La muchacha dirigió la vista hacia él, denotando asombro con respecto a su reciente halago. Luego, sintió que su ritmo cardiaco incrementó de nuevo. —P-Pero… ¿qué cosas dices? —desvió rápidamente la mirada. —Sin embargo, la belleza es temporal —agregó Izan—. Nadie puede huir del tiempo y el cuerpo
Izan se quedó callado por un rato, analizando el cuestionamiento del albino. —Alfa, esa es... una pregunta... bastante complicada —se sobó la nuca—. Comprendo sus sentimientos hacia Kallen, pero si me lo pregunta... me odiará por la respuesta que escuchará.Dannon guardó silencio, para luego soltar
Ambas se quedaron calladas por un rato, pues no sabían si sentirse aliviadas o melancólicas con respecto al cambio de Dannon.—El bebé crece sin problemas —agregó de repente tras terminar de examinarla—. Y ha ganado un poco de tamaño. Con este ritmo de desarrollo, es probable que lo tengas en nueve
—Lo he extrañado, Alfa —manifestó Débora, a lo que el albino la tomó de los hombros y la apartó con delicadeza.—Estoy cansado —fue lo único que pudo decir y empezó a caminar en dirección a su recámara, con Débora siguiendo sus pasos.—¿Cómo le ha ido? ¿Hay alguna novedad? ¿Pudieron encontrar la for
Dannon la contempló horrorizado. ¿Cómo que Débora no era su mate? Y si no lo era, ¿porqué sentía que se volvía loco cuando percibía su aroma? ¿Quién demonios era esa mujer? De pronto, empezó a toser de nuevo y más gotas de sangre escaparon de su boca, poniéndolo en alerta. —No se preocupe, Alfa. E
Kallen había entrado a la alcoba de su madre justo después de dejar a Dannon con su compañera, a lo que la señora se alegró al verla. —¡Kallen! —se aproximó y la rodeó con los brazos—. ¿Cómo te ha ido en tu viaje? —Mejor de lo que esperaba —alegó—. Sin embargo… —¿Ocurrió algo malo? —la tomó de lo
—Pero, hija —la tomó de la muñeca para detenerla—. ¿No estará con su mate ahora? La híbrida solo la contempló sin emitir sonido. Aquel recordatorio paralizó sus movimientos instantáneamente, pero recuperó la movilidad segundos después. —Solo… será un momento —sabía que a Débora no le agradaría par
Tanto Izan como Magnus se quedaron congelados por un instante, a lo que el Beta fue el primero en reaccionar. —¡Magnus! —exclamó, sacando al guerrero de su estado atónito. —¡Sí, señor! —entendió de inmediato la orden de Izan sin que tuviera la necesidad de articularlo—. ¡Levántense, guerreros! ¡No