Equivocada

Moira no entendía muy bien qué era lo que estaba pasando.

Había visto a la amiga de la que su hija tanto le habló y… sintió algo inexplicable, como si… como si conociera a la chica…

Ella parecía conocerla, y cuando Moira dijo no conocerla estalló en llanto, por lo que ahora estaba abrazándola, sin entender qué era lo que estaba pasando allí.

Pero era tan solo una niña, en realidad, así que la consoló amorosamente.

—Tranquila… No llores, pequeña. Por favor, tranquila. —Le dolía mucho escucharla llorar de ese modo.

Zoe se acercó a ellas a paso lento, con rostro sumamente preocupado, pero viéndose como si no quisiera interrumpir, aunque con claras ganas de preguntar como toda niña curiosa.

Se sentó en la banca junto a ellas y se quedó en silencio hasta que la chica finalmente se apartó y les dio la espalda de inmediato, secando sus lágrimas con las manos.

Moira sacó un pañuelo y se lo dio, sin decir nada.

—Gracias… —Se secó el rostro aun dándoles la espalda—. Y… lamento eso. Sé que debe
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