CAPÍTULO 3. Cayendo en una trampa
Liliana
Mi cuerpo no responde. Todo es oscuro y frío, pero siento un par de voces que retumban en mi cabeza, distantes y profundas. Mi conciencia va y viene por momentos, hasta que escucho un tono que reconozco y un escalofrío recorre mi espalda.
“Prepárenla para el procedimiento”. Es la voz del doctor Ryker… estoy segura de que es él.
¿Procedimiento? ¿Qué procedimiento? Lucho por abrir los ojos, por mover mis manos, hacer cualquier cosa, pero mi cuerpo sigue inmóvil. Luego solo hay silencio, oscuridad y miedo.
Cuando abro los ojos otra vez, lo primero que siento es una sensación de mareo. La luz blanca y cegadora del cuarto me molesta, y los sonidos de los monitores y el típico olor a desinfectante me dicen que sigo en el hospital. Giro la cabeza y veo una vía conectada a mi muñeca, y todo el pánico sale de golpe.
—¡¿Qué me hicieron?! —Mi voz sale como un susurro al principio, pero luego se vuelve más fuerte y desesperada—. ¡¿Qué me hicieron?!
Una enfermera se acerca rápidamente, tratando de calmarme mientras intento arrancarme las vías del brazo.
—¡Señorita Duque, por favor…! ¡Solo es glucosa, mire…! —Me muestra el suero y mi aturdido cerebro lee esa palabra—. Solo es glucosa. Usted se desmayó por agotamiento y la estamos cuidando, nada más.
—Pero… el doctor Ry… el proced…
Ni siquiera logro hilvanar bien una idea. Mi cuerpo cae de nuevo en la cama y me recorro el cuerpo con manos temblorosas, como si intentara buscar qué me duele o qué me falta, pero la verdad es que lo único que duele terriblemente es mi corazón y sé que no es nada físico.
Miro alrededor, sintiendo cómo los recuerdos vuelven: mi madre está muerta. Las lágrimas empiezan a salir, y ya no puedo detenerlas. No me importa si esta enfermera me ve llorar; la pérdida de mamá es una herida que no puedo ocultar.
—Mi madre… ella… —sollozo, recordando el pitido del monitor y las caras de los médicos.
—Lo siento mucho —me dice la enfermera en un tono suave—. No pudimos hacer nada por ella. En cuanto alguien firme los papeles necesarios, enviaremos su cuerpo a la funeraria.
Mis manos tiemblan, y apenas puedo contener el llanto. Con un dolor agudo en el pecho, asiento y le pido los papeles. Los firmo con la mirada perdida y sin pensar demasiado, porque no tengo la energía ni las ganas de hacer nada más que salir de este lugar. No quiero ver esas paredes, ni escuchar esos monitores ni soportar la amabilidad forzada de nadie. Quiero irme, alejarme de todo.
Salgo del hospital sintiéndome hueca. Camino por las calles con pasos torpes, como si alguien hubiera cambiado el mundo que conocía.
Todo está borroso…
Tengo que organizar el funeral de mamá, pero no sé ni cómo empezar...
Siento que solo voy por inercia, como si el dolor me hubiera transformado en un autómata...
Me doy cuenta de que no tengo a quién avisarle... No hay familia ni amigos cercanos…
El día del funeral llega rápido, aunque a mí me parece eterno. Apenas logro mantenerme en pie mientras veo cómo bajan el ataúd junto a la tumba de mi padre. La tierra empieza a cubrirlo, y el peso de esa imagen me destroza.
Ahora de verdad estoy sola en el mundo.
Ni siquiera escucho las condolencias. La gente son sombras borrosas que van pasando hasta que finalmente una dice algo diferente.
—Lili, si necesitas ayuda… —La voz del licenciado Saldívar me hace levantar la cabeza.
