INEXPLICABLEMENTE CASADO. MI DESCONOCIDA ESPOSA
INEXPLICABLEMENTE CASADO. MI DESCONOCIDA ESPOSA
Por: Bris
1. ¿BROMA O REALIDAD?

El bullicio frente al lujoso hotel se dividía entre murmullos, risas y exclamaciones, pero nada, absolutamente nada, podía competir con la imagen de una mujer vestida de novia corriendo descalza, con las faldas de su vestido arremolinadas en sus manos. Su largo velo vuela al aire, mientras ella gira la cabeza hacia atrás, para ver si la persiguen, en lo que su mente le repite una y otra vez que debe escapar, ¡debe huir ahora o no podrá! 

—¡Detente, amor! ¡Detente…! ¡Me iré contigo, amor, me iré contigo…! —gritó con todas sus fuerzas.  

Sus palabras cortaron el aire como un impacto directo al pecho de cualquiera que la escuchara. Era un grito de auxilio, un llamado que parecía contener toda la fuerza de quien quiere salvar su vida o… recuperar algo que no quiere perder.  

—¡No me dejes…! ¡No me dejes…! ¡No me casaré con otro que no seas tú…! —gritó de nuevo. Cortando la monotonía del lugar—. ¡Te amo! ¡Te amo! ¡Espera por mí!  

 La multitud, que al principio apenas prestó atención, no pudo evitar detenerse a mirar con asombro esa escena surrealista. Entre risas nerviosas y expresiones de fascinación, comenzaron a murmurar. Un elegante y apuesto joven vestido en un impecable traje azul miró alrededor, intentando comprender lo que sucedía. Varias personas lo señalaron emocionadas.  

—Señor, lo llama su novia —le dijo una señora tocándole el hombro.  

—¿Eh? ¿A mí? —pregunta con incredulidad.  

—Sí, espérela, es muy hermosa —repite otro extraño.  

—Joven, no debe abandonar jamás una hermosura como esa —le reprende un señor mayor.  

—¡Detente, amor…! ¡Detente…! ¡Me iré contigo, amor, me iré contigo…! —vociferó una mujer que rompió la tranquilidad como una explosión.  

 Él giró para ver a una novia que lo llamaba. ¿Quién demonios era esa mujer? Porque ciertamente no la conocía. Y, sin embargo, su mirada... En el momento en que sus ojos se encontraron, algo en su interior pareció detenerse. Su corazón dio un vuelco. Ella lo miraba con una mezcla de desesperación y súplica, como si de verdad él fuera su único salvavidas en medio de un naufragio.  

—¡Detente, amor…! ¡Detente…! ¡Me iré contigo, amor, me iré contigo…! ¡No me dejes, no me dejes!  

 ¡No puede creerlo! Abre los ojos en su intento de entender que lo que divisa es cierto…, o eso cree. ¡Ella es…, ella es…!, se repite en su mente, todavía sin creer que sea cierto al ver de quién se trata. ¡Es imposible!, se dice, debe ser un sueño, y gira la cabeza hacia los rostros risueños de todos los que los observan, como si estuvieran filmando una película romántica y ellos fueran los protagonistas.  

—¡Detente, amor…! ¡Detente…! ¡Me iré contigo, amor, me iré contigo…! —repite ella una y otra vez, sin dejar de mirarlo. 

 ¡Esto es una locura, yo no tengo novia, no tengo! ¿Cómo aparece una llamándome a gritos? ¡No, él no caerá en esa trampa! ¿O esto es una broma de mal gusto que le hicieron por su graduación? Gira su cabeza para ver si divisa alguno de sus primos o conocidos escondidos, pero no, nadie que conozca está por allí, aunque no los vea. 

 No se dejará engañar, se dice, y quiere marcharse, pero algo mayor que él se lo impide, más ante las voces aterradas cargadas de miedo que escucha que le dedica la bella joven, que sigue sin dejar de llamarlo ni de correr hacia su encuentro, haciendo que se percatara de que es real. ¡Ella salió de la nada, vestida de novia, y viene a su encuentro! ¿Qué demonios es esto?  

