Gerónimo se quedó mirando a Filipo, quien hablaba vehementemente, y, sí, era verdad todo lo que decía su primo. Recordó cómo la conoció fugazmente en Roma una noche; apenas un instante bastó para que la besara. Luego, al cabo de un año, el destino la puso en su camino nuevamente, esta vez huyendo de una boda, para terminar casándose con ella al otro lado del mundo.—¡Tienes razón, primo! —exclamó, poniéndose de pie con determinación—. ¡Lo haré! ¡Buscaré a Cristal y la conquistaré! ¡No la dejaré escapar!Filipo y Guido intercambiaron sonrisas al escuchar la resolución de Gerónimo. Riendo con satisfacción, abrazaron a su primo, celebrando juntos la decisión que acababa de tomar. A pesar del nudo en el estómago que sentía, Gerónimo no pensaba retroced
Cristal se había vestido con un conjunto de pantalones negros, unas grandes gafas de sol y un pañuelo junto a una gorra que cubrían su cabello, completando así su atuendo. Salió del apartamento, que se encontraba en uno de los barrios de Nueva York: la Pequeña Italia. Había años desde que su familia la había abandonado, dejándola al cuidado de su tía, momento en el que comenzó a vivir en América.Cuando su hermano llegó después de cinco años sin verla, le compró ese apartamento por si alguna vez necesitaba esconderse. Para todos sus conocidos, ella era la hija de su tía y su esposo; incluso su nombre y apellido habían cambiado. Ni siquiera a Helen se lo había mencionado. Era una lección que había aprendido de su familia mafiosa: había secretos que solo debían pertenecer a uno mismo, pues la vida
Al escuchar esto, Gerónimo colgó el teléfono, visiblemente abatido. La noticia de que Cristal se había marchado a Italia no era fácil de digerir, pero lo que verdaderamente le atormentaba era la mención de aquel hombre que la había acompañado. —¿Qué pasó, Gerónimo? ¿Qué dijo el tío? —preguntó Guido, incapaz de ocultar su impaciencia. —Sí… y no. —respondió Gerónimo, dejando escapar un largo suspiro—. Dieron con el taxi que la llevó hasta un apartamento, pero la perdieron de vista cuando un tipo la recogió. Se fue con él en un avión privado rumbo a Roma. —¡Eso es fantástico! Ahora sabemos dónde está, ¡podemos ir a buscarla! —exclamó con una mezcla de entusiasmo y alivio. —¡Se fue
Cristal había hecho la llamada mientras caminaba rumbo a su apartamento. Le pareció que unas sombras la seguían. Rápidamente se escondió y recorrió los pasadizos secretos que su hermano le había enseñado, pasadizos que la llevaban hasta el apartamento sin que nadie la viera. Entró apresurada y se acostó asustada. ¿La habría encontrado Jarret? ¿Sabría de este apartamento? Se lo preguntaba con temor y, al instante, se respondió: no, no es posible. Solo había venido aquí un par de veces, y él estaba en Italia en ese entonces.Por suerte, había tenido tiempo de hacerse con unos pocos espaguetis, una botella de aceite y un pollo. Con eso tendría suficiente hasta que su hermano llegara por ella. ¡Debió haber dejado comida aquí! Bajó las cortinas del apartamento para evitar que alguien viera la luz. Que
Ambos se querían como a nada en el mundo. A pesar de haber sido separados de niños… o quizá por eso mismo, se amaban y confiaban ciegamente el uno en el otro. Cristal, finalmente, se detuvo y su hermano, con delicadeza, la bajó al suelo, observándola para asegurarse de que estaba bien. Ella también lo revisó con la mirada, notando cuánto había cambiado. Mi hermano es realmente apuesto... Hace un año que no lo veía en persona. Ahora, así de cerca, veo que ha crecido. Es todo un hombre… y muy bien parecido.—Estás linda, hermanita —le dijo con una amplia sonrisa, mientras la miraba con ternura. —¿Estás bien? —Sí, sí. No me pasó nada, gracias a Dios —respondió Cristal, mientras continuaba observándolo. — ¿Y tú? Has crecido mucho… Estás muy apuesto.
Giovanni miró a su sobrino fijamente. Filipo le sostuvo la mirada, para luego dirigirla a su padre en busca de apoyo en ese asunto. Conocía que Fabrizio no era partidario de esas cosas y contaba con eso para impedir que obligaran a Gerónimo a divorciarse y contraer matrimonio con Ellie. Volvió a mirar a su tío al escucharlo decir molesto:—¡Filipo, ese muchacho tiene tu edad y todavía no se ha casado!—Vamos, Giovanni. Pero tampoco es para que le hagas eso —lo reprendió Fabrizio—. Ambos se han portado muy bien este año. Deja que el chico busque a su mujer, se lo ha ganado. —¿Te vas a poner de parte de tu hijo? —preguntó Giovanni, pasando la mano por su cabeza con frustración. Fabrizio lo conocía demasiado bien. Sabía que esta no era una idea propia de su hermano Giovanni. Sus ojos se dirigieron brevem
Al llegar a Roma, lo primero que hicieron fue movilizar a todos los hombres de la gran familia Garibaldi, con el objetivo de recorrer la ciudad buscando a la mujer. Repartieron copias de la foto de Cristal a los contactos, mientras Colombo los había puesto en contacto con un amigo suyo en la policía para ayudar en la búsqueda. —Gerónimo, solo la hemos localizado en el aeropuerto —dijo el policía, mostrándole en las cámaras de seguridad—. Ahí está, mira. Es esa chica que llevan cargada. Revisaron durante un buen rato todos los videos de seguridad que registraban la llegada de Cristal. En efecto, salía del aeropuerto en brazos del mismo hombre que la había acompañado desde América. La subió a un auto negro, escoltado por tres más del mismo color, todos sin matrícula. Poco después, los autos desaparecían en la ciud
Evelin lo conocía de toda la vida y por eso le decía esas palabras, para movilizar ese sentimiento protector en Oliver y que corriera a los brazos de Darío. —¿Está asustado? —preguntó Oliver, ahora preocupado. —Sí, me mandó para saber por qué no salías de tu habitación —contestó Evelin con seriedad—. Todos te están esperando. Ven, toma mi brazo. Te vas a sorprender con lo que él ha hecho por ti, Oli. Son muy afortunados de tenerse el uno al otro. —Lo sé, Eve. Fue tan difícil comenzar una relación con él... y míranos ahora. ¡Todavía no puedo creer que voy a casarme con el hombre de mi vida y que vamos a ser muy felices! —dijo, sonriendo más tranquilo al recordar su inicio con Darío—. Con lo arisco que era al principio, llegué a pen