—No… La única ayuda que necesito es demasiado dinero para pagar la hipoteca de la granja y eso… eso no se lo puedo pedir a nadie —murmuro aturdida—. Disculpen tengo que ir… tengo que irme…
Vuelvo a casa con la misma sensación de vacío. La granja está hipotecada y no tengo cómo salvarla. Ya no tengo a mis padres y ni siquiera soy capaz de conservar sus recuerdos.
Me paso el resto del día recogiendo algunas cosas que realmente me importan, algo de ropa y un par de fotos. Voy metiendo todo en una maleta porque sé que muy pronto tendré que irme de aquí. Para la noche ya estoy agotada, mi mente un caos y apenas escucho el toque suave en mi puerta.
No hay nadie cuando abro, pero en el suelo dejaron un sobre. Lo recojo y veo el membrete del banco en la esquina.
—¿Esto qué es…? —Lo abro, temblando, y leo las primeras líneas con incredulidad—. “Estimada señorita Duque: nos complace informarle que el saldo de su hipoteca ha sido pagado en su totalidad…”
Saco el resto de los documentos y veo que son las escrituras de la granja, es mía de nuevo pero… ¿cómo…? ¿Quién…?
Le doy la vuelta al sobre y en el reverso veo un número de teléfono escrito a mano. Me quedo en blanco, sin entender nada. ¿Quién hizo esto… por qué…?
Alcanzo mi teléfono y marco el número sin pensarlo dos veces, con la respiración contenida. Y mi corazón late desbocado cuando escucho una voz al otro lado, una voz que reconozco y que me provoca una rabia inmediata.
“Liliana” dice el doctor Ryker, en un tono sereno y controlado.
—¡¿Usted hizo esto!? —lo increpo furiosa—. ¡¿Usted pagó mi deuda?! ¡¿Por qué?! ¡¿Quién demonios es usted, porque ya los médicos me dijeron que no es un doctor del hospital!?
“Eso es porque no soy un simple médico y estoy por encima de todas sus cabezas”, dice con calma. “Pero si quieres saber toda la verdad, te espero en el hospital en una hora. El mismo piso de tu madre”.
La llamada termina, y siento que las piernas me fallan. ¿Qué está pasando? Una parte de mí quiere tirar el teléfono al suelo y olvidar esta pesadilla, pero algo me obliga a ir: ¡Necesito respuestas! ¡Necesito saber por qué no salvaron a mi madre!
Para cuando llego al hospital ya es noche cerrada y el piso está vacío. Recuerdo vagamente que iban a trasladar a todos, y parece que lo hicieron porque solo se escucha un monitor a lo lejos, en una de las habitaciones del fondo.
Sigo el sonido aunque tengo el miedo atenazándome el estómago, como si estuviera cayendo en una trampa; y entro en un cuarto donde solo hay un hombre joven en una cama, conectado a todos los equipos posibles. Ahogo un jadeo sobresaltado cuando la puerta se cierra detrás de mí y veo al doctor Riker pasar el seguro.
—¿Qué es esto…? ¡¿Para qué me llamaste aquí…?! —lo increpo tratando de disimular el pánico que siento.
—Para que conozcas a alguien importante —responde él sin inmutarse mientras señala a la cama—. Liliana, permíteme presentarte a Logan St. Jhon… tu esposo.