—¡No me dejes…! ¡No me dejes…! ¡No me casaré con otro que no seas tú…! ¡Te amo…! ¡Te amo…! ¡Espera por mí…!  

 La mira fijamente a sus increíbles ojos de un verde único y se queda así, sosteniendo la mirada de ella, que está cargada de súplica y terror. Ella continúa vociferando mientras corre, perseguida por varios hombres vestidos de trajes negros que la llaman a gritos:  

—¡Cristal…! ¡Cristal…! ¡Cristal, detente, todo tiene una explicación…!  

 Los gritos, lejos de hacer que ella disminuya la velocidad, al verlos tan cerca, la hacen acelerar más y seguir corriendo con todas sus fuerzas, sin apartar su vista de la del desconocido, que abre los ojos asombrado al percatarse de que sí, de que no se equivoca, ni es un sueño o alucinación. ¡Es ella! ¡Ella! ¿Cómo puede ser posible que aparezca aquí ahora? Se pregunta sin dejar de observarla. ¡Están a miles de millas del lugar en que la viera por primera vez! No puede ser ella, no puede, se dice. Y definitivamente no parece ser una broma que le hayan tendido; ¡ella está huyendo de alguien!  

¿Qué es lo que sucede? ¿La querrían casar obligada? ¿La raptarían? ¿Qué hace allí? ¿Y por qué le grita esas cosas? Se pregunta tratando de encontrar una explicación lógica a lo que ve. ¿Cómo sabía ella que él iba a estar allí, a esa hora, en ese hotel? ¿Qué tipo de trampa macabra de sus enemigos es ésta?  

Va a girar para montarse al auto cuando ve aparecer a otro hombre que la llama a voces. Y no sabe por qué, su sola visión y el terror que aumenta en la expresión de la novia hacen que toda su espina dorsal se estremezca, y permanece en el mismo lugar, escuchando cómo ella lo llama casi en una súplica.  

—¡No te vayas, llévame contigo, amor, llévame contigo! —Y el llamado cargado de amenaza del que parece ser el novio:  

—¡Cristal, es un malentendido…! ¡Cristal, regresa…! ¡Cristal, no te atrevas a dejarme plantado...! ¡Cristal…!  

 Sin saber por qué, extiende sus brazos hacia ella incitándola a llegar. Casi la alcanzan; como un autómata, lleva su mano a donde esconde su arma, pero recuerda que está en la entrada de un hotel y se detiene. Regresa con ambas manos hacia el frente en una clara invitación de que la salvará, solo debe llegar a él. ¡Corre, ven a mí, te salvaré! Le dice en su mente sin dejar de mirarla fijamente a los ojos.  

 Ella, al verlo así, parece comprender lo que él ha pensado, corre aún más rápido y, con todo el impulso que trae de su carrera desenfrenada, da un salto abrazándose a su cuello, que la recibe en sus brazos, apretándole fuertemente mientras cae acostado con ella encima, en el asiento trasero de su auto, que sale a toda velocidad alejándose de quienes los persiguen, que corren de un lado a otro buscando sus autos y haciendo desesperadas llamadas.  

 Mientras la llamada Cristal sigue abrazada con los ojos cerrados del desconocido, que también la sostiene muy fuerte contra su pecho, ante el aplauso de muchos presentes, que ríen comprendiendo al parecer lo que acaba de pasar y satisfechos de que ella lo lograra, al escuchar cómo maldice el prometido.

—¡Maldita sea! ¡No pueden ir tan lejos! ¡Encuéntrenla! —gritó, furioso, mientras se apresuraba al interior de su auto acompañado por tres hombres de traje negro.

 Pero el hermoso auto último modelo de gran calidad, se aleja con ellos hasta desaparecer, quedando solo la imagen ondeante del velo de la novia, en una hermosa estela blanca como si dijera adiós.

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