Medreth se encontraba en la ciudad más grande de Midgard, Poseidonia, la capital del inmenso Imperio Atlante a donde llegó tras haber participado como mercenaria en la más reciente y cruenta guerra entre los nordheimir y los pictos. Allí llegó a la enorme edificación piramidal donde se situaba la sede de la Orden de la Estrella Plateada, de cuyo interior emergió su gran amigo y maestro Sadrach el Mago Azul.
—Casi pensé que no te volvería a ver Medreth —dijo con una cálida sonrisa.
—Tuve muchos problemas para venir acá. ¿Cómo anda todo?
—La Orden está muy preocupada. Las hordas del maléfico demonio Adramech, los turanios, están cada vez más fortalecidas. Una maldad devastadora está próxima a resurgir y arrasar Midgard amenazando con sumirlo en tinieblas si no lo detenemos
A la devastada e invadida Thaniria llegó Lupercus y su escolta militar. Invasores turanios y sarcustaníes saqueaban los muchos tesoros de la alguna vez espléndida y próspera ciudad.Aunque había estado convaleciente por los últimos tres días de la guerra, todos reconocían en su habilidad durante su gestión previa a su herida buena parte del crédito por el triunfo en la guerra. Así, cuando entró al salón del trono del Palacio en donde los emperadores thanirios se sentaban en sus tronos pero custodiados por aguerridos solados invasores, los jefes militares presentes iniciaron un sentido vitoreo celebrando la llegada de Lupercus entrechocando las espadas con sus escudos.—Bienvenido general Lupercus —celebró un fornido coronel sarcustaní— me alegra mucho verlo vivo.—Gracias, coronel Kaleth.—A m
Los dos guerreros fueron enviados a los calabozos donde los turanios habían acondicionado el lugar repleto de artefactos de tortura. A Lupercus le encadenaron los brazos al techo mientras que pretendían violar a Medreth sobre una de las mesas de torturas pero esta se resistía tan coléricamente que necesitaban cinco para retenerla; uno en cada extremidad y un quinto encima de ella que le abofeteaba la cara.—¡Deja de resistirte, perra! —le dijo— ¡Te dolerá menos!—¡Tócame y juro por todos los dioses que te mataré! ¡Cerdo! —clamaba ella altiva pero el turanio encima suyo sólo rió burlonamente.Mientras dos turanios observaban a Lupercus quien mostraba un temperamento tranquilo a pesar de su precaria situación.—¿Por donde empezamos? —preguntó un turanio a otro con cuchillo
Sobre un grupo de antiguos monolitos negros colocados en un semicírculo y en cuyo centro de erguía un altar para sacrificios humanos con forma de lápida plana, estaban reunidos los turanios. Melith había sido colocada boca arriba y encadenada semidesnuda a la piedra y Sha’dramech preparaba el ritual leyendo salmodias de un libro arcano al tiempo que sostenía en su mano la daga con la que cortaría el cuello de la reina.Rogroth y sus hombres observaban todo a la expectativa.—¡La profecía se cumple! —gritó Medreth desde lejos llamándoles la atención y Rogroth maldijo.—¿Qué profecía?—La hija del Dragón colgará sobre su montura la cabeza del Traidor previo a la caída del Imperio del Dios de Tres Rostros —dijo mostrándole la cabeza quemada de Canus que colgaba de su sil
La tribu de Lug era conocida como los aryas, que significaba en su primitiva lengua “los hombres de la nieve” o “los hombres blancos como la nieve”. Los aryas habitaban las tierras nevadas al norte de Europa hace decenas de miles de años según podía ver en las extrañas visiones que trasladaban mi mente a esas épocas recónditas y primitivas y que me permitían observar la vida de nuestros ancestros. Los aryas eran hombres y mujeres de piel blanca, ojos verdes y cabellos rubios, liderados por Lug, un vigoroso sujeto de más de dos metros de estatura y dorso tremendamente musculoso, pero además que poseía una mente sagaz. Debido al clima que habitaban, los aryas vestían con ropajes de piel de animal que les cubrían gran parte del cuerpo. Un día llegaron los cazadores aryas hasta un territorio más al sur de lo que normalmente bajaban, en busca de nuevas presas que llevar pues el clima era cada vez más helado y muchos animales emigraban hacia regiones más cálidas. Sabían bien
Manu ya no quería vivir, pues se sentía desolado por la pérdida de su amada Iva y de su hijo que ahora pertenecerían a otro pero no pensaba dejarle fácil a los nativos el darle muerte así que decidió prepararse para la última batalla de su vida. Tomó su lanza y miró fijamente hacia el horizonte donde se dibujaban las cabezas de sus salvajes enemigos…Manu se enfrentó al primero que se atrevió a aproximársele rajándole el abdomen con su lanza. Le siguió otro que rápidamente fue ultimado con una herida en el cuello. Luego otro, y otro, y otro. Los nativos comenzaron a llegar en oleadas grupales y eran asesinados una y otra vez por un enloquecido Manu furioso y frenético que parecían estar desahogando su ira y su dolor en los infortunados negros. En poco tiempo había un charco de sangre que empantanaba la arena a los pies de Manu y una
Muchos años en el pasado nació un legendario guerrero llamado Lupercus. Hijo del emperador de Etruria y de una de sus esclavas más bellas, traída desde las tierras heladas del norte, de los Reinos Nórdicos.Una pitonisa profetizó al monarca que algún día el hijo que tuviera de una esclava del norte lo mataría, por lo que el Emperador ordenó darle muerte a la madre y al hijo.Pero la mujer era tan bella que el verdugo se apiadó de ella y la ayudó a escapar aunque eso le costaría luego la cabeza. La mujer embarazada fue enviada en un barco de traficantes de vuelta a las tierras del norte. Allí nació Lupercus en una cabaña en medio de la montaña rodeado de bosque.La madre de Lupercus, Elveth, era una mujer nórdica preciosa de cabellos rubios como el oro, ojos azules y piel blanca como la leche. Pero Lupercus no, &eac
Vladus, Lupercus, y los soldados sobrevivientes, enterraron con honores a los muertos kushanios cremándolos y realizando una oración a los dioses. Godhos fue cremado también con su espada en una pila de leños sólo para él y el propio Vladus presidió la oración rogándoles a los dioses kushanios que aceptaran a tan valiente guerrero en sus salones como era merecedor.Luego emprendieron el regreso a casa que tomaría al menos un día y medio.Conforme los caballos se aproximaban al Castillo del Dragón donde residía Vladus y su esposa, comenzaron a notar el hedor a muerte cercano y la columna de humo que subía hacia el cielo en la lejanía donde debía estar el castillo. Vladus maldijo y apresuró a su caballo cabalgando desesperado seguido por Lupercus que había descifrado lo sucedido.Algunos minutos después la asoladora
Tras varios días de atravesar las gélidas montañas y llanuras kushanias poco a poco el inhóspito y frígido paisaje fue cambiando hasta transformarse en las tierras fronterizas de clima más cálido y observó una multitud de peregrinos vedantios que caminaban hacia un santuario situado sobre un monte. Los vedantios eran un pueblo de piel morena y cabello negro, pero de rasgos arios, cuyos hombres usualmente vestían trajes de telas blancas y turbantes, las mujeres frecuentemente usaban ropa multicolor, hermosas aretes en oídos y nariz y otras alhajas así como se cubrían la cabeza con un velo al entrar a lugares de respeto. Lupercus aprendió algo de su lengua cuando fue soldado atlante, pero en todo caso el idioma vedantio era muy similar al atlante y al medo por lo que era fácil de aprender.Lupercus bajó de su caballo y caminó por el sendero de los