CAPÍTULO 4. Sin salidaLas palabras del doctor Ryker me golpean como una bofetada en pleno rostro. No puedo comprender lo que acaba de decir, siento que el mundo a mi alrededor se desvanece, que estoy atrapada en una de esas pesadillas horribles que parecen interminables.—¡¿De qué demonios está hablando?! —le espeto azorada, mirándolo como si fuera un completo loco.Miro al hombre en la cama, con el rostro pálido y rodeado de máquinas que pitan y zumban con insistencia.—Deja que te lo explique —responde él con esa voz fría que parece inhumana—. Este hombre es Logan St Jhon, magnate, hacendado, multimillonario…—Es el dueño de este hospital… —recuerdo porque en la entrada está su apellido.—Exacto, y este pobre hombre tuvo hace unos días un accidente con un caballo. Está muriendo, Liliana, y lamentablemente no hay nada que podamos hacer por él.Siento una mezcla de confusión y horror. Mi estómago se revuelve con cada palabra suya, porque presiento que eso no es cierto.—¿¡Y eso qué t
CAPÍTULO 5. Señor GreñitasLilianaMiro al hombre tendido en la cama, envuelto en cables y monitores, su respiración leve apenas hace que su pecho suba y baje. Es doloroso verlo así, porque no puedo evitar que me recuerde a mi madre. Camino hacia él tratando de limpiarme las lágrimas y miro su rostro, una venda le cubre parte de la frente, y el cabello claro, largo y desordenado le cae sobre las sienes. Parece un hombre fuerte… o al menos debía serlo, antes de que alguien decidiera que no merecía vivir.—Lo siento, Señor Greñitas, no creo que te merezcas esto pero… no sé cómo ayudarte —murmuró con el corazón destrozado.Obviamente no responde, pero el silencio me pesa menos mientras recuerdo las palabras de mi madre: “Prométeme que siempre vas a ser buena y generosa, que ayudarás a los demás, porque esa es la única forma en que tu corazón no se llenará de resentimiento, hija…”Y la verdad no sé si soy buena, o si no guardo rencor, pero no puedo soportar la idea de ver morir a alguien
CAPÍTULO 6. Una chispa de esperanzaLilianaEl corazón se me detiene cuando el doctor Ryker se gira hacia mí, señalándome.—No hay razón para que no se les haya avisado, yo ordené claramente que lo hicieran, es evidente que mis médicos estaban más concentrados en atender al señor St. Jhon que en hacer las llamadas pertinentes y por supuesto que no hay justificación, me disculpo por eso —trata de defenderse y a mí se me revuelve el estómago porque es un perro mentiroso el infeliz. Ninguno de sus malditos médicos ha venido a atender al señor Greñitas, y estoy segura de que no dejó que nadie más lo hiciera—. Y en cuanto a la señora, es la esposa de su hermano, ha estado con él desde que lo trajeron.Siento que esa mentira abre un abismo a mis pies, y cuando Vincent St. Jhon me lanza una mirada fulminante, juraría que mi corazón se para por completo. Nunca he conocido a alguien con una presencia tan intimidante. A pesar de que debe ser más joven que Logan, tiene esa expresión de hombre fe
CAPÍTULO 7. Compensando heridasLilianaLos minutos son tensos y dolorosos. Sé que puse la nota en el bolsillo de la bata donde tiene varias plumas, pero aun así los minutos que tarda en meter la mano para tomar una y empezar a escribir se me hacen infinitos.Lo veo sacar la nota que logré deslizarle y mi estómago se anuda. Frunce el ceño, la desdobla y la lee rápidamente, para luego mirar a su alrededor como si quisiera saber quién la ha escrito.Sé muy bien lo que dice, pero mantengo mis ojos en Logan, como si todo lo demás a mi alrededor me fuera ajeno.“Tiene heridas internas sin tratar. Por favor, haga algo”.Ahora, mientras de reojo observo la expresión de sorpresa en su rostro, me doy cuenta de que quizás me arriesgué con la persona incorrecta. Si él también es cómplice de Ryker, si acaso comparte sus planes… probablemente no saldré viva de este hospital.Sin embargo, para mi alivio, el doctor Esteban guarda la nota y un segundo después sale de la habitación con mirada autorita
CAPÍTULO 8. Acorralada, pero no cobardeLilianaRezo en silencio, como si estuviera hablando con mi madre. Aunque sé que ella ya no está, siento su presencia como una sombra cálida a mi lado.“Si está en mis manos ayudar a alguien más, lo voy a hacer, mamita. Te juro que lo voy a hacer. No fue justo todo lo que nos pasó, pero te prometo que lo voy a compensar para que estés orgullosa…”Levanto la cabeza cuando la puerta se abre y aparece el doctor Esteban. Su expresión es seria, pero sus ojos tienen un brillo que me da esperanza, como si mi madre me estuviera respondiendo a través de él, diciéndome que el destino existe. Se detiene frente a todos y anuncia los resultados con voz firme:—La señora St. Jhon es compatible para el trasplante.Vincent y Anthony me miran, casi asombrados, como si no pudieran creer lo que acaban de escuchar, y es Anthony quien da el primer paso hacia mí, con su misma voz conciliadora de siempre.—Liliana… ¿estás segura de que quieres hacer esto? ¿Sabes a lo
CAPÍTULO 9. Una pesadilla demasiado larga.LoganLa primera imagen que se repite en mi cabeza es la de Berserker. Me veo sobre él, el viento en mi cara y la sensación de control que me da el estar sobre su lomo, hasta que de repente todo cambia. Siento cómo el caballo se revuelve debajo de mí, como si hubiera enloquecido. Se levanta en dos patas, furioso, y a pesar de todos mis intentos por calmarlo, no hay manera de controlarlo. Lucho por mantenerme firme, pero en un segundo estoy en el suelo y todo su peso parece aplastarme mientras caigo.El dolor me atraviesa el cuerpo, pero cuando abro los ojos, de nuevo estoy sobre él, repitiendo la misma caída. La escena se repite una y otra vez, como un maldito ciclo del que no puedo salir. Y cuando no estoy cayendo solo hay oscuridad y un dolor persistente.Quiero rendirme, dejarme ir, cerrar los ojos y dormir, pero hay un olor que se filtra entre el dolor y el delirio: un leve olor a fresas. Es dulce, un contraste con la oscuridad que me rode
CAPÍTULO 10. Recuerdos borrososLoganEsta es una m*****a pesadilla. A lo mejor de verdad estoy muerto. Siento la garganta de esta mujer bajo mi mano, veo el terror en su expresión, las lágrimas en sus ojos, y no siento nada, solo rabia porque entre Vincent y el doctor Esteban me la quitan y me obligan a soltarla.El dolor me asfixia. Apenas logro enfocar la vista para notar que casi se desmaya. Mi hermano la carga como si fuera su trabajo protegerla y la sienta en un sofá, alejada de mí. Yo sigo confundido, con la cabeza aturdida y el cuerpo entumecido, pero aún tengo fuerzas para gruñir como si fuera un animal herido.—¡Esa mujer no es nada mío! ¡No la conozco!El doctor Esteban me observa con una mezcla de paciencia y algo de pena. No puedo soportar ese tipo de miradas.—Logan, sufriste lesiones cerebrales graves —me dice—. Es posible que no recuerdes muchas cosas.Lo miro como si pudiera ahogarlo a él también. ¡Por favor! ¡Sé perfectamente quién soy y qué hago!—¿Cree que soy idiot
CAPÍTULO 11. El instinto de un hombre tercoLogan —¡Te hice una pregunta! ¡¿Qué le pasa?! ¿Por qué se puso así? —le pregunto, recordando que no es la primera vez que veo ese gesto de dolor en su cara.Vincent me observa con esa mirada de condescendencia que tanto me irrita, como si realmente creyera que tiene todas las respuestas.—Liliana también se está recuperando de una operación. Y aun así ha estado al lado de tu cama en las últimas semanas. No te mataría ser un poquito menos ogro con ella —sentencia caminando hacia la puerta, pero no va a averiguar porque sabe que no se debe interrumpir a los médicos mientras trabajan.—¿Operación? —repito, sin ocultar la confusión en mi voz—. ¿Ella también estuvo en el accidente? ¿O era ella la que iba montando a Berserker? No… no puede ser… Berserker no se deja montar por nadie que no sea yo…Vincent niega con la cabeza, serio, y me mira a los ojos.—No, Logan. No fue un accidente para ella. La operación fue un trasplante. —Hace una pausa, y