hecho un desastre. Sus ojos apenas pueden abrirse y su semblante es deplorable.

—¡¿Deja de gritar, Gerónimo, y dime qué quieres?! Mi cabeza… me va a explotar —masculla mientras sujeta su cara con ambas manos. —¡Demonios, fue la peor noche de mi vida!

—¡Guido, despiértate! ¡Despiértate! —le insiste Gerónimo, sacudiéndolo con fuerza. Guido sigue tambaleándose como si apenas pudiera mantenerse en pie, mientras el fuerte olor a alcohol lo envuelve todo. —¡Acaba de despertarte Guido por Dios, estoy metido en tremendo problema!

—Sí, mi hermano, estoy despierto. ¿Qué pasa? ¿Qué quieres? —responde, casi inaudible, dejando caer de nuevo su cuerpo contra el sillón.
—¡¿Me puedes explicar qué significa esto en mi dedo?! —pregunta Gerónimo, alzando la mano para mostrarle el anillo reluciente. Lo detiene sujetándolo de los hombros para que enfoque bien.

 Guido hace un gran esfuerzo para abrir los ojos, concentrándose en la mano de su hermano. Finalmente, parece reconocer el objeto y suelta una carcajada, cortada por un quejido de dolor en su cabeza.

—¡Oh, sí, mi hermano, claro que puedo! —dice con voz pastosa, apartándose tambaleante. Y con un tono más dramático, le grita: —¡Te casaste! ¡Con aquella señorita tan linda! ¿Cómo era que se llamaba? Un momento… ah, no recuerdo... ¡Me hiciste beber mucho!

Intenta avanzar hacia su habitación, tropezando con un zapato en el suelo. Gerónimo reacciona rápido, colocándose frente a él.

—¡Guido, espera! ¿Por qué estamos aquí en América? —le corta con seriedad, buscando respuestas con la mirada.

—¡Porque no querías casarte, mi hermano! —responde Guido, levantando un dedo índice para remarcarlo, como si fuera la solución a todo el enigma.

—¡Exacto! —replica Gerónimo, casi gritándole—. ¿Entonces cómo explicas esto? —Le enseña el anillo de matrimonio en su dedo de nuevo como si Guido fuera el culpable de todo y que debía impedir que él cometiera tamaño error. Pero éste lo mira de nuevo y le vuelve a responder a gritos como antes.

—¡No me culpes a mí, Gerónimo! ¡Te casaste! Y cuando quise impedirlo, me lanzaste por la borda como si nada. ¡Por poco me ahogo! —termina soltándose de su agarre molesto. 

—¿Qué hice, qué? —se detiene en seco, eso es algo que no esperó. —¿Te lancé por la borda a ti?

 Gerónimo lo mira incrédulo, aunque sabe que su hermano nunca le miente. Él sería incapaz de poner a su único hermano en tal peligro, ¡si él no sabe nadar! ¡Le tiene terror al agua desde pequeño! ¡No, seguro debe estar bromeando! No puede haberle hecho  eso que dice,  ¡adora a su hermano pequeño y se la pasa cuidando de él!  Imposible que lo pusiera en tal peligro y si lo hizo, algo está muy mal con él.

—¡Sí, me cargaste como un saco de papas y me arrojaste al agua! —insiste Guido, caminando tambaleante hacia su habitación. —¡Gracias a los que me rescataron o no lo estaría contando! ¿Y sabes lo peor...? ¡Después me obligaste a beber todo ese alcohol para calentarme, mientras tú te casabas!

—¡Esto no tiene sentido! ¿Estás seguro de que me casé? ¿No era una broma? —pregunta Gerónimo, desesperado por una salida lógica a todo el caos. No puede estar hablando en serio, piensa, ¿cómo me voy a casar?

—¡No Gerónimo, no fue broma! ¡Te casaste! —Vocifera mientras camina sin rumbo por la habitación, dando tumbos. —Y me arrojaste al mar, así que deja que me vaya. Necesito bañarme para ver si despierto.

—¡No, mi hermano, no fue broma! ¡Te casaste con la mujer más hermosa que he visto en mi vida! —responde Guido, lanzando las palabras al aire con un tono teatral, mientras se tambalea hacia el sillón.

 Gerónimo, inmóvil, observa a su hermano mientras trata de unir los fragmentos de lo que parece una pesadilla. Solo una imagen borrosa vuelve a su cabeza: una joven vestida de novia corriendo hacia él con el rostro bañado en lágrimas... lágrimas que parecían felicidad, aunque no lo sabe con certeza. ¿Era real o solo fruto de su cabeza abrumada?

—Voy a mi habitación—dice Guido. — Necesito una ducha y algo de comer. Tú pides la peor comida.

—Está bien mi hermano, perdóname por lo de anoche—le dice intentando ayudarlo. — ¿Sabes que jamás te haría daño cuerdo? ¡Tenías que haberme dado un tiro en un pie! 

 Trata de sujetarlo, porque piensa que en cualquier momento se va a caer, él nunca ha sido de beber mucho. ¿Qué tamaña irresponsabilidad cometió en su borrachera, no solo casi mata a su único hermano, sino que al parecer es verdad que se casó? ¿Cómo pudo lanzar a su hermano al agua? Se pregunta en lo que vuelve a detenerlo y le dice.

—¡Nunca vuelvas a permitir que yo ponga tu vida en peligro mi hermano, tienes mi permiso para darme un tiro y detenerme a toda costa! Ven siéntate, tal parece que te vas a caer. Ahora pido desayuno y unos cafés para los dos. Creo que mejor te bañas aquí para ayudarte, tienes tremenda facha.

—Gracias, pero mejor me voy a mi habitación y llamo yo por el desayuno. —Dice apartándole y alejándose rumbo a la puerta. —Tú tienes muy mal gusto en las comidas y necesito comer urgente.

—Está bien, pero no demores. 

Lo ve marcharse, mientras trata por todo los medios de recordar el nombre de la hermosa chica, solo viene a su mente alcoholizada aún, una joven corriendo hacia él vestida de novia, lanzándose en sus brazos con el hermoso rostro bañado en lágrimas, mientras forzaba una sonrisa. ¡Parecía un ángel escapando! ¿Será ella o lo imaginó?  

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