Capítulo 40

Atardecía en ese sombrío día. Elizabeth lloraba abrazada a sus piernas frente a la chimenea. Trataba de comprender el dolor de Carlos, pero la magnitud de sus palabras la habían lastimado demasiado. En ese momento sintió su corazón roto en miles de pedazos; sabía que muy difícilmente algún día podría recuperar los trozos que quedaban; para ella solo existía un hombre en su vida, y en su alma, y ese era: Carlos Duque, quién ahora la odiaba y le deseaba la muerte.

—No puedo hablar, no debo decirle la verdad mi señor, si lo hago la vida de todos corre peligro —balbuceaba sentada temblando como una hoja envuelta en un mar de lágrimas—. Yo solo quería liberarlo de esa bruja... ¡Maldita Luz Aída! —exclamó llena de dolor.

Un profundo temblor recorría su cuerpo. Cuando se puso de pie y emp

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