¿Cómo todo se enredó así? Estaba esperando porque Guido trajera el auto, alguien le indicó que lo llamaban, y vio a esa hermosísima chica, que lo besara en la boda de sus primos, en casa de su tío Rossi en Roma y con la que ha estado soñando todo un año. ¿Qué locura es ésta? ¿Cómo se pudo haber casado con ella, si no la conoce? Y si lo hizo de verdad, ¿dónde se metió? ¿Por qué no está aquí con él?
Mira el anillo en su dedo. ¿De dónde salió ese anillo que le sirve? ¿Por qué ella tenía anillos de compromiso con ella? A lo mejor no es nada Gerónimo, debes calmarte. Quizás solo hicimos la farsa de casarnos y es mentira, no estoy casado. Sí, eso debe ser, ¿cómo me voy a casar en un yate? Eso fue solo la borrachera, y todavía cabe la posibilidad que sea broma de mis primos. Con ese pensamiento se va calmando. Seguro que todo esto no fue más que un juego de borrachos, o quizás una broma de sus primos dirigida por Oli. Porque si no la chica estuviera aquí y no está. Gerónimo eso fue un juego, una broma de ellos que saben que la quiero encontrar, me las van a pagar por no avisarme que la habían encontrado ellos, cálmate, no hiciste esa locura. Todo fue de seguro una maldad de tus primos y amigos. Está en eso, cuando ve la puerta de su habitación abrirse de par en par violentamente. —¡Mi hermano, no vas a creer lo que acabo de encontrar en mi cuarto! —Entra Guido con un sobre en la mano gritando con cara de espanto. —¡Mira Gerónimo, es el certificado de matrimonio! ¡Registrado y todo! — ¡¿Qué?! ¡Eso era lo único que me faltaba! —exclama desconcertado y asustado al mismo tiempo. Toda la calma que había logrado reunir pensando que era una broma de mal gusto que le habían gastados sus amigos y primos, se va ante la visión del certificado de matrimonio que le entrega Guido que al parecer ha hecho que también se despierte. Esto no le puede estar pasando, tiene que ser una pesadilla, sí, esto es la peor pesadilla de mi vida, se dice incrédulo. Sólo la salvó, ¡salvó! ¿Como rayos terminó casándose con ella? —¿Sabes cómo se llama la chica? —pregunta a su hermano que lo observa en silencio. —Se llama Cristal Evanguelidi —responde Guido leyendo el certificado. — Vaya, es la primera vez que escucho un nombre como ese. —Yo también—confiesa Gerónimo. —Pregunté en la recepción, si se hospedaba aquí y me dijeron que no—le informa Guido tratando de pensar como ayudar a su hermano mayor. —¡¿Entonces, dónde voy a encontrar a la mujer con quién me casé?! ¡Es una desconocida! —exclama Gerónimo poniéndose de pie, Gerónimo con el certificado de boda en sus manos trata de recordar algo más, pero su cabeza es una total confusión. Mira a su hermano que ha recibido el desayuno, y avanza con la mesita de ruedas a su encuentro. —Ven mi hermano, vamos a desayunar, con el estómago lleno a lo mejor se nos aclaran las memorias—le pide Guido. Se sienta en la mesa, mientras su hermano acomoda la comida. No puede creer que haya cometido tamaña estupidez. Todo el sacrificio que hizo fue tirado por la borda en una sola noche. Durante todo el año que han estado en Nueva York viviendo en la casa del doctor Rossi, se dedicaron a los estudios, solo de vez en cuando visitaban los clubes, pero se habían mantenido cuerdos. Sin novias ni mujeres persiguiéndoles. Y ahora esto… sus padres lo matarán. Hasta ya estaban allí para asistir a su graduación con esa chica que se ha estado escribiendo y hablando por internet. No son novios, pero sí buenos amigos. Hasta barajó la idea de comprometerse con ella, para hacer felices a sus padres. La chica es linda, graciosa, y cree que podría llegar a amarla. —Guido, después que saliste a todo dar del hotel con nosotros ¿recuerdas si ella dijo algo más que nos dé una pista de dónde encontrarla? —preguntó tratando de armar los recuerdos. —Solo lloraba y lloraba —contestó Guido sin dejar de comer. — Si tú que estabas al lado de ella. Bueno, ja, ja, ja…, mejor dicho, debajo de ella, no la entendiste, ¿cómo lo voy a hacer yo que estaba tratando de escapar de los que nos perseguían? Por eso fuimos a parar al puerto. Luego nos montamos en aquel yate donde se celebraba otra boda. Así logramos escapar. — ¿Y qué pasó entonces? —siguió Gerónimo preguntando. —Recuerdo haberme sentado en un bar con ella, que no dejaba de llorar. Me dijo algo de que era una tonta. — Bueno, yo logré sacarle algo cuando fuiste al baño —agregó su hermano. — ¿Qué lograste saber? —preguntó de inmediato. Guido lo miró en silencio por un momento, mientras le daba un gran sorbo al café negro y amargo que habia mandado a traer para despejarse. Receta de su abuela italiana. Entrecierra los ojos para recordar, diciendo que le parece que Cristal le dijo, que había escapado de su familia mafiosa. —¿Mafiosa? —pregunta asombrado Gerónimo. —Sí, lloraba por eso, lo repetía mucho. Que había escapado de su familia mafiosa para ir a caer en otra peor —sigue contando Guido sin dejar de comer. — Resulta que el tipo con el que se iba a casar, solo lo hacía por su familia mafiosa…, eso me contó. Guido entrecerró los ojos haciendo un esfuerzo, luego negó con la cabeza diciendo que se había ido a bailar con una morena que estaba de infarto. Y lo otro que recordaba era verlo apuntándole al padre de la iglesia con una pistola y a otro que estaba allí con los libros y certificados de matrimonio. —Me obligaste a darles tu pasaporte —se detuvo y miró a su hermano. —¡Y Cristal también tenía el de ella y hasta sacó esos anillos de su bolso! ¿Lo puedes creer? Ahora que lo pienso, parece que te tendieron una trampa. Porque sino, ¿cómo explicas que ella tuviera esos anillos y mira cómo te sirve? Después logré arrebatarle tu pasaporte al notario, pero… me lo quitaste y me lanzaste por la borda. —¡Por dios Guido, jamás vuelvo a beber a ese punto de poner tu vida en peligro! ¡Te lo prometo mi hermano, jamás lo haré! ¡Perdóname Guido, sabes que daría mi vida por ti! —exclama Gerónimo realmente afectado por lo que le hizo a su único hermano. —¿Qué vas a hacer ahora mi hermano? —lo saca de sus pensamientos su hermano. —Encontrarla Guido, tengo que encontrarla — no le queda de otra que solucionar el enredo en que está metido. —Si papá se entera de esto me va a matar. Tengo que encontrar a Cristal, para divorciarme. Recuerda como me amenazó papá la última vez que discutimos, y creo que lo va a cumplir si se entera. ¡Tengo que encontrar a mi desconocida esposa para que deje de serlo!Gerónimo se queda en silencio, todavía tratando de encontrar la manera de llevar a cabo eso que acaba de decir. Se deja caer en la silla al lado de su hermano, que lo mira sin saber cómo ayudarlo. Tienen sólo un año y medio de diferencia de edad. Lo han hecho todo juntos desde que tienen uso de memoria. Estudiaron juntos la misma carrera; incluso su padre mandó a Guido un año antes a la escuela para que estuviera con todos sus primos en la misma aula, con la intención de que se cuidaran entre ellos. —¿Cómo lo vamos a resolver, mi hermano? Cristal no está, ni se hospedó en el hotel. Tampoco tenemos la menor idea de quién pueda ser —le dice Guido, realmente preocupado—. Y tenemos que regresar a casa para la boda de Oli. Además, la graduación es hoy. —Lo primero que vamos a hacer es esconder este certificado de matrimonio muy bien. Sabes que a mamá le encanta registrar nuestras cosas —dice Gerónimo, enrollando el papel. —Eso es cierto —concuerda Guido—. Cuando lleguemos a Ro
Gerónimo de inmediato aclara que no era a ellos a quienes perseguían, sino a la chica que había salvado. Parecía que ella había escapado de su boda y era hija de un mafioso. Filipo frunce el ceño de inmediato, tratando de averiguar si era de Italia, como ellos. Ambos niegan, ya que no saben absolutamente nada de Cristal. —Como puedes ver, el nombre parece que es griego —le señala Guido. —¿Y qué pasó después? Todavía no me dices por qué estás en este lío —dice Filipo, sentándose con los brazos cruzados y mirándolo fríamente. Aunque son de la misma edad, Filipo es el heredero de Fabrizio Garibaldi, el jefe de la familia, lo que lo convierte en el próximo líder al que ya están subordinados los de la nueva generación, incluyendo a Gerónimo. Éste sigue explicando todo lo ocurrido desde que salvó a su ahora esposa. —Fuimos a parar a un yate, en el que se estaba realizando una boda, y nos mezclamos con ellos para escondernos —cuenta en el mismo tono—. Ella solo lloraba, y bebimos y bebim
Cristal vuelve a colocar la cabeza debajo del chorro de agua fría de la ducha mientras sigue pensando en cuántos secretos les contó a Helen y a Jarret sobre sus verdaderos padres. Sin revelar quiénes eran en realidad, se refería a ellos como sus poderosos tíos. ¡Claro! Ella, y solo ella, hizo que casi su padre quedara en bancarrota. Había facilitado toda la información a Jarret. ¡Eres una estúpida, Cristal! ¿Cómo pudiste pensar que los enemigos de tu papá no se aprovecharían de la que decía ser su sobrina? Las rodillas le fallaron, y se sienta en el piso, sollozando. Su tía no dejaba de alardear de que era la hermana de uno de los mayores capos de Italia. ¡Del dueño de casi toda Roma e Italia! Esa era su frase favorita. Y ella también, cuando sentía que la trataban como a una niña mojigata de una familia de ricos refinados, hacía lo mismo. Hablaba del poder de su tío. Sacude la cabeza y se pone de pie. ¡Cristal, ya está bueno de escapar! ¡Tienes que regresar, tienes que aceptar
Gerónimo se quedó mirando a Filipo, quien hablaba vehementemente, y, sí, era verdad todo lo que decía su primo. Recordó cómo la conoció fugazmente en Roma una noche; apenas un instante bastó para que la besara. Luego, al cabo de un año, el destino la puso en su camino nuevamente, esta vez huyendo de una boda, para terminar casándose con ella al otro lado del mundo.—¡Tienes razón, primo! —exclamó, poniéndose de pie con determinación—. ¡Lo haré! ¡Buscaré a Cristal y la conquistaré! ¡No la dejaré escapar!Filipo y Guido intercambiaron sonrisas al escuchar la resolución de Gerónimo. Riendo con satisfacción, abrazaron a su primo, celebrando juntos la decisión que acababa de tomar. A pesar del nudo en el estómago que sentía, Gerónimo no pensaba retroced
Cristal se había vestido con un conjunto de pantalones negros, unas grandes gafas de sol y un pañuelo junto a una gorra que cubrían su cabello, completando así su atuendo. Salió del apartamento, que se encontraba en uno de los barrios de Nueva York: la Pequeña Italia. Había años desde que su familia la había abandonado, dejándola al cuidado de su tía, momento en el que comenzó a vivir en América.Cuando su hermano llegó después de cinco años sin verla, le compró ese apartamento por si alguna vez necesitaba esconderse. Para todos sus conocidos, ella era la hija de su tía y su esposo; incluso su nombre y apellido habían cambiado. Ni siquiera a Helen se lo había mencionado. Era una lección que había aprendido de su familia mafiosa: había secretos que solo debían pertenecer a uno mismo, pues la vida
Al escuchar esto, Gerónimo colgó el teléfono, visiblemente abatido. La noticia de que Cristal se había marchado a Italia no era fácil de digerir, pero lo que verdaderamente le atormentaba era la mención de aquel hombre que la había acompañado. —¿Qué pasó, Gerónimo? ¿Qué dijo el tío? —preguntó Guido, incapaz de ocultar su impaciencia. —Sí… y no. —respondió Gerónimo, dejando escapar un largo suspiro—. Dieron con el taxi que la llevó hasta un apartamento, pero la perdieron de vista cuando un tipo la recogió. Se fue con él en un avión privado rumbo a Roma. —¡Eso es fantástico! Ahora sabemos dónde está, ¡podemos ir a buscarla! —exclamó con una mezcla de entusiasmo y alivio. —¡Se fue
El bullicio frente al lujoso hotel se dividía entre murmullos, risas y exclamaciones, pero nada, absolutamente nada, podía competir con la imagen de una mujer vestida de novia corriendo descalza, con las faldas de su vestido arremolinadas en sus manos. Su largo velo vuela al aire, mientras ella gira la cabeza hacia atrás, para ver si la persiguen, en lo que su mente le repite una y otra vez que debe escapar, ¡debe huir ahora o no podrá! —¡Detente, amor! ¡Detente…! ¡Me iré contigo, amor, me iré contigo…! —gritó con todas sus fuerzas. Sus palabras cortaron el aire como un impacto directo al pecho de cualquiera que la escuchara. Era un grito de auxilio, un llamado que parecía contener toda la fuerza de quien quiere salvar su vida o… recuperar algo que no quiere perder. —¡No me dejes…! ¡No me dejes…! ¡No me casaré con otro que no seas tú…! —gritó de nuevo. Cortando la monotonía del lugar—. ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Espera por mí! La multitud, que al principio apenas prestó atención, no p
La claridad de la ventana hace que abra sus ojos. Está solo en el hotel que reservaron el día anterior para la celebración de su graduación, sin saber cómo regresaron ni a qué hora.—¡Diantres! ¿Por qué tuve que beber tanto ayer? Me mata la cabeza —dice mientras rebusca en la maleta un calmante. La resaca es muy grande, no recuerda apenas nada. Se dirige, después de tomar la pastilla, al baño y se mete en la ducha dejando que el agua bien fría lo ayude a despertar. Tras un rato se siente un poco mejor. Sale y empieza a prepararse para afeitarse cuando algo en su dedo llama su atención. Sí, es un anillo de matrimonio. Y las imágenes de la mujer más bella que ha visto en su vida diciéndole, ¡sí acepto!, en una ceremonia de boda, llegan a su mente.—¡¿Con quién diablos me casé?! —pregunta desesperado, gritando a todo pulmón mientras abandona el baño. Busca respuestas mientras revisa su cama, por si acaso, pero no, no hay nadie en ella. Sale corriendo por la habitación, incapaz de calmar