11. REGRESO A ITALIA

Al escuchar esto, Gerónimo colgó el teléfono, visiblemente abatido. La noticia de que Cristal se había marchado a Italia no era fácil de digerir, pero lo que verdaderamente le atormentaba era la mención de aquel hombre que la había acompañado.  

—¿Qué pasó, Gerónimo? ¿Qué dijo el tío? —preguntó Guido, incapaz de ocultar su impaciencia.  

—Sí… y no. —respondió Gerónimo, dejando escapar un largo suspiro—. Dieron con el taxi que la llevó hasta un apartamento, pero la perdieron de vista cuando un tipo la recogió. Se fue con él en un avión privado rumbo a Roma.  

—¡Eso es fantástico! Ahora sabemos dónde está, ¡podemos ir a buscarla! —exclamó con una mezcla de entusiasmo y alivio.  

—¡Se fue
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