Dannon la contempló horrorizado. ¿Cómo que Débora no era su mate? Y si no lo era, ¿porqué sentía que se volvía loco cuando percibía su aroma? ¿Quién demonios era esa mujer? De pronto, empezó a toser de nuevo y más gotas de sangre escaparon de su boca, poniéndolo en alerta. —No se preocupe, Alfa. E
Kallen había entrado a la alcoba de su madre justo después de dejar a Dannon con su compañera, a lo que la señora se alegró al verla. —¡Kallen! —se aproximó y la rodeó con los brazos—. ¿Cómo te ha ido en tu viaje? —Mejor de lo que esperaba —alegó—. Sin embargo… —¿Ocurrió algo malo? —la tomó de lo
—Pero, hija —la tomó de la muñeca para detenerla—. ¿No estará con su mate ahora? La híbrida solo la contempló sin emitir sonido. Aquel recordatorio paralizó sus movimientos instantáneamente, pero recuperó la movilidad segundos después. —Solo… será un momento —sabía que a Débora no le agradaría par
Tanto Izan como Magnus se quedaron congelados por un instante, a lo que el Beta fue el primero en reaccionar. —¡Magnus! —exclamó, sacando al guerrero de su estado atónito. —¡Sí, señor! —entendió de inmediato la orden de Izan sin que tuviera la necesidad de articularlo—. ¡Levántense, guerreros! ¡No
El corazón de Kallen empezó a palpitar con tanta vehemencia que podría jurar que incluso Dannon fue capaz de oírlo. El hecho de pedirle que sea su mate era un acto aún más significativo y valioso que una propuesta de matrimonio. —Alfa —Kallen tomó una de las manos del hombre y lo acercó a su pecho—
—¡Mi cabeza! ¡Argh! ¡Mi cabeza va a estallar! —vociferó frenético. —¡Recuéstese, Alfa! ¡Lo ayudaré a regresar a la cama! —replicó Izan. Sin embargo, Dannon permaneció rígido, con una mano pegada en cada lado de su tez. Por esa razón, fue difícil levantarlo. En ese momento, Kallen se posicionó en c
El Alfa la miró con los ojos expandidos, sorprendido por lo que acababa de decir recientemente. No le había dicho aún que Débora había echado una maldición sobre él, así que ¿cómo lo supo? —¿A qué te refieres? —cuestionó él, intrigado. La híbrida no dijo nada más, sino que alejó su mano del pecho
—¿Alfa? —pronunció él—. ¿Se encuentra bien? —No —contestó con un tono de enfado. —¿Se siente adolorido? ¿Lo está atacando la migraña? —No se trata de eso —refutó. Guardó silencio por un momento, tornándose pensativo. Luego, procedió a hablar nuevamente—. Cuando estábamos en el mundo humano, me